Hasta cuatro hospitales se distribuían por las sierras de Fonfaraón y del Palo para amparo de los aguerridos caminantes, que ponían a prueba su integridad en lo que debió de ser una travesía épica. Más de mil años después, el auge de la ruta jacobea ha traído de nuevo peregrinos a estas veredas abiertas por pastores trashumantes y romanos en su búsqueda de oro.
En el barrio cimero de La Mortera el itinerario se eleva a través de pistas, brañas, roquedos y las ruinas de las antiguas alberguerías, dominando un panorama que quita el hipo, que se extiende desde la cordillera Cantábrica hasta las montañas costeras. Superada la cota máxima, un perfil más suave corona el alto de La Marta y se dirige al encuentro de la cima del Palo, donde se une a la vía que viene desde Pola de Allande.
Etapa 5 (Ruta de los hospitales)
El itinerario deja atrás el barín de Borres, pasa junto a la iglesia de Santa María y cruza la carretera AS-219 para continuar su ascenso por una pista pavimentada. La ubicación ofrece un cuadro privilegiado de esta aldea ganadera. La pista pronto torna en un camino de tierra que llanea y alcanza el lugar de La Solana, donde se bifurcan los caminos que llevan a Pola de Allande y a la primitiva ruta de los Hospitales.
Giramos a la derecha para seguir esta última, en realidad el itinerario primitivo que trazaron los primeros peregrinos, ya que Pola de Allande no se fundó hasta 1262. Todo este camino discurre por la sierras de Fonfaraón y del Palo, ya transitadas en épocas pretéritas, como lo demuestran los diversos túmulos funerarios dispersos por la zona; incluso hay constancia de una antigua vía prerromana conocida como Carreiriega de los gallegos, ubicada en las inmediaciones del puerto de La Marta, así como viales romanos que subían a las numerosas explotaciones auríferas de la zona. Los primeros pasos conducen hasta los prados cimeros de Samblismo, salpicados de arbolado mixto. A un kilómetro de la bifurcación salimos a la carretera de Cerredo, que seguimos por la derecha para tomar 100 metros después un camino que nace a mano izquierda. Nos dirigimos sin pérdida hasta La Mortera y su capilla de San Pascual, donde los romeros que nos antecedieron quizás velaran armas bajo su pórtico la noche anterior a la travesía.
Ya no hay vuelta atrás. Por delante, algo más de 12 kilómetros hasta coronar el puerto del Palo, a una altitud de 1.146 metros. Tras la capilla dejamos la pista asfaltada por la izquierda, iniciando así una rampa de consideración. Durante el primer kilómetro nos enfrentamos a un 10 % de desnivel medio hasta traspasar la primera portilla, que franqueamos por un lateral. Justo después, una fuente de escasa potabilidad nos seduce al borde del camino. Éste, ancho y poblado de brezo y pinares de repoblación, nos regala un panorama de excepción mientras bordea la falda del pico Picón.
En un punto del ascenso, algún peregrino ha colgado de la alambrada unas banderas de oración tibetanas, que ondean al viento sus colores saturados contrastando con los verdes y ocres del paisaje e infundiéndonos energía positiva para continuar la jornada. Alcanzaremos un collado entre el pico Caborno, a nuestra derecha, y el Tableiros, a la izquierda, posición que nos regala al norte una buena foto del pico Mulleiroso, de 1.253 metros. Del hospital de Paradiella tan sólo nos separa medio kilómetro de leve bajada.
Este agreste paisaje hizo que durante siglos funcionasen diversos hospitales para asistir a los peregrinos que por aquí se aventuraban. De Paradiella, documentando en el siglo XV y que contó con una pequeña capilla, tan sólo quedan ruinas, al igual que de los otros establecimientos que visitaremos. Casi un kilómetro de piedra sobre piedra para ganar un primer respiro, un pequeño altozano donde sólo resisten unos pinos castigados por el viento. Otro repecho más, jalonado por las estacas de madera que hacen única esta etapa del Camino de Santiago, nos empuja hasta la campa La Braña. El desnivel va remitiendo y quizás de aquí en adelante veamos algún cráneo de ganado adornando un mojón jacobeo, avisándonos del riesgo que puede entrañar esta ruta con malas condiciones meteorológicas. Jean Christophe Rufin en su obra El Camino inmortal, que recoge su peregrinación por el Camino del Norte y Primitivo, relata que en la ruta de los Hospitales “el Camino se eleva y desaparece. Se convierte por un instante en casi invisible, como un simple rastro, una línea virtual que rozara la montaña’’.
Tras una curva apreciamos ya el contorno, también en ruinas, del segundo de los hospitales, el de Fonfaraón. Sobre él se alza el pico Cimero u Hospital. A mano izquierda, a cierta distancia, destaca el Panchón, que se alza sobre el puerto del Palo.
Fonfaraón se fundó entre los siglos XIII y XV y estuvo en uso hasta bien entrado el siglo XX. Tal y como mencionan varios autores era “atendido por una mujer que mediante el exiguo jornal de una peseta daba abrigo a los caminantes en una reducida estancia”. Si las condiciones lo permiten, el lugar es perfecto para descansar y dar cuenta de los víveres. Abandonamos la fundación hospitalaria y tras bordear la falda del pico Hospital iniciamos un tramo de bajada, sobrepasando el hospital de Valparaíso, unos pocos escombros mimetizados entre el brezo que yacen bajo la vereda.
Valparaíso es de la misma época que el anterior y estuvo abierto hasta el siglo XIX, contando con una capilla dedicada a Santa María Magdalena. Casi dos kilómetros de silueta ondulada nos separan del alto de La Marta. Contemplamos el paisaje montaraz más absoluto, caracterizado por la sobriedad de los pastos. Ochocientos metros antes del alto pasamos junto a la laguna de La Marta, viejo depósito donde se acumulaba el agua que posteriormente se utilizaba para extraer el oro.
Bajo el pico La Marta desciende una trocha hasta la carretera AS- 364, por la que coronamos el alto de La Marta, ubicado a 1.105 metros de altura. Dejamos el asfalto cien metros más adelante, tomando una vereda que se adentra en la sierra del Palo bordeando el pico la Casilla, coronado por un antiguo puesto de vigilancia de incendios. Más adelante, decenas de estacas reforzadas con la flecha amarilla guían al peregrino por un extenso descampado habitado por vacas roxas y pinos ralos. A mano derecha, a escasos metros del sendero, podemos ver uno de los testimonios más notables de la minería de oro romana: la Fana La Freita.
Bajo los pies se abre el inmenso barranco fruto de la explotación aurífera romana que pudo emplear durante décadas a una cantidad ingente de mano de obra, como señala Santos Yanguas, catedrático de Historia de la Universidad de Oviedo. En estos pagos debió de dar asistencia el hospital de La Freita, del que no queda rastro aparente. Tras un último vistazo a la fana reanudamos la marcha por el sendero de montaña, escalando algún metro más para bajar ligeramente al encuentro del puerto del Palo. Alcanzamos finalmente el alto a la vera de una laguna, donde el Camino Primitivo vuelve a ser uno al encontrarse con el itinerario que viene de Pola de Allande y que han seguido otros grupos de peregrinos. De aquí a Berducedo aún restan 9,5 kilómetros.
Sin salir a la carretera nos preparamos para el descenso. Bajo la línea de alta tensión un sendero de fuerte desnivel y piedra suelta se lanza ladera abajo, una crueldad para los cuádriceps que retienen como pueden el peso del binomio peregrino-mochila. Procurando no resbalar desembocamos medio kilómetro después en la AS-14, que cruzamos para proseguir la bajada por otra senda. Este segundo tramo es mucho más benévolo, pasando junto a unas peñas y tomando la vereda que conduce a Montefurado, como una isla en medio del océano. Pepe es el único habitante en este arrecife de piedra y pizarra que pertenece a la parroquia de Santa María de Lago.
Nos recibe su capilla de Santiago, que cobija una querida talla del santo peregrino. La ermita perteneció al hospital de peregrinos reconvertido hoy en la Casa del Pintu, situada un poco más adelante al borde del Camino. Se sabe que a principios del siglo XIX tenía 845 reales de renta de diferentes tierras. A la salida de la aldea franqueamos un muro de piedra junto a un recio acebo y ponemos rumbo al Sesto de la Fuente, ganando altura entre prados y vacas. Sumergidos más tarde entre robles y helechos, superamos una portilla para ganar el alto en el paraje de El Rozón. El trazado de la ruta primitiva desciende a continuación durante kilómetro y medio hasta el collado del Couso, bajo el pico Lago de 993 metros y junto a la AS-14 y el cruce que se dirige a Castanedo.
No continuamos por la carretera sino debajo de ella. Una senda imita su recorrido por cotas más bajas, regalándonos al sur magníficas vistas de la sierra de Valledor (valle del oro), un paisaje protegido de la cuenca del río Navia cuyo nombre hace también referencia al pasado minero. Unos veinte minutos después pasamos junto al camposanto de Lago y la iglesia de Santa María, protegida por un tejo que fue declarado Monumento Natural. Un fuerte repecho escala hasta la carretera, donde se encuentra el único bar: Casa Serafín, siempre agradable en unos parajes tan solitarios.
Si en Montefurado hablábamos de un solo habitante, en Lago tan sólo tres vecinos resisten todo el año, entre casas y hórreos recién y perfectamente restaurados. La jornada prosigue por la AS-14 150 metros, tomamos a mano derecha un camino que cruza en 300 metros la carretera a Corondeño, atravesando posteriormente la zona de El Chao, una llanada que da paso a un pinar donde protegerse.
A la salida del bosque, continuamos a la derecha de la carretera hasta la intersección con ésta, que cruzamos con precaución para internarnos en otro bosque de coníferas que traspasa el paraje de Piedras Rubias. El Camino de Santiago coincide aquí con el GR-109, el Camino Natural de la cordillera Cantábrica, 503 kilómetros desde Panes hasta Santa Eulalia de Oscos. Unos espléndidos pinares, en porte y altura, dan paso a praderías que nos acompañan hasta Berducedo y contrastan con la desolada grandeza de las montañas de Tras el Palo. A la entrada pasamos el albergue de peregrinos municipal y unos metros más adelante desembocamos en la AS-34. Desde este punto tenemos acceso a varios bares, un centro de salud, algún comercio y dos albergues privados.