Berducedo y La Mesa, ambos separados de Grandas de Salime por los desfiladeros del río Navia, han supuesto el fin de la jornada antes del gran descenso al embalse, un lance subrayado en tinta fluorescente. El valle del Carballín conduce a La Mesa, disponiendo la musculatura para el acerado ascenso a la peña de los Coriscos, en cuya cúspide reciben Buspol y su capilla de Santa Marina, lugar de oración y mirador de vistas privilegiadas. A continuación, una bajada de resistencia, tan bella como tenaz, desemboca más de siete kilómetros después en el dique que contiene las aguas del Navia, un ingenio que provoca vértigo y al que sigue un pesado tramo de asfalto que remonta hasta el bosque de fantasía del monte Coto, un par de kilómetros entre arbolado que deja un buen sabor de boca hasta la entrada en Grandas.
Etapa 6
Mientras millares de localidades situadas en los aledaños de carreteras secundarias menguan y agonizan con el avance de las autovías, otras emplazadas en lugares más apartados, como es el caso de Berducedo, mantienen el tipo gracias en parte a una infraestructura viaria de índole bien distinta: el Camino de Santiago, que toca con su varita mágica a unas pocas elegidas. Siglos de peregrinaciones han dejado su impronta en el Concejo de Allande. Sin ir más lejos, la casa del médico, situada a la entrada de Berducedo al pie de la AS-14, luce en su fachada el dintel de entrada de la antigua “alberguería de pobres peregrinos”, reedificada en 1785 tal como puede leerse en la inscripción. En pos de un nuevo día dejamos la carretera para ir a visitar la iglesia. Metros antes, otro dintel del hospital, esta vez de una de las ventanas, luce en el jardín de Casa Simón dando abrigo a unas flores. Al parecer la semilla dio su fruto y las alberguerías han brotado.
La ruta jacobea pasa el arroyo del Canedo junto a la parroquia de Santa María, acompañada al igual que el templo de Lago y muchísimos otros en Asturias por un tejo, sinónimo de inmortalidad dada la extrema longevidad de esta especie perenne. Al llegar a un albergue privado torcemos a la derecha y seguidamente a la izquierda para tomar una pista hormigonada que remonta entre las últimas casas y algunas naves ganaderas. A falta de agricultura -tan sólo huertas particulares para consumo propio-, la ganadería aún representa el medio de vida familiar. Poco después, sobre lajas de piedra y guijarros en pleno cordal de Berducedo, superamos fácilmente la loma de Prima Madera. El Camino Primitivo y el GR-109 continúan compartiendo kilómetros mientras alcanzamos reposo junto a varias manchas de pino silvestre, confluyendo más tarde en la carretera local que se dirige a La Mesa / A Mesa.
Ya vemos con suma claridad el parque eólico de la sierra de la Cuesta. Proseguimos por carretera hasta La Mesa. Es un tramo llano y agradable que atraviesa el valle del Carballín, regado por el arroyo de los Cabríos y donde se asientan pequeños núcleos de población como La Figuerina. Alcanzamos en una media hora la primera población del Concejo de Grandas de Salime en el Camino. Casi sin quererlo, cada día un nuevo paso, dejando atrás pueblos, ríos, llanuras y montañas… Mañana el Principado para dar paso a Galicia.
Enseguida alcanzamos la iglesia consagrada a Santa María Magdalena, fábrica de los siglos XVII y XVIII. Rodeada por un cercado de madera, está techada con lajas de pizarra y edifi cada sobre un túmulo prehistórico. Justo después se encuentran las antiguas escuelas, reconvertidas también en el albergue de peregrinos. Proseguimos por asfalto, enfrentando durante cerca de veinte minutos una rampa con una pendiente media del 13,5 % que rodea por el oriente la peña de los Coriscos. Una curva a la izquierda da paso a un tramo más favorable y, acompañados por el silbido de los aerogeneradores, dejamos la carretera un kilómetro más adelante para acceder a la capilla de Santa Marina de Buspol.
La capilla de Santa Marina de Buspol fue levantada en el siglo XIV y sirvió de oratorio al hospital de peregrinos ya desaparecido. En el interior guarda tres tallas policromadas de san Antonio de Padua, santa Marina y santa María Magdalena. Si las nubes bajas no lo impiden, podremos gozar de un cuadro incomparable, divisando al frente Grandas de Salime y en lo más hondo del valle el río Navia, represado aquí en el embalse de Salime. Curiosamente, tiene un marcado carácter jacobeo, ya que nace en las inmediaciones de O Cebreiro, en una de las etapas reinas del Camino Francés, y viene a empapar otra de las jornadas memorables del Primitivo para desembocar en el Cantábrico en pleno Camino de la Costa.
Una portilla da paso al descenso, tema de conversación recurrente desde jornadas anteriores, al anunciar las guías que esperan más de siete kilómetros y medio de bajada hasta la presa, lo cual es verdad, aunque entre medias exista alguna parte llana e incluso de ligera subida. En las alturas la senda de pizarra avanza entre los matojos de hierba y arbustos, dejándose caer más tarde al abrigo de un pinar donde toma el relevo una pista forestal que se prolonga y se prolonga. En una de las curvas que describe el camino veremos nítidamente un cortín, llegando 800 metros después junto a una cruz. Ya no queda lejos el desvío que nos internará bajo un tupido castañar, tan sólo a 5 minutos.
Efectivamente, al borde de la pista forestal surge un sendero que desciende con rapidez, internándose en un bosque caducifolio que desemboca en la carretera AS-14 que dejamos en Berducedo. Antes de llegar a la presa pasamos junto al mirador colgante conocido como La boca de la ballena, donde se aprecia a la perfección el dique y el salto del río Navia. Finalizamos este largo tramo de bajada en la presa del embalse. Antes de la existencia de esta obra faraónica los peregrinos bajaban de Buspol al pueblo de Salime, hoy hundido bajo las aguas como un decorado en una pecera, y cruzaban el viejo puente de piedra que sobrevolaba el desfi ladero del río Navia, remontando la empinada ladera hasta Grandas.
Como bien se apunta en la web de patrimonio del Concejo, la construcción de la presa, que comenzó a finales de 1945, aportó un aumento de la población efímero que se tradujo posteriormente en un éxodo rural a gran escala, ya que hasta ocho núcleos de población quedaron sumergidos por las aguas del Navia. Nuestro peregrinaje continúa sobre el asfalto, remontando en adelante parte de la altitud perdida. A un kilómetro del dique, bajo el poblado de Vistalegre, de fachadas blancas que se descuelgan ladera abajo y construido entonces para alojar a los trabajadores, pasamos junto al hotel Las Grandas, con bar-restaurante y habitaciones, que suele abrir de Semana Santa a noviembre.
Restan aún 3,5 kilómetros de carretera, un tedio que encuentra a veces alivio tras el quitamiedos, donde de tanto pisar se ha abierto una ceñida senda. Casi 3 kilómetros más adelante la AS-14 salva el arroyo de Grandas y posteriormente pasamos de largo el desvío al mirador de Salime y Pénjamo. Tan sólo 250 metros después, pasado el p.k. 2, ahora sí abandonamos la carretera por el arcén izquierdo, iniciando una senda que sube descaradamente por el bosque mixto que ocupa las laderas del monte Coto de Grandas.
Guarecidos entre tanta variedad de especies, predominantemente pinos pero también robles, hayas y castaños, llegamos kilómetro y medio después a las primeras casas de Grandas de Salime. En primer lugar, la fragua de José María Naveiras, más conocido como Pepe el Ferreiro, fundador del Museo Etnográfico de Grandas de Salime. Justo después salimos a la carretera y torcemos a la derecha para cruzar el arroyo de Grandas, siguiendo la avenida del Ferreiro. A unos metros se encuentra la casa de la antigua alberguería de peregrinos, ya documentada en 1576. A mano izquierda seguimos en ligera cuesta pasando junto a la puerta del museo y llegando a la plaza de la Constitución, donde se encuentra el Ayuntamiento y la antigua colegiata de San Salvador, hoy iglesia parroquial.