Día del libro - Los escritores de Pablo García

Edimburgo a solas

Por Saúl Fernández

"Rebus había perdido a familia y amigos, dándoles de lado para dedicarse a cadáveres y a expresidiarios, ladronzuelos, violadores, matones, chantajistas y racistas; cuando salía a beber lo hacía solo, sentado a la barra, frente al botellero. No tenía aficiones, no le interesaba ningún deporte ni se tomaba vacaciones; si tenía un par de semanas libres, era frecuente verle en el Oxford Bar, en la mesa de un rincón, fingiendo leer el periódico o mirando aburrido la tele".

El que está ahora en la mesa del rincón del Oxford Bar soy yo, no se lo digas a nadie.

Rebus no ha llegado aún.

Nunca llega cuando yo le espero.

Rebus, me han dicho, es un policía de mentira.

El Oxford Bar está escondido en una callejuela del New Town. No tiene pérdida: a un paso de Princes Street y a dos de Charlotte Square. Aquí vive la Primera Ministra de Escocia. Y en la calle de los Príncipes sólo hay tiendas y grandes almacenes. Tiendas para turistas y grandes almacenes para comprar bufandas de Cachemira. Y ahí, en medio de todo aquello, la calle del Oxford Bar, el local de John Rebus. Todavía no se ha jubilado: le faltan dos libros para ahogarse en el mar de las clases pasivas. Rebus no quiere jubilarse, el muy idiota. Sus compañeros –los pocos que le aguantan- le van a montar un fiestón en el salón de atrás de Oxford Bar, justo justo donde estoy ahora sentado. ¿No me ves? El libro que tengo entre manos es Nombrar los muertos. En Nombrar los muertos a Rebus se le nota un poco agotado. Normal, hace treinta años que comenzó a vivir su vida de mentira. Su vida la recogió por primera vez Ian Rankin y lo que hizo fue presentar un expediente que se convirtió después en novela y que se llamó Nudos y cruces, o sea, las tres en raya. Ian Rankin es escritor; John Rebus, policía y yo sólo un lector.

Cuando John Rebus nació ya tenía cuarenta y tantos años. Por lo menos. Ya tenía una hija y llevaba ya un tiempo divorciado. Siempre he tenido la tentación de preguntarle quién era de verdad antes de que decidiera vivir en la ficción y también por qué se casó o cómo fue que compró aquel piso de Arden Street. La calle Arden está a dos pasos de la Universidad de Edimburgo y a paso y medio del parque Meadows. Ahí se jugó el primer partido de fútbol de la historia de Escocia.

Una pradera, ni un árbol molesto.

Cuando aquellos futbolistas comenzaron a regatear, dos tipos comerciaban con cadáveres sin estrenar, se bebían la pasta que les daba el profesor de Anatomía y asesinaban a discreción. En Edimburgo se asesina desde el comienzo de su historia. A Davide Rizzio, el amante de María de Escocia, le cosieron a puñaladas en el mismo cuarto donde se lo montaba con la reina. Resultó que era un espía del Papa, pero también un músico dulce tan alejado de Lord Darnsley como un huevo de una castaña. La reina los prefería sobrios. Darnsley voló por los aires. Los servicios secretos del Papa le prepararon un zambombazo y su palacio quedó para pasar una escoba.

Y sigo aquí, en el salón de atrás del Oxford Bar. Que vale, que Rebus no recibe a nadie, que no aguanta admiradores, aunque le paguen una cerveza. O un montón de ellas. Rebus es tacaño, lo sabes bien. Los escoceses son tacaños y se la juegan a no pagar la siguiente.

Un policía que deja pasar la vida, un novelista que pretende deshacerse de su criatura y un lector que sólo quiere diez minutos de conversación para preguntarle si la vida solitaria es vida saludable, si los muertos resarcen del tiempo ocupado de los puzles.

"Que sí, que lo sé, que no va a venir", le digo a la camarera que está detrás de la barra. Acabo de pedir la segunda Deuchars. Una pareja de sesentones se ha sentado en la mesa que hay junto a la chimenea, aquí mismo, en el salón de atrás del Oxford Bar. Discuten sobre algo que parece importante, pero ya van bebidos. Y si es difícil entender a un escocés, lo es más entenderlo cuando van más cargados de la cuenta.

-Acaba de llamar Rankin –me dice la camarera.

-¿Ah, sí?

-No vive lejos.

-Dígame.

-En media hora está aquí. Va a buscar a Rebus a su casa.

Me está mintiendo.

Lo sabes.

Pero lo voy a esperar.

Quiero otra cerveza.