Jean Sibelius
Nunca he sabido de nadie que erigiera
estatuas a los críticos. Pero un busto
–o una lápida en relieve– sí quisiera
en pago por las lecciones de Procusto.
Uno a la memoria del estricto gusto
del Ática moderna, pero que inquiera
por la forma de un sonido tan adusto
que solo tiene función. Pues mereciera
o no mi música su desdén, es hora
de decir por qué lo uno y lo diverso
deben caber en un molde al que aflora
solo la dialéctica, no su reverso:
la lógica interna que a la forma presta
el control que suma, sin el juez que resta.
estatuas a los críticos. Pero un busto
–o una lápida en relieve– sí quisiera
en pago por las lecciones de Procusto.
Uno a la memoria del estricto gusto
del Ática moderna, pero que inquiera
por la forma de un sonido tan adusto
que solo tiene función. Pues mereciera
o no mi música su desdén, es hora
de decir por qué lo uno y lo diverso
deben caber en un molde al que aflora
solo la dialéctica, no su reverso:
la lógica interna que a la forma presta
el control que suma, sin el juez que resta.