El calor de «la pequeña Rusia»
La villa lavianesa, renombrada por su tradición reivindicativa, se enfrenta a la hemorragia demográfica con lo que queda de su hábito acogedor de población minera unida y la sensación de que «no somos un extrarradio muerto»
En la barriada de Barredos, hecha con muchos edificios gemelos, verdes y amarillos, sin bajos comerciales y dispuestos en hileras de cinco, ocupando la mayor parte del espacio urbano entre el cauce del Nalón y la carretera, los carteles de «se vende» son vecinos de la ropa tendida. Hay indicios de vida y síntomas de huida fundidos en un paisaje de callada quietud que chirría en el recuerdo de los que vivieron el pasado esplendoroso de la minería en este lugar donde la barriada es casi el todo y la forma informa sobre el contenido, que tiene este aspecto de colonia obrera por su contigüidad con la mina y su demanda de vivienda. Las luces escasas que se encenderán detrás de las ventanas al atardecer temprano de enero quieren darles la razón: aquello no va a volver. Puntual, a las cinco en todo Barredos se ha vuelto a escuchar el «turullu», la sirena que cambia el turno en el pozo Carrio, como una advertencia de su presencia, sonando a un aviso de que el carbón todavía sigue saliendo de ahí. El castillete repintado de verde, bien visible desde la villa lavianesa en la mirada hacia la orilla opuesta del río, remarca también a la vista que el yacimiento está abierto, aunque nada sea ya lo mismo a estas alturas de la cuenca alta del Nalón. En este poblado que hace de preludio urbano a la masa residencial de la Pola de Laviana, el pitido ya no marca como solía el ritmo de la vida del pueblo. La llamada de la mina cada vez significa menos en Barredos, aunque el pueblo resista, van a decir aquí, en algún sentido como lo ha hecho siempre. Permanece en pie, a su manera, lo que queda de aquella villa minera reivindicativa, con fama de luchadora y protestona, ahora renqueante y resignada a la necesidad de transformar aquella vida exclusiva alrededor del castillete en otra que expanda horizontes y se reconduzca en nuevas direcciones, pero que a los nuevos modos del siglo XXI aproveche el espíritu de aquella ciudad dormitorio viva, unida y cohesiva, tranquila y bien comunicada, en la que el poso del pasado minero edificó un ambiente cercano en todos los sentidos, caluroso con el que llega de fuera y habituado a ser casa de acogida.
Así van a responder aquí a la pregunta embarazosa sobre el porvenir, que en realidad es ya una cuestión sobre el presente de este territorio en el que Carrio ha dejado de ser el centro de Barredos, no viven aquí todos los trabajadores del pozo ni hay tantos como había ni mucho menos se puede jugar ya la partida entera a la riqueza que viene del subsuelo. El descenso sin fisuras de una población en caída libre desde 2000, todavía la segunda del concejo de Laviana, enseña que el futuro formula aquí una ecuación plagada de incógnitas donde si hay una certeza es ésta que dice que «no somos un extrarradio muerto». Ni un arrabal de la capital del concejo, que empieza a un kilómetro escaso en dirección Sur, ni un barrio muerto.
Físicamente, la sucesión homogénea de bloques de viviendas sólo se interrumpe en la barriada para incrustar la iglesia, grande, con el tejado a dos aguas y una esbelta torre cuadrangular, y para que quepa un gran edificio negro alargado de planta baja, el economato de Hunosa. A su alrededor, inconfundible la fisonomía urbana de la arquitectura obrera de posguerra, resiste la barriada «Primero de Mayo», donde el nombre con la fecha de la fiesta internacional del trabajador es toda una declaración de principios para este pueblo hecho a sí mismo al calor humano que atraía la mina. Barredos se escribe en plural porque son dos, la barriada y el «pueblo viejo», antes mucho más poblada aquella que éste y hoy a la inversa. Barredos es también este arranque del concejo de Laviana por el Norte, en la intersección del valle del río Tiraña con el del Nalón, el poblado que algún habitante veterano se aprestará pronto a recordar rebautizado como aquella «pequeña Rusia» que se ganó a pulso el sobrenombre en lo más crudo de la lucha obrera. «Aquí todo lo sacamos a fuerza de pelear», explica Clara Pérez Montes, presidenta de la Asociación de Mujeres por la Igualdad del Valle del Nalón, que tiene su sede aquí, más de doscientas socias y tres décadas de historia. Tenaz y enérgico hasta hoy. Hasta en la placa en el monolito que señaliza un zona verde casi recién inaugurada en el extremo norte del pueblo se consigna expresamente que también este parque es una «reivindicación del pueblo de Barredos» junto a la fecha de inauguración, «el 29 de enero de 2010».
Esta villa hecha en parte con emigrantes en busca de fortuna, cuando aquí la había, y contra pronóstico unida y cohesionada, creció gracias a la fuerza de arrastre del único pozo que sigue activo en Laviana. Tiene viva en la memoria la unanimidad de aquellas manifestaciones por los servicios básicos, el «todos a una» por el abastecimiento de agua corriente, un cura minero que acabó en la cárcel o las balas de verdad con las que respondía la Policía de otra época. He ahí, dicen los vecinos de vuelta al presente, la evidencia del espíritu de lucha que debe alentar la batalla por el futuro. Esta vez, eso sí, no va a ser fácil identificar al enemigo ni dar con las armas adecuadas, pero los estragos están a la vista en la cifra que no ha dejado de restar habitantes al padrón en lo que va de siglo. Los 1.560 que el censo asignaba a Barredos en 2011 todavía rondaban los 2.000 en el año 2000, pero desde entonces hasta hoy no ha habido tregua. Laviana ha perdido el ocho por ciento de sus residentes y Barredos más del veinte; aquí hay un ejemplo a escala de las dudas que genera el modelo de reestructuración de las comarcas mineras.
Se han ido. «Mucha juventud» a la Pola, que está muy cerca y ha ganado casi setecientos residentes en el mismo periodo, otros a Gijón, alguno menos a Oviedo... Isabel Corte es empresaria, regenta una compañía de reciclaje y no tiene ninguna gana de abandonar Barredos, pero asume que su caso no es generalizable. Los jóvenes se van. «El acuerdo era que los prejubilados iban a quedarse y que sus hijos estudiarían aquí», asegura Maricusa Argüelles, componente de la asociación de mujeres y ex concejala del ramo en el Ayuntamiento, pero ellos también se fueron «y no es porque el pueblo sea hoy más indeseable», afirma, porque ella mira a su alrededor, compara y ve leves variaciones esenciales en este mismo «sitio tranquilo», próximo y bien comunicado con todo el centro de Asturias, «muy unido para todo» y plenamente cubierto en los servicios esenciales. «Estratégico» en la voz de Belén Corte, acogedor, hospitalario y amigable en la versión de Argüelles, con menos actividad de un tiempo a esta parte, sí, pero en el fondo «el mismo pueblo que era, uno donde nos conocemos todos y acogemos a todo el mundo, un pueblo de inmigrantes en el que nunca creo que nadie haya tenido problemas». Una villa, lo sabe Manuel Pérez León, ex concejal, que tampoco fuera del pozo minero «ofreció nunca puestos de trabajo a nadie» y en la que «antes vivían todos los obreros del pozo. Ahora, poquísimos» de los 190 que mantienen el puesto en Carrio. «Tuvimos que buscarnos la vida fuera», enlaza, y por eso el atisbo de un porvenir como ciudad dormitorio no es extraño en esta villa lavianesa donde incluso algunos que sólo trabajan aquí retratan «un sitio donde se puede vivir tranquilo, a gusto». Covadonga Rodríguez es farmacéutica, reside en Oviedo y acepta aquel aval del capital humano antes de decirse «encantada», «muy querida».
Ese es el patrimonio del que presume una villa fuertemente afectada por la reconversión y en permanente proceso de búsqueda. El alcalde de Laviana, el socialista Adrián Barbón, se rebela contra la exclusividad de la villa residencial llamando la atención sobre la certeza de que aquí «existe todavía un sector comercial. Obviamente, defendemos la continuidad de la minería, pero Barredos no debe ser solamente una ciudad dormitorio. Debemos apostar por calidad de vida, por el comercio y la hostelería y el reconocimiento a la gente que aquí sigue teniendo iniciativa». El futuro adelanta éstas a falta de otras alternativas sólidas y se resiente de experiencias como la de Isabel Corte, que hace casi dos años tuvo que desistir después de buscar sin éxito un lugar en Barredos, o en su defecto en el concejo, para no tener que enviar su empresa de cinco trabajadores a traspasar la frontera hacia el polígono industrial de Sotrondio. El polígono de El Sutu, en la Pola, está lleno, y el «área local de actividades económicas» de El Sutu II, en Carrio, es un proyecto que ha tropezado contra cierta contestación vecinal y, una vez finalizada la revisión del Plan General de Ordenación, contra el obstáculo eterno del bloqueo de los fondos mineros.
Pasa un autobús urbano, de los amarillos y azules que van por un lado a Langreo y por el otro a la Pola cada cuarto de hora, y silba el tren de Feve a punto de llegar al apeadero de Los Barreros. Aquí empieza la cola de la gran ciudad lineal que acompaña al Nalón desde Riaño, veinte kilómetros río abajo; esto es casi el último extremo por el Sureste del influjo alargado de Ciudad Astur y por eso, «por comunicaciones, un sitio ideal para vivir», persevera José Gómez, «Mariolina», componente de la asociación de fotografía «Asturias a contraluz», que también tiene su sede aquí. Cuando en La Sota, al otro lado de la vía, el Colegio Público Maximiliano Arboleya y el Instituto del Alto Nalón dejan salir a los alumnos, el poblado toma vida y sentido el cartel que dice, en una de las paredes de la barriada, «prohibido juego de pelota». A pesar de que hubo un tiempo en que «esta barriada era la fiesta sola» y ya no, a Maricusa Argüelles no le da la sensación de vivir «en un extrarradio muerto. Barredos tiene vida y la tuvo siempre. Luego, hay circunstancias que determinan que esa vida haya ido disminuyendo».
Menos movimiento, poco obrero y más gente en el «pueblo viejo» que en la barriada minera
La antigua carretera AS-17, el viejo Corredor del Nalón transformado al atravesar los Barredos en la «avenida del Principado», es la línea que marca de modo imperfecto, muy a grandes rasgos, la frontera entre aquella gran barriada minera y este pueblo «viejo» que ya estaba aquí cuando llegaron los obreros. La diferencia de poblamiento entre los dos Barredos, distinta en diferentes momentos de su historia, explica con cierta nitidez lo que ha ido sucediendo aquí. Últimamente, poco a poco, el barrio minero, el centro físico uniforme de la villa y lo más visible al tomar perspectiva, ha dejado de acaparar el trozo más grueso de la población. «En las primeras elecciones había dos mesas electorales en la barriada y una en el pueblo viejo», rememora Isabel Corte, pero «en las últimas el pueblo ya pasó a tener más electores», por encima de 740 mayores de 18 años y, por tanto, más de la mitad de los totales que el censo adjudica a la villa. Barredos es plural y no sólo en la evidencia que ofrece el topónimo. Dando la vuelta a su historia marcada por la minería, dejando que la aldea coma terreno a la barriada, desanda a su modo el camino, revive en parte lo que sucedía aquí antes de que la mina primero y las prejubilaciones después asumiesen la responsabilidad de remolcar económicamente esta villa y prepara el viraje. Lo hace incluso antes de que Carrio deje de dar carbón y trabajo, comprobando la fuerza de arrastre de la caída de la mina y sus efectos sobre el cambio de sentido que ha experimentado la estructura de la población en este pueblo.
El caso es que el arrabal minero ha perdido peso y el paisaje lo confirma a simple vista al decir de José Ángel Viesca, residente aquí y directivo de la asociación Asturias a Contraluz. «Había mucho más movimiento antes», asegura. Más movimiento y más obreros, pero Barredos se resiste a abandonar definitivamente el pasado que le ha traído hasta aquí y que tiene el último estertor vigilando aún la barriada desde el castillete de la orilla opuesta del Nalón. Que no nos falte el pozo Carrio, ha venido a apostillar el alcalde de Laviana, Adrián Barbón. La única explotación en servicio en el concejo, aprovechada desde la década final del siglo XIX, es hoy, dentro de la precariedad general del sector en Asturias, una de las eficientes por su alto grado de mecanización, lo que determina que sea también la última de las Cuencas que cerrará sus puertas, la que finiquitará la historia minera de Asturias entre finales de 2018 y principios de 2019, si se cumplen los últimos planes que baraja Hunosa, y a la vez que el pozo Santiago, en Aller. Hoy, mientras tanto, la mina lavianesa todavía da trabajo a 190 personas, según los datos de la empresa minera, y es, tras el Candín, la segunda de las siete que sobreviven abiertas a la que le quedan menos empleos. Esto no tiene nada que ver con las cifras del pasado esplendoroso de las explotaciones hulleras del Nalón, pero el sonido bien audible del «turullu» sí aporta un leve indicio de que el último pozo también resiste a su modo en este pasillo que abre por aquí el Nalón justo después de abandonar Pola de Laviana. Como el pueblo, contra el viento, como siempre.
La formación por delante, «el coche fantástico» de Barredos
Si el futuro reorienta a las comarcas mineras hacia la exploración de caminos nuevos, diferentes, hay un sitio en Barredos donde ya se han desbrozado unos cuantos en los últimos veinte años. Es el Instituto Alto Nalón, el taller de los ciclos formativos de Automoción, donde los alumnos hacen lo que nadie en un centro de estas características, adelantarse al mañana diseñando y construyendo un coche propulsado por hidrógeno. Santiago Viña, profesor del centro lavianés, señala un vehículo rojo al fondo del taller, que no lo parece, pero va dos pasos por delante del presente, es «el siguiente peldaño después del automóvil eléctrico» y proporciona un adiestramiento tecnológico «que no se está dando en ningún otro instituto», capaz de competir «cara a cara», según Viña, con las universidades europeas del más alto nivel». El módulo tiene unos noventa alumnos de todo el valle, de Riaño a Caso, que al salir de aquí se llevan esa formación complementaria en lo último de lo último en vehículos limpios, eléctricos y de pila de hidrógeno, propulsados éstos por una fuente de energía «que no contamina nada, ni en su generación ni en su consumo», asegura.
La ruta empezó en 1991 y para llegar a este punto en el que está en Barredos la primera institución española que tiene un coche de hidrógeno funcionando hubo que buscar patrocinadores y mecenas, porque la tecnología «es cara», sigue el profesor, y el centro docente no podía asumir la inversión en solitario. La consiguieron por fuera y al final los coches eléctricos y de hidrógeno del Instituto Alto Nalón, premiados por la multinacional del combustible Shell, que incluso les ha encargado un prototipo, son unos clásicos en las parrillas de salida de los maratones de vehículos de bajo consumo en Europa. En el «Ecomarathon» de 2011 en Alemania fueron sextos y primeros escolares en coche eléctrico y séptimos con el de hidrógeno después de recorrer, respectivamente, 1.926 y 477 kilómetros con un solo litro de combustible. Este año, en abril, sin tanto dinero disponible, preparan la primera edición de la «Madrid Ecocity», una carrera urbana para poner a prueba la resistencia de los nuevos vehículos ecológicos.
El Mirador
_ La industria
En una villa remolcada desde siempre por el empleo que daba la mina es un obstáculo que para salir del pozo no haya suelo industrial disponible. Isabel Corte, empresaria de Barredos que acabó llevando la sede de su compañía a Sotrondio, lamenta haber encontrado completo el polígono de Pola de Laviana, parado el de Carrio y «dormidos» los terrenos ociosos de Hunosa alrededor del pozo, sin actividad en los antiguos lavaderos o el comedor de la explotación minera.
_ Las vías
El proyecto del tren-tranvía del Nalón incluye al pasar por Barredos el desplazamiento de la vía de Feve desde su trazado actual, entre la zona de La Sota y el casco urbano, hacia la orilla del río. Esto supondría, en la práctica, eliminar la barrera ferroviaria que ahora obliga a cruzar la vía para pasar de Barredos al entorno del colegio y el instituto. El único obstáculo es el habitual, el proyecto estancado, paralizado junto a los demás que dependen del desbloqueo de los fondos mineros.
_ La conexión
De aquí a Pola de Laviana, la vega del Nalón quiso cubrirse con un parque escultórico, con equipamientos culturales y deportivos de los que queda sobre el papel casi únicamente un «módulo de atletismo» empantanado también por la parálisis de los fondos. El alcalde de Laviana, Adrián Barbón, define «fundamental» el plan de la Vega para la conexión de Barredos con la capital y añade la mejora vial que también ha perfeccionado la comunicación, por el otro lado, entre esta villa y San Pedro de Tiraña.
_ El espacio urbano
El Ayuntamiento dice mantener abierta la apuesta por la calidad residencial en este lugar donde el Alcalde considera prioritaria «la política de transformación de los ejes urbanos, la mejora de calles y la recuperación de espacios y el mantenimiento de la colaboración con el movimiento asociativo».
_ El pozo
Carrio está en otra parroquia, la de su nombre, pero a la vista casi siempre desde Barredos. Tenía 190 trabajadores en noviembre y mantenerlo es conservar la ligazón de esta villa y su concejo con la minería. El último anuncio de planes de cierre de Hunosa deja éste para el final, para los que se clausurarán en 2018.
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