Su nombre lo dice
Centro de servicios de un bello concejo extenso pero escaso de habitantes, la capital belmontina busca su sitio con un proyecto territorial propio que le permita diferenciarse y fijar población
Cuando el Pigüeña, que baja las enrabietadas aguas de la cordillera, se tranquiliza, abre una hermosa vega sobre la que se sitúa la pequeñina y galana villa de Belmonte, cabecera de un concejo extenso, complejo y desconocido para la mayoría, que antes gravitaba sobre ella y que ahora tiene que reinventarse en relación a un mundo mayor y más confuso.
La villa fue y es centro de comercio, equipamientos y servicios para un concejo grande en superficie y parco en población. Ahora, como esto ya no es suficiente para mantenerla en funcionamiento, tiene que hacerse centro de atención para gentes desconocidas que vendrán desde la lejanía atraídas por lo que Belmonte les ofrezca. Belmonte, de actividad ganadera secular y cultura vaqueira, ha vivido por y para la ganadería y se ha quedado al margen de los nuevos procesos de desarrollo rural. Relativamente próxima al centro de la región, continúa su declive de muchas décadas ya, propio no sólo de este concejo sino del conjunto del occidente interior asturiano.
Villa integrada en un paisaje de gran atractivo y de caminos tradicionales, está cerca del centro de la región, pero a la vez muy lejos, por la tardía modernización de las vías de comunicación. En Belmonte encontramos acumulados los factores que habitualmente pesan sobre las villas del mundo rural asturiano: territorio extenso de relieve extremadamente montañoso y ahora poco poblado, difíciles comunicaciones, escasos recursos y envejecimiento de los residentes habituales. Y una quietud dominante en el ritmo vital de la pequeña villa.
El resultado de esta acumulación de factores es el declive demográfico, la rareza de los nacimientos, el envejecimiento de la población residente y el descenso del empleo y de la población activa. Belmonte es cabecera de un concejo vaqueiro, ganadero y su suerte ha ido unida a la de esta actividad. Ha sido así tradicionalmente y lo sigue siendo en la actualidad. Ha descendido el número de explotaciones, pero hay una más que importante cabaña de buen vacuno. La villa ha visto surgir en las últimas décadas la minería del oro, pero los aportes han sido poco significativos en la economía y la actividad local, y el impacto territorial, importante. El empleo general ha descendido, pero el correspondiente al sector terciario se mantiene en proporción creciente. El descenso del empleo es un fenómeno paralelo al declive demográfico. Las nuevas actividades en el medio rural relacionadas con el turismo han tenido un impulso tardío, pues arrancan a fines del siglo pasado. De ese impulso ha quedado una infraestructura de cierta entidad: doce establecimientos y casi un centenar de plazas de alojamiento, a partir de la puesta en valor del patrimonio natural y cultural.
La especialización ganadera del área de influencia de la villa, aunque modernizada, no permite mantener la población en sus niveles actuales. Lo exiguo de la natalidad y el proceso avanzado de envejecimiento ocasionan un número anual muy superior de defunciones respecto a los escasos nacimientos. Y el saldo migratorio continúa siendo levemente negativo. La población continúa su tendencia decreciente y se fija hoy en los 430 residentes censados, de los ya menos de 2.000 del municipio, la mitad de los que tenía a finales de la década de 1970. Su capital milita en la división de las cabeceras municipales pequeñinas, un rango inferior al de las villas mayores y superior al de los principales núcleos rurales, aunque se observan indicios de un estancamiento en el descenso.
La puesta en marcha de nuevos procesos de desarrollo rural ha dejado a Belmonte entre dos aguas, en claro fuera de juego respecto a sus vecinos, que se han vinculado en mayor medida a ellos, particularmente Somiedo. Incluso la posición de Belmonte en el acceso a Somiedo no ha tenido todo el peso que cabría esperar, consolidándose otras entradas al parque natural, desde el sur de la Cordillera para los que proceden del interior de la Península, y por Teverga para el centro de Asturias. Las condiciones de la carretera principal no han ayudado a mejorar la situación. Incomprensiblemente, pues recursos culturales y naturales no le faltan. En su momento no pudo vincularse al parque natural de Somiedo, que curiosamente le hace sombra, con la que queda oscurecido dentro de la organización territorial asturiana, sin un proyecto claro de futuro, a la espera de la terminación de la cercana autovía entre Oviedo, La Espina y Canero, hoy semiparalizada, que ayudaría a consolidar el eje interior occidental, el que encuentra mayores dificultades para su desarrollo.
Belmonte necesita encontrar su sitio, que en materia de desarrollo debe traducirse por un proyecto territorial, propio o compartido, y apoyarse en la organización comarcal para poner en marcha nuevas actividades que le permitan superar la especialización actual y abrir otras perspectivas para el asentamiento de la población. La apuesta por la cultura vaqueira y por el Camín Real de La Mesa como imagen de marca es aún demasiado reciente para haber dado frutos de entidad. Muy importante es la mejora de las comunicaciones, el aprovechamiento del patrimonio del concejo y los caminos tradicionales para la fijación de nuevas actividades y el propio desarrollo urbano de una villa con río como arteria central y empaque. La conversión de la atractiva capital del concejo en un núcleo de servicios que permita su crecimiento y la mejora de la dotación de equipamientos generales del concejo es otra apuesta de futuro a explorar en un territorio poco conocido, de notables potenciales y atractivos y muy extenso. Vincular más estrechamente la villa y el río que la atraviesa, componer con el caserío, la corriente y sus riberas un paisaje de excelencia residencial puede ser uno de los atractivos a mostrar como activo de la villa y reclamo del concejo.
Dejar de ser villa de paso
Belmonte es una pequeña villa, de extrema tranquilidad, cabeza de un concejo ganadero en declive de actividad, población y nacimientos. Su articulación en el sistema territorial de villas necesitaría de un mayor impulso local, entreverado en iniciativas comarcales, a partir del desarrollo sostenible y de la creación de nuevas actividades que aprovechen el patrimonio de un territorio que guarda las claves de la organización tradicional de la montaña rural asturiana. La potencia de la marca territorial de Somiedo y su configuración aparente de villa carretera le dan imagen de villa de paso, cuando realmente es la puerta a un concejo lleno de los sorprendentes recursos y paisajes que anuncia su nombre.
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