Esta cabaña es un refugio
Cabañaquinta, capital del concejo de las Cuencas que ha perdido más población en este siglo, mantiene la suya a salvo como destino urbano de los flujos internos del entorno rural del alto Aller
Contra la pared amarilla de un edificio de cuatro alturas, un gran cartel rodeado de globos deshinchados, rojos, azules y amarillos, anuncia una jornada de puertas abiertas para visitar «pisos de lujo». Hasta promete un regalo sólo por entrar a verlos. La fiesta ya pasó, aquí como en todas partes, y el letrero es lo que queda del último esfuerzo por vender lo que queda. El inmueble recién hecho que busca compradores está en la avenida de la Constitución de Cabañaquinta, justo donde comienza la travesía urbana de la villa nada más llegar de remontar el río Aller por el Corredor maltrecho que lleva a la provincia de León tras coronar el puerto de San Isidro. Al entrar en la capital allerana reciben ya, como un aviso de lo que vendrá después, los restos de la vitalidad inmobiliaria que ha rejuvenecido el parque de viviendas, su parte de la explosión urbanística y también la porción de crisis que corresponde a una población de algunos menos de 1.500 habitantes, a pesar de todo casi los mismos que hace diez años. Sucumbiendo al tirón que ejercen sus servicios para el entorno agrario del concejo, la capital se mantiene a resguardo de la caída profunda que ha sufrido su municipio, de los diez de las Cuencas Mineras el que se ha dejado un porcentaje más alto de sus residentes en lo que va de siglo.
Detrás de los residuos de la «fiesta» inmobiliaria de Cabañaquinta se ve la segunda fase de una promoción que no ha pasado de los cimientos, coronada por una grúa verde parada que da pie a Mónica Hevia para confirmar que su pueblo es este lugar donde el magnetismo de los servicios y la expectativa de estar de camino a dos estaciones de esquí estimularon la codicia de algunos constructores en la etapa de bonanza. «Se construyó mucho, pero ahora también hay mucho piso vacío», afirmará Hevia, componente de la agrupación folclórica «Les ayalgues d´Ayer». Todavía no ha llegado el mediodía y Cabañaquinta se mueve al compás que marcan por las mañanas el ayuntamiento y los bancos, el colegio, el consultorio y todos los servicios de proximidad que mayoritariamente vienen a buscar los que han aterrizado aquí desde la montaña allerana. Llegará la tarde y se ralentizará, dando la razón al alcalde de Aller al llegar al punto en el que el socialista David Moreno cita como una de las peculiaridades de la capital la preferencia de muchos de sus habitantes por seguir haciendo la vida en el pueblo, por bajar a poner un pie en la capital sin retirar del todo el otro de la aldea de procedencia. «Es gente que tiene su vivienda habitual en Cabañaquinta y viene a pasar la noche, pero durante el resto de la jornada mantiene su actividad diaria en Pelúgano, en Serrapio, en Bello... Por eso se parece a veces a una ciudad dormitorio», retrata el regidor, de ahí que en su versión residencial se haya renovado tanto desde que los primeros edificios de vivienda colectiva de la villa se construyeron no hace mucho más de cincuenta años junto a la estación del tren de Feve. Sería tal vez un «pueblo dormitorio», le acompañan sus vecinos; uno que será incapaz de renunciar a la raíz agraria que sobrevive en la «cabaña» del topónimo y mantiene muy vivo el «mercaón» de ganado. Un lugar hecho a sí mismo utilizando los movimientos internos, fabricado a partir de la población «nativa, autóctona», que se redistribuye dentro de los límites del concejo. Es eso lo que la experiencia, la propia y la ajena, le hace decir a Marina Álvarez, natural de Bello y propietaria desde hace décadas de una carnicería en Cabañaquinta. Ahí está de testigo Juan Bautista González, que nació en el caserío de Los Corraones, hoy deshabitado, y ahora contempla el movimiento de la villa desde la ventana de la cocina de su casa, un segundo piso enfocado hacia la plaza de La Vacaina, oficialmente «de Aller», en el mismo centro de la capital y frente al edificio consistorial. Esta «cabaña» es un refugio.
En esta línea recta urbana, encajonada entre las montañas del valle del Aller y trazada acompañando al río y al Corredor, la villa del fondo del valle concentra población rural y así se mantiene a salvo de la quema demográfica, severa en su entorno, abrasadora en el conjunto de un concejo que ha perdido casi un veinte por ciento de sus vecinos desde 2001, cambiando 15.100 por 12.324. La capital es una isla, un ecosistema urbano remozado por la expansión inmobiliaria que retiene mejor a sus habitantes que los otros grandes núcleos del municipio, situados invariablemente aguas abajo, donde el carbón hizo de las suyas para la pujanza y el despoblamiento. Moreda es todavía la localidad más poblada del concejo y casi dobla la cifra de la capital, pero ha perdido también bastantes más habitantes que ella en este siglo, alrededor de un doce por ciento; por detrás, Caborana era la segunda población más habitada de Aller hasta que Cabañaquinta la suplantó en 2006. Pola vieja acicalada por el «boom» inmobiliario del cambio de milenio, la capital allerana sólo ha restado 45 moradores desde 2001. Tiene un colegio relativamente estable con 145 alumnos de Primaria y más o menos otros tantos de Secundaria -sumando aquí los que bajan de Felechosa- y 1.484 vecinos censados que se parecen bastante a los 1.529 del padrón de 2001. Por dentro, eso sí, la estructura de la población y los flujos internos que la nutren dejan al descubierto el reverso peligroso del envejecimiento, el resultado del proceso en el que «se van los jóvenes y los que toman el relevo son los que vienen de los pueblos del concejo, generalmente mayores. Total, que la media de edad de la población sube», observa Jaime González, uno de los jóvenes que sigue aquí, al cargo de la sociedad de festejos.
La cabecera administrativa allerana se estabiliza, salvando muchas distancias, reflejada en el modelo próximo que puede imponer Pola de Laviana como islote de prosperidad de la cuenca del Nalón. Laviana es justo el destino al que apunta un indicador en la travesía de Cabañaquinta, el punto de llegada de la carretera AS-252, que después de subir el puerto de la Collaona baja al alto Nalón. Y esto, al decir de algún vecino, puede querer ser aquello, la villa limpia sin minas de la parte alta y despejada del valle, la población urbana de referencia para el alrededor agrario del alto Aller. Para hacerse visible y competir en esas contiendas, eso sí, a la capital allerana todavía no le alcanzan del todo los servicios al decir de una parte del vecindario. Este concejo poliédrico, con muchos núcleos legitimados para extender los brazos y reclamar su porción de los equipamientos municipales, «está en la práctica dividido en dos», avanza Laura Megido, que regenta una empresa de materiales de construcción a la entrada de la villa: hay un Aller que va «de Cabañaquinta hacia abajo», concreta, «y otro distinto de aquí para arriba». «Y cada vez se van más servicios a la parte baja», más poblada y accesible. Jaime González ha buscado un ejemplo del déficit de prestaciones y va a señalar al edificio cúbico de fachada metálica que está detrás del Ayuntamiento y que tiene a la vista, tras las ventanas, un grupo de bicicletas estáticas. Estáticas aquí quiere decir paradas. Es el nuevo polideportivo de la capital allerana, «proyectado desde 2005 y terminado en 2010», pero todavía cerrado a la espera, según el Alcalde, de que se licite la urbanización del entorno y se saque a concurso la gestión. El resquemor, análogo al que justifica la espera alargada por un polígono industrial que palíe la falta de suelo en la villa, es también parecido al de la expectativa de un recinto ferial, a la demanda de «una piscina cubierta, que la hay en cualquier parte» y aquí no aparece hasta Caborana, o, sobre todo, a la reforma pendiente del acceso principal a Cabañaquinta por el Corredor del Aller, que «mete miedo» en el tramo sin hacer desde Corigos hasta la capital.
El recuento de las cuentas pendientes se lanza y alcanza a todo este municipio que «con todos los fondos mineros de que dispuso», se sigue quejando Jaime González, «tiene menos servicios que otros de las Cuencas». «Cuando hubo dinero no hicieron demasiado; ahora que no lo hay tienen la excusa perfecta». Surge un problema adicional en aquella estructura peculiar de los habitantes de este lugar construido con las aportaciones de la población agraria del entorno. Aparece una dificultad conectada, en concreto, con el compromiso escaso y tal vez la vinculación débil con la villa que sienten los que bajan a vivir sin desligarse del pueblo y son menos vehementes, dicen aquí, a la hora de plantarse y pedir mejores prestaciones. Mónica Hevia y Cristina Álvarez, componentes de «Les ayalgues d´Ayer», perciben el obstáculo en la búsqueda de colaboraciones en la organización y la asistencia al festival folclórico y la feria de artesanía que promueven cada segundo fin de semana de junio. Socialmente, «Cabañaquinta es un tanto especial», asiente Maribel Rodríguez, comerciante con panadería en la travesía urbana de la villa. «Falta unión y compromiso porque al final nadie es de aquí», volverá Jaime González sobre la articulación interna de los residentes. «Unos son de Bello, otros de Pelúgano... Y bajan a la villa a pasar la noche».
El puente a ninguna parte y otras cuentas pendientes
El puente que va a ninguna parte es un esqueleto gris de estructura semicircular que cruza el río Aller a la salida de Cabañaquinta por el Sur. Está trazado en cuesta y no tiene carretera ni por delante ni por detrás. Lleva así desde que se colocó una noche de agosto de 2010 con la esperanza de formar parte de la salida que algún día, dicen aquí, tendrá el Corredor del Aller hacia la capital del concejo. La pasarela, ostentosa, se adueña del paisaje antes de abandonar la capital como una constatación de que Aller tiene pendiente el mañana. La carretera que recorre el valle de aquí hacia abajo es un proyecto sin cristalizar en el tramo desde Corigos, seis kilómetros río abajo, a esta capital que se siente a veces aislada del resto del valle. Cierto que sin salir de la villa se oye el ruido de las excavadoras, verdad que está este puente puesto y que la carretera y el túnel que tendrá cerca de la villa «cuentan con financiación comprometida de fondos mineros», confirmará el Alcalde, pero la espera se está haciendo demasiado larga y abona el sentimiento de orfandad colectiva en una población que por dentro se siente más solitaria y enriscada de lo que dicen los mapas y la geografía. A la vista de aquel puente gris en cuesta, no obstante, hay quien tuerce el gesto ante la certeza de que la nueva carretera tendrá un único acceso a Cabañaquinta y, sobre todo, que será por arriba, eliminando el tráfico de paso por la travesía de la villa. El ceño fruncido de Genaro Muñiz, hostelero con cafetería en la misma avenida que atraviesa la capital, viene a querer decir que, «cuando pase la carretera hacia arriba, se acabó». Él piensa en la gente «que pasa los fines de semana hacia Fuentes de Invierno y San Isidro» y Maribel Rodríguez en la sensación matemática del daño que espera el comercio local: «Si pasan mil puede que paren cien, pero si no pasa ninguno...».
El Corredor, muy mejorable de camino al alto Aller, adquiere además cierto aspecto de piedra angular cuando alguien observa que además «sin accesos, los polígonos industriales no funcionan». Por la carretera lenta ha llegado otra de las grandes asignaturas pendientes de esta villa capital desplazada de los ejes naturales de comunicación. «No hay apenas suelo industrial», apunta Laura Megido, pero es que sin accesos va a ser muy difícil que funcione. «No cuesta lo mismo dejar un material en Riaño», constata por experiencia, «que subirlo hasta aquí».
Por detrás asoma la percepción de que este concejo es rico en iniciativa industrial de transformación agroalimentaria, que elabora y vende embutidos autóctonos, hace y exporta miel y mermeladas y embotella agua, pero ninguna de esas actividades ni otras similares puede encontrar asiento en la capital por falta de espacio. El parque empresarial de Cabañaquinta, otra aspiración de largo recorrido, tiene comprometida la financiación del IDEPA, dice el Ayuntamiento, y promete una superficie de 176.000 metros cuadrados en la vega del Aller, pero para cuando concluya la tramitación de la modificación del planeamiento municipal y consiga el resto del dinero «a través de los fondos mineros o la Consejería de Industria».
Mientras espera, la capital allerana se acostumbra a tratar de sacar partido a yacimientos distintos, no tan nuevos en esta localidad que tuvo hasta playa, fluvial, en los remansos del río Aller y un proyecto reciente para recuperarla. Hoy, desde aquí, el turista veranea sobre todo en invierno, y dan fe los coches que incluso entre semana y al final de un invierno no demasiado pródigo en nieve atraviesan la localidad con los esquíes y las tablas en la baca, atravesando la avenida San Isidro por delante de un bar que tiene un esquiador en el rótulo. Cabañaquinta, capital de un concejo que lleva la montaña en la bandera, literalmente, está también separada de las estaciones, de la asturiana relativamente nueva de Fuentes de Invierno y de la leonesa de siempre, San Isidro, pero la apertura al deporte blanco de la porción asturiana del puerto, hace ahora casi exactamente cinco años, «dio vida» de algún modo a todo el concejo, afirman aquí. Aun sin cumplir toda la expectativa y esquivando temporadas como la última, que habría agradecido más nieve, la onda expansiva se siente sobre todo los inviernos en este edificio del centro de la capital allerana donde comparten espacio los dos únicos establecimientos turísticos de la villa, entre los dos ocho apartamentos y algo más de treinta plazas al parar de contar. Encarna Díaz, que regenta uno de ellos, tiene tan seguro que llenará alguna vez mientras dura la temporada alta de esquí como que necesita mejores modos de extender el beneficio a la primavera y el otoño, agradeciendo por un lado que Aller fuese pionero en la promoción turística de la berrea del venado y reclamando por otro que Fuentes de Invierno imite a Pajares y permita el uso de sus instalaciones en verano. Hubo aquí algún constructor que se equivocó haciendo apartamentos de orientación turística donde la demanda pedía fundamentalmente viviendas para familias y tuvo que reparcelar, pero «hay algún madrileño» y el turismo tiene una vuelta como motor auxiliar de esta villa de servicios.
El enigma de la villa invisible
Las encuestas de satisfacción de los clientes que consiguen llegar hasta los apartamentos turísticos de Cabañaquinta dejan muchas cruces en el apartado de la señalización. En la capital allerana, la pesadumbre por la exclusión de los ejes principales de comunicación encuentra un indicio doloroso en la sensación de que «no se sabe dónde está el concejo de Aller». En la señal de la salida que conduce al valle del Aller desde la autopista A-66 no hay rastro de Cabañaquinta y muchos de los clientes de los apartamentos de Encarna Díaz «acaban en Mieres». «Si no les digo el número de la salida, muchas veces no nos encuentran», afirma.
Es la constatación de que para llegar hay que saber llegar hasta Moreda y que eso no ayuda a los que intentan aprovechar el tirón de la estación de Fuentes de Invierno para transformar el turismo en un recurso de verdad. Ya hay alguna segunda residencia ocupada en Cabañaquinta, pero el camino es largo y acaba de empezar. Ésta que termina es, confirma Díaz, la primera temporada invernal en la que, después de mucha negociación, los clientes de los establecimientos turísticos alleranos disfrutan de descuentos en los forfaits de Fuentes de Invierno. Los ejemplos próximos demuestran también, a su juicio, que la estación puede tener un uso lúdico abundante para el turismo activo también cuando deja de nevar. Y sin salir de la villa hay espacios para darle otro recorrido al sector si amaina la crisis. Hay en la plaza del doctor Castañón un edificio con bajo, dos plantas y buhardillas que se vende íntegro y por pisos según los carteles de las ventanas y que sería ideal para cubrir una de las carencias de la villa, «un hotel», señala Encarna Díaz.
El Mirador
_ El Corredor
La prolongación hasta Cabañaquinta de la carretera que remonta el río Aller desde su entronque con el Caudal encabeza las pretensiones de conexión entre la capital allerana y el resto del centro de Asturias a través de la parte baja del concejo. El tramo Corigos-Cabañaquinta, gran «deuda pendiente» de la villa en la voz del alcalde de Aller, David Moreno, está otra vez en obras después de varios meses de parálisis y tiene financiación comprometida, pero pende sobre él el interrogante que condiciona todos los proyectos que deben pagar los fondos mineros.
_ El ferial
El perfil de la capital allerana como cabeza administrativa de pequeña comarca rural mejoraría con el perfeccionamiento de algunos de los servicios que se prestan en Cabañaquinta. Moreno cita el proyecto para construir un nuevo recinto ferial en los terrenos del antiguo mercado de ganado, que tiene aprobados más de 700.000 euros de fondos mineros, «pero está pendiente de la firma del convenio».
_ La industria
La habilitación de suelo para la instalación de empresas se aparece como la clave para el tendido de un tejido económico propio en la villa. El plan para instalar un área industrial de 176.000 metros cuadrados está en fase de recalificación de terrenos y de búsqueda de financiación adicional a la que ha comprometido el IDEPA, según el Ayuntamiento.
_ El polideportivo
En el apuntalamiento de los servicios, el polideportivo de la capital allerana está ejecutado, equipado e inaugurado, pero lleva cerca de año y medio sin uso, pendiente de licitar la urbanización del entorno por 240.000 euros y de que se saque a concurso la gestión.
_ La estación
Para que descienda hasta aquí la onda expansiva de la actividad que genera la estación de esquí de Fuentes de Invierno algún empresario turístico de la capital agilizaría los trámites para que la instalación se abriese a la actividad veraniega, como ocurre ya en Pajares. Encarnación Díaz, propietaria de un establecimiento turístico en Cabañaquinta, ha efectuado la solicitud, aunque que la tramitación exige un cambio en el estudio de impacto ambiental de la estación.
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