Atalaya de las tierras altas
Activa villa en proceso de conformación y consolidación, La Espina resiste contra su marginación de los ejes de crecimiento gracias a su profunda tradición emprendedora
La meseta de Tineo es eso, una mesa que se eleva plana y dura por encima de los 650 metros de altitud, enmarcada en sus flancos este y oeste por las sierras de Begega y de Tineo, especie de repuelgos suavemente levantados que la limitan, corriendo de Norte a Sur y que hacen de bordes elevados.
La meseta está abruptamente cortada por el río Narcea, que abre una profunda entalladura en las duras cuarcitas y la corta en dos plataformas desiguales, siendo mucho más extensa la occidental, en la que se encuentra La Espina. Hacia el Sur la plataforma casi llega como tal hasta Pola de Allande y por el Norte cae vertiginosa desde La Espina hacia la mar valdesana. Es justamente en el veril norte de la plataforma donde se asienta La Espina y esta singular situación la hace recibir de lleno las humedades que impulsan los frentes cantábricos y ascienden por el empinado talud hasta el refrigerador natural de la alta meseta donde se convierten en cerradas nieblas invernales. O al revés, hasta ella llega en días de verano el mar de nubes que oculta entre la nublina caliente buena parte de la Asturias baja, mientras que las tierras altas son recalentadas por el sol y el aire de Castilla. Otras veces la inversión térmica se da en los días anticiclónicos del invierno, en los que el Sol mata desde primera hora la xelá, mientras que abajo el día se consume entre la niebla y el frío. En fin, La Espina es una posición avanzada en muchos aspectos, desde la que se otean lejanos horizontes, quizás por eso sus habitantes emprendieron antes el proceso de modernización del campo y lo consolidaron con una curiosa diligencia para estas tierras y de una manera muy particular, muy suya.
La pequeña pola de La Espina va componiendo poco a poco su estructura semiurbana a partir de su emplazamiento original, instalado sobre uno de los nudos fundamentales de la red tradicional de caminos del Occidente interior. Nodo como semilla. Nudo de caminos. Y núcleo de actividad rural, a partir de la ganadería, que en la segunda mitad del siglo XX extendió prados y pastizales, ganando sitio al monte, al tiempo que modernizaba las explotaciones.
La Espina se prolonga hoy desde Bodenaya, en el Noreste, sobre el eje de la carretera de Canero, hasta el núcleo de La Pereda, sobre la carretera de Tineo. Tiene el aspecto de una gran avenida rural en la que las farolas son sustituidas por los fustes de los aerogeneradores instalados en las cumbres pandas de Bodenaya y Tineo. Sobre el camino tradicional de Santiago se van situando algunos de los núcleos de población más relevantes de la antigua ruta y de la carretera decimonónica entre Oviedo y Galicia.
La carretera ha sido siempre tema de preocupaciones y conversación y aún lo sigue siendo, pues La Espina corona el revirado e inacabable puerto del mismo nombre. Nudo de comunicaciones entre la costa de Valdés y la villa de Salas y todo el Occidente interior, su localización estratégica le permitió dar el salto de pueblo-calle, ganadero y hostelero, a una activa villa en proceso de conformación y consolidación, en el que a la función hostelera y comercial, ligada al transporte, se sumó la tradicional actividad ganadera láctea, así como otras nuevas, que llegan de la mano de gente emprendedora que llena polígonos empresariales y equipamientos de ocio, tanto dentro de los límites del concejo de Salas, como en Tineo.
Casi 500 habitantes y un crecimiento continuado, aunque moderado, en las últimas décadas, nos indican que aquí hay vida y proyectos y un ansia de continuar en el proceso de afianzar uno de los nudos fundamentales del poblamiento del Occidente asturiano. Unos datos que ponen en evidencia la tradición emprendedora que caracteriza a esta parte de Asturias, que lucha contra su marginación de los ejes de crecimiento que hoy buscan la más adormecida marina. Y un ejemplo para otras villas de mayor entidad, mejor localización y mayores recursos para el desarrollo, que no acaban de dar pasos en la dirección adecuada y creer en sus posibilidades de crecimiento.
La Espina es además de nudo de comunicaciones, villa complementaria de otras mayores, de Salas y de Tineo. Ha creado actividad y valor en su suelo más llano, el que en la segunda mitad del siglo XX transformó, con esfuerzo, de monte en pastizal y sobre el que hoy crea nuevo suelo urbano, equipamientos, áreas empresariales. En espera de una autovía que ha hecho famoso el topónimo, como término de una obra inacabable, y con su continuación hacia Canero durmiendo en un cajón, se dibuja la amenaza de convertir lo que está en construcción en el soporte de un viaje a la perplejidad. Aprobado el estudio informativo, nada se sabe de la continuidad de un proyecto que mucho contribuirá a la ruptura del aislamiento del Occidente interior, que depende de las carreteras como única infraestructura de transporte, respecto de la marina occidental. El mar está geográficamente cerca pero tremendamente lejano en los tiempos y las mentes.
A pesar de ello, La Espina pone en marcha iniciativas y proyectos. Sabe cómo pasar de las ideas a su realización y tiene vitalidad para llevarlas a buen término. Una excepción, como otras villas, a un panorama demasiado plano en el sistema territorial regional, que se enfrenta a la propia incomprensión interna sobre el papel que el poblamiento rural tiene que jugar aún en el futuro de Asturias. Y una realidad que plantea interrogantes sobre las causas de que algunas villas progresen y otras declinen, en una región cuya falta de vitalidad demográfica, deja en manos de la redistribución y de la inmigración los procesos de crecimiento.
La Espina necesita de las comunicaciones, de las infraestructuras, necesita conectarse con Oviedo, con la costa de Valdés, con Cangas y Pola de Allande. Occidente continúa siendo un capítulo pendiente en la vertebración del territorio regional, en el que las comarcas interiores llevan la peor parte. Hay que apoyar con mucha más decisión y sentido las tendencias positivas que aún existen en los territorios rurales.
El espíritu emprendedor de la pola caminera
Nudo de caminos, diversidad de influencias, La Espina está dando el paso de pequeño pueblo-calle situado en un nudo de comunicaciones por carretera, a la conformación de una pequeña pola de actividades industriales y de servicios para un territorio de poblamiento y actividad ganadera, con iniciativa y dinamismo económico, lo que le permite prolongar su crecimiento, pausado pero firme, en la primera década del siglo, asentando una población que aspira a lograr un cierto equilibrio en el reparto de las infraestructuras de transporte indispensables.
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