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Lugones, la vía rápida

Nudo histórico de carreteras y comunicaciones, centro de Asturias y periferia de Siero, la séptima población de la región se ha duplicado en 30 años y pide más servicios para poder seguir explotando su geografía

Marcos Palicio / Lugones (Siero)

Hace tiempo que el nombre del «cruce vieyu» habla más de su origen que de su aspecto. La intersección en la que Lugones recibe al que viene de Oviedo es ahora una rotonda con fuente y a su alrededor, donde dicen que hubo tres caserías, se ven varios edificios de cinco plantas, dos casas bajas con el recuerdo de un pasado mucho menos urbano y hasta tres sucursales bancarias en el breve espacio que circunda la glorieta. Al verlas, a Joaquín Álvarez le ha venido a la mente un viejo chiste de los años más duros de las reivindicaciones contra la marginación de este pueblo quejoso de estar arrumbado en la periferia de Siero: «Lugones está lleno de bancos», decía, «pero no hay dónde sentarse». El lugonense inquieto, impulsor del movimiento ciudadano de la villa desde los últimos años ochenta, fundador y presidente de la Asociación de Vecinos «San Félix», admite que la chanza, que nació basada en hechos reales, ya forma parte del pasado de Lugones -hay robustos bancos de piedra en todo el contorno del parque de la Paz-, pero todavía le sirve para recordar que esta pujante villa urbana de servicios ha llegado hasta aquí obligada a hacerse a sí misma, a ganarse con su esfuerzo casi todo lo que tiene. Esos bancos, aquella notaría, el polideportivo, el abastecimiento de agua de calidad, el mercadillo de los viernes, el tanatorio que ahora se construye con retraso... Nada gratis, afirma el veterano luchador, prácticamente ni un favor sin tener que pedirlo en voz alta. «Aquí hubo que pelear por cosas muy básicas». La sentencia de Álvarez da paso a la verbalización de una sensación de orfandad que con el paso del tiempo «ya no es para tanto», dicen los más jóvenes, pero que se ha enquistado hasta enraizarse como hecho diferencial de esta villa con más habitantes que nunca, 12.625 y subiendo, recrecida, casi desbordada, aprovechando las ventajas de su geografía hasta ser la séptima localidad más habitada de Asturias y la más poblada del concejo de Siero por encima de la Pola.

Las razones de Lugones están a la vista en el mapa y sobre el terreno se ven y se oyen cualquier día en el tráfico de paso por los cuatro puntos cardinales. La villa, que por fuera es un cinturón de carreteras y un cierre de polígonos industriales, se beneficia y sufre a la vez por ocupar este espacio en el que se trenzan casi todas las calzadas posibles en el centro Asturias. Gracias a eso se desarrolla, por su culpa respira la atmósfera más contaminada del centro de Asturias. Demográficamente, Lugones se ha construido sacando ventaja de las líneas que enmarcan su plano de pequeñísima ciudad autosuficiente: la autopista «Y» y la AS-II pasan una por cada lado, paralelas; perpendicular a ambas circula la AS-17 -Avilés-Tarna- y atravesándolo por todo el centro va la vieja AS-266, la conexión primitiva de Oviedo con Gijón, transformada en travesía urbana recién remodelada para ser un bulevar donde el tráfico pesado está prohibido desde hace poco más de un mes. Esta villa es hoy, así pues, el resultado de su conexión con tres rutas a las dos grandes ciudades asturianas -dos por autopista, además de la vieja carretera convencional-, de la línea 2 del autobús urbano que parte hacia capital del Principado cada ocho minutos en las horas punta y de la segunda estación ferroviaria de Asturias con más movimiento de viajeros. Sólo la terminal ovetense superó los más de 4.000 usuarios de media diaria que registró ésta en 2010, en gran parte porque en tren se va desde aquí «en seis minutos a la calle Uría», celebra Óscar García Rilo, presidente de la Sociedad de Festejos Santa Isabel. Con eso y la accesibilidad, con la oferta de servicios y los dos centros comerciales de la parroquia -Parque Principado y Azabache-, con el precio asequible de la vivienda y su  cercado de polígonos industriales -entre otros Asipo, Silvota, Los Peñones, Sia Cooper y Puente Nora, sin contar el millón de metros cuadrados que se preparan en Bobes- salen los más de 12.000 habitantes muy distintos de esta nueva villa cosmopolita. Eran muy pocos menos de la mitad al empezar los años ochenta del siglo pasado, apenas pasaban de 8.000 en 1990... Han venido al calor de las comunicaciones y la industria, esos dos valores que han modelado la localidad, pero que no son de ahora. Esta villa está en todos los caminos desde que hay memoria. Tiene ferrocarril desde 1874, ya iba a Oviedo en tranvía en 1922 y al acabar el siglo XIX tenía a pleno rendimiento, entre otras, la fábrica de explosivos Santa Bárbara, fundada aquí en 1880 por José Tartiere Lenegre, gran benefactor de la villa con avenida a su nombre y busto de bronce en el antiguo Parque Central, ahora renombrado de la Paz.

Por la AS-266, hoy, el Lugones urbano comienza a seiscientos metros escasos del límite municipal que separa Siero de Oviedo, señalizado en el puente sobre el río Nora. La acera que acompaña a la carretera viene sin interrupciones de La Corredoria y más atrás, el automovilista poco avisado dirá que sigue estando en Oviedo. Por eso en Lugones, que al decir de José Antonio Coppen, cronista  de la villa, «goza de la ubicación más privilegiada que se puede dar en Asturias», la geografía tiene la culpa de todo. De lo bueno y de lo malo. Se diría que es a la vez la solución y el problema, el fundamento esencial del desarrollo industrial y urbanístico que ha alumbrado el progreso de hoy y al mismo tiempo una clave para explicar aquel sentimiento de desamparo histórico. Coppen llama «despropósito territorial» a la paradoja geográfica de Lugones, centro de Asturias, periferia de Siero. A la división administrativa que tiene a esta parroquia «incrustada» entre tres municipios -Siero, Oviedo y Llanera-, «a catorce kilómetros de la capital de su concejo y a cinco de las de los otros dos». «Lugones se ve muy lejos desde Siero», remacha Álvarez. «Es tierra de nadie, como si no existiera para el resto de la región», abunda Coppen. «Da lo mismo que éste sea por su situación el núcleo con más futuro de Asturias. Estamos comunicados mejor que ninguna otra localidad por carretera y ferrocarril con el resto de Asturias excepto, curiosamente, con la capital de nuestro concejo». Por detrás de las palabras del cronista lugonense, autor de dos libros sobre la historia de su pueblo, asoma la certeza de que sólo hay quince municipios en la región más poblados que la parroquia de Lugones. Emerge otra vez la sensación de que no ha tenido el peso que le corresponde en la versión de algunos habitantes de este pueblo y brota esa paradoja del centro más céntrico de Asturias lamentando ser periferia olvidada dentro de su municipio. Cobra sentido el subtítulo de uno de sus libros -«crónicas y reivindicaciones publicadas en torno a una marginación histórica»-, se explica el motivo del nacimiento de un partido político, Conceyu, que utiliza como logotipo el dibujo de dos manos rompiendo unos grilletes y ha tenido voz en el Ayuntamiento de Siero desde 1991. Entonces irrumpió en la Corporación con tres concejales, ahora tiene uno, firmante de la moción de censura contra el alcalde socialista, Guillermo Martínez. Joaquín Álvarez, que fue presidente de la asociación vecinal «San Félix», embrión de Conceyu, recuerda los primeros noventa como aquella época en la que «Lugones no tenía casi nada» y empezó aquel peregrinar de las peticiones de ayuda por el Principado, Cajastur, el Ayuntamiento de Siero y al final el de Oviedo, «a ver si nos admitían».

A ver, en realidad, si esta vez sí los admitían, porque Coppen recuerda en su «Radiografía de mi pueblo» que la ambición segregacionista resuena por estas calles desde que no eran como ahora y que un Pleno del Ayuntamiento de Oviedo llegó a aprobar la anexión de Lugones en 1884, aunque finalmente no se llegó a cumplir aquel acuerdo. Cuando más recientemente lo propuso Conceyu la respuesta fue que no y hoy hay quien afirma que a lo mejor ya no hay caso, aunque eso no apague la llama reivindicativa. Rosa Vázquez, comerciante y presidenta de Asecol, la Asociación de Empresas y Comercios de Lugones, se recuerda de la mano de su madre en las primeras protestas vecinales contra el horno calcinador de la empresa Mersa, sostiene que hoy todavía «necesitamos muchas cosas y hay otras muy mejorables. Pero la política siempre camina unos pasos por detrás de la población» y Lugones ha duplicado la suya en aproximadamente treinta años. De la explosión dan fe hoy la dificultad del peatón para cruzar la avenida de Oviedo sin el auxilio de los semáforos, las grandes promociones residenciales de La Ería o el alboroto a la salida del colegio público; los casi 1.400 alumnos que ya en 2007 sumaban los tres centros educativos públicos de la villa y las catorce nacionalidades que tenía el curso pasado el alumnado del Colegio de La Ería. «Lugones es un ejemplo de pluralidad en todos los sentidos, una prueba de integración», concluye el alcalde de Siero, que ha vivido desde niño en Lugones. Guillermo Martínez tira de esa experiencia para atajar la reivindicación histórica en el presente con su imagen de «la espectacular transformación urbana» de esta villa que ha olvidado, a su juicio, su pasado como ciudad dormitorio y ha pasado «de no tener ningún equipamiento, o sólo los muy básicos, a contar con otros que dan servicios de calidad». «Los que hemos vivido aquí en los últimos veinte años nos hemos dado cuenta de esa transformación, de los cambios a un centro de salud progresivamente mayor o de la transformación de la estación ferroviaria como motor de la villa. Lugones ahora tiene más vida, servicios, hostelería, comercio...».

Y lo que les queda. La silueta que se ve de Oviedo desde Lugones ha cambiado. Ahora la dominan, en primer término, la sombra alargada del nuevo Hospital Universitario Central de Asturias y a su lado las grandes torres azules del residencial de Montenuño. Otra esperanza de desarrollo. Otra advertencia de crecimiento. Miguel Manchado, presidente del grupo folclórico «Principado», mira al horizonte y anticipa el camino y advierte que el progreso que se avecina viene cocinado por la certeza de que Lugones añadirá a su extenso catálogo de servicios de proximidad la nueva cercanía del complejo sanitario. «Se nos va a abrir una ciudad completa de un día para otro», resume. Y habrá un millón de metros cuadrados más de polígono industrial en Bobes y esta villa necesitará encauzarse para seguir creciendo. Óscar García Rilo va a la mejora integral de la base de los servicios y pide un aparcamiento en el centro «para 200 o 300 vehículos»; Manchado, tal vez una «zona verde» que ordene el estacionamiento, y todos, varias veces, un espacio «diáfano» de expansión y promoción de actividades. «No pido un gran auditorio como el de la Pola», aclara el presidente de la Sociedad de Festejos, «pero sí podría ser algo parecido a un recinto ferial». Rosa Vázquez se acuerda de cuando los comerciantes quisieron organizar una feria de muestras -«somos 140 socios, en el polideportivo cabíamos 45»- y José Luis Álvarez, presidente del Atlético de Lugones, señala los terrenos de la Fábrica de Metales, en el extremo Norte de la villa, donde «se podría haber hecho una reserva del suelo» que se destinara a desarrollo industrial.

Aquí, en fin, se descubre mucho camino ganado cuando Joaquín Álvarez se vuelve para mirar atrás, pero también recorrido abundante por delante. «Con estos accesos», persevera Rosa Vázquez, «se abren muchas oportunidades. No entiendo, por ejemplo, por qué no hay hoteles con ofertas para hacer de Lugones plataforma hacia el resto de Asturias». La encrucijada de caminos distintos que la historia y la geografía han asignado desde siempre a Lugones es además de real metafórica en este arranque del siglo XXI.

Un respiro para el «pulmón» de la villa contaminada

En el parque de La Acebera, 3.000 metros cuadrados, 2.000 especies vegetales diferentes, el paisaje humano se agota en una tarde soleada de otoño incipiente en unos pocos  paseantes y muchos ciclistas de paso. Al hablar de las potencialidades poco exprimidas, La Acebera es el centro de Lugones, el «pulmón oculto», desconocido, necesario en una de las poblaciones más contaminadas del centro de Asturias. A simple vista nadie diría hoy que este gran bosque guarda la raíz del origen industrial de la villa, que esta finca, con sus secuoyas y su lago con cascada, sus cedros altísimos y el edificio verde circular del depósito de agua diseñado por Ildefonso Sánchez del Río, es el lugar donde José Tartiere Lenegre ubicó la Fábrica de Explosivos Santa Bárbara, la primera factoría que tuteló el tránsito del pueblo agrario que fue Lugones a la villa de raíz industrial que ha llegado hasta hoy. Siguen aquí los taludes del terreno, que fueron en su día las protecciones para prevenir una explosión accidental en los polvorines, y aunque «se perdieron muchas construcciones notables», asegura Joaquín Álvarez, «y una de las primeras pistas de tenis que tuvo Asturias», le acompaña José Luis Álvarez, lo mucho que queda «está muy poco aprovechado». A esta mancha verde, pegada al cauce del Nora y al límite de Siero con Llanera la voz colectiva de los lugoneses preocupados le daría más uso que éste escaso en el que hoy, dicen, «lo disfruta muy poca gente de Lugones». De propiedad municipal, incluido en el parque periurbano del Naranco y enriquecido en su día con campo de fútbol, pista de atletismo, piscina al aire libre y polideportivo, La Acebera quiere que la enseñen, puede que necesite aquella senda que la uniría con otra zona verde de obra paralizada en el entorno de Parque Principado y, al final, un uso mayor, mejor. «Ese pulmón hay que cuidarlo y mimarlo», asiente el alcalde de Siero, «es una zona emblemática del centro de Asturias».

El «pulmón» revive los meses de agosto por «Las noches de La Acebera», sobre todo música y teatro en una sucesión de actividades culturales en plena naturaleza, pero su vacío de un día cualquiera y las pintadas en la fachada del depósito de agua suenan en la villa a llamada de atención. Como los valores que mide la nueva estación meteorológica, esa estructura blanca coronada de antenas que analiza la mala calidad del aire de Lugones a la puerta del Instituto Astures, en La Ería. Es el primer paso, apunta Guillermo Martínez, para conocer mejor las fuentes de contaminación, si pesa más el tráfico que la industria, «para atacar el problema de raíz. Ya hemos suprimido el paso de vehículos pesados por el centro, trataremos de controlar el tráfico de paso y hemos propuesto un mayor control de las emisiones industriales».

«Aquí se están quemando 25 toneladas de combustible diario», cuenta Joaquín Álvarez, incombustible, persuadido de que aún queda muchas batallas y de que la polución, la ambiental y la acústica, tiene un remedio difícil, partidario de ayudar con granitos de arena como la propulsión eléctrica del transporte público que llena la travesía a todas las horas del día. «Para eso no hay varitas mágicas», le acompaña Óscar García Rilo, «necesitamos muchas pequeñas acciones».

Y cohesión. Hacer frente al peligro esencial de toda villa receptora de aluviones de población y mantener la certidumbre de que aquí, a pesar de todo, late algo más que un barrio de Oviedo. «Se ve una identidad de pueblo», avanza Rosa Vázquez. Desde detrás de la barra de Raúl Pérez, presidente de la Junta Local de Hostelería, se percibe que Lugones está hecho cada vez más de esa gente que «está aquí como podría estar en cualquier otro lugar, de los que no se involucran porque están de paso», pero también que aquella lucha por lo básico ha dejado un poso. Hay «cantidad de asociaciones», unas fiestas vivas, un Museo de la Romería preocupado por reproducir la de El Carbayu tal y como era a mitad del siglo pasado y hasta un concurso de grafiti, arte urbano con testimonios notables en los muros de la villa... «La mayor preocupación es tener actividad, vida propia», sentencia Joaquín Álvarez, «es la forma de que la gente se integre. Un pueblo sin actividad es un pueblo muerto».

Tartiere y la explosión industrial

José Tartiere Lenegre, o su réplica en bronce, mira Lugones desde el césped del amplio parque de La Paz, el primero que tuvo esta villa en los últimos años noventa. Testigo y artífice del primer gran cambio de esta población, luego vendrían algunos más, el emprendedor bilbaíno que hizo Lugones «observa» el resultado final de todo aquello que empezó de su mano, cuando escogió la finca de La Acebera para fundar la Fábrica de Explosivos Santa Bárbara. Era 1880 y la estampida industrial que vino después acabó definiendo la esencia de esta villa en cuya silueta destaca hoy la vieja chimenea de ladrillo de la Sociedad Industrial Asturiana. Después y a la vez que explosivos, aquel pueblo campesino pegado a Oviedo fabricó metales, monedas, ladrillos y losetas refractarios, muebles... La geografía y el nudo de comunicaciones abonaron el crecimiento de los polígonos industriales que hoy reciben y despiden en el casco muy urbano de Lugones y así se prolongó este estado de cambio permanente, las razones para decir que esto ya no es lo que era y que casi es una extravagancia la imagen de la casona en uno de los accesos del parque de La Acebera, con las panoyas de maíz colgando del hórreo y a su alrededor tres varas de hierba.

El Mirador

Propuestas para mejorar el futuro

_ Un aparcamiento

Uno en el centro, con capacidad «para doscientos o trescientos vehículos, como mínimo», figura en el arranque de las reivindicaciones para Lugones en la voz de Óscar García Rilo. Hace falta en esta población de tráfico incesante, bien comunicada y en expansión permanente. Él lo habría situado bajo el parque de la Paz, y Miguel Manchado asocia la demanda a la de una «zona verde» o un sistema de estacionamiento disuasorio para los «coches lapa» que ocupan todo el día las plazas gratuitas de la villa. El alcalde de Siero, Guillermo Martínez, añade «una regulación semafórica más racional», «aparcamientos disuasorios o alternativos para vecinos» y actuaciones para sacar del centro de la villa el tráfico de paso.

_ La senda

El trayecto peatonal que debe conectar Lugones con la urbanización de La Fresneda se aprecia necesario para encauzar la vinculación entre los servicios de ambas poblaciones, ya muy intensos. La senda está aún pendiente de la elaboración del proyecto y la búsqueda de la financiación.

_ Un espacio para todo

Para ir completando los servicios que dan calidad de vida, el Alcalde acepta que falta «un equipamiento que concentrase todos los servicios administrativos, los culturales, los del Ayuntamiento y las asociaciones, porque la Casa de Cultura se nos ha quedado pequeña». De momento, es sólo un deseo y una de las grandes demandas en la localidad.

_ La seguridad

Hay quien afirma que es uno de los problemas en el reverso de la demografía de progreso acelerado en Lugones. Lo dice Raúl Pérez, hostelero, con la experiencia que da haber sufrido 22 robos en seis años en su sidrería. No es problema de eficacia policial, afirma, sino a veces de cierta benevolencia de la justicia con los culpables. El alcalde de Siero asegura que aquí las tasas de delincuencia no están por encima de la media.

_ La imagen

«No tenemos imagen de villa», lamenta José Luis Álvarez. No hay en esta localidad de crecimiento rápido ni un gran indicador o una seña que distinga a esta villa, afirma, más allá del «puente vieyu», separado del casco urbano. «La misma fuente del cruce vieyu», asegura, admitiría «algún símbolo que nos dé empaque de villa».

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