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Marcelino García, ciclismo en vena

La afición por la bicicleta caló en Muros de Nalón gracias al empeño de un entusiasta del pedal que hoy lamenta la escasa afición que tienen los chavales por el deporte

Franciso L. Jiménez / Muros de Nalón (Muros de Nalón)

La proyección exterior de Muros de Nalón y la dinamización deportiva de la localidad fueron durante 25 años -contados a partir de comienzos de la década de los años ochenta- a rueda de las hazañas de la Peña Ciclista Ruta Turística, un club por el que pasaron medio millar de promesas del pedal y que tiene en Marcelino García (nacido el 8 de agosto de 1945) a su principal mentor. Un Marcelino García cuyo vástago del mismo nombre llegó a ciclista profesional -ONCE, CSC...- y se coronó vencedor de la Vuelta a Andalucía y el Criterium Internacional de Francia, entre otros triunfos parciales. Este precursor del ciclismo en Muros de Nalón, un deporte que tanta gloria dio a la localidad, mantiene en la actualidad su noviazgo con la bicicleta, sobre la que cada año rueda no menos de 12.000 kilómetros y con la que ahora anda enfrascado en el reto de subir a los puntos más altos de cada una de las provincias de España siempre y cuando sean accesibles a dos ruedas. Le faltan los de Cáceres, Badajoz y tres o cuatro andaluzas; antes ya ascendió a todos y cada uno de los puertos míticos de la Vuelta, el Giro y el Tour. Marcelino García colecciona altos de montaña como otros llaveros; y no se da la menor importancia. «La bici forma parte de mi rutina diaria, no tiene mayor mérito», sentencia.

Marcelino García, el hijo de Lucía y Severino «el Portuario», nació en el barrio murense de Reborio. Su primer recuerdo de una bicicleta es el de una por entonces inaccesible «Orbea» con cuadro «de fierro». La primera que se compró fue una «BH Titán». Ya tenía por entonces 26 años, estaba recién casado y le había picado el gusanillo de las dos ruedas viendo al Tarangu demarrar por los puertos alpinos del Giro en busca de la gloria de los campeones.

«Con tal interés me lo tomé que acabé siendo entrenador nacional de ciclismo y trabajé durante dos años para la Federación española», relata. Fue por entonces cuando empezó a fraguar la idea de hacerse profeta en su tierra. Con dos críos pequeños en casa, una paupérrima oferta deportiva en la localidad y la droga causando estragos entre la chavalería de la comarca, Marcelino García se propuso inocular a los jóvenes la afición por la bici. «Cuanto más ocupados estén en entrenar y competir, menos se acercarán a las jeringas», vinieron a pensar Marcelino García y un grupo de animosos vecinos que, encabezados por el presidente Benigno Fernández Suárez, hicieron realidad el proyecto de la Peña Ciclista Ruta Turística de Muros de Nalón. Ambos comparten honores con entrenadores y colaboradores como Baldomero, Faustino, Juan Tenorio, Chus... y los que se quedan en el tintero de la memoria.

La Peña Ciclista Ruta Turística desapareció por la inercia del tiempo, víctima de la languidez

El equipo nació con pocos medios, pero gracias a «toneladas de ilusión», según relata Marcelino García, salió adelante y acabó siendo uno de los más competitivos del panorama aficionado asturiano. Se cuentan con los dedos de una mano los corredores que llegaron a profesionales, como el propio hijo de Marcelino García, «lo cual da idea de lo duro que es triunfar en un deporte tan sacrificado como el ciclismo». Pero son infinitas las satisfacciones cosechadas en categorías pre-profesionales, la cantidad de adolescencias que se encarrilaron hacia una forma sana de afrontar la juventud y el caudal de anécdotas vividas, quizá la más jugosa una protagonizada por el otro hijo de García, Adolfo. «Estuvo preseleccionado en todas las categorías y llegó a disputar el Europeo en pista habiéndose preparado, a falta de un velódromo en Asturias, en el aro de Las Mestas. Corrió con una bici prestada y, pese a ser la primera vez que rodaba en una pista peraltada, fue bronce», cuenta el padre.

La Peña Ciclista Ruta Turística desapareció, como el también recordado grupo folclórico «Brisas del Aguilar», por la inercia del tiempo, víctima de la languidez. «Después de 25 años los que tirábamos del carro estábamos cansados y la chavalería dejó de tener interés», explica Marcelino García, quien expone la paradoja de que en la actualidad «se dispone de todo tipo de instalaciones deportivas y las mayores comodidades posibles y es cuando menos deporte hacen los guajes».

Defensor ardiente de la actividad deportiva a cualquier edad y en cualquier condición, Marcelino García no entiende cómo puede ser posible que las nuevas generaciones se hayan vuelto tan sedentarias. Sus recuerdos de infancia son el mejor contraste a sus palabras: «Muchos guajes del pueblo íbamos a la escuela a San Esteban porque tenía mejor fama que la de Muros y bajábamos y subíamos andando, cuando no corriendo porque surgía una piquilla y echábamos una carrera. ¡Cómo para plantearlo ahora, que los padres hasta llevan a los críos en coche al colegio estando como está a tiro de piedra de la plaza de Muros!».

El ocio de aquellos rapacinos estaba indefectiblemente unido a la actividad deportiva, ya fuera con un balón de por medio o, sencillamente, porque apetecía mover las piernas. La llegada del verano -como ahora- revolucionaba Muros de Nalón. Con el estío se multiplicaban las travesuras: «Uno de nuestros entretenimientos favoritos era ir a la playa de Las Llanas a bañarnos a las pozas, donde aprendimos a nadar casi todos los de mi generación. Como el turismo ya empezaba a ser un fenómeno notable, íbamos bordeando la costa hasta la playa de Aguilar a ver las chavalas en bikini, y vuelta a nado para Las Llanas. La cosa era no estar quietos; así pasaba el verano».

Ya prejubilado (trabajó como ingeniero en Alcoa), Marcelino García reparte su tiempo entre Muros de Nalón y los Oscos, donde ha fijado su segunda residencia y da rienda suelta a su otra gran pasión; la pintura. La paradoja de que un vecino de una localidad como Muros, plagada de casas de veraneo, se plantee huir cuando el pueblo se llena de foráneos en verano o los fines de semana tiene su explicación. «No me gusta el rumbo que lleva Muros de Nalón; demasiado calentón inmobiliario, demasiados pisos en proyecto. No sé cómo va a acabar esto», dice con gesto de resignación.

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