El barro y el lodazal es conocido en asturiano, entre otros, con los siguien tes nombres: llamargu, llamarga, llamarga, llamuergu, llamuerga, llamorgueiru, llamazu, llamazón... Pare ce ser que se trata en todos los casos de términos formados sobre L¯AMAM ‘lodazal’ (EM), palabra no latina pero que fue utilizada por algunos de los escri tores de esa lengua que la introdujeron en su léxico y gozó, tal vez por lo mismo, de gran difusión en dominios como el italiano, engadino, occitano, catalán, castellano, portugués, asturiano (DCECH s.v. lama). Pidal pien sa que se trata de un término ambro-ligur y Hubschmid céltico (45 p. 135; 20 p. 98, 101; 5, II p. 184; 55 p. 40).
En nuestra toponimia encontramos: La Llama (Pi, Uv), La llama (Mi, Ti), Llames (Lln, Pa, Vv117, Si, Mi), Llamas (Gr, Sl), llamas (Ay, Tb, Cn).
Son compuestos: Llamas cura (Uv), llamas d’Amba sau guas (Cn), llamas del Mouru (Cn)118. Son diminutivos en -ELLAM: La Llamiella (Gr), A Lamela (Ib), As Lamelas (Cs). Colectivos o abundativos serían: Llameo (Si), La Llamosa (Av), El llamosu (Md), etc.
Con un sufijo *-ŠORICAM se habrá formado el apelativo llamuerga ‘lodazal’, acaso también su sinónimo y variante *llam(u)arga > llamarga, a no ser que partamos de otro también prerromano pero conocido -ARA, *LAMARŠICA (femenino de *lamaricus) > llamarga (DEEH).
En toponimia hay ejemplos como: La Riega la Llamarga (Vv), Ríu Llamar gón (Vv). Se encuentra también la variante Las Llamar cas (Lln), que nos hace ver una pérdida temprana de la vocal postónica antes de la sonorización de la -C- etimológica o un cruce con marca.
Por su parte El llamardal (Sm) podría entenderse desde llama ‘lodo’ combinado con los abundativos -ar + -eda + -al, etc. En efecto, un charco grande (a veces un sitio de charcos) recibe también en asturiano el nombre de llamorgueiru o llamorgal etc. El análisis errado de algunos funcionarios llevó a desfigurar el nombre del aeródromo de Llanera, Llamorgal, esto es, ‘lodazal’, en el irreconocible *Lla Morgal —> “La Morgal”.
Una variante masculina nos la ofrece llamo (Ri), Picu los lla mones (Sm); por su parte Llamigu (Lln) presenta un sufijo similar al que encontramos entre los que se forman sobre PONTEM —> Pontigu, o PLANTARE ‘plantar’ (EM) —> llantigu.
Pero el problema con que nos encontramos acto seguido pode mos plantearlo así: ¿Es la citada palabra LAMAM la res ponsable de todos estos nombres de lugar? En verdad desde un punto de vista estrictamente fonético estamos incapacitados para poder responder ya que las expresiones asturianas del tipo llama o llama pueden explicarse también partiendo del latín FLAMMAM ‘llama’ (EM) y L¯AMINAM ‘lámina’ (EM) (240 p. 104). Sería necesario para dilucidar todos los extremos recurrir por un lado a la documentación y por otro a una descripción apurada del terreno.
Indudablemente una serie de topónimos nada tienen que ver con terrenos encharcados ni con barrizales; otros incluso se sitúan en lugares secos; la adjetivación, por otro lado, parece que en algún caso puede darnos alguna información complementaria; así:
Llamabúa (Ni) < -bonam ‘llama buena’.
Llamasanti (Sg) < -sancti ‘llama del santo’119.
Tanto en un caso como en otro podría ser aconsejable ver seguidores de LAMINAM sin duda algún terreno de superficie lisa, como todavía recuerdan en A Estierna (Ib) donde distinguen chama ‘llama’ < FLAMMAM, de llama ‘franja de pradera’ < LAMINAM.
Derivados claros de LAMINAM los tendríamos en el oriente de Asturias en la toponimia menor con la expresión llambra o llambria alusivos siempre a terrenos o a peñas lisas, La Llambria (Cl, Po), El Llambriu (Cl), La Llambriosa (Cl), etc. Indu dablemente en la región oriental el resultado -m’n- > -mbr- es frecuente por lo que no admitiría dudas interpretativas. Pero, repito, sólo la observación del terreno podrá proporcionarnos los datos más fidedignos en la intelec ción de los topónimos enumerados, donde puede haber seguidores de, al menos, tres palabras distintas LAMAM, LAMINAM, FLAMMAM.
Hay todavía otras dificultades que se vienen a sumar a las ya enu meradas; es la presencia de numerosos lugares llamados La Lla mera (Cñ, Cr, St), llamera (Cn), La llamera (Sm), llameres (Ay), Llameiru (Cd)120. Es muy probable que en unos casos nos encontremos con ver daderos derivados de las palabras anteriores pero en otros se trata de auténticos fitotopónimos, es decir, lugares que deben la deno minación a su antigua relación con alguna especie botánica como la Ulmus montana conocida en asturiano como llamera o llamera.
En los topónimos formados sobre Llamarga, Llamargón, etc. no resulta fácil de precisar si estamos ante un término explicable por el citado apelativo llamarga ‘barro, lodazal’, o ante el celtismo latinizado MARGA ‘tierra arcillosa’, como sugiere Viejo (298 p. 131), precedido de un artículo palatalizado. Aunque no pare cen muy vivos en el vocabulario los términos que nos recuerden el celtismo lo cierto es que La Magrera ‘zona tradicional de minas de hierro’ aparece en la toponimia menor de llena (263 p. 158), La Magrera también en la toponimia menor de Ponga, Casu, etc.