Como todo pueblo que sufre una colonización cultural, los habi tantes de la primitiva Asturias empezaron a imitar de los romanos todo, desde sus modos de explotación y organización hasta la lengua, usos, costumbres... y denominación personal. No hace falta más que echar un vistazo a nuestra sociedad que bebe whisky, que usa pantalones tejanos, que baila twist, rock, o lo que sea, que canta en inglés, que masca chicle sin descanso y ya no nos extrañaremos que llamen a sus hijos, Miki (o Mai), Mery, Jennifer, Kevin, Cris... La fuerte influencia anglosajona que se nota por estos pagos a tra vés de los medios de comunicación social, simple reflejo del auténtico dominio económico, sirve de admirable ejemplo para mostrarnos que los patrones que copian unos pueblos de otros tienen muchos puntos en común hoy y ayer; la moda, el seguirla, es un recurso tan viejo como la Humanidad que en sí misma es moda porque es aco modación y evolución.
Pero volviendo a nuestros indígenas, pese a su progresiva latini zación, en las lápidas aparecen también nombres individua les de persona que no siendo latinos sin duda reflejan usos de deno minación anteriores. Sólo el especialista en antroponimia puede decirnos ante una inscripción, en todo caso en latín si nos encon tramos en Asturias, si estamos ante un nombre indígena latinizado o si se debe a los colonizadores romanos. Entre los primeros pare ce que algunos sobreviven en la toponimia. Sólo con leer a Holder (cf. 190), a Jürgen Untermann (cf. 191) o a María Lurdes Albertos (cf. 46) la lista podría acrecentarse con siderablemente pero, repetimos, no es cosa que incumba en este momento a un trabajo de este tipo.
Se han citado entre los antropónimos ástures (354 p. 304): ABLECA, ANIMA, NANNA, ARCO, ARRENUS, ARRO, BALAESUS, CLOUTIUS, CURUNDA, DOCIUS, ELAESUS, EMURIA, EQUESUS, REBURRUS, REBURRINUS, TAURINUS, VISALIA, etc.
Se han citado también como prerroma nos (43 p. 254) los responsables de Cerviáu (Ti)1 y Vidiago (Lln)2 pre cisamente por parecer que presentan el sufijo céltico -ACUM (54 p. 242), muy frecuente en la toponimia francesa y catalana, aunque con contadas muestras en el resto peninsular, de romanización más tardía.
Pero a veces ni siquiera son fiables tales terminaciones como en Antráu (Cn) que se remonta a un étimo probablemente latino *INTRATICUM ‘confluencia de aguas’. En ocasiones se hace necesaria una mayor concisión para poder dar por buena la filiación pues Vidiago no se justifica desde VITIACUM, porque en este caso deberíamos esperar un resultado *Vizagu, a no ser que se explicite que estamos ante vocales en hiato larga mente mantenido o, mejor, que ha de partirse de una disimilación de *VIBIACUM a la que aludía Moralejo Lasso (361 p. 227).