El Principado se exhibe como un guerrero, levantando una pendiente entre las aguas ya salobres del Deva y Colombres, con sus casonas alegres y sus calles y jardines impregnados de la América de finales del XIX. Ribadeva sigue por El Peral, topándose con la N-634 y la autovía hasta La Franca, donde un sello de hospitalidad anima el tránsito hacia la sierra Plana de la Borbolla, de dominio llanisco.
La venta de Santiuste, varada en el tiempo de Jovellanos, da entonces paso al gris asfalto, que avanza primero hacia Buelna y seguidamente a Pendueles. Aquí, junto a un palacio derribado, el Camino se bate en pelea desigual con el GR E-9, defendiendo la huella histórica, que ratifica atravesando Vidiago y estirando la jornada hasta San Roque y Llanes, donde las prisas se apartan para gozar de sus muchos encantos.
Etapa 1
Con más de 375 kilómetros a sus espaldas desde el vado sobre el río Bidasoa, que hace de frontera entre Francia y España, el Camino de la Costa arriba al Principado al cruzar otro cauce, el del río Deva, donde se despide de Unquera y sus corbatas de hojaldre y de Cantabria. De inmediato sale a recibirnos Bustio, población del Concejo de Ribadeva donde destaca Villa Delfina, palacete de 1925 cuyo emplazamiento y diseño distinguieron la fi gura de su propietario, el indiano José Egüen Otazábal. A la vera de la vivienda comenzamos el ascenso por un camino pavimentado que pasa en primera instancia junto a las casas de La Peña. Un azulejo de la Virgen de Covadonga, el primero de muchos, engalana una de las fachadas y a su vez ratifica el cambio de Comunidad.
Según ascendemos vemos al norte, al alcance de la mano, la sierra de Tina y Pimiango, ocultando el azul del Cantábrico. Bajo un circuito multiaventura, de tirolinas enlazadas entre los eucaliptos, avanzamos hasta la cercana capilla de Nuestra Señora del Carmen, conocida coloquialmente como de El Cantu, en el umbral de Colombres. Superados los cien metros de desnivel desde la partida, no tardamos en acceder a la capital de Ribadeva por la calle Lamadrid junto al albergue El Cantu, otra huella de la arquitectura indiana. En breve desembocamos en la iglesia parroquial de Santa María, provista de dos torres y caracterizada por la ampliación y reforma de fi nales del XIX.
Nos dirigimos hacia la oficina de Correos para tomar la calle Pío Noriega, saliendo más adelante a la calle Don Francisco Sánchez Noriega frente a la Casa de Los Leones, una muestra más del legado de aquellos emigrantes afortunados que tanto influyó en este concejo del oriente asturiano. Tras la rotonda presidida por el busto del doctor Francisco Sánchez conectamos con la calle Badalán, envuelta por varias viviendas vacacionales entre las que destaca Las Palmeras con su majestuosa entrada. Un crucero enmarañado por un sauce llorón da paso a una residencia geriátrica, punto en el que seguimos el camino de las Concharascas, que baja hasta El Peral bajo los dominios de una soberbia encina. ¡Ojo! A la entrada de El Peral deberíamos girar a la derecha y salir a la N-634. También podemos continuar de frente para ver la ermita del Santo Cristo de El Bao, regresando hasta este punto para empalmar de igual manera con la nacional, ya que, si continuamos tras el templo, caminaremos 700 metros de más.
Cruzamos con sumo cuidado la N-634 y junto a la pensión Oyambre seguimos la RD-1 en dirección Pimiango. Nada más rebasar la A-8, cogemos a mano izquierda una pista que marcha por la recta tejida entre la autovía y las vías de FEVE, dejando a un lado la estación de Colombres hasta la entrada en La Franca. Atravesando la población, pasamos el hotel La Parra y junto al arcén izquierdo cogemos la AS- 346 dirección Tresgranda.
Sobrepasando los barrios de El Mazo y Corral d'Abaxo nos encontramos al borde de la carretera con el acogedor albergue Renacer, a su vez hogar de la dueña y hospitalera, Pilar. Al sur, en lo alto, despunta la antena de telefonía móvil de Matavieya. En doscientos metros la AS-346 salva el río Ahíjo y, poco después, nada más pasar una casa emplazada entre afl oramientos rocosos, abandonamos la carretera por la margen derecha. Un camino nos acerca hasta el puente medieval del Campo sobre las aguas del río Cabra, vado de bella factura acompañado de un molino desde el que remontamos la vaguada, hoy afeada por un desmesurado viaducto que sobrevuela el extremo oriental de la sierra Plana de la Borbolla. En unos de los viajes por su tierra natal, Jovellanos recorrió este tramo en sentido contrario y cita que tenía una “enorme bajada y era sólo transitable a pie”. A través de la espesura de avellanos y toscos eucaliptos alcanzamos la venta de Santiuste.
Antaño parada y fonda de viajeros, donde se alojó el mismo Jovellanos en 1791, los caserones muestran hoy su lado más mustio. A la salida, un par de giros, al parecer fruto de un trazado provisional, nos sitúan al borde de la N-634. Como telón de fondo, el mar. Al poco, sobre el asfalto, vemos pintado en amarillo “C. Sant. Costa” con un par de flechas que, más que ayudar, confunden. La inscripción indica el acceso a los bufones de Santiuste, que se hace por un tramo kárstico que permite avanzar después hasta la playa de Cobih.eru y Buelna.
El Camino de Santiago, sin embargo, sigue su propia estela por el piso de la nacional y aprovecha algún tramo de tierra al pie de ésta, bajo las laderas del monte Trasyanda, desarbolado ahora por la autovía. A la entrada de Buelna, a mano derecha, reparamos en el pórtico blasonado que sirve de entrada a la casona del Conde del Valle y en la iglesia de Santa María. Se pueden dedicar unos minutos a callejear y a observar de cerca también la casa del Conceyu, con campanario, y otras viviendas sobresalientes. A la izquierda de la carretera se encuentra el albergue de peregrinos Santa Marina, con bar y amplia terraza.
Dejamos la primera población llanisca en el Camino para tomar minutos después la LLN-3 hacia Pendueles. Tras pasar bajo las vías de FEVE salimos en el primer desvío a la derecha, continuando por la izquierda en la siguiente bifurcación, pegados al muro. Más de 700 metros nos llevará franquear los lugares de Verines y La Venta hasta llegar a la iglesia de San Acisclo, que conserva de la original la portada sur de estilo gótico.
Al pie de la iglesia salimos a la LLN-3 para encaminarnos al lugar de La Quintana, donde está la casa del Conceyu con su campana y sus trancos en piedra formando un pequeño atrio. La misma vivienda acoge el supermercado, al cual se encuentran adosados el bar y el albergue Castiellu, regentado por Araceli. Calle abajo iríamos al albergue Aves de Paso. El itinerario prosigue por la carretera junto a la marquesina y la propiedad del palacio de Santa Engracia o de Mendoza Cortina. ¡Atentos!, al lado de su perímetro amurallado unas tablillas de color rojo, escoltadas por unas flechas amarillas que no deberían haberse pintado, muestran el acceso al GR E-9, oficialmente “Sendero de la Cornisa Atlántica” y comúnmente conocido como senda costera. Es un itinerario que trata de unir el litoral europeo desde los países nórdicos hasta la península ibérica y que cuenta con varios tramos balizados. Hoy es una alternativa para llegar hasta Llanes pegados a la costa, con atractivos como los bufones de Arenillas y el mirador sobre el río Purón, pero hay que recalcar que nada tiene que ver con el Camino de Santiago.
Pasamos de largo el desvío y retomamos de frente la traza jacobea, dejando a un lado el acceso al albergue Casa Flor y salvando por un puente las vías de FEVE. Un nogueral se extiende de regreso a la N-634, que en este tramo ha adquirido nuevos viales de enlace con la autovía del Cantábrico. Entre los llanos de Pendueles y Vidiago, separados por el río Novales bajo la sierra Plana de la Borbolla y la sierra del Cuera, cordal calizo que se esparce sobre la costa varias decenas de kilómetros, entramos en la parroquia llanisca de Vidiago, que engloba también a las poblaciones de Riegu y Puertas. Nos separamos de la nacional por el arcén izquierdo, atravesando el disperso vecindario por pistas y sendas emboscadas entre manchas de castaños, robles y avellanos.
Así por los lugares de El Trichoriu y El H.oyu conectamos con Riegu y el barrio de Las Llombetas para salir casi al borde de la N-634, donde en caso de necesidad podemos desviarnos unos metros hasta el asador o el hotel. Retomamos la marcha entre las casas de Arguenu, arrimados a la fachada de un hotel-sidrería para acceder a El Tornu, destacando al otro lado de la nacional la iglesia parroquial de Puertas de Vidiago.
Aún resta una hora para acceder a la siguiente población. Sin salir a la N-634 giramos a la izquierda y en 150 metros accedemos a una senda, dejando a un lado el desvío al ídolo de Peñatu, una roca con un conjunto de grabados del neolítico protagonizados por una figura humana y su puñal. Unos minutos después descubrimos su Aula de Interpretación, encallada entre la AS-343 y la N-634, a la que regresamos sin remedio para cubrir los próximos kilómetros.
La carretera desciende hasta el lecho del río Purón, que metros más abajo forma la ensenada del mismo nombre, próxima a la punta La Teyera. Tras el cauce pasamos el camping con su bar restaurante y prolongamos la caminata. Un tramo anodino se dilata por el asfalto kilómetro y medio más hasta el acceso a la A-8 para concedernos una pequeña licencia. Antes de la rotonda de incorporación a la autovía dejamos la carretera por la derecha, hallando una senda con tendencia a encharcarse por la presencia del arroyo El Toyu, donde saludaremos a una capilla de ánimas, de las muchas que tropezaremos a lo largo del Camino de la Costa en Asturias. Volvemos a encontrarnos poco más tarde con la N-634 en el punto kilométrico 298, pero coincidimos tan sólo unos metros porque al comienzo de San Roque dejamos de nuevo la carretera por la derecha, escapando un rato del tráfico entre los plácidos arrabales de San Roque, desperdigados una vez más. Acabamos bajando a la N-634, como no podía ser de otra manera. A la altura de la parrilla La Roza podemos desviarnos para ver la iglesia de San Roque, en cuyos aledaños se situó la leprosería de San Lázaro de Cañamal. Entre concesionarios, talleres y sidrerías llegamos al meollo de la población, con sus gasolineras y el hostal.
La población se expande en el valle de Miyares, entre las sierras de Purón y Cuera, al sur, y la sierra Plana de Cue, pantalla con el mar Cantábrico al norte. Vamos arañando metros dejando atrás las últimas naves de San Roque y una rotonda, donde celebramos el paseo levantado sobre el arcén derecho que nos dirige a las casas de Ortiz, donde vemos rotulado en una fachada “Elaboración, venta y degustación de productos asturianos”. No tardaremos mucho en franquear la autovía por un paso inferior, ascendiendo por una pista medio alquitranada que vira a la derecha, ya entre eucaliptos, para sortear finalmente una galería de castaños y hollar la capilla del Santo Cristo del Camino, cota máxima de este segundo tramo de etapa a cobijo de una arboleda privilegiada.
A los pies de la ermita, principia la bajada hasta Llanes, de inicio un camino que confluye en una carretera vecinal que guía durante 700 metros hasta una isleta ajardinada. Cruzándola por un paseo dejamos la rotonda a mano izquierda, tirando de frente por la avenida de La Concepción junto a una tienda de alquiler de coches. La señalización para el peregrino escasea pero no hay pérdida, aunque también podemos recurrir en estas mismas páginas al callejero. Sin virar un mínimo, entre casonas y bloques de viviendas con amplias galerías, abordaremos otra rotonda, dejándola también a la izquierda para embocar la calle Pidal y proseguir por Las Barqueras, arribando así al puerto de Llanes sobre el río Carrocéu.
