Las tierras de Llanes, de un vado a otro, del río Cabra al Guadamía, se extienden más de siete leguas castellanas sobre el Camino, la distancia de un maratón. La carrera pedestre avanza entre el lienzo de la sierra del Cuera y las tan variables mareas cantábricas, perceptibles sobre los arenales de Celoriu, divisando escenarios cinematográficos a través de ensenadas, viejos cenobios y del Camino Real que asoma en el valle de San Xurde.
Etapa 2
Parte la segunda etapa por la rasa cantábrica desde la antigua villa de Aguilar, desde su puerto, enclave de marinos y pescadores sobre la desembocadura del río Carrocéu. Desde la calle Las Barqueras continuamos de frente por Mercaderes, antaño acceso a la parte intramuros de la población, pasando junto a la frecuentada plaza de Parres Sobrino para seguir sin pérdida por la calle El Castillo, que se expande en el Casino, de estilo modernista, construido en 1910 sobre el lugar del mercado municipal.
Pegado se encuentra el Ayuntamiento, donde inicia la calle Nemesio Sobrino. El rumbo se prolonga durante más de un kilómetro, abandonando la zona peatonal para proseguir por Egidio Gavito y avenida de la Paz, coincidentes con la AS-263 que se dirige a Ribadesella/Ribeseya. Nada más pasar un amplio aparcamiento, donde terminan los últimos bloques de pisos, dejamos la carretera por la izquierda para cruzar ¡un paso a nivel sin barrera!, al lado del tanatorio Villa de Llanes, en el lugar de Camplengo. El Camino nos proporciona un paseo agradable, entre prados que se extienden hasta las calizas de la sierra del Cuera, dominada por el pico Turbina, de 1.315 metros. Junto al camposanto la vía se torna asfalto para entrar en Poo, llegando a un cruce confl ictivo donde hay fl echas que indican distintas direcciones.
De frente cruzaríamos de nuevo las vías y la AS-263 para encaminarnos hacia el albergue Playa de Po y regresar posteriormente a la carretera. Si torcemos a la izquierda, la alternativa más corta, dejamos a nuestra izquierda la iglesia de San Vicente, protegida por la escultura al indiano Egidio Gavito, y cruzamos las vías de FEVE para atravesar el centro, con diversos servicios, y salir finalmente a la AS-263. Descendemos por ella apenas doscientos metros y vemos una gran cantidad de fl echas amarillas en el desvío al hotel Villa Miramar. De nuevo, al igual que en la jornada anterior, indican el acceso al GR E-9. Si aguzamos la vista, vemos un mojón oficial semiescondido tras el cercado de madera que apunta proseguir de frente por la carretera.
Seguimos por la carretera, que salva aquí el arroyo Vallina, circulando con atención debido a las hierbas y el matorral que invaden con frecuencia el arcén. Superamos el camping Las Conchas, ascendiendo ligeramente y pasando de largo el desvío al punto limpio, para abandonar la AS-263 doscientos metros más adelante. En el arcén derecho hollamos un tramo de tierra, entre frutales y caballos que pacen ajenos a nuestro paso, por el lugar de La Boriza, en pleno valle de Celoriu. Conduce hasta esta parroquia llanisca, donde entre tanta marca del GR deberemos atender a la dirección señalada por los azulejos jacobeos, que nos guían a las puertas de la casa de ejercicios y el monasterio de San Salvador, fundado hace la friolera de mil años, en 1117. Si logramos localizar al párroco, podremos sellar la credencial y pedirle que nos muestre la preciada pila bautismal y los vetustos cantorales en piel de oveja.
Junto al monasterio de San Salvador recomendamos desviarse cien metros hasta el mirador sobre las playas de Celoriu: de los Curas, de las Cámaras y de Palombina. Ponemos pie sobre este arenal, virando a mano derecha en el quiosco y saliendo más adelante a la LLN- 9, con acceso a varias playas, como la de Borizu, y flanqueada de urbanizaciones, hoteles, campings, bares, cafeterías y viviendas diseminadas que conforman Troenzu y Barru, en la confluencia con la LLN-11, por la que continuamos en dirección Niembru y Posada.
Sobre el arcén elevado llegamos a un merendero, en un recodo afortunado por la panorámica inigualable sobre la ensenada de El Bao, descanso eterno del río Calabres y lámina donde se duplica la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores. No es de extrañar que este fuera el enclave elegido para el rodaje de Epílogo, El abuelo y la serie La señora. Cuatrocientos metros después cruzamos el puente sobre el Calabres, que divide Barru de Niembru, tocando la capilla de ánimas de El Santín con un San Roque peregrino, donde dejamos la compañía de la LLN-11. Ascendemos fugazmente bajo un grupo de encinas y derivamos a un camino de tierra, a cuyo margen crecen incluso algunas plataneras. Con vistas a Niembru saldremos más tarde a la carretera, cruzándola para girar a la derecha, pegados a un muro. A 80 metros, desechamos el desvío a la playa de Torimbia, torciendo a mano izquierda.
Accedemos en medio kilómetro al carril bici y peatonal de la LLN-11, apartándonos en breve por la derecha, al cobijo de una vereda cerrada que cruza una pista y sigue su curso de frente, terminando en un rápido descenso por buen piso hasta la AS-263, bajo uno de los viaductos de la autovía. Vemos a mano derecha el monasterio de San Antolín de Bedón, con iglesia románica de transición, un conjunto monástico abandonado en tierra de nadie que espera respuestas y, sobre todo, actuaciones que le devuelvan a su esplendor.
Por la vía peatonal acotada por barandillas de madera, el Camino de la Costa cruza el río Bedón o de las Cabras, que traza una curva para diluirse en la playa de San Antolín, arenal kilométrico muy expuesto al Cantábrico. Tenemos oportunidad de admirar su estampa sobre la marcha, prolongándola por el valle de San Xurde, entre las vías y la AS-263 y muy próximos a la bella y atípica playa interior de Gulpiyuri, resultado del derrumbe de una cueva caliza. Pasamos bajo la autovía y no tardamos en dejar la carretera por el arcén izquierdo junto a la urbanización La Pontiga, arribando a la parroquia llanisca de Naves, con buenas muestras de casonas indianas y donde recibe la iglesia de San Antolín, que exhibe varias pertenencias de la románica de San Antolín de Bedón. Acto seguido entramos en la plaza, con un par de sidrerías y una fuente donde reposar y tomar descanso.
Una hilera de portentosos robles y castaños nos alejan de Naves, saliendo por el barrio de Iyán, junto al lagar y sidrería Cabañón. Seguidamente parte un tramo de tierra a resguardo del sol que en unos diez minutos nos transporta a Villah.ormes y a su barrio de San Antonio, el más meridional. En la misma entrada se encuentra el complejo Punta Pestaña, con albergue y diversos tipos de alojamiento.
En la cuenca del arroyo Llaguñas se emplaza la capilla de San Antonio, tras la cual seguimos entre denso arbolado sobre la traza del Camino Real, orando ante el “no pases sin rezar” de la capilla de ánimas, resguardada entre barrotes debido a que ya fue arruinada por unos gamberros en 2012. Medio kilómetro más adelante el Camino deviene en asfalto para entrar en la venta Castañeda y metros después en Güergu, para salvar en 600 metros el río San Ceciliu y cruzar justo después la LLN-16. La ruta cobra algunos metros más de altitud sobre el camino ya pavimentado para cubrir el último trecho que nos separa de Nueva, ecuador de una jornada que dispone de sufi cientes albergues y alojamientos para dividirla a nuestro antojo. El muro levantado al borde del Camino no defiende sino un palacio, el de los condes de la Vega del Sella. Concentrados en la señalización, que no abunda, cruzamos la AS-263 y acto seguido las vías de FEVE, poniendo un pie en Nueva, capital del valle de San Xurde con gran oferta de servicios.
Entramos de frente, en dirección al centro de salud, llegando a la plaza de Laverde Ruiz, a la vera de un estanco y una cafetería, y siguiendo entonces la estela de la carretera que cruza esta parroquia del Concejo de Llanes, que contó en tiempos con hospital de peregrinos. La iglesia de Nueva, del XIX y rodeada de un jardín bien conservado, está dedicada a San Jorge, el santo soldado que derrotó al dragón. Cruzamos el río de Nueva, curso que desemboca dos kilómetros más al norte en la singular playa de Cuevas del Mar, entre acantilados y bellas formaciones rocosas. Salimos de frente por la AS-263 dirección Ribadesella/Ribeseya, soltando la carretera por la margen derecha antes del paso a nivel con barreras.
Un camino paralelo a la caja del ferrocarril libra por un paso inferior la A-8 y discurre junto a la autovía durante casi un kilómetro, compareciendo en Piñeres de Pría, uno de los siete núcleos de población que componen la parroquia de Pría, la más occidental del Concejo de Llanes. La asociación A Mitad del Camino, fundada por Rosa Cueto; su albergue, La Llosa de Cosme, y la casa rectoral adjunta a la iglesia de San Pedro, con plazas de refuerzo durante la temporada alta, hacen de Piñeres un lugar destacado en el Camino.
Tras el albergue no tomamos el desvío hacia Nueva y Belmonte por la AS-263, un punto de confusión frecuente, ya que el mojón está situado antes del cruce cuando debiera haberse colocado después, sino que vamos de frente por la LLN-17 en dirección a Villanueva de Pría. A unos 350 metros abandonamos la carretera (¡las bicis continúan por ella para tomar más arriba el desvío a la iglesia!) en un acceso a mano izquierda, subiendo por una senda de majuelos y laureles, que nos lleva a cruzar una portilla y un prado para presentarnos en la iglesia de San Pedro, dedicada también a Nuestra Señora de la Flor. A su derecha la casa rectoral, albergue de peregrinos en temporada.
Estamos en el punto más elevado de la etapa junto a San Esteban, al sur sobresale el pico del Mediodía, a casi 500 metros, y más al oeste el alto Teyadura, que domina la sierra de la Cueva Negra; al norte, tras la columna de árboles, se despliega la parroquia de Pría: Villanueva, La Pesa, Garaña, Llames… al borde del Cantábrico. Junto al depósito de agua emerge una pista entre los eucaliptos que inicia el descenso a la vega del río Guadamía, que se alarga setecientos metros hasta El Colláu, barrio de Belmonte con capilla mirando al Camino.
A las afueras de la aldea alegra ver cómo el ingenio de algún artista ha embellecido algo tan tosco y feo como un contenedor de basuras, pintando varios de ellos en vivos colores con motivos jacobeos y de la costa asturiana. A los lados de la ruta es fácil que veamos algún rebaño de cabras, desafiando las pendientes con sus pezuñas de equilibrista, y apreciadas aquí en la parroquia de Pría para la elaboración del queso de las tres leches. En algo más de cinco minutos llegamos al trazado de FEVE, avanzando en paralelo a las vías y girando enseguida la derecha, alejándonos por una carretera vecinal que recorre en dirección noreste la parroquia de Belmonte. A 600 metros tomamos otra pista asfaltada, recuperando el rumbo a poniente para llegar al vado sobre el río Guadamía, divisoria de los concejos de Llanes y Ribadesella/Ribeseya, no en vano un escudo del municipio riosellano acompaña en el mogote al azulejo jacobeo.
Venciendo una ligera pendiente al borde de una granja entramos en Cuerres. Cruzamos el barrio de la Güera, donde a día de hoy se está construyendo, todo en madera, el Reposo del Andayón, una casa de aldea con albergue para peregrinos de donativo que estará funcionando en otoño de 2016. Pegado se encuentra Casa Belén, hogar de Brigitta y Manfred, que acogen de forma hospitalaria a los peregrinos, por la voluntad, con cena y desayuno comunitario.
La iglesia porticada de San Mamés del siglo XVI, que tiene al lado la fuente de Los Peregrinos, se encuentra a unos metros del Camino. Bajo unos fresnos, una senda angosta nos lleva a cruzar las vías y a continuar su rumbo por una carretera vecinal, pasando el hotel rural Aldea del Trasgu y siguiendo por la derecha nada más trasponer la marquesina. Cientos de metros adelante llegamos a Toriellu, barrio también, junto con Cuerres, de la parroquia de Collera.
Divisando al sur el alto Teyadura pasamos la fuente, al borde de la modesta capilla de San Martín, junto a las antiguas escuelas, donde se oye misa un par de veces al año por la festividad del santo patrono en noviembre y también en mayo, por la Virgen de Fátima. Trescientos metros después, dejamos el asfalto, abandonándonos al campo entre nogales, un espacio necesario, reservado para el peregrino, donde éste se siente como pez en el agua, encontrándose a sí mismo, sumido en sus soliloquios. Este tramo se demora durante casi tres kilómetros por los parajes de L'Arena y Sobares, a 500 metros de la costa pero como si nos separara un mundo; tan cercana siempre al Camino, pero a la vez escurridiza, casi remota. A poniente se deja ver la sierra litoral del Sueve y el pico Pienzu, su cíclope kárstico de 1.161 metros.
Dejando a un lado el desvío a la playa de Arra y los acantilados del Infiernu, franqueamos un paso a nivel sin barreras, el segundo desde que dejamos Toriellu, y desembocamos en la AS-263 momentáneamente, ya que en menos de 200 metros salimos por la izquierda y nos dirigimos al lugar de Oreyana, donde se encuentra el estadio homónimo del Ribadesella Club de Fútbol. Avanzamos pegados al lateral, saliendo después a una pista asfaltada que sube al barrio de San Antoniu encontrándose de nuevo con la AS-263. Accedemos a la capital del concejo por la carretera de la Estación y después salimos a la derecha por la calle Trasmarina (los ciclistas siguen por la carretera hasta el centro urbano), prosiguiendo por la calle Oscura, en el barrio de El Portiellu, de callejones con solera, de sillas que se convierten en macetas de vivos geranios. Después, la calle Infante y directos al centro, donde se apiñan los comercios —los más golosos no dejéis escapar la oportunidad de visitar alguna pastelería—, seguimos por José López Muñiz y la calle de Manuel Fernández Juncos, donde encaramos la iglesia de Santa María Magdalena.
Giraremos a mano izquierda por Manuel Caso de la Villa y luego de nuevo a la izquierda, dando un rodeo para atravesar el paseo marítimo Princesa Letizia (antiguo paseo del Muelle), pegados a la Oficina de Turismo. En época lejana, peregrinos y viajeros pasaban el estuario en barca, hoy cruzamos el puente del Sella, lugar de júbilo para los participantes de la Fiesta de las Piraguas. Nada más pasarlo, atentos, torcemos noventa grados a la derecha por la calle del Coronel Bravo y seguimos por el paseo de la Playa o de Agustín Argüelles Marina, con vistas al monte Corberu. Al final del largo arenal, de chalés y palacetes modernistas con vista al Cantábrico, giramos a la izquierda por la calle Ramón y Cajal y posteriormente a la derecha por carretera de San Pedro, llegando en larga recta urbanizada a una rotonda. De la entrada al camping Los Sauces parte la propia carretera que sube a San Pedro, remontando el curso del arroyo del mismo nombre hasta la población riosellana, donde damos por finalizado el calentamiento para afrontar el tramo más empinado.
Dicho y hecho, como si se tratara de un puerto hors catégorie en pleno final de etapa, cada uno sube como puede, a su ritmo, con la mirada puesta en el asfalto, implorando pasar la línea de llegada, que se aproxima con las primeras casas de Abéu. En la encrucijada giramos a mano izquierda hacia el próximo albergue de peregrinos de San Esteban, donde encontraremos justo descanso.
