Partiendo del crucero de San Marcos, tras 60 fragosos kilómetros, los peregrinos más audaces comparecen en Arbas del Puerto curtidos por el paisaje recio y solitario que media en el viejo camino que vincula León con Oviedo/Uviéu desde la Baja Edad Media. Confiados, fantasean con inclinarse ante la catedral de San Salvador disfrutando de un descenso plácido, pero las montañas leonesas siguen su curso en Asturias, rodeando la carretera de Castilla de densos bosques de hayas y acebos y veredas que suben y bajan incansables sobre piedras y raíces.
Una bajada con músculo en los aledaños del puerto de Payares sigue el cauce del Valgrande hasta Samiguel del Río, donde a día de hoy surgen dos caminos que ocupan cada vertiente del valle: el occidental discurre por Santa Marina y L.lanos, mientras que el oriental progresa por La Romía Riba y Naveo, juntándose ambos en Fresneo, encima de Fierros. Aún restará la lenta travesía hasta Erías y el descenso implacable a Campumanes para acompañar al río L.lena hasta La Pola.
Etapa 1
A punto de traspasar esa frontera imaginaria que une y separa León de Asturias, tan recia y solitaria como estas montañas que la acogen, como un arca varado en tierra firme, la colegiata de Santa María de Arbas fue el faro que iluminaba el camino en esta inmensidad. En los tiempos que corren, el agua mana de una goma en el aparcamiento del mesón Quico, hoy cerrado, aunque con solera; nació en el XVIII y vio desfilar reyes, presidentes, premios nobel y peregrinos. Por el arcén derecho de la N-630, con mayor espacio, pasamos al pie de los aposentos de los monjes, avanzando de baliza en baliza. El agua se desparrama a nuestros pies; el arroyo de los Pozos y el de Bovia corretean bajo la carretera aportando sus aguas a un río Bernesga recién alumbrado. Para circular más seguros nos separamos unos metros de la nacional, atendiendo al cambio de sentido hacia Brañillín junto a una subestación eléctrica. Seguidamente encontramos refugio en el amplio aparcamiento y pasamos detrás de la estación quitanieves de Payares, una nave para la conservación de este puerto que tantos inviernos se funde de blanco.
Avistamos una portilla, abriéndola para hollar un camino que ya asciende hacia el alto de la Gobia, donde se alza la torre de alta tensión, un “Mazinger Z” que sobresale entre las frecuentes nieblas. Un tanto desangelado, sin la compañía de monolito o referencia alguna que dé la entrada al Principado, un mojón nos anima a pasar una cancela metálica (¡recordad cerrarlas siempre!) que nos abre la puerta de Asturias. Estamos en el llamado Boquete de la Calera, una gatera que se asoma a la vaguada de Tibigracias, una vertiginosa ladera por la que bien rodaría un queso como el del popular evento inglés. El macizo de Ubiña, que atesora casi 60 picos que superan los 2.000 metros, destaca al frente. Emergen de él Peña Ubiña, los Castillines, los Fontanes… Las rodadas surgen aquí y allá en forma de finas veredas que descienden hasta la carretera. Tras sortear otra cancela cruzamos la N-630 de frente, tomando el camino donde se apuesta el cartel informativo que muestra el itinerario hasta Campumanes. Marca 21,6 kilómetros frente a los 25 que hemos contabilizado. Arriba a mano izquierda, al sur, asoma el Cuitu Negru sobre el espeso bosque de Valgrande. Franqueamos otra portilla por la abertura lateral y pasamos al pie de una fuente, alcanzando la primera encrucijada del día, señalada por una clarificadora señal de madera con dos indicaciones: “Samiguel del Río” y “Albergue Payares”.
El Camino directo a Samiguel del Río continúa su curso a mano izquierda, pero los que se dirijan al albergue de peregrinos de Payares deberán atender a la otra indicación que les conducirá hasta ese pueblo-parroquia del Concejo de L.lena en 4 kilómetros. Más adelante encontraremos otro desvío hacia Payares pero supondría cubrir más de 7,5 kilómetros hasta el albergue, por eso la preferencia de ir desde aquí. Proseguimos la ruta hacia Samiguel, bajando por un camino evidente que dibuja alguna curva pronunciada, llegando a otro bien escoltado por acebos, serbales, hayas y abedules. Avanza recto sobre el filo de las dos vertientes, sobre el cantu o quentu llamado de los Muertos. El camino vierte a un descampado en el paraje de Los Cochaos, donde debemos prestar atención puesto que la maleza suele ocultar el mojón que nos obliga a girar a mano izquierda, dando vista de frente a la escarpada peña del Castillo y al fondo a la de Las Tarrientas con su cumbre almenada. El descenso concurre en una pista, antes camino, que fue ensanchada durante las obras de la autopista. Está balizada como PR AS-93 y también permite ir a Payares (a 5,3 km), como indica el mojón.
Reanudamos el paso de frente hacia Samiguel del Río. Una fuente fechada en 1966 brota a nuestra vera; un trago aviva entonces la marcha hacia un grupo de majadas que conforman Polación. Un par aislado son la Casona y Panizaliega, tras la cual el camino gira bruscamente a la derecha, bajando al encuentro del río Valgrande, que suena cada vez más cerca. No todo es cuesta abajo, en el bosque superamos también un breve repecho, viendo el pueblo de Payares sobre la ladera profanada por la N-630. En el descenso casi hay que frenarse, de empinado que está, y más abajo, codo con codo con el Valgrande, rebasamos un tramo llano hasta Samiguel del Río, al que entramos nada más cruzar el río de Fayedo.
El pueblo no tiene bar ni tienda pero junto a la iglesia, donde crece el omnipresente tejo, hay una fuente y una placa de agradecimiento al sacerdote D. Benjamín Fernández. Saldremos de Samiguel siguiendo el curso del río en dirección a la carretera, llegando al rato a otra bifurcación. Los caminos se vuelven a dividir y es necesario elegir cuál tomar:
1. A mano izquierda las flechas amarillas apuntan hacia Santa Marina, para continuar por L.lanos y Fierros a Fresneo. El trayecto es de 8 kilómetros y es el que han tomado la mayoría de los peregrinos hasta la fecha.
2. De frente, señalizado por el mojón oficial, el camino sigue por Vil.lar, La Romía Riba, Naveo y Fierros, juntándose ambos en Fresneo. Éste último suma más distancia: 9,7 kilómetros. Ya ha sido desbrozado y es posible recorrerlo aunque precisa de mayor señalización.
Guiándonos por el mojón continuaremos de frente, llegando en poco más de medio kilómetro hasta el cercano Vil.lar de Payares, donde es posible acceder para visitar su capilla de San Tirso y San Isidro o pasar de largo por la carretera. Más arriba de Vil.lar desapareció el camino que discurría por debajo de esta carretera poco transitada y que llegaba hasta La Romía; el itinerario vigente continúa el ascenso sobre el asfalto hasta enlazar un kilómetro más arriba con la N-630, que no podemos evitar unos metros. A mano izquierda queda el Mirador del Río, llamado también de Floracebos, bajo la peña Las Cuevas, con una fuente y unas vistas soberbias del otro lado del valle, donde faldean Santa Marina y L.lanos. Proseguimos un corto tramo por la nacional, abandonándola por el arcén derecho junto a la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, del siglo XV. ¡No continuar por la carretera, esta nunca es una opción!
Donde correspondería al ábside, un azulejo abre el camino con su añejo empedrado. Coincide con el trazado de un sendero de Pequeño Recorrido y lo seguiremos durante 600 metros. En el punto donde una majada se sitúa bajo nosotros salimos de él por la izquierda (señalizado por un mojón), avanzando ahora por una senda que se interna en el bosque y alcanza La Romía Riba, que ya pertenece a la parroquia de Cabezón.
Pasamos junto a la fuente de agua fresca, donde no es difícil ver a remojo alguna botella de sidra, y atendiendo a la dirección marcada por el azulejo abandonamos el lugar por la parte más baja para descender hasta el arroyo de las Dorgas, un paraje de ensueño, de musgo, agua y viejos molinos. Remontamos en un periquete los metros perdidos, encontrando respiro en el rellano de la Paradiechina, ya a escasa distancia de la iglesia de San Pedro de Cabezón, de estilo barroco y titular de la parroquia. Una pista pavimentada nos acerca en poco más de cinco minutos hasta Naveo.
Nada más cruzar el arroyo dejamos este lugar de inmediato, bregándonos con un fortísimo ascenso de más del 16 % de pendiente media que trepa por la ladera del pico de Torones. Parece no tener fin, sube y sube y nuestro destino es la carretera, cada vez más alejada, minúscula en el fondo del valle. Así que la pendiente se vuelve después peor, pero ahora cuesta abajo y sin frenos, como la expresión. Sorteamos raíces, piedras y algún escalón, llegando a una bifurcación en T. ¡Atentos! Carece de señalización y debemos seguir por la izquierda, encontrándonos poco después un azulejo sobre la roca que nos indica que salgamos del camino marcado por la derecha, retomando el descenso salvaje hasta otra bifurcación en T, donde también seguiremos por la izquierda, saltando una portilla encajada sobre el camino. Veremos la luz más adelante, acercándonos a la parte alta de Fierros para bajar a la N-630. Al cierre de la edición no quedaba en pie ningún servicio, ni bares ni tiendas, tan solo una fuente de 1829. A resguardo del tráfico, nos aproximamos por el paseo peatonal hasta la capilla de San Bartolomé, donde hubo un hospital para peregrinos ya documentado en el año 1583.
Al pie de la ermita parte una senda con un tramo poderosamente pindio que se interna en el bosque alzándose sobre las vías, no pudiendo ser de otra manera en esta localidad de ADN ferroviario. Tras una curva cruza un puente de madera y traza otra para acercarse a Fresnedo por una fuerte rampa pavimentada con dos aliviaderos. Fresnedo, al igual que Puente de los Fierros, se engloba dentro de la parroquia lenense de Las Puentes y es en esta aldea donde confl uye por la izquierda el otro camino que viene desde Santa Marina y Llanos de Somerón. Los dos itinerarios siguen juntos la jornada, afrontando un tramo largo y ondulado que se adapta a la sinuosa ladera mediante constantes subidas y bajadas. La panorámica sobre la ladera que hemos afrontado anteriormente es fabulosa, tanto que algún peregrino se ha dejado llevar por el entusiasmo y ha pintado sobre la roca la palabra “¡Impresionante!”. Tras 3,5 kilómetros desde Puente de los Fierros, pasada una casona en ruinas con corredor y una cuadra, llegamos a la ermita de San Miguel, con un interior muy desaliñado que bien necesita una limpieza y alguna restauración. Desde la campa damos vista a varios pueblos asentados sobre la falda opuesta, como Casorvida y Congostinas, ambos bajo la peña Furada.
El espacio habitado y la larga travesía hacen suponer que estamos en las inmediaciones de Erías pero aún queda un trecho para llegar al lugar que constituye parroquia. A escasa distancia de la capilla, bajo el camino, se encuentra la fuente de San Miguel, restaurada en 2008. Sortearemos un curso de agua un poco más adelante y recorremos más de un kilómetro hasta llegar al campo santo, antesala de Herías, que pronto se deja ver lozana, ocupando abiertamente los prados.
Desde el centro de la población podemos ascender por una carretera muy empinada hasta Bendueños, donde hay un acogedor albergue de peregrinos que habilitó la parroquia. No abre durante todo el año así que conviene llamar con cierta antelación. Atravesamos de un lado a otro la población para salir por Las Cuestas y coger un camino que inicialmente baja con prisa entre un bosque de castaños, alternando tramos pedregosos con otros de tierra compacta. El desnivel se suaviza pero al salir a otro camino que seguimos por la derecha vuelve a descender con brusquedad hasta la entrada de Campumanes. Sin hacer caso a la sucesión de flechas amarillas que dirigen a la derecha hacia los diferentes negocios, el itinerario oficial atraviesa la localidad de frente, conectando las calles la Ferrería, la Vega y el Portalón, donde cruza la LN-8.
En este punto surgen otras dos alternativas:
1. La oficial continúa de frente por Felipe Canseco para cruzar el río Huerna y tomar la AS-242, que conduce sin pérdida hasta La Pola. Son 6,4 kilómetros hasta el albergue de La Pola y tiene el hándicap de que discurre íntegramente por la carretera, que no tiene arcén y no está exenta de peligro.
2. La alternativa más segura gira a la derecha y sale a la N-630, que cruza de frente para salvar el río Valgrande o Pajares por un puente. A la salida de éste da un giro de 180º para bajar al paseo fluvial, que pasa por la iglesia de Santa Cristina y sigue hasta La Pola. Hasta el albergue son 7,3 kilómetros.
Siguiendo el trazado oficial, seguimos de frente por Felipe Canseco, junto a la capilla del Santo Cristo, de principios del XVIII, y el palacio de Revillagigedo, cruzando el río Huerna por el puente de la AS- 242, paralelo al medieval que luce en la parte derecha. Unos metros más abajo, tras juntarse con el Pajares forma el río Lena, abriendo un valle por donde discurren apretujadas la vieja carretera de Castilla, por la que transitamos, la A-66 y las vías del ferrocarril. Pasando en breve junto a la fuente del Reondu, de 1829, y un hotel, nos encaminamos hasta La Vega'l Rei, de la parroquia lenense de Castiel.lo. Desde este lugar se puede cruzar el río Lena y visitar la iglesia prerrománica de Santa Cristina de Lena.
En torno a kilómetro y medio llegamos al centro de La Vega'l Ciigu, que según apuntaba Juan Uría, “es un lugar inmediato a Memorana, por donde pasaba la vía romana que iba a Lugo de Llanera y que, en líneas generales, coincidiría en buena parte con el itinerario que vamos siguiendo”. Sin quererlo nos aproximamos a la entrada de La Pola, donde saluda la escultura que representa a Los Zamarrones. Recto como un tiro el trazado entra por la calle de Robledo, luego Vital Aza. Los peregrinos nos dirigimos al albergue girando a la izquierda por Grande Covián hasta la plaza de Santa Teresa, donde torcemos a la derecha por la calle Ramón y Cajal hasta el albergue de peregrinos, situado en el Hotel de Asociaciones.