Asturias pronto llega a su fin. En apenas cuatro horas quedarán solventados 153 kilómetros desde la partida en Oviedo/Uviéu, una distancia irrisoria para un viaje fugaz en coche pero notable para recorrerla a pie, sintiendo cada guijarro, percibiendo cada aroma, sufriendo cada ascensión, celebrando cada cima... absorbiendo la energía del Camino. El Concejo de Grandas de Salime se dilata hasta Pedras Apañadas, sierra en la linde con Galicia, en un ascenso continuo y tendido que atraviesa un puñado de poblaciones grandalesas. Así, Penafonte y su fontanal de agua glacial y Bustelo del Camín dan el último adiós antes de internarse en la provincia de Lugo, donde media un altiplano ralo de tojos y brezales hasta A Fonsagrada, donde nunca bajaron los lobos.
Etapa 7
Muchos siglos antes de la construcción del pórtico que rodea la iglesia parroquial de San Salvador, los peregrinos esperaban bajo la luz vacilante del alba la llegada de más camaradas para iniciar juntos una nueva jornada, conscientes de los peligros que asaltaban en cada recodo del Camino. Probablemente también hoy, muy gustosos algunos de partir en la penumbra, coincidan junto al atrio de la excolegiata para dar en compañía los primeros pasos. Habrá que enfocar al balcón situado a la entrada de la calle El Carmen para atisbar el azulejo que nos ponga en camino. Encarrilamos la calleja al pie de la capilla de la Inmaculada, oratorio propiedad de Casa Román o de los Sánchez que luce blasón en la fachada. Cruzando la AS-28 continuamos de frente, visitando la capilla del Carmen, que a su vez perteneció al solar de los Álvarez de Linera. Una línea de árboles frutales nos lleva a cruzar la margen de un prado para avanzar entre arbolado junto al talud de la AS-28, alcanzando en medio kilómetro las primeras casas de A Farrapa, en cuya carballeira se celebra la jira campestre de las fiestas veraniegas de El Salvador.
Circulando ya por asfalto sobrepasamos el desvío a Escanlares y Robledo y alcanzamos las Industrias Lácteas Monteverde, que elaboran el queso de Ozcos. En este punto nos dirigimos al arcén derecho para trazar una amplia curva de la carretera antigua, regresando seguidamente a la principal. A unos metros del cartel de fin de población abandonamos la AS-28 por la derecha, atravesando el paraje despejado de Os Chaos. Confluimos así en Cereixeira, llegando por una vía secundaria al lado del bar-tienda Casa Federico, fundado en enero de 1953.
Desembocamos de nuevo en la AS-28 a la altura del bar-restaurante La Parrilla. Aprovechando el abundante arcén derecho dejamos de nuevo la compañía de la carretera junto al desvío a Vilarello, donde aflora un camino que nos llevará a cruzar otra llanada hasta la capilla de la Esperanza, en los aledaños de Malneira, de estilo popular fechada en los siglos XVII y XVIII. A un cuarto de hora escaso se encuentra el albergue juvenil de Castro, al que llegaremos tras solventar un robledal y un tramo de pista.
El topónimo de la población nos indica la presencia de un asentamiento castreño, en concreto el del Chao Samartín, un poblado fortificado levantado en el año 800 a.C. Tras la capilla de San Martín y Santa Bárbara y el hotel cruzamos la carretera que se dirige a Llandepereira y Trabada, entrando en una senda que nace de frente y que gana metros a cobijo del robledal. Varios claros nos permiten ver las casas de Padraira al pie de la AS-28, llegando con prontitud a la capilla de San Lázaro, cuya primera referencia data de 1581. Esta ermita formaba parte de la malatería de Padraira, hospital para el cuidado de los leprosos. Apenas un kilómetro más adelante salimos de nuevo a la carretera pero la evitamos por un camino pegado al arcén izquierdo que lleva a Xestoselo.
Tomamos de nuevo la carretera principal, ganando cien metros de desnivel en el trayecto a Penafonte. Dejamos la compañía de la AS-28 por penúltima vez, subiendo a visitar la iglesia de Santa María Magdalena, que dispone de un pórtico excelente para hacer un descanso. Los dos caños de la fuente-lavadero de 1932 son también la excusa perfecta para aliviar la sed y rellenar la cantimplora de cara al ascenso final.
Reanudamos la marcha, superando las últimas casas y dando la cara a un camino que progresa por la falda del monte do Zarro, con una digna pendiente positiva del 11 % que mengua más tarde bajo la línea de eólicos para salir a la carretera. ¡Atención! No continuamos por ésta, sino que la cruzamos en dirección a Bustelo del Camín, encontrando enseguida una portilla que como si de un lazo se tratara abrirá el último obsequio de Asturias en el Camino Primitivo. Disfrútenlo.
El camino tropieza con la vertiente oriental del monte da Curiscada, que tras 700 metros nos lleva a franquear otra portilla junto a los aerogeneradores hasta alcanzar la cota de los 1.110 metros. A nuestra izquierda, al mediodía, despunta Pedras Apañadas, cima coronada por un vértice geodésico. Juan Uría Ríu, en el segundo tomo de Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, señala: “En el límite de Asturias y no lejos del hospital de Cuiña hay una sierra denominada de Piedras Apañadas, tal vez porque, como en la Cruz de Ferro, había en otro tiempo algún montón de piedras depositadas en aquel límite por los caminantes”. Donde sí las colocaron fue en el límite entre Asturias y Galicia, donde una línea de guijarros, que hace de límite, acompaña a un mojón que sostiene una plancha de pizarra donde puede leerse “Camino de Santiago. Encuentro Asturias-Galicia. Julio 2006”.
Desde unos metros antes ya se divisa A Fonsagrada, que ostenta la mayor altitud entre todas las capitales de concello gallegas. A propósito de su emplazamiento hay un dicho que reza: “a A Fonsagrada nunca baixan os lobos porque teñen que subir”. Si algo distingue en la distancia a esta villa lucense, es su depósito de agua, que semeja un platillo volante planeando sobre el skyline del resto de edificios. Su aparente cercanía no es tal, median más de tres horas para alcanzar su centro urbano.
En menos de diez minutos el Camino se aborta en la carretera de Negueira de Muñiz, a varias zancadas de la venta do Acevo, solitaria al borde de la LU-701. Un hito de piedra con el escudo de Galicia nos da la bienvenida y, ¡ojo!, la señalización del Camino difiere a la del Principado y no sólo en diseño. Mientras que en Asturias era la parte cerrada de la vieira la que indicaba la dirección a seguir, en Galicia es al revés ; ahora deberemos atender a la parte abierta, con su “abanico extendido”. Un itinerario tan universal como el Camino de Santiago debería haberse balizado de la misma manera en todas las regiones y países.
Con algo de suerte encontraremos el bar abierto, aunque su horario es indeterminado, por eso siempre hay que llevar algún alimento encima. Por la parte de atrás de la venta asciende un camino hasta el Chao de Folais, rellano que conduce paralelamente a la carretera hasta Cabreira, que al igual que O Acevo pertenece a la parroquia fonsagradina de Monteseiro. La ruta en Galicia parece trazada con un molde, con sus anchos caminos apisonados y revestidos de zahorra, sus protecciones de madera al borde del talud… demasiado artificio que desvirtúa el Camino en aras de la comodidad y la seguridad.
Dejamos el diminuto poblado por otro camino de las mismas características que, de nuevo pegado a la carretera, cruza 700 metros más adelante la LU-P-1908 y prosigue de frente hasta salir a una pista asfaltada, al borde de la cual se sitúa la fuente que da nombre al inmediato núcleo de Fonfría, con iglesia dedicada a Santa María Magdalena. Aquí encontraban los peregrinos una alberguería de la Orden de San Juan de Jerusalén. En el interior del templo podemos ver una cruz de Malta, el símbolo de esa orden católica.
A la salida aún progresamos un corto trecho al borde de la carretera pero al fin nos deshacemos de ella. Un camino en el límite de un prado nos adentra en el monte de Penoucos, un trayecto de unos veinte minutos que nos acerca a Barbeitos. Dos peregrinos en acero corten, en bici y a pie, reciben en el mesón Catro Ventos, al pie de la LU-701.
Reanudamos la jornada por un camino trazado a la derecha de la carretera que recorre las estribaciones de la sierra de Follabal. Pinos y brezales junto a retamas y tojos, conocidas en Galicia como xestas y toxos, conforman la vegetación en estas áreas de montaña, especies aguerridas expuestas siempre a condiciones meteorológicas de fuertes contrastes. La senda desciende para confluir en Silvela, donde cruzamos otra vez la carretera.
Junto a un silo y varias viviendas tomamos un camino que nos planta en la coqueta ermita de Santa Bárbara, paraje propicio para disfrutar de la última pausa del día. El itinerario nos acerca más tarde a la carretera, dibujando como si fuera un compás la trayectoria de ésta y terminando en Paradanova con su humilde capilla de Santa Cruz.
Cruce de caminos, antiguamente de aquí se viraba al norte a A Proba de Burón, donde hubo hasta tres hospitales de peregrinos. A Proba fue capital del Concello de Burón hasta 1835, fecha en que pasó a A Fonsagrada. Hasta hace unos años el trazado ofi cial trepaba desde el mismo núcleo de Paradanova por el camín da Granxa. Aún permanece el mojón a la entrada del camino, bajo el cartel que señaliza “Fornos de Cal” y “Aula verde”, que conectaba con la avenida de Asturias hasta la fuente que dio nombre a la localidad, emplazada bajo la iglesia.
Ahora la inmensa mayoría de los peregrinos, siguiendo la nueva señalización, cruza la carretera a la salida de Paradanova y coge un camino que parte del arcén derecho y se eleva por el monte do Marmoiral, pasando una serrería y siguiendo a la derecha en la siguiente bifurcación. Entramos en A Fonsagrada por el septentrión, por la calle Camiño Xestoso y su prolongación, la rúa Burón. Pasada la pensión Casa Manolo llegamos al cruceiro y justo después a la avenida Galicia, frente a la iglesia de Santa María. Al cierre de esta edición había dos albergues privados en A Fonsagrada más el de la Xunta, que se encuentra dos kilómetros más adelante en la parroquia de Padrón, al borde del trazado ofi cial y de la LU-530. Además estaba en fase de construcción otro albergue público en el centro de la villa.