Diccionario General de la Lengua Asturiana (DGLA)

(*) Puede utilizar en sus búsquedas las grafías l.l y h.

3. Estructura de la obra

El Diccionario General de la Lengua Asturiana se presenta como una sucesión de artículos o palabras por orden alfabético, acompañadas de informaciones acerca de sus variantes de expresión, contenido, uso gramatical y, muy parcialmente, literario. La expresión no definida en el lugar que alfabéticamente le correspondería se remite a aquélla bajo cuyo lema se incluye. Cada artículo del Diccionario General de la Lengua Asturiana consta de los siguientes apartados:

§ 1. Entrada o lema

Aparece sistemáticamente en negrita. Suele responder a una expresión lingüística normativa o que podría ser normativa. Los lugares donde se ha consignado tal significante deberán deducirse de la consulta de las abreviaturas que acompañan a los datos relativos al significado (cf. § 3), excluidas las variantes de expresión que constan entre < > (cf. § 2) si no va precedida de y la sigla correspondiente. Si no se constata en nuestras fichas la expresión de entrada pero es razonable suponer su existencia, va acompañada la forma reconstruida de un asterisco (*) pospuesto; esto es tanto más aconsejable cuanto que, habitualmente, las monografías suelen ofrecer sólo las expresiones que consideran autóctonas del lugar al que se refieren desentendiéndose de otros aspectos debidos a fenómenos sociolingüísticos; de este modo, y es sólo un ejemplo, el verbo aputrillar* no se constata, aunque sí aputrillar [Tb], si bien, como es sabido, muchos hablantes teberganos pronuncian ya con el innovador [l] y no con la realización tradicional. En contadas ocasiones hemos diferenciado palabras homófonas por medio de numeración en el lema pues así, sin prejuzgar todos los casos posibles, ya adelantamos trabajo sabiendo que estos materiales sirven de base fundamental para el estudio etimológico futuro. A la expresión de la entrada si es nombre le acompaña artículo, lo que suele implicar variación de género, pero hemos renunciado a suponer tal variación en el nombre si no se nos dice explícitamente; la variación de género se manifiesta también en los adjetivos (de dos o tres terminaciones) y en los participios. De ese modo, unida la expresión a la definición, en éste como en los demás casos, puede deducirse la categoría gramatical a la que pertenece la palabra de entrada, cosa que no tiene que coincidir necesariamente con la interpretación hecha por los responsables de algunas monografías. En bastantes ocasiones, por ejemplo, cuando se trataba de oficios o motes, hemos tenido que optar por una entre las posibilidades por las que podríamos inclinarnos, así unas veces por un sustantivo, otras por un adjetivo. Como las monografías no siempre incluyen la totalidad de datos gramaticales de que nos gustaría disponer decidimos, cuando se trataba de indicar el artículo que correspondía, generalizar aquél del que había alguna constancia aunque ésta fuera, evidentemente, parcial; cuando los datos eran contrapuestos lo apuntamos bien entre llaves, {el / la}, o entre ángulos, < >, acompañando al término correspondiente. Si el / la acompañan a un nombre de única expresión ha de entenderse que es posible su combinación con los dos artículos al menos diatópicamente. Si ambos artículos el / la acompañan a un nombre con variación de masculino / femenino ha de entenderse, obviamente, que el primero se combina con el y el segundo con la. Las anotaciones entre { } indican una posibilidad bien fundamentada, a no ser que se incluya la interrogación {¿} que supone la duda. En los adjetivos de dos o tres terminaciones se dio entrada a la expresión que se ajusta al modelo estándar para no añadir datos innecesarios y farragosos que no precisan otra aclaración que no sea la que automáticamente se deduce de una simple ojeada a los datos dialectales que se incluyen en esta presentación. Hemos preferido generalizar como adjetivos de dos terminaciones los acabados en -án / -ana, -or / -ora, -ón / -ona, etc. aunque cuando tenemos datos de su triple distinción se incluyen en § 2 entre < >. Los adjetivos de una sola terminación deben detectarse por su expresión aislada y por la definición que se hace conforme a la categoría gramatical a la que pertenecen. En bastantes casos, prudentemente, hemos preferido no categorizar y hacer seguir el término de {¿}. El laconismo de las monografías en cuanto a categorización, ausencia de datos sobre la variación de género e incluso las deficiencias de la definición, nos obligaron, en ocasiones, a desechar datos; en otras, cuando era obviamente razonable, a suplirlos aunque a veces lo hemos advertido poniéndolos entre {} o posponiéndoles un asterisco*. Finalmente he de señalar que en las entradas se mantiene como norma la generalización de las minúsculas incluso cuando parece que el apelativo tiene origen en un topónimo o nombre propio pues, de ese modo, no se prejuzga la interpretación etimológica que, en ocasiones, no resulta tan evidente como pudiera suponerse.

§ 2. Variantes de expresión

Entre < > se constatan toda una amplia serie de variantes de la expresión de la entrada o lema con la sigla entre corchetes que indica el lugar de uso o autor que la consigna. El hecho de que una determinada expresión (o contenido) se documente en un lugar u obra concreta, según indica la sigla, no permite deducir que su uso esté así limitado pues el silencio de las fuentes no abona jamás que los datos que nos procuran sean exhaustivos. En general debe darse por sobreentendido aquello que resulta sistemático en los modelos paradigmáticos de las diferentes zonas dialectales del dominio. Quiere ello decir que si, a modo de ejemplo, incluimos adjetivos en -eru, -era, -ero ha de considerarse, sin necesidad de puntualizarlo siempre, que su correspondencia en zonas de metafonía es -iru / -era / -ero; en zonas orientales, carentes de adjetivos de tres terminaciones, -eru/ -era; en el occidente -eiru / -era o -eiru / -iera (o -eiru / -eira) según las diferentes demarcaciones dialectales. En muchos casos cuando anotamos sólo la expresión masculina ha de sobreentenderse que el paradigma ha de adecuarse al de la zona dialectal correspondiente, constátelo o no la fuente consultada, pero cuando la expresión que se ofrece es sólo la femenina o la neutra se debe a que en nuestras fichas es ése el único dato de que disponemos y resulta más aventurado dar otros supuestos que avalen el uso lingüístico. Esa observación ha de tenerse en cuenta para comprender los posibles dislates que se puedan observar entre el género de la expresión anotada y la definición que sigue las necesidades globales de cada palabra. En lo que a las expresiones con metafonía se refiere advertimos, gracias a la + que precede al término inflexionado, que ha de suponerse (caso de que no se anote explícitamente) que no se produce el cierre de la tónica cuando la palabra no acabe en -u; en cambio no hemos seguido esa conducta en los casos en que una expresión pueda manifestar restos de una antigua inflexión por -u si hoy no es conocida la metafonía como fenómeno vivo en el habla donde se constata el término, dejando para el estudio etimológico la correspondiente observación. Tampoco marcamos mediante +, en ninguna zona del dominio lingüístico, los efectos de la metafonía por -i. Si en un determinado lugar además de la variante reseñada también se constata la expresión del lema entonces se indica haciendo preceder a la sigla la conjunción y. Cuando preceden dos rayas // se da a entender que lo que sigue es una expresión gallego-asturiana o con algún fenómeno que implique coincidencia o influjo gallego-portugués. Tres rayas /// anuncian que se trata de un posible castellanismo (aunque habrá de analizarse con cuidado) o de expresión con similitud o con alguna influencia castellana. Cuatro rayas //// preceden a significantes de los que se quiere dejar la constancia explícita de que fueron recogidos en plural aunque luego adaptemos la definición a lo que razonablemente pide la redacción del artículo; también pueden preceder a singulares si la entrada o lema se constata en plural. Cinco rayas ///// sólo se anteponen cuando se precisa llamar la atención sobre algún fenómeno que, aparentemente al menos, plantea alguna conducta contraria a las expresiones consideradas normales. Es innecesario advertir que, por más esfuerzos que hayamos hecho, siempre se hurtan datos, bien porque nos hayan pasado inadvertidos, bien porque conscientemente los hayamos eliminado por considerarlos irrelevantes, falsos o impropios. Pese a todo, con los materiales aquí reunidos, creemos que se ofrecen amplísimos elementos de juicio para poder proceder con seriedad al estudio etimológico del léxico asturiano aunque convenga proseguir incrementando las informaciones que ahora se ofrecen. Es claro que nuestras fichas podrán acrecerse notablemente y enmendarse nuestros, sin duda, numerosos descuidos involuntarios pero es cierto que con el acervo presentado resulta posible actuar con garantías de seguridad en el estudio etimológico. El intento de reducir las variantes a una invariante, pero dejando constancia explícita de las mismas, supone un esfuerzo notable, quizá el testimonio más discreto pero fehaciente de que en todo ello subyace un trabajo de síntesis y de interpretación de datos con una óptica etimológica e histórica que ya adelanta extraordinariamente nuestro cometido posterior.

§ 3. Información semántica

A continuación de los datos de expresión, señalados entre < >, siguen los que afectan al contenido o significado. Queremos advertir que nosotros, en un intento de ofrecerlos de modo aséptico, hemos preferido seguir muy de cerca, en la medida de lo que razonablemente aconseja una necesaria síntesis, informaciones próximas a las que nos ofrecen las monografías consultadas, si bien, a veces, se traiciona un tanto ese deseo porque resulta inevitable adoptar unas licencias de homogeneización para su presentación unitaria, mínimamente coherente y no demasiado extensa, repetitiva ni farragosa. Pese a todo, hemos hecho un esfuerzo por modificar lo menos posible y así hasta hemos respetado, en ocasiones, redacciones muy insatisfactorias. Este hecho nos llevó, para no perder lo que de interés pueda ofrecerse, a señalar de vez en cuando entre comillas o a indicar con un conciso (sic) lo que resulta llamativo o dudoso. La misma expresión (sic) se usa también cuando una determinada palabra asturiana entra en la definición de alguna monografía y luego no es definida. El lector sabrá ser benévolo en este punto en el que se le pide disculpar lo que, en ocasiones, nos ofrecieron personas animadas de la mejor voluntad pero con poca veteranía lexicográfica. Si se actúa de este modo es porque se considera preferible hacer un esfuerzo para transmitir el dato, aunque sea deficiente, antes que eliminarlo u ofrecer como seguro lo que sólo es una presunción personal. Con todo, en este apartado hay, necesariamente, una porción importante de interpretación individual debido a las carencias de los originales. Unas veces, como ya se ha dicho, ello afecta a la categorización o a las insuficiencias de la expresión (por ejemplo, un adjetivo de tres terminaciones del que sólo nos dan el masculino o el femenino o el neutro), otras se aumentan con la definición que acompaña que puede ser no sólo impropia (por ejemplo, un nombre que “se define” como verbo) sino exponérsenos con un lacónico adjetivo o nombre castellano (o frecuentemente pretendidamente castellano pero no conocido en ese idioma) sin aportar información alguna que limite usos o polisemias. Ello nos llevó sobradas veces, ante datos tan reducidos, a que nos hayamos visto en la necesidad de dar la equivalencia castellana con una única palabra que coincide con la asturiana que quiere definirse. Como ocurre a menudo que esa palabra castellana es polisémica y, al mismo tiempo, admite la categoría de nombre o adjetivo se podrá comprender la perplejidad en que nos encontramos y la imposibilidad de resolver los problemas; en ese sentido hemos optado a menudo por consignar como acepción lo que se nos ofrece sin obligarnos a más disquisiciones, en otras ocasiones nos hemos guiado por lo que consideramos sencillamente buen juicio o “sentimiento del idioma”. Al principio de nuestro trabajo intentábamos seguir un criterio de numeración de las posibles acepciones del término que pretendía definirse. Pronto nos dimos cuenta de que esa conducta no era la más equilibrada porque lo que podría ofrecerse como acepción diferente según los ficheros, en realidad no era sino una insuficiencia en la percepción o redacción de algunos autores. Para evitar ese tipo de dislates nos pareció conveniente, y así hicimos en la mayor parte de nuestro trabajo, no ofrecer acepciones según las exigencias de una buena técnica lexicográfica puesto que induciríamos a errores notables, sino agrupar en torno a la numeración lo que podríamos denominar “centros semánticos” con las definiciones que las monografías dialectales ofrecen o “centros clasificatorios” que reúnen de una determinada manera la información semántica (y a veces gramatical). De ese modo los participios, y es sólo un ejemplo, aparecen siempre como acepción 1 al margen de que, después, se consignen datos que podrían entenderse desde 1. También hemos empleado ese recurso para simplificar aspectos generales como las referencias a los aumentativos o diminutivos, participios, acepciones del tipo “acción y efecto de”, etc. No es el ideal, y a veces el simplismo no permite dilucidar extremos e incluso resulta uno repetitivo, pero tampoco es lo más insatisfactorio para proceder posteriormente al estudio evolutivo. Siempre que resulta factible se incluye, en cursiva, una frase, que ha de considerarse como una de las posibles realizaciones fonéticas, para favorecer la comprensión, uso y rección verbal. En la definición de los participios ha de entenderse que no es necesario repetir los datos que nos presenta el verbo y es por eso por lo que sólo se consignan, en líneas generales, o los nuevos contenidos o aquéllos que por alguna razón se considere conveniente volver a anotar, como por ejemplo cuando en una determinada zona se constate el participio pero no el uso del verbo correspondiente. Si nada nuevo a los datos verbales aportan los participios se obvia su consignación. Lo mismo hacemos con los términos derivados por medio de un sufijo vivo sea cual sea su categoría gramatical y con los adverbios en -mente o en -o. Como norma general renunciamos a dejar constancia de ellos en § 2 y § 3 porque han de deducirse del estudio gramatical del asturiano, aunque también es cierto que, en ocasiones, nos resultó de particular interés, a efectos de testimonio documental, proceder en sentido contrario. Un caso especialmente difícil afecta a los verbos que presentamos pues muchas monografías (no todas evidentemente) suelen escamotear datos importantes sobre todo en lo referente a su rección, valores y usos pronominales o reflexivos. Pero mientras que los problemas de rección se subsanan, parcialmente al menos, gracias a los ejemplos que hemos procurado, en el punto concreto de los verbos que se nos presentan en -se hemos optado por una simplificación notable, incompleta e insatisfactoria al carecer de muchas referencias plenamente fiables. Siendo conscientes de estos problemas nuestra actuación llevó a ser poco exigentes a la hora de relacionar los puntos en que se ofrecían usos con -se, sencillamente porque se enfrentaban clamorosamente a nuestra práctica de usuarios del asturiano. La inmensa mayoría de los verbos asturianos (a diferencia de lo que se observa en los castellanos) admiten su aparición sin necesidad de ninguna incrementación reflexiva en su expresión pero ello no queda patente, ni con mucho, en la gran mayoría de nuestras monografías que pueden inducir a errores involuntarios; por eso no nos parecía adecuado dar por exclusivos usos que distan mucho de serlo. En este punto advertimos de la conveniencia de un estudio futuro pormenorizado con datos esmeradamente seleccionados y muy críticos con lo que habitualmente se ofrece.

Dos rayas // señalan datos que afectan no sólo a los usos con -se sino a las frases hechas. También dos rayas preceden a la expresión de los plurales. Ha de entenderse que la expresión plena de los plurales y verbos se logra con la consignada como entrada (§ 1) o variante (§ 2) seguida de la señalada después de las dos barras //-es, -as, -os. Cuando se trata de un verbo //-se, la -r del infinitivo anotado se pierde sistemáticamente en asturiano, aunque no en gallego-asturiano y, aparentemente, la mantienen muchas monografías del sur del dominio. En lo que a las frases hechas se refiere hemos de decir que no se indica habitualmente la extensión de su uso diatópico (ni siquiera la totalidad de variantes de expresión que han de deducirse según los datos que ofrecemos en § 1, § 2) sino que únicamente estamos preocupados por señalar su vigencia en el dominio y los significados a que van asociadas. Posteriormente, precedidos por tres barras /// se da cuenta de algunos dichos o refranes así como de otros datos de la tradición oral en que aparece el término cuya expresión se constata en el lema o en alguna de sus variantes. De ese modo, gracias a los refranes, frases hechas y frases puntuales que acompañan a las “acepciones”, puede lograrse una amplia información suplementaria de diversos usos orales y escritos del asturiano. En la misma dirección van los datos que se consignan en el apartado § 4

§ 4. Documentación literaria

Precedida por una D: se incluye alguna muy sucinta documentación literaria que testifica el uso histórico de una determinada palabra. En ocasiones se hace preceder de algún dato lexicográfico de particular relevancia o interés histórico aunque no sea literario. Es de advertir que este apartado § 4 aparece muy reducido en sus posibilidades porque preferimos que los riquísimos datos de nuestra documentación medieval y los literarios modernos, que ya tenemos reunidos e informatizados, pasen a ser punto de referencia fundamental en el volumen que, como dijimos, aparecerá con el título de Diccionario Etimológico de la Llingua Asturiana (DELLA).

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Por todo lo que antecede descubrirá fácilmente el lector que esta obra es algo más que un diccionario, es también una compilación con muchos más datos de interés. Ha de saberse, sin embargo, que en este momento estamos ante una obra cuyo planteamiento ambicioso para el dominio lingüístico astur sólo podrá alcanzarse definitivamente en el futuro. Hemos de decir también que nos encontramos ante unos materiales cuya selección no se ofrece razonada (porque entonces deberíamos esperar todavía unos años más para darlos a conocer), pero ha de tenerse en cuenta que, con todos los riesgos que ello conlleva, los eliminados responden a pautas críticas, aunque desgraciadamente no siempre explicitadas para el lector. Es claro, por otro lado, que en nuestro criterio selector hemos sido muy generosos con lo que puede parecer, de antemano, castellanismo. Aquí sí es conveniente, de nuevo, pedir la benevolencia de nuestros lectores porque, aunque a veces hemos simplificado eliminando palabras que pueden considerarse en expresión y contenido castellanas, en numerosos casos no resulta fácil dar con criterios válidos para desecharlas pues pueden ser comunes al asturiano y al castellano o muestra de algún intento de adaptación a nuestro idioma. Ciertamente lo que haya de decidir la inclusión o no de un término en un diccionario de unas características como el presente no parece que deba guiarse por todo lo que hoy utilicen los hablantes asturianos. Pero tampoco parece razonable desechar de antemano todo aquello que el hablante “sienta” como forastero porque, a lo mejor, no es ajeno a alguna zona del dominio. Ante el temor de privar a los lectores y lexicógrafos de datos valorables hemos optado en muchos casos por mantener los presumibles castellanismos de las monografías a la espera de que la abundancia de informaciones permitan en el futuro aquilatar los elementos críticos y suprimir los que, efectivamente, sean castellanismos ajenos al idioma astur.