Piragua bendita

La capital parraguesa crece consagrada a la doble fuente de riqueza que ha encontrado en el uso de sus ríos para el turismo activo y en el sector sociosanitario, con el Hospital del Oriente al frente

Marcos Palicio / Arriondas (Parres)

Poco antes del mediodía, a la orilla del río que delimita Arriondas por el Este suenan dos grupos de niños, en total más de ochenta, unos de Granada y otros de Murcia, abordando la corriente del Sella en decenas de canoas amarillas. No aprieta el calor, no ha llegado el verano, ni siquiera el fin de semana. Ni falta que les hace. Es miércoles, abril, radiante primavera incipiente en este entorno urbano que se mueve y donde todo fluye hacia el río. ¿Todo? No, todo no. Arriondas, geográficamente también, va del río al hospital. En el extremo opuesto al Sella, lo que se oye son inquietantes sirenas de ambulancias y, de fondo, los sonidos más reconfortantes de la vida que ha dado a la villa la decisión de ubicar en ella el centro hospitalario comarcal del Oriente, desde hace casi trece años la «primera industria» empleadora en el balance apresurado de algún vecino. Y es así que en este punto de fusión entre las aguas del Piloña y del Sella se conectan también caprichosamente la sanidad y el turismo activo, dos fuentes de progreso de alumbramiento reciente que juntas han dado a luz a esta nueva Arriondas del comercio y la hostelería y del descanso y el ocio. En la salida del Descenso del Sella han ascendido la población y los servicios a un ritmo que, al decir de alguno de estos habitantes, no se ha acompasado al de la modernización estética de la capital parraguesa, donde el descenso al detalle se piden reformas, peatonalizaciones, algún lavado de cara y aparcamiento.

En la Asturias de la sangría demográfica, Arriondas también rompe el molde. Ha empezado el siglo con algo más de 2.600 habitantes que suman desde 2000 una ganancia acumulada de alguno menos de doscientos. De Parres y los concejos limítrofes caen pobladores a las vegas de Arriondas para que la villa encaje en el modelo de localidad crecida al olor de la oferta de trabajo y los servicios. Pero aquí todo estaba inventado, sólo había que saber verlo. La geografía trajo hasta aquí una encrucijada de caminos en la comunicación de los Picos con la costa. Y ésta la accesibilidad de la villa y con ella el hospital. Y Dionisio de la Huerta puso el punto de partida del Descenso Internacional del Sella y algún empresario la fórmula para exprimir todo el año el jugo de la gran fiesta que colapsa Arriondas sin remisión un fin de semana de principios de agosto. Aquí no hay playa, ni falta, y hay otros sitios más cerca de la alta montaña, pero en la capital de Parres el concepto novedoso del turismo activo emplea a más de doscientas personas y hasta catorce empresas alquilan canoas en Arriondas, calcula Manuel Villarroel, propietario de una de ellas y componente de la asociación que las agrupa. El simple alquiler de la embarcación fue sólo el principio, porque el negocio no tardó en cruzar hacia el trekking, alguna ruta en quad, el paseos a caballo, el barranquismo y el puenting en los Picos de Europa... «Desde hacer una cueva el día completo a cañones con un nivel superior o a la cara oeste del Urriellu», retrata el empresario, suficiente para vivir de ello más o menos a tiempo completo y extender riqueza y mover la economía de la villa. Las piraguas no son para el verano. No sólo.

«Al primero que se le ocurrió poner una canoa en el río habría que hacerle un monumento», propone Justo Manzano, «Titu», entreguín adoptado en Arriondas y presidente de la asociación cultural Amigos de Parres. Las cifras le acompañan con obstinación y donde las plazas de alojamiento no superaban el centenar hace veinte años, interviene el hostelero Fernando Fondón, «ahora se acercan al millar y hay más de cuatrocientas en casas rurales». Llenas. En la última Semana Santa y saltando por encima de la crisis, le ataja el alcalde de Parres, Manuel Millán García, «la ocupación superó el 85 por ciento». Fondón, presidente de la asociación turística del concejo, Depatur, vuelve sobre la certeza paradójica de que a Arriondas no se le ven por ningún lado las hechuras de lo que se entiende por «un sitio turístico», pero «aquí trabaja en esto más gente que en muchas localidades con tradición» y a cambio, de un tiempo a esta parte, ha tenido ideas que han elevado esta industria a la categoría de motor económico compartido con todo lo que entra y sale del hospital comarcal del oriente. Es todavía Arriondas el «pueblo rico e importante» que vio Camilo José Cela en su viaje «Del Miño al Bidasoa» en 1952, pero ahora por otros motivos. No influyen tanto ya las «casas buenas y chalés magníficos» que llamaron entonces la atención del premio «Nobel» como su vitalidad económica y comercial. Un gran hotel de 81 habitaciones abierto en 2003 se nutre con frecuencia de jubilados del Imserso, clientela fija en toda época, y las empresas de turismo activo ya aprovechan el tirón «desde marzo», asentirían los escolares granadinos y murcianos en viaje de estudios. «Antes», precisa Manuel Villarroel, «el Pirineo era rumbo preferente de estos desplazamientos de la naturaleza o aventura. Ahora aquí los colegios, los viajes de fin de curso y las despedidas de soltero son un boom para nosotros... Están cambiando los destinos turísticos» y Arriondas gana.

Si escarba en busca de explicaciones, el empresario acude a algunas buenas ideas imposibles sin la ayuda de los recursos que ha puesto aquí la naturaleza: «Lo que tenemos aquí se puede encontrar en muy pocas partes del mundo, es difícil que se unan en media hora de coche tantos atractivos. La playa, los Picos, Covadonga, ríos navegables, la pesca del salmón, la segunda sima más profunda del mundo... Hay muchos recursos y todos a tiro de piedra, pero lo principal es creer en ellos. De lo contrario, no los podrás vender». Aquí lo han entendido y por eso el Sella bulle casi siempre, nada de «guarde el público silencio y escuche nuestra palabra» como pide el fragmento del pregón del Descenso que se lee bajo el busto de Dionisio de la Huerta en la plaza de Venancio Pando.

Para retratar en toda su amplitud la otra gran fuente de riqueza que mueve Arriondas, el Alcalde prefiere el extensivo «sector sociosanitario», una expresión con la que abarca junto al hospital y sus noventa camas y sus más de trescientos trabajadores «el centro de salud de ámbito comarcal» y una residencia de ancianos que duplicará sus 32 plazas actuales con treinta más, anuncia.

El comercio en crecimiento y la ampliación que necesita el polígono de Santa Rita

De la magnitud de ese sector sanitario y del público que arrastra el turismo come el comercio. El proyecto de urbanización de una mediana superficie a la entrada de la villa se ofrece como ejemplo de dinamismo y promete setenta puestos de trabajo. El presidente de la asociación de comerciantes, Fernando Martino, acepta su previsible efecto multiplicador como beneficioso siempre que sea lo que se anuncia y no un gran centro comercial, precisa. Así sí vendría a tapar ciertas carencias del paisaje de los mercados en la villa, porque «ya hay gente de aquí que se va a comprar a Villaviciosa» y porque serviría para atraer gente y clientes al resto del comercio de Arriondas. «Una firma de referencia sí hace falta», concluye. Para José Antonio Villar, que vende pastas Campoamor desde el polígono de Santa Rita, el proyecto vale, pero también se dice urgente la necesidad de suelo para instalar empresas en algún punto próximo a la villa. Él clama por la segunda fase de Santa Rita, que fue en 1992 «el primer espacio de esta zona» y que sigue sin expandirse, mientras otros polígonos «ya han cubierto segundas y terceras fases». Aquí, el proyecto de ampliación prevé otros 40.000 metros cuadrados, pero para que culmine, tercia el Alcalde, habrá que resolver antes algunos obstáculos asociados a la adquisición del suelo y un cambio en el modelo previsto, virando hacia la expropiación. Villar insiste en que apremia «la necesidad enorme de terreno que tenemos» y señala en la villa «las empresas que se están instalando en el casco urbano debido a la escasez de suelo fuera». Millán García expone su confianza en el desarrollo del parque de Prestín, junto a la entrada de Cangas de Onís pero todavía en territorio parragués e impulsado por la iniciativa privada.

Hablando de industria, aquí donde la turística y la sociosanitaria son las que salvan los muebles, emerge también la posibilidad de hacer los muebles. Hubo un tiempo en el que «llegó a haber cuatro o cinco fábricas para trabajar la madera en Arriondas», recuerda «Titu» Manzano, pero en algún momento de su historia la villa perdió ese tren. Manolo Villarroel lamenta que «cortamos y no repoblamos», que «acabamos con la gallina de los huevos de oro» y que ahora quedarían «quince o veinte años» hasta que todo ese monte abandonado se haga maderable. Lo que sí sigue, a salvo de un cambio de nombre y de propiedad, es la fábrica de productos lácteos Arias, que llegó «a cien empleos» y sobrevive tras su venta al grupo Quesería Lafuente. Y las pastas Campoamor, que vende José Antonio Villar, y otros indicadores de movimiento para esta villa que no quiere vivir sólo a la orilla de sus ríos y alrededor de su hospital.

La alta gastronomía, el recurso turístico inesperado

José Antonio Campoviejo lleva catorce años encontrando clientela para alimentar su restaurante de gastronomía selecta en Arriondas. No era fácil, pero a pesar de los malos tragos de la crisis, la alta cocina desplazada de la gran ciudad se ha vuelto ingrediente principal en la receta de los recursos turísticos que pone Arriondas en el mapa. Al Corral del Indianu, un edificio de principios de siglo que aloja un restaurante de vanguardia desde 1996, se le encuentra sin dificultad en pleno centro de la villa, señalizado como está con la estrella Michelin que luce junto a la puerta desde el año 1999. Con su condecoración y las de Nacho Manzano -las dos estrellas que acapara su Casa Marcial, en La Salgar, a cinco kilómetros de la capital parraguesa- este municipio concentra un menú insólito para un concejo de su tamaño. Tan aparentemente lejos pero tan cerca ya de casi todo, estos chefs de aquí que quieren trabajar aquí han familiarizado al concejo con el concepto del «turismo gastronómico».

En este «enclave privilegiado» y cada vez mejor comunicado al que su público viene expresamente, Campoviejo sigue abierto, en buena medida, afirma, gracias al turismo de aquí, sí, pero también a los visitantes «de alto poder adquisitivo que genera Ribadesella». Su pequeño local selecto permanece a este lado del Sella, aunque para su tipo de establecimiento la masificación del fin de semana del Descenso sea, a veces, «egoístamente, un problema». Sarna con gusto que no pica porque él siente, como todos aquí, los réditos diferidos de la fiesta que ha ido expandiendo el nombre de la villa y llamando visitantes.

La hostelería rentabiliza la prueba deportiva y la marea que la acompaña, pero no tanto ese viernes y ese sábado tan llenos que piden «horas y horas y horas» de trabajo, apunta José Antonio Villar, como el resto del año. Esos dos días «entra dinero, sí, pero un sábado normal de agosto también tengo un gran negocio», asegura. La vitalidad de muchos de sus establecimientos no necesitaría tal vez ese atracón en esas fechas, pero la clave está en los beneficios que se perciben y hacen funcionar esto todo el año. «Hay canoas para alquilar en muchos ríos de España», ilustra Fernando Fondón, pero si aquí han florecido tantas y con tanta gente moviéndose a su alrededor es, «sin duda», porque el Descenso Internacional del Sella sale de Arriondas desde 1932.

El Mirador

Propuestas para mejorar el futuro

_ El vial de ambulancia

Las fuentes de riqueza no excluyen los problemas. El cocinero José Antonio Campoviejo, una estrella «Michelin» con El Corral del Indiano en el centro de Arriondas, ve pasar las ambulancias hacia el hospital y teme una desgracia. La villa, dice, «es toda ella una curva, con una visibilidad muy corta» y «hay días de cien ambulancias». Necesita un vial que comunique directamente con el centro hospitalario, sin atravesar el casco urbano.

_ El aparcamiento

No hay suficiente espacio, denuncian los vecinos, y eso adosado a la afluencia diaria de vecinos por la oferta de servicios de la villa genera más de un problema.

_ Los ríos

«Siempre se dijo que Arriondas vivía de cara a sus ríos», asume Manuel Millán García. De ahí la importancia, confirma, del proyecto de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico para «recuperar los cauces del Sella y del Piloña».

_ La vivienda

El Alcalde hace descansar la esperanza de la oferta de vivienda para la atracción de jóvenes pobladores en los 450 pisos del plan «Arriondas Norte», en obras y con «un noventa por ciento de vivienda protegida».

_ El túnel

En el debate sobre las comunicaciones, algunos lamentan la oportunidad perdida con la autovía del Sella, pero la idoneidad de una salida hacia la costa por debajo del Fito roza la unanimidad.

_ La estética

José Antonio Campoviejo expone la solicitud de una «renovación total del mobiliario urbano» y su tocayo Villar avanza hacia la peatonalización. «No hay nada peatonal», lamenta, «ni tiene sentido, por ejemplo, que se siga dejando entrar el tráfico al barrio de La Peruyal». «Hay aceras de Arriondas que mantienen los bordillos de hace 40 años», denuncia.

_ A Covadonga

De Arriondas salió de 1908 a 1933 un tranvía de vapor hacia Cangas de Onís y Covadonga. Como salida desestacionalizadora para el turismo, hay quien propone a largo plazo asumir el coste de la búsqueda de la forma de recuperar esa comunicación.

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