Teyas bajo la caliza

Fiel representante de un grupo de aldeas asturianas de montaña y esmerada cultura ganadera, Caleao trata de reformarse y aguantar utilizando la iniciativa de sus pobladores

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Caleao (Caso)

Caleao es una de las burbujas casinas con más personalidad. Burbuja como elemento, aislado. Definida físicamente, pues está en una pequeña cuenca de materiales pizarreños bien rodeados por una hilada de calizas que los envuelven y que con dificultad dejan escapar al río Caleao o de Los Arrudos para encontrarse con el Nalón, en Coballes, a 500 metros de altitud. Ahí, en el bajo, está la puerta de la burbuja, cuyos pisos suben hasta la azotea panorámica del pico Torres, a 2.104 metros de altura.

Entre ellos se extiende un mundo de planos verticalizados que unen los distintos pisos y forman una parroquia que si fuera, que lo fue, una unidad de producción, contendría todos los pisos territoriales que hicieron casi autosuficiente, en otros tiempos, la burbuja ganadera llamada parroquia de Caleao. Una burbuja que tiene forma de U, abierta al Nalón en Coballes, cerrada por la línea de cumbres que va entre los picos Torres y Retriñón (1.862 metros) y flanqueada por las sierras Mermeya y Cantorgán. Pero en la burbuja Caleao no está solo, otras dos aldeas lo acompañan, son Buspriz y La Felguerina, ellas eran los núcleos de la célula, los centros desde los que se gestionaba tan arriscado territorio. En ellas residía el conocimiento, recrecido durante generaciones, para poner en valor las capacidades de un territorio quebrado y que en su mayor parte se sitúa por encima de los 1.000 metros. Ese conocimiento recibe el nombre de cultura ganadera. Y es muy sofisticado. Caleao durante años albergó una afamada escuela de altos estudios prácticos sobre el asunto.

En este sentido, Caleao, aunque único, no es original. Comparte identidad con otras importantes aldeas, cualitativamente hablando, de la Montaña Central de Asturias, como Xomezana, Bermiego o, sólo a estos efectos, Felechosa. Por su desarrollo altitudinal contienen en su interior todos los pisos bioclimáticos agronómicamente significativos, que pudieron ser aprovechados siguiendo el ciclo solar. Sobre ellos y sobre los suelos de pizarras y arcillas y bajo las calizas se edificó en Asturias la más depurada cultura ganadera.

Hoy, con algo menos de 200 residentes empadronados, Caleao es una aldea que busca recomponerse. La aldea ya no irradia hacia las mayás fonderas o cimeras, mira más al exterior, pero a éste le sigue interesando Caleao por otros motivos, como complemento de autenticidad rural, como sugerencia de la belleza que se percibe tras sonoras denominaciones: desfiladero de Los Arrudos, lago Ubales… y su propio nombre, Caleao. Montaña caliza que da agua, ricos suelos y sabrosos pastos, además de un contraste de colores y formas que se asocian al concepto «montaña». Que hoy intenta valorizar la marca parque natural de Redes, que si en un principio pudo plantearse desde un concepto naturalista ahora necesariamente está evolucionando hacia la preservación de la cultura ganadera  tradicional y sus posibilidades de sostener dinámicamente activo el territorio local. Más rural que natural, el paisaje de la aldea casina aporta un importante patrimonio construido y una fuerte identidad local que da lugar a una cultura peculiar, diferenciada de la de otros valles y concejos y amenazada por la falta de nacimientos y el envejecimiento de los residentes. Porque  este paisaje boscoso, montañoso y ganadero depende de los que aquí viven, de la continuidad de una actividad productiva de interés territorial, por la calidad de sus productos y su cercanía a los mercados urbanos. Y sobre esta base es sobre la que se puede articular una diversificación que ayude al mantenimiento de la vitalidad local. Que pueda resistir al tratamiento ambientalista de postal sin actividad, en una recreación naturalista imposible que, además, agrave la consideración externa de este espacio como mero recurso para las áreas urbanas, naturaleza muerta o reservorio de agua.

En la primera década del siglo los residentes empadronados han pasado de 180 a 161 y estos números dan a entender que la situación es difícil para la supervivencia del poblamiento rural de la alta montaña asturiana. Y si los pueblos se agotan, se agota también el paisaje tal como hoy lo conocemos. Para que eso no ocurra, la población debe poder vivir aquí y desarrollar sus capacidades, las suyas y las del territorio, que van parejas, obtener recursos y transformarlos, ofrecer servicios al exterior y tener iniciativa. Caleao no está condenado. Ni mucho menos. En primer lugar, porque el destino de los pueblos no está escrito, depende de muchos factores, y uno de ellos es el conocimiento, y la organización de su gente depende de circunstancias externas y también de lo contingente, del azar. Pero hay factores de localización que van a su favor, y uno de ellos es la proximidad relativa al área metropolitana, en la que Caleao no está incluida, pero sí en la inmediatez de uno de sus dedos, por donde circulan, convergentes, muchos flujos que pueden tener como destino esta pequeña aldea astur rodeada de cuatro picos albos y que puede encuadrarse entre las aldeas con iniciativa.

Los equilibrios son difíciles y se gestan en largos períodos de tiempo. Las decisiones sobre el territorio y sobre la población que vive en él no pueden ser tomadas desde la distancia, física o mental. Y el equilibrio de la montaña asturiana requiere la presencia del hombre y de sus actividades, tradicionales e innovadoras. El ejemplo del Valledor habla claro de cuáles son los peligros de continuar incentivando el abandono humano de la montaña asturiana. Frente a la desidia, aldeas con iniciativa.

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