Hagan caso al campo
La capital casina, envejecida pero aún a salvo del declive demográfico de su concejo, pide atención y promoción para su potencial de recorrido turístico muy dependiente de la conservación de su medio rural
«Haz caso y vuelve». El panel es vertical, como casi todo en esta capital cerrada por paredes de montañas, y el lema despide al visitante escrito encima de una fotografía con tres pares de madreñas artesanales de las que en otro tiempo se fabricaban y exportaban a centenares desde este concejo. El eslogan ocupa el reverso de los carteles que dan la bienvenida a Campo de Caso. Está plantado al pie de la carretera en las dos entradas y salidas de la capital casina, junto a la señal que da por terminado el pueblo, enviando su mensaje implícito sobre los valores de este rincón montuoso del más alto Nalón que quiere vivir de enseñar toda la naturaleza que pueda conservar. El rótulo invita a volver, a apreciar este lugar cuyo caserío concentrado de ambiente agrario trepa retirándose a mirar desde lo alto el cauce del río más largo de Asturias, pero además, pensándolo bien y escuchando al vecindario, estirando el juego de palabras, por detrás del indicador podría llegar a asomar hasta una muy sutil petición de ayuda. Haz Caso. La exhortación también cobra sentido escrita así, con la «c» mayúscula, entendiendo que para construir este territorio hace falta exactamente lo que dice la primera acepción de «hacer caso» en el diccionario: «Prestar a algo la atención que merece». En la calle, en El Campu, la reclamación se concreta invitando a mirar alrededor, mostrando los montes y los bosques de los que no es posible escapar en ningún rincón de la capital y pidiendo por un lado «que hacia afuera nos publiciten, que nos promocionen», y que desde dentro «seamos capaces de apostar por lo que tenemos». Tienen, salta a la vista, paisaje de sobra para vender al turista la naturaleza agreste del parque de Redes, pero no solo. Marigel Álvarez echa a andar desde la certeza de que el turismo rural será mentira sin medio rural y, manos a la obra, concluye que aquí sostener el campo equivale a prestar atención a una cabaña ganadera de raza autóctona y volumen menguante, a alguna oportunidad para el desarrollo de la pequeña industria agroalimentaria y cada vez, lo peor es lo que no tienen, a menos brazos dispuestos a aprovecharla.
Marigel Álvarez es todavía la única productora de queso casín, por eso sabe de lo que habla cuando reclama aliento y facilidades además de buenas ideas y esfuerzo. Solo así se palpará el porvenir que de momento solo se ve, confirma, desde su quesería con hotel rural a la salida de El Campu. «Creo en el futuro», persevera. Cómo no creer, se acompaña, en medio de este paisaje de montaña salvaje, casi intacto, encerrado en su circo de montañas, con tanto que ofrecer. «No diría sólo el turismo rural, porque aquí sin la ganadería no es nada», porfía la empresaria casina resistente. «De nada sirve abrir hoteles o restaurantes si el parque no está cuidado. Y los que lo cuidan son el hombre y sus animales». Hacen falta, pues, brazos humanos y cabezas de ganado que engrasen el engranaje del turismo de naturaleza, que muevan la locomotora que promete arrastrar el futuro de este sitio si encuentra el combustible adecuado.
En este pueblo enmarcado de verde, el decorado es un recurso y hay en el escudo del concejo una leyenda que lo confirma -«El bien del cielo nos vino»-. Pero hoy, aquí y ahora, va a ser necesario algo más de lo que está a la vista. Más que paisaje para enseñar a ver que hay futuro y mucho que explotar en esta cabecera de concejo accidentado y verde, casi intacto, boscoso, rural y ganadero, pero también demográficamente envejecido, detenido al acabar 2010 en la cota de población más escasa de su historia y en proceso de deterioro demográfico con su capital a la contra, aguantando. En el contexto declinante que impone un municipio emblemático del retroceso del universo rural asturiano, El Campu se mantiene a costa del vaciado de su alrededor rural y del magnetismo que su oferta primaria de servicios ejerce para los habitantes del entorno agrario. El concejo ha perdido más de cien residentes en una década en la que la capital no ha notado la merma. Los 1.848 moradores de Caso al final de 2010 eran casi la mitad de los que el municipio contaba en los años setenta del siglo pasado; las 31 defunciones a cambio de cuatro nacimientos en 2009 configuran un balance de demografía triste que sólo se dulcifica si se aísla a El Campu, 387 habitantes en toda su parroquia, diez más que al comienzo del siglo y 316 en la unidad que configura una villa en Campo de Caso al fundir los núcleos rurales de El Barru, El Barriquín y El Arrobiu. Los que hinchan el recuento aquí también lo envejecen. Son, por ejemplo, «los paisanos que vacían Tarna y bajan a pasar el invierno», explica José Ángel Prado, un casín «retenido» en Oviedo a la fuerza por sus obligaciones laborales, nieto de artesano, de oficio profesor y tallador de madera por vocación y herencia. «El caso es que los pueblos resultan menos atractivos para vivir y la gente viene hasta la capital en busca de los servicios», le sigue Luis Manuel García, empresario confitero, componente de la familia que elabora y vende «Suspiros del Nalón» en «docenas de catorce» desde la capital casina.
Ellos saben que aquí, en el corazón del parque natural de Redes, el porvenir de El Campu y Casu se parece al de los caminos que quedan sin desbrozar. Si hay que concretar señalan los de la caza y la pesca, los de la raza de vacas casinas y su carne distinta a las demás, los de su tradición de explotación maderera o la de la petición desgañitada de que se admita por fin la navegación sin motor por el embalse de Tanes. El aprovechamiento turístico es aquí un juego de palabras encadenadas donde cada una va a dar a otra y no tiene sentido sin la anterior. Es iniciativa inservible sin ayuda, auxilio inútil sin ideas y personas que lo desarrollen. Por el Centro de Interpretación del parque natural de Redes, un edificio marrón de estilo alpino plantado hoy en lo que siempre fue el prado de la feria ganadera de El Campu, han pasado más de 14.000 personas en los diez primeros meses de este año, 15.200 en todo 2010 tras un descenso apreciable y treinta en una sola mañana de lunes. Llueve, la cifra no está mal para un día frío y gris de comienzos de diciembre, pero tiene truco, porque hoy comienza un largo puente festivo. Los números, no obstante, pueden servir para empezar a hablar, para enseñar el potencial turístico de este rincón elevado a seiscientos metros desde donde se señalizan trece rutas de montaña «que podrían ser trescientas», apunta José Ángel Prado, y que, según una versión muy extendida por el caserío agrario de El Campu, en el terreno de la venta turística podría, más bien debería, sacarse mucho más partido. No falta quien apunta hacia los millones de euros de fondos mineros para proyectos turísticos que siguen sin gastar en los valles del Nalón y del Caudal y quien pasa revista a las alternativas a la puerta del Centro de Interpretación, donde Jayo Fernández ultima trámites para constituir, «si todo va bien para Semana Santa», una empresa para guiar rutas de montaña por los montes de Laviana y Redes.
El repaso señala nada más salir de El Campu la cueva Deboyu, con la cascada del Tabayón del Mongayu, el único monumento natural del concejo, y con el vértice en el Campu las posibilidades naturales en la oferta que resume en paneles de fotografías el área expositiva del centro de recepción de Redes. «Lo de la berrea del venado es tremendo», enlaza Marigel Álvarez; la caza y la pesca «llenan bares y restaurantes, pero apenas se promocionan», está el turismo activo y rutas de todas las dificultades... No es casual que la enumeración concentre actividades «desestacionalizadoras» de temporada baja, porque aquí los cuatro hoteles y el albergue y los cuatro establecimientos de alojamiento rural «se llenan en verano», confirma la quesera casina por experiencia, el problema es que se come todo el año y «tenemos que alcanzar una sostenibilidad, componer una oferta atractiva para los que quieran venir a visitarnos». Vuelve de nuevo la promoción, la urgencia de enseñarse, la lejanía mental y «el mito de que hasta aquí hay que llegar en helicóptero», protesta José Ángel Prado, cuando «estamos a una hora de Oviedo». «En el centro de Asturias», le acompaña Álvarez. «Un día de mal tiempo podemos mandar a la gente a Oviedo, a Gijón, a la costa, a los Picos de Europa...».
El ejemplo a seguir de la vaca casina, que «sobrevive porque es fuerte»
En casa de Juan Ramón y Sergio Vega no hubo dudas cuando su padre se prejubiló. Se tiraron «de frente» a la actividad tradicional de este concejo que da nombre a una raza de vacas. Han pasado casi diez años, son ganaderos y sumando sus reses dan 120. No hay nadie con tantas en Campo de Caso, ni tantos ganaderos como hace algunos años, ni los xatos se pagan hoy a lo que valían entonces. Pasando revista al sector desde las puertas de su cuadra en las alturas de la villa, queda a la vista el caserío compacto de este pueblo envejecido que los dos se han quedado a sostener, y no se arrepienten, en contra de la corriente. Ellos son jóvenes, algo no tan común en este lugar, y a su alrededor detectan un cierto retorno lento al campo en medio de la depresión de la crisis económica. Falta le hará, conceden, a esta villa, que para progresar va a necesitar a sus vacas tanto como a los turistas y a una pequeña industria agroalimentaria. Urge, en realidad, hacer crecer y perfeccionar todos los campos, porque el ganadero sufre aquí, dicen los hermanos Vega, «como en todas partes». Poco importa que el gentilicio de este concejo preste su nombre a una raza de vacas «distintas» que dan una carne «exquisita» y que «se vende», afirma Marigel Álvarez. Tampoco aquí el sistema le lleva la ganancia al ganadero ni estimula sus ganas de seguir. «El ganado está a un precio bajísimo», lamenta, «no se paga como tal y los ganaderos pierden la gracia». «Cada vez se cierran más ganaderías y sin ganado el concejo se muere». Ganado hay todavía. En el recuento del concejo de Caso hay más cabezas ahora que al comienzo del siglo -unas 5.200 contra las 5.089 de 2001-, pero repartidas en bastantes menos explotaciones, 190 frente a 267, no muchas más de tres en El Campu. Por eso en la cuadra de los hermanos Vega reside una alternativa necesaria, imprescindible para el futuro de esta villa y este municipio donde puede servir de ejemplo el espíritu de resistencia de esas vacas casinas que «sobreviven porque son fuertes», adaptadas a los rigores de la vida en la montaña.
Sergio y Juan Ramón vienen a ser los «brotes verdes» que germinan con timidez en los caminos por desbrozar de este lugar donde hasta ahora, vuelve la única quesera casina, «los empresarios nacimos de la nada, tuvimos que crear nuestro propio puesto de trabajo». Para levantarlo, concede una versión extendida por el vecindario, van a hacer falta brazos. José Luis Pérez Lobeto ha puesto los suyos en un negocio múltiple con bar, tienda de artesanía y productos asturianos. Nunca está de más la iniciativa en esta villa donde se cerró una tienda de electrodomésticos y la sustituyó la sede de la agrupación local de Izquierda Unida, donde «no hay un taller mecánico, ni una tienda de ropa en todo el concejo», lamenta José Ángel Prado.
Así que hay espacio, lo que falta es gente con ganas de ocuparlo, él lo puede comprobar con una mirada a la artesanía, esa otra base de la economía tradicional de hace algunas décadas que tiene unos pocos residuos a este lado del siglo XXI. Prado, de 33 años, es el socio más joven de la Asociación de Amigos de la Madera y la Madreña, que tiene su museo en Veneros y «una media de edad de 75 años». «Hoy ya no hay quien las haga ni quien calce» las madreñas que en tiempos exportaba El Campu; «si sigue así, en quince años desaparece la artesanía». «Haría falta una escuela, un taller», Marigel no se rinde, «buscar objetos que no sean caros, una forma de venderlos...». Y acaso la iniciativa, la imaginación y el arrojo que no son del todo desconocidos aquí, que tuvieron en el siglo pasado un ejemplo que todavía se invoca. Nicanor Caballín, «un emprendedor que todo lo hacía con entusiasmo», un empresario múltiple que tuvo en Coballes hotel y restaurante para bodas y banquetes, transporte, tienda de embutidos y la confitería donde se inventaron los «suspiros del Nalón» antes de trasladarse a El Campu con la construcción de la presa de Tanes. Fue suya la idea, que hizo fortuna hasta hoy, de promocionar y vender suspiros por «docenas de catorce». Aquello no tuvo más secreto, era sólo un lema de venta, un ejemplo a seguir en el hallazgo de fórmulas para venderse y diferenciarse, para estrujarse las meninges y conseguir que, por fin, sí les hagan caso.
El queso se expande, la docena crece
Las vacas de Caso son de carne, pero el queso tiene denominación de origen. Los 45.000 litros de leche piloñesa que cuaja al año Marigel Álvarez en la única quesería de casín en El Campu «no son nada» para lo que dan de sí otros quesos, pero bastan para hacer de éste el emblema del recorrido que podría tener aquí la pequeña industria de transformación agroalimentaria con esfuerzo, iniciativa y ayuda. Desde su pequeña planta elaboradora con hotel rural se ve el futuro «con alegría», se anima ella, gracias al desarrollo del estatus que da la Denominación de Origen Protegida y la demanda que poco a poco va generando este queso «muy particular», que extiende su ámbito de elaboración a Sobrescobio y Piloña y tiene a punto dos elaboradores más para acompañar a Marigel en Caso y uno más en Infiesto. El producto, de receta muy antigua, es especial a veces por «caro para el comprador», porque «da entre tres y cuatro veces el trabajo de un queso normal», y por el resultado final de un proceso que demuestra que «el queso artesano no se puede comparar al de fábrica».
No es sólo el casín, también están los otros productos distintos, diferenciadores, que puede ofrecer este sitio elevado con aires ideales, dicen aquí, para curar embutidos característicos, autóctonos, incluida esa morcilla peculiar hecha con calabaza, sigue ella, o incluso los inventos alimenticios relativamente recientes. Está la repostería autóctona, levanta la mano Higinio Martín desde la confitería que su familia regenta desde 1984 en el medio de Campo de Caso, ahora con seis puestos de trabajo. Hay «suspiros del Nalón» por «docenas de catorce», pero ahora ya también cajas de veinte y veintiocho y a granel, al peso, además de pastas de té con forma de madreña y... En el establecimiento es más grande el obrador que el espacio para atender al público, señal inequívoca de que aquí ya se produce más para vender fuera que para el consumo interno.
El Mirador
_ Las carreteras
Básicas para el acercamiento del turista desde Santander y León, en Campo de Caso dicen por experiencia que urgen las mejoras de la carretera AS-254, la que va desde aquí a Infiesto y la prolongación del Corredor del Nalón hasta el puerto de Tarna. La primera atraviesa la collá de Arniciu «con unos agujeros tremendos», protesta Marigel Álvarez, y tiene recién aprobada la consignación de 42 millones de euros; la segunda está terminada por León y tiene proyecto desde hace diez años en la vertiente asturiana, pero aún no ha comenzado la reforma.
_ El embalse
El aprovechamiento turístico del agua de Tanes para la navegación sin motor y el baño es una larguísima reivindicación del sector en el alto Nalón. Ambas actividades están de momento prohibidas por la utilización del agua para el consumo humano, pero la posibilidad de sacar partido del embalse con usos lúdicos y deportivos daría un importante valor añadido a la oferta de esta zona necesitada de atractivos diferenciadores, opinan aquí, esperanzados en el asentimiento que tras la negativa reiterada del anterior Gobierno del Principado ha dado el nuevo.
_ El polígono
El de Solavega ha avanzado con el final de los trámites de expropiación de catorce de las parcelas que configurarán la futura área industrial, pero tiene las otras doce pendientes de que se desbloqueen las partidas necesarias de fondos mineros. La tramitación del polígono comenzó ya hace diez años y será el segundo en el territorio protegido del parque natural de Redes tras el de Comillera, en Sobrescobio.
_ El transporte
En la cadena de perjuicios que arrastra el despoblamiento de las zonas rurales aquí se lamenta la merma de líneas de transporte público para comunicar la capital casina con el resto del valle del Nalón. «No vendría mal una línea más al día», señala Marigel Álvarez.
_ Un mercado
En Campo de Caso, corazón ganadero del alto Nalón, «siempre hubo mercado de ganados», afirma Álvarez, pero hace tiempo que ya no. A la única quesera casina no le estorbaría que se recuperase «una feria al mes, de lo que fuese», como estrategia para estimular y dar salida a los productos que se elaboran en los alrededores de esta capital de concejo agrario. La demanda puede venir asociada al aliento que, al decir de algún vecino, puede necesitar la costumbre artesana de este municipio donde tampoco se descartaría «una escuela de oficios» o un taller para espolear una actividad tradicional aquí desde que Caso exportaba madreñas.
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