El aprecio del mercado
Cangas de Onís crece a ritmo sostenido compaginando la fortaleza de su comercio con el vigor del sector turístico que lo alimenta
Hay un señor que pregunta en valenciano si aquel edificio es el Ayuntamiento y varios paseantes desorientados que se enredan con un grupo de adolescentes malagueñas en viaje de estudios. Es un jueves de marzo en la avenida Covadonga, «temporada baja» en Cangas de Onís. En este zoco inquieto que siempre pilla de paso hacia Covadonga y los Lagos, otros restos desperdigados de cuadrillas de visitantes estudian un escaparate, uno de tantos, donde se venden camisetas, madreñas, hórreos y gaitas -rellenas, para inflar o decoradas, de tamaños y precios distintos-, sidra, fabada y vacas de plástico, reyes Pelayos, atrapavinos, guardafotos, amuletos y unas baldosas a 2,95 la pieza decoradas con desternillantes pareados del tipo «Si quieres tener dinero, quédate siempre soltero». Esta escena del turista riendo la gracia en la tienda de souvenirs se basta sola para identificar el combustible que engrasa la maquinaria económica en la primera capital del reino de Asturias, ciudad con título desde 1907. Su gasolina son las visitas que alimentan los negocios en esta localidad de 3.900 habitantes, seiscientos más que al comienzo del siglo gracias a una pujanza turística y comercial bien protegida, de momento, contra los empellones de la crisis.
«Cangas tiene vida propia», resumirá luego algún vecino. Y lo han decidido a medias entre la historia y la geografía. La vecindad de Covadonga da vida y santifica todo el año, los Lagos combinan bien con el verano y la mezcla de sus dos influjos decide la actividad en el paisaje urbano de Cangas. La ciudad ha ganado en este siglo más habitantes que la suma de su concejo en parte porque atrae a los de su entorno rural, pero también a los de al lado -Onís, Amieva, Ponga...- y con ellos se configura como una versión genuina, muy asturiana, de otras ciudades de vacaciones. Sin playas ni rascacielos ni demasiada segunda residencia, pero con «puente romano» de factura medieval y bullicioso mercado dominical. Y un imán para la población de sus inmediaciones que combina las posibilidades del turismo y el comercio con los servicios básicos que bajan a buscar a la ciudad los habitantes de los municipios limítrofes. Cangas come bien del turismo y del comercio, sí, porque el primero gana clientes para el segundo y viceversa, en régimen de mutualismo, pero esas dos actividades complementarias y retroalimentadas son también cimientos sobre los que diversificar. O eso dirán después algunos lugareños cuando deban explorar los caminos de futuro que más convienen a este lugar acostado en el valle al que el Güeña viene a fundirse con el Sella, en este paisaje con vocación y título de ciudad y que, al decir de su Alcalde, «ha superado su retraso respecto a otras villas del Oriente y viene de dar un salto cualitativo en urbanización y equipamientos».
De la calle Turismo a la plaza del Mercado, las fuentes de riqueza piden una mano de pintura
Turismo es el nombre de una calle en Cangas de Onís. Tanto le debe a las vacaciones y el ocio esta ciudad que el regidor retrata a través de una clara «vocación de servicios». El sector terciario ocupa a «más del 65 por ciento» de la población de aquí, cuantifica García, que de un tiempo a esta parte no encuentra en el casco urbano «demasiados hoteles nuevos», pero sí una inclinación en los que hay a «incentivar la calidad para mejorar nuestra imagen». Los 39 establecimientos, unas 2.000 plazas, que tiene registrada la patronal comarcal, Incatur, le dan la razón sobre las grandes dimensiones del sector en la ciudad, pero hay quien teme que el mercado la asfixie. Aguanta el turismo al abrigo de la «montaña mágica» que en su día simbolizó la resistencia contra el invasor y que aún vive de ser «colonizada», ahora en paz, día sí y día también. Por eso aquí la temporada baja se eleva, aquí Covadonga ayuda a sacar provecho de los largos inviernos, pero eso no borra del todo el desequilibrio entre meses ni el gran impedimento del sector, «la rentabilidad de los negocios». Jaime Rodríguez, empresario turístico y secretario de la Cofradía de Amigos del Gamonéu, advierte de que cada final de verano descubre cierto exceso en la oferta y «obliga a cerrar en invierno o a mantenerse a flote a base de reducir los precios». O a enriquecer el modelo, propone él, «desarrollando alternativas y definiendo una estrategia», porque no la hay, asegura, más allá de esperar que llueva del cielo el beneficio que siempre ha caído aquí gratis gracias a Covadonga y el parque nacional de los Picos. «Somos», se retrata, «un sitio que se beneficia de los recursos naturales y patrimoniales. La Vuelta Ciclista a España nos hizo un gran favor de promoción desde principios de los ochenta, pero apenas hemos hecho nada más para competir en un mercado turístico donde todo el mundo se pelea por construir modelos cada vez más competitivos». Por mucho que Covadonga y los Lagos vayan a seguir estando ahí, viene a decir, habría que saber ver por dónde darle una vuelta al modelo, «con qué vamos a renovar y mantener nuestro turismo» e imaginar «atractivos diferentes capaces de generar nuevos consumos en temporada baja».
Está el turismo con apellidos: el activo, el de aventura, el ornitológico, el de la caza... Y la pesca. La propuesta de Antón Caldevilla, presidente de la sociedad de pescadores El Esmerillón, surge a sabiendas de que no es el mejor momento. O precisamente por eso. «Fue un gran atractivo», conjuga en pasado, pero ahora, este año, «no dejan que la gente venga, se ha cerrado la puerta». La norma restrictiva que trata de ordenar la escasez iniciando la temporada con cuarenta días de pesca sin muerte tropieza contra la conciencia crítica de Caldevilla, máximo responsable de la agrupación de aficionados más resistente a aceptar el nuevo panorama de los ríos asturianos. A su juicio, las ausencias de los pescadores y las capturas en los primeros días de la campaña le dan la razón sobre la merma que ha experimentado el salmón como fuente de riqueza para las villas ribereñas. Él pide atención a los depredadores, menos amparo para el cormorán, que «come salmones, truchas y reos a su antojo», y cuestiona la eficacia de las restricciones: «Lo que no se mate ahora, se matará después», cuando se abra la pesca con muerte a partir del 1 de mayo. Jaime García, presidente de Incatur, lamenta que el sector turístico no tenga voz ni voto en la confección de una normativa que de algún modo lo alimenta. A la contra, María Luisa Mosquera, presidenta de la Asociación de Mujeres de la ciudad, identifica el furtivismo a la puerta de casa -«los mejores pescadores que hubo en Cangas fueron los mayores furtivos»- y carga contra el sentimiento de propiedad que los aficionados de aquí han tenido siempre sobre los cauces: «Creyeron que el río era de los pescadores».
En Tradición Astur, hipermercado de la camiseta en el bulevar comercial de la avenida Covadonga, Beatriz Labra apenas vende las que cuestan diez euros desde que decidió rebajar algunas a seis, pero la clientela variable y desestacionalizada que ve pasar por el establecimiento deja al descubierto la robustez de las armas del comercio cangués para defenderse de la crisis. Hay «mucha gente mayor en invierno y a partir de ahora, más chavales», dice. El comercio, otra vez por la vitalidad del paso hacia Covadonga y los Picos, cubre todos los sectores de edad y las épocas para hacerse rentable a tiempo completo. El mercado también tiene su calle y su plaza de homenaje en la ciudad, pero tampoco es todo oro reluciente en el bullicioso mercado de Cangas, demasiado especializado en la fruslería para el visitante foráneo si se hace caso a algunos de los que viven aquí permanentemente. «Somos turistas todo el año», denuncia Caldevilla mirando algunas cartas de precios, y Mosquera asiente para denunciar, por ejemplo, el alza de los alquileres o el servicio de algunos establecimientos en el verano. El comercio, dice ella, hierve «para ciertas cosas. Hay mucha tienda de recuerdos y camisetas, sí, pero ahora mismo aquí no puedes comprar un metro de tela». Lo bueno es que siempre llega el domingo, el mercado, los quesos, el escaparate para la producción hortícola del entorno rural, la tradición de las tiendas abiertas los domingos y los lunes cerrados por descanso del personal.
Es «el gran atractivo, el revulsivo para la localidad». O eso era, dicen por aquí, esto que cada vez se parece más a un mercadillo cualquiera, se duele Jaime Rodríguez a la vista de la evolución hacia «un mercado de revendedores igual que tantos otros». Han crecido, dice, los puestos que se pueden encontrar con ligeras variaciones en todos los mercadillos al ritmo que decrecían los de la mercancía autóctona que en tiempos singularizaban el de Cangas. «Venimos advirtiendo del deterioro del mercado desde hace más de doce años» y ni un viaje a Grado para estudiar un «modelo similar» ha hecho visibles los resultados, denuncia. Su alternativa de futuro es una mirada al pasado, al «elemento diferencial» que hacía único el mercado de Cangas, el espacio comercial al «que venían los productores y ellos eran al mismo tiempo los vendedores. Ahora, se vende lo que se vende en todos los lados y no hay más que revendedores. Un comerciante de Cabrales tiene cinco puestos, corremos el riesgo de monopolizar la venta»... Contra esas amenazas, Rodríguez enumera posibles salidas y ofrece «apostar por los productores locales, facilitarles las cosas, caminar hacia la especialización y homogeneizar los puestos, crear nuevas alternativas del estilo de los mercadones de primavera y otoño en Grado...». La respuesta del Alcalde recoge el guante y asume una necesidad de «ordenar». Alfredo García acepta el proyecto de «mejorar la imagen global de ese espacio y realizar correcciones en la ocupación del terreno sin afectar a la imagen tradicional de nuestro mercado, que evidentemente sirve como indiscutible motor turístico para la ciudad».
El desafío de afianzarse como «máxima sede»
«Minima urbium, maxima sedium», «la más pequeña ciudad, la máxima sede». Para hacer realidad la máxima que enmarca el «puente romano» y la Cruz de la Victoria en su escudo, Cangas de Onís no puede fiar todas sus aspiraciones a los visitantes y la cesta de la compra. No sólo. La fórmula magistral del turismo que alimenta el comercio servirá con una mano de pintura, dicen aquí, con reformas y actualizaciones, pero la ciudad también quiere jugarse el futuro a otros números. A generar oferta, por ejemplo, para poner remedio a la carencia de suelo industrial. Dentro del desafío que señala el Alcalde de «consolidar la ciudad como centro de servicios» cabe el de «diversificar en otros sentidos» y sobre todo hacer frente a la necesidad de procurarse parcelas para la instalación de las empresas que a veces quieren y no pueden producir aquí y se van a otros concejos con su dinero y sus puestos de trabajo.
Aun aceptando que no tiene ni ha tenido vocación ni tradición prioritariamente industrial, Cangas de Onís tiene en marcha el proyecto para habilitar veinte parcelas en Les Roces y hay quien cuestiona la ubicación de otro que al cruzar el Sella, a la entrada de Cangas pero en territorio de Parres, tiene entre sus planes el municipio vecino. El acceso a la ciudad por las inmediaciones del «puente romano», afirma Antón Caldevilla, «no es el sitio ideal para un polígono industrial». A la hora de pedir servicios para completar los que ya tiene su pequeña urbe, el vecindario repasa un documento encargado por el Ayuntamiento que especula con las necesidades de un futuro que pone el horizonte en 2014. Entre otras muchas propuestas, se ponen etiquetas de prioridades más o menos urgentes a una vía rápida de conexión con la Autovía del Cantábrico, con túnel bajo el Fito, un canal de aguas bravas, una pista artificial de deportes de invierno que «enmoquetaría» una montaña del entorno, un centro de congresos... Muchas de las esperanzas, no todas, para construir «la máxima sede».
El Mirador
_ El urbanismo
El desarrollo urbanístico del núcleo urbano está, al decir de su Alcalde, muy limitado. Para crecer, asegura, «lo que queda es la zona de Contranquil», en la fusión del Güeña con el Sella. En la recuperación de entornos históricos, está finalizando el plan especial de la calle San Pelayo y la zona del mercado, se ha transformado la vieja iglesia de Santa María en Aula del Reino de Asturias y el siguiente paso será Cangas de Arriba, el núcleo original de lo que hoy es la ciudad.
_ Las infraestructuras
Con la mayor parte de los equipamientos «cubiertos», Alfredo García «iría a la mejora de infraestructuras», sobre todo al saneamiento y la mejora de la red de abastecimiento de agua. Proyecta un nuevo Juzgado, un centro de salud y un centro de día.
_ La industria
La oferta de parcelas para la instalación de empresas está etiquetada como prioridad esencial. De momento, el Ayuntamiento prevé veinte parcelas en Les Roces.
_ Un auditorio
Los vecinos llaman la atención sobre un «plan estratégico» que se confeccionó hace seis años y «duerme en un cajón», asegura Jaime Rodríguez. Entre sus objetivos, un auditorio o centro polivalente para el que se barajaron diversas ubicaciones, empezando por el cine Colón. «Podría atraer pequeños congresos», afirma el presidente de Incatur.
_ Un bulevar
Otra previsión del plan buscaba consenso para transformar la avenida Covadonga, arteria principal de Cangas, en un gran bulevar con aparcamiento subterráneo. Sería el siguiente paso tras la variante que, no sin controversia, sacó el tráfico de la ciudad.
_ Los pájaros y la caza
Hay quien pide explotar la potencialidad de esta zona para vendérsela al turismo ornitológico, «muy popular en Inglaterra y Francia», o potenciar los valores turísticos de la caza.
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