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¡Qué callada quietud!

Hermosa y apacible, pero demográficamente declinante, Colunga puede cambiar la tendencia mediante una oferta de primera residencia de calidad y un turismo que combine mar e interior

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Colunga (Colunga)

Colunga es villa costera de rasa. En Asturias, las villas costeras se dividen entre aquellas que miran al mar y las que, en su proximidad, buscan los paisajes más amables de la rasa. Colunga es de las segundas y eso la ha llevado a repartir la cabecera del concejo con su vecino Lastres, que centraliza la relación del concejo con el mar.

Así, la hermosa y apacible villa de rasa compone una pequeña capital municipal que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, sostuvo un reducido pero continuado crecimiento que se agotó en el cambio de siglo y hoy se acompasa el declinar demográfico y el envejecimiento de su municipio. Lento declinar de un territorio anclado en la nostalgia y la atmósfera de quietud, sólo rota en los puentes y fechas señaladas del veraneo tradicional. Como Bill Murray en el «Día de la marmota», la villa parece amanecer siempre en el mismo día desde hace demasiadas décadas.

Emplazada sobre la vía costera de paso tradicional hacia el oriente de Asturias, encabeza un concejo históricamente enclavado, ensombrecido por la cercanía de villas de mayor influencia como Villaviciosa y Ribadesella, reducido su ámbito de influencia a un municipio que viene perdiendo efectivos desde hace muchos años. No hay razones objetivas para el declive, una vez que ha resuelto su principal obstáculo: las malas comunicaciones. La evolución de sus vecinos mayores indica que el futuro puede ir hacia una oferta de primera residencia de calidad, dado que la distancia a la gran urbe central lo permite. Y a impulsar el turismo que combine mar e interior, playa y Sueve, pero también el atractivo de la villa de Colunga y de Lastres, y los equipamientos y recursos turísticos: la ruta de los dinosaurios, el Museo del Jurásico Asturiano, las fantásticas carreteras de parque que encantan a cualquier ciclista de pata seca, que en Colunga cierra un circuito con aldeas y panorámicas asombrosas, imprevistas e impresionantes, por ejemplo de los Picos de Europa. Son nuevas herramientas útiles para consolidar la base económica.

Sin embargo, la mejora de las comunicaciones parece haber sorprendido a Colunga en una situación tal de envejecimiento, escaso dinamismo social y falta de expectativas que están lastrando su futuro a corto plazo. Demasiado largo estancamiento para la belleza, localización y oportunidades del lugar. El turismo estival, corriente clásica pero demasiado débil en intensidad, no dio paso a una transformación radical de la actividad económica local, de forma que, a fines del siglo XX, el concejo se caracterizaba como un territorio rural de especialización mixta primaria-terciaria, con unos flujos turísticos menores que los de sus concejos vecinos. Pese a este corte tradicional de la villa, el sector terciario ocupa en la capital a casi el setenta por ciento de los trabajadores y parece crecer levemente en los últimos años, en paralelo al desplome de la pesca y la ganadería.

La actividad turística muestra hoy una oferta y calidad considerable y tiene aún un importante potencial. Cuenta con playas de afluencia metropolitana, La Griega y La Isla, que hasta el momento han sido escasamente aprovechadas para apoyar un desarrollo turístico apreciable, con un mayor poder de atracción a lo largo del año. Aunque hay indicios de movimientos en ese sentido, que toman como base estos recursos territoriales, intentando ajustar la demasía de quietud y parsimonia que, sin duda, son un lujo cuando se ofrecen conscientemente. No así cuando son el producto irremediable del despoblamiento y el envejecimiento. Pero ése no será el caso de esta magnífica villa, aseada, cuidada, interesante. Que guarda tanto como enseña. Es lo que sugiere al viajero que corre por la pasarela de la vecina autopista, al que por el día expone su singular línea del cielo, sobre la que se recorta, compacta la Cimadevilla, y que por la noche mucho ganaría con una artística iluminación que resalte sus encantos.

De una bella con historia que vivir

Colunga acerca a la rasa costera los relieves montañosos del Sueve en un paisaje humanizado de gran atractivo. El concejo no sigue la evolución positiva de otros de la marina oriental, en una llamativa tardanza en abrazar el crecimiento divergente de sus vecinos, con una mejoría en sus indicadores, salvo Caravia. Colunga mantiene tendencias más propias del interior rural que de la marina, pero tiene recursos objetivos para el cambio de tendencia. De hecho, la están despertando las voces de quienes la visitan para pedirle que lo cuente otra vez. Porque Colunga tiene su historia.

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