El tapón de El Berrón
La localidad tiene ante sí el reto de articular su crecimiento con los núcleos vecinos, al tiempo que afirma su cualidad urbana, constreñida por el ferrocarril y las autovías
El Berrón es pola surgida en un cruce. En un cruce importante. Histórico. Que nos retrotrae a los tiempos iniciales de la minería y la industria en Asturias. Y a la construcción de las imprescindibles infraestructuras de transporte para aquellos nuevos tiempos del ciclo industrial. Por aquí pasa nada menos que el tercer ferrocarril más veterano de España y la jovellanista Carretera Carbonera, que permitió la unión entre los yacimientos hulleros de la cuenca del Nalón y el puerto de Gijón. En el encuentro del eje carbonero, tren y carretera, con el de Oviedo a Santander creció El Berrón. En sus orígenes apenas un cruce de vías y carreteras y un pequeño caserío de talleres, establecimientos y viviendas, que se expandió en traza lineal apoyándose sobre la vieja carretera de Santander a la vez que el automóvil se hacía de la familia. De muchas familias, que avanzada la segunda mitad del siglo XX se encontraban los domingos en una cita obligada en El Berrón para experimentar su célebre atasco, el tapón de El Berrón. Una circunstancia que recuerda a lo que más recientemente supuso la glorieta de Soto del Barco y, todavía hoy, la de Muros de Nalón.
El cruce está al lado de la noble e imperturbable Noreña, con la que El Berrón mantiene una relación en aumento, aunque durante muchas décadas vivieran de espaldas. Los límites administrativos entre municipios, como las fronteras, acaban produciendo separación, que no siempre es fácil de superar. Lo vemos a otras escalas, empeñadas en la difusión de la cultura del fielato frente a la de la necesaria cooperación entre vecinos, aunque sean tan diferentes y con orígenes tan distintos como El Berrón y Noreña, quienes a base de roce acabarán queriéndose, pues ya forman una pareja de hecho que supera los 10.000 residentes, en viviendas colectivas pegadas a los viales existentes y que, además, van colmatando con viviendas unifamiliares los espacios de borde que no están ocupados por polígonos empresariales de formación más o menos improvisada, ubicados sobre las márgenes de la carretera de Santander, que funciona como un descuidado eje de crecimiento urbano continuo entre Oviedo y Pola de Siero y que merecería un acondicionamiento como bulevar logístico.
Como cruce El Berrón cumplió un papel de intercambio, ferroviario y carretero, y en torno a él fue creciendo. Al principio lentamente y con brío en la última década. Así fue recreándose una nueva localidad urbana, enmarcada y escondida tras los viales, y a la que quizá por ello se trató con la mentalidad «piquiñina», recordada en la radio premio de Jerónimo Granda, y que aquí se manifestó en la solución dada al habitual atasco del cruce. Y que consistió en construir otro, unos metros más al Norte, pero con las mismas limitaciones y al mismo nivel. Solución pequeñina que marcó la manera de ser El Berrón, siempre a la vera de la carretera y construyéndose por bloques, que acogen a los 3.500 habitantes de hoy. Considerable parte de los 5.000 de la parroquia de La Carrera (Siero), a la que El Berrón pertenece.
Una cifra ya lejana de los 500 habitantes del año 1960 y aún de los 2.965 del año 2000, que sitúan plenamente El Berrón en la nueva constelación de polas ubicadas en el creciente metropolitano de Asturias, esa nube de reciente tejido metropolitano que ocupa la ribera del Nora y que recoge el mayor aumento demográfico y empresarial regional. Que con ser importante no debería plantear problemas técnicos para su ordenación armónica. Pues el crecimiento es relativo, a escala astur.
Si las carreteras han apoyado su crecimiento reciente, especialmente tras la construcción de la autovía entre Oviedo y Pola de Siero, los ferrocarriles aguantan en una situación marginal, cuando podrían constituir la base de una red que facilitase el transporte público en el área metropolitana. Seguimos sin ideas claras de lo que debe ser la red asturiana de ferrocarriles y en la indefinición hemos dejado pasar los años de bonanza y abundancia de recursos para las infraestructuras. Que otros sí han sabido aprovechar.
El Berrón, como otros nodos metropolitanos que no son polas viejas ni capitales municipales, quiere dar el paso de modesto cruce de caminos a villa. Para ello, busca mejorar su paisaje urbano, constreñido por el ferrocarril y las autovías, aumentar sus servicios y equipamientos, y mejorar su calidad residencial y la de sus espacios públicos. Ofrece precios ventajosos, accesibilidad y proximidad a áreas empresariales y comerciales, además de una importante tradición hostelera. Y tiene un reto ante sí: articular su crecimiento con los núcleos vecinos, al tiempo que afirma su cualidad urbana.
El tren metropolitano
El Berrón, localidad ferroviaria surgida en torno a la cruz de trenes y carreteras históricas, crece en el ámbito regional más dinámico. Ha sabido tomar el tren metropolitano. Crecida en torno a los cruces, se desarrolló en pueblo-calle sobre la antigua carretera de Santander, estructura que reforzó la ineficaz variante del cruce. Próxima a Noreña, conforma un hito en el eje Oviedo-Pola de Siero, reforzado por el Carbonero. Bases que le permiten afrontar el siglo XXI en crecimiento rápido y con perspectivas de consolidarse como un nodo metropolitano activo y dinámico. Con una función residencial apoyada en una notable base empresarial, industrial y de servicios.
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