El Navia guarda silencio
La pequeña villa comparte con el resto de las de su comarca la demanda de un programa propio de gestión territorial que rescate del olvido su mundo apartado y atractivo
El Navia guarda silencio al pasar por Illano. La población está dormida, no la quiere despertar; 95 kilómetros cuadrados de aislamiento, de belleza quebrada y alrededor de tres centenares de habitantes, la mayor parte mayores. La villa, capital del mismo nombre, asoma sus poco más de medio centenar de residentes al único ventanu, el que abre el silencioso río, la avenida del concejo, al que en paralelo sigue la carretera AS-12, fantástico mostrador que se enrosca siguiendo, unas decenas de metros más arriba, los recodos del pacífico río.
Las campanas deben ser el único sonido que perturba el silencio en Illano. Por eso las recordaban los «Naturales de Illano» cuando se reunían en La Habana, a comienzos del siglo pasado, en su «Sociedad de instrucción y beneficencia», convocados para escuchar su lejano tañido. Y todos, a los postres, las oían repicar como si estuvieran en el atrio de la iglesia el día del Carmen. Campanas soportadas por una mineral espadaña, como faro de civilización en tan agreste paisaje, desde la que Illano llama a todos sus hijos repartidos por el mundo. Qué magnífico nombre y objetivo para una sociedad, «instrucción y beneficencia», un adelanto de las actuales ONG, una innovación social creada desde Illano y para el mundo.
Aquí sí que se cumple al pie de la letra que la carretera es la única ventana al mundo, Windows se abre mal en Illano, ni cobertura de móvil ni internet. En los tiempos que corren Illano es una burbuja de aislamiento, silencio y belleza. Resguardo de un mundo particular, sumamente atractivo para los que se atrevan a embarcar en él y hacer una travesía, por sí mismos y por el paisaje extraordinariamente arrugado del concejo, pero de unas cotas uniformes, como restos de una antigua llanura arrasada y luego rota por la incisión fluvial, que hace descender de los 1.100 metros de La Bobia al centenar del Navia cuando abandona el concejo.
Silencio roto en algunas noches de verano por el sonido de una música original, adaptación propia de grandes piezas mundiales a las aldeas de Asturias y que crea un sonido y un ambiente especial, aquí el «Navia Sound», variante local de un estilo musical propio del país, que activado por la brevedad de las noches brota todos los veranos en las más pequeñas aldeas de Asturias, invocado por bandas que en su formato original llevan imprescindiblemente acordeón y cajas, contrastando así grandemente con las renombradas orquestas del país vecino, pues entre otras muchas y buenas aportaciones a la cultura mundial los hijos de Breogan han hecho la de la «Orquesta gallega», espectáculo grandioso de luz, sonido y muchos y buenos músicos que marca una sensible diferencia entre las aldeas de las dos riberas del Eo, y que aún agudiza más la presencia de la segunda orquesta, de igual porte, para cubrir los descansos de la primera.
De otra manera, las aldeas pueden compartir cabazos o cubiertas de laja pizarreña, pero aquí, a este lado, la arquitectura es minimalista, menos pretenciosa y formal, aún más encantadora, pues en Illano podemos encontrarnos con una casa adaptada a la topografía, de la que brotan esquejes que amplían la vivienda madre, al ahijar ésta con nuevos retoños de inverosímiles formas y sustentaciones que hacen aparecer, por ejemplo, un hórreo delicadamente pintado y profusamente decorado con sellos de remoto origen o varias ampliaciones misteriosamente suspendidas sobre la pendiente.
La cuesta se rompe en rellanos a media ladera, donde la vertiente se dulcifica antes de precipitarse sobre el caudaloso río. Por arriba, las cumbres se muestran peladas y su pobre suelo mineral apenas si es capaz de acoger cerradas matas de brezo. Por abajo, la pendiente es tanta que a los árboles les cuesta agarrarse a ella. En medio, aclarando el bosque, unos rodales abiertos en la noche de los tiempos acogen a la minúscula pola, cuya frontera, sus aros, marcan el espacio culto, la sienra y el inculto.
Así se van enhebrando como cuentas de un collar la sucesión de las villas del Navia, desde la del mismo nombre pasando por Coaña, Boal, Illano, Pesoz y Grandas. Cada una un mundo y todas juntas un collar de civilización, una unidad geográfica particular de Asturias. Una galaxia en la nebulosa de un viejo país. Cada una con su lengua, cultura y oportunidades de desarrollo, pues no hay un destino prefijado sino es el de vivir. Hacer por la vida a partir de lo que late por todas partes, incluso debajo de las más antiguas piedras, las que han resguardado las viejas culturas que hoy constituyen el poso de civilización de territorios como Illano y sus amigas, las polas del Navia. Creemos con ellos, para ellos y para todos, su programa de gestión territorial particular. Ya que no hay «Windows», lancemos «Bubles», el programa de burbujas territoriales que resguardan mundos propios de singular atractivo, reservorios de una civilización antiquísima que adopta formas culturales hoy muy sugerentes para quienes viven la uniformidad urbana. Que, por cierto, no quiere decir igualdad.
Illano ofrece desde ahora piscinas de diseño, puentes colgantes, aguas puras remansadas, alcornocales que viven al calor de un clima local sorprendente, carreteras para disfrutar, almacenes generales minimalistas con forma de bar-tienda sin wifi, centros de experimentación y energías renovables con conversación y silencio. Y aún hay más. Mucho más. Vayan a verlo. Les sorprenderá.
Las burbujas de Asturias
Son mundos propios, reservorios de tradiciones. Pueden encontrarse en ambientes urbanos y rurales. A pesar de su fuerte identidad no están enajenadas, tienen conexiones potentes con la realidad. Pueden ser gérmenes de nuevos ciclos de vida. Recuerdan la obligación de cuidar el país, reclaman sensibilidad para tratarlo, conocimiento para apreciar lo que da de sí, apreciación de lo que hoy vale, tratamiento personalizado para cada territorio, que no está suelto cual semilla aventada, ni muerto. Polas como Illano adquieren sentido en su relación con las vecinas, cuentas del collar que enhebra el Navia. Ellas, hechas de silicio, han sobrevivido a una época que no era la suya, la del carbono. Hoy constituyen burbujas de silicio. No las pinchen, acarícienlas, y creen, para ellas, con la intención de que sean otra vez reconocidas en lejanos continentes, el programa «Bubles», las chispeantes burbujas territoriales fabricadas en Asturias y para el mundo.
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