El serviola del Cantábrico
Villa en tránsito de gran cabeza comarcal a pequeña ciudad metropolitana, Luanco precisa perseverar en la personalización de su paisaje urbano y en su identidad marinera
Luanco duda si dar el paso de villa comarcal a pequeña ciudad metropolitana. No quiere dar ese paso, que es más paisajístico que funcional, ya que su inserción metropolitana es incuestionable. Se resiste, y con razón, a perder su originalidad de villa con solera. Desea seguir siendo marinera o, al menos, parecerlo.
Así que gana mar estirándose hacia punta La Vaca y el mínimo puerto playa de Moniello, protegida de los vientos y corrientes del oeste por el saliente de Cabo Peñas. La respalda la pequeña sierra de Santana, pedazo de rasa elevado a casi cien metros de altitud, que ofrece vistas panorámicas de la marina gozoniega, armonioso conjunto paisajístico cantábrico, con villa, mar y suave paisaje ganadero.
Luanco es villa de respeto. Tiene motivos, es la más septentrional de España, la que más se atreve a desafiar al turbulento Cantábrico. Surge en torno a la mar, alrededor de La Ribera. Aprovecha una mínima ensenada entre las puntas de La Vaca y El Cabritu para dar reguardo a las lanchas de atrevidos mareantes acostumbrados a no caber en la mar. Y cuando no cabían varaban sus lanchas en la playa de la rada sobre la que se proyecta el casco histórico, ahora «remocicado», bello y de notable valor patrimonial. Abierto por el eje que conduce desde el Ayuntamiento hasta la iglesia y la playa. Luanco tiene buenos equipamientos públicos, pero por su fuerte irradiación entre todos destaca el magnífico Museo Marítimo de Asturias, producto de la fecunda unión entre la voluntad inquebrantable de algunos amantes de la mar, como su director José Ramón García, y el reservorio de tradición marinera local.
Luanco es villa de mareantes y marinos de altura, pescadores y pilotos afamados, que corrían las costas más lejanas y mandaban navíos bacaladeros de la «flota branca» portuguesa, y aún lo cuentan con gracia, como hace Servando Pélaez, «imediato» de uno de ellos durante varias campañas. Así que la relación de las gentes de Luanco con la mar es íntima y eterna, no en vano a mediados del siglo XVIII la villa de Luanco daba un cuarto de todos los pilotos y capitanes de Asturias y junto con Figueras y Cudillero era la mayor fábrica de hombres de mar, que, como todo el mundo sabe, el Cantábrico los forja como «homes de ferro».
Como también de mar está hecha la villa, considerada como artefacto urbano. Su condición de villa- serviola peninsular hace que cuando el Cantábrico se alborota Luanco se moje. Para los mares y vientos del Norte y del Este de poco sirve la protección de Peñas. La nortada, aliada con la marea y la baja altitud de la villa, en buena parte situada bajo la curva de nivel de los diez metros, hace que hoy, como ayer, las calles se inunden. De ello tenemos noticia ya en 1687, cuando los mareantes piden la reconstrucción del morro del muelle, abatido por la galerna; o en 1785, cuando la villa reclama fondos para reparar los maltrechos diques que dejan casas y embarcaciones desguarnecidas, que precisamente en aquel año son veintiséis lanchas de pesca y una docena de embarcaciones de cabotaje, que junto a varias fábricas de conservas, cincuenta carpinteros de ribera y los correspondientes aduaneros y toneleros, constituyen una buena parte del sistema industrioso local, siempre constreñido por la poca capacidad del puerto tradicional, que intenta ser superada con el proyecto de Guillermo Schulz de 1851 para construir un dique que desde la punta del Castillo se curve al sur y cree una dársena de refugio suficiente para reactivar el comercio de la villa. El proyecto queda en el papel y se abandona cuando en 1865 se decide construir El Musel como puerto refugio de interés general; aun así la villa no se resigna y persigue la mejora del viejo puerto. En 1873 lo hace con un nuevo proyecto, en este caso, encargándolo a Salustio González-Regueral, el insigne ingeniero autor del anteproyecto de El Musel, que aquí aprovecha el fondeadero para puerto, aunque también se queda en el papel. El que finalmente se ejecuta se acerca al casco histórico, se acaba en 1923 y desde el principio se consideró insuficiente. Es el dique de la punta del Gayo, que, ampliado en 1936, completó, junto con los viejos muelles, las instalaciones portuarias de la villa, las cuales ante el fracaso del dique del Gayo serán objeto de reformas en 1957 para acoger a las 98 lanchas matriculadas, en las que faenaban 398 marineros, precisamente la mitad de las embarcaciones que Luanco registra durante las tres primeras décadas del siglo XX, etapa de plenitud de la villa y de su sistema pesquero tradicional.
Como sucede en otras villas costeras, Luanco ha crecido más en viviendas que en población residente. Caracterizada por el cambiante volumen de su población según el ritmo entrecruzado de jornadas laborales y períodos vacacionales. Éstos han ido reduciéndose en duración, y eso lo ha notado el veraneo, otra de las funciones modernas de la villa. Luanco guarda hoy entre sus calles y edificios no poca nostalgia de aquel largo veraneo cantábrico que las grandes familias, a las que siguieron muchas otras de la burguesía asturiana y madrileña y de la pujante clase media, disfrutaban en la costa asturiana desde fines del siglo XIX.
Villa abierta y luminosa, a la que sotaventea Peñas, ha desarrollado su caserío buscando la tranquila vida apegada al turismo y a las primeras y segundas residencias, dejando las actividades tradicionales en segundo término. Villa protegida sólo en parte de las inclemencias naturales y también de la ola de industrialización y urbanización que llegó hasta sus orillas, no ha modificado sensiblemente su paisaje urbano, que pervive con imagen propia, aprovechando la cercanía a las aglomeraciones pero sin sufrir sus efectos más negativos. Una villa con disponibilidad de suelo hacia el interior, que no tiene necesidad de persistir en el error de buscar la proximidad de la línea de costa, ya muy alterada.
La integración metropolitana de Luanco ha posibilitado la continuidad de su crecimiento como núcleo urbano de primera residencia metropolitana, a la que se añade una importante función residencial de temporada. La villa fue desarrollando un primer ensanche entre el puerto y la playa de residencias unifamiliares, y, más recientemente, a través de la urbanización del sector septentrional, hacia Peroño, mientras que las viviendas colectivas se extienden hacia el sur, ocupando el espacio entre el casco histórico y la nueva ronda de circunvalación.
La relación de Luanco con Oviedo, Avilés y Gijón permitió sentir los efectos de la temprana difusión metropolitana. En la década actual, el crecimiento le permitió pasar de 5.047 habitantes en 2001 a 5.423 en 2010 (6.000 en la parroquia). Asentando su crecimiento sobre la base de unas mejoradas comunicaciones por carretera con los centros urbanos regionales y sobre la existencia de unas condiciones de partida atractivas para la función residencial, tanto de primera como de segunda residencia.
Al crecimiento también ha contribuido la incorporación de nuevas infraestructuras, como la mejora de la playa o el puerto nuevo. Necesita la villa seguir actuando en la rehabilitación de su patrimonio edificado y en la personalización de su paisaje urbano, reforzando aquello que la ha caracterizado como una villa de referencia del turismo asturiano. Todo ello son ventajas comparativas, que se completan con la necesaria preservación y renovación del aire de la villa, un aire marino, el que trae el Cantábrico loco pero también el que viene con todos los marinos luanquinos que han barajado las costas más lejanas. Este aire salado compone la originalidad de la atmósfera local, que contiene una buena dosis de los aires de centralidad provenientes de su comarca ganadera, gases raros, y no precisamente en sentido figurado, que aporta su inclusión metropolitana y otros gases nobles producto de un pasado de villa de veraneantes hoy trocada en villa de residentes. Todo ello constituye la singular atmósfera que respira Luanco y le confiere personalidad propia en el ámbito metropolitano, al que fortalece con tan saludable mezcla respirable.
Marina y metropolitana
Luanco aúna las ventajas de un rico casco histórico y de un emplazamiento costero atractivo para el turismo y la residencia. Ello ha venido propiciando un crecimiento moderado pero continuo y una afluencia importante de población en las épocas vacacionales, que ha dado lugar a un crecimiento notable de la estructura urbana a medida que se han ido mejorando las comunicaciones exteriores. Necesita dar continuidad a su patrimonio, tangible e intangible, y cuidar su paisaje diferenciado, huyendo de los modelos repetidos e impersonales, si quiere sumar valor a lo que ya tiene, y en este proceso de adición el vector es, hoy, como ayer, la mar.
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