Poblados y villas
Los núcleos principales de Bimenes aceptan el reto de resituarse en el mapa económico, identificando las alternativas al ocaso de la minería con el turismo o el potencial residencial
Martimporra señala la localización del Ayuntamiento en un concejo de población apreciable, ya menos de 2.000 residentes, que se reparte en numerosos pequeñísimos pueblos y que no contaba con una villa tradicional que ejerciera de centro de equipamientos y actividades de servicios. El concejo lo centra la vega que abre el río Pra después de recibir las aguas del torrente Suaria y lo limitan los cordales de la cuenca hullera y la imponente presencia de Peña Mayor.
El apego de Bimenes a la actividad minera determinó el crecimiento demográfico en los años de aumento de la actividad y el posterior declive, acentuado en la década final del siglo XX y en la primera del XXI. Estos procesos determinaron un mayor crecimiento sobre la vega central, a partir del mínimo núcleo de Martimporra (sólo 17 residentes empadronados en 2009), hacia el Norte, siguiendo el eje de la carretera de Nava, en Santuyano, núcleo principal del concejo, con más de 300 habitantes, y de la parroquia, que reparte sus 800 habitantes en otras 50 aldeas, con una dispersión extrema, habitual en las comarcas mineras y fruto de épocas históricas de auge de la actividad minera. ¿Cómo es posible que haya tantas localidades? La explicación reside en la dispersión del hábitat ganadero, lo intrincado del relieve y el recrecimiento de estas aldeas en las épocas de mayor actividad minera, a principios y mediados del siglo XX.
Martimporra y Santuyano conforman así una pequeña villa de estructura lineal, con algunos equipamientos y servicios públicos de relevancia para el mundo local y tendencia a la pérdida lenta de población en los últimos años. Su funcionalidad anterior de residencia de trabajadores de la minería no ha dado paso aún a nuevas actividades y funciones que permitan el mantenimiento vital de lo que hay. El reto es encontrarlas y, de alguna manera, volver a estar en el mapa de la actividad económica regional.
Es una villa pequeña y cuidada, sin terminar de asentar, en el borde de la cuenca minera, en la que no se decidió a entrar del todo, aunque vivió de ella durante más de un siglo. El volumen de población sólo se explica por la presencia de la actividad minera, a la que se dedicaron buena parte de sus habitantes durante muchas décadas y que permitió el mantenimiento de un nivel demográfico alto y un poblamiento característico del borde de las comarcas mineras, sobreimpuesto al rural en múltiples núcleos de población de pequeño tamaño.
Del pasado minero queda poco más que un numeroso grupo de jubilados de la actividad y los restos de dos minas. Pero fue muy minero, aunque sin minas de relevancia en el concejo. Tanto que en 1970 tenía más de 300 activos en el sector, los cuales, además, mantenían la actividad ganadera tradicional, los mineros-ganaderos, tan abundantes en las laderas de la Cuenca. Entonces miraba hacia el valle del Nalón. Hoy, Martimporra y Santuyano, y todo el concejo, miran hacia el Este, hacia la villa de Nava y al valle de Fuensanta, integrándose en la Comarca de la Sidra. Acabado el ciclo minero, los yerbatos siguen cuidando su resistente ganadería, abriéndose hacia las nuevas actividades hoy propias del mundo rural asturiano. Destaca la pujanza de su oferta turística, tanto de alojamientos como de restauración.
Hay un notable movimiento diario hacia centros de trabajo de los municipios metropolitanos más o menos próximos. Poca actividad y mucho movimiento intermunicipal. Se pierde población y apenas se aportan nacimientos, en una villa bien situada en el cruce carretero principal de más de 300 habitantes, algo más que un pueblo, pero aún no una villa con todos sus atributos. Para lo que el concejo no tiene, la referencia es Nava, la cercanía de Pola de Siero, Oviedo, Gijón y del conjunto de Ciudad Astur.
Villa escondida y por consolidar, conserva aletargada una gran potencialidad, la derivada de su posición central, hasta ahora oscurecida. A la espera de la interminable carretera de unión con el valle del Nalón y con Lieres, la única digna de ese nombre es la de Nava. Las otras salidas son bellas y tortuosas carreteras de parque. La nueva, cuando se concluya, hará que la localidad se visualice más nítidamente y se perciba de otra manera. Será casi un fogonazo instantáneo, por el que se creará un periférico metropolitano.
Para el inmediato futuro se cuenta con el hecho ventajoso de que la minería le ha permitido llegar al siglo XXI con un volumen demográfico importante, aunque con notables signos de envejecimiento y de baja actividad; pero con posibilidades para abrir nuevos caminos, como el aprovechamiento de su atractivo paisaje y poblamiento para nuevas actividades, ya visibles en la notable oferta turística. No hay condenas eternas ni escobios insalvables. Cada uno tiene que encontrar su vía, sabiendo que compite con otros, en unas condiciones demográficas de escasa vitalidad que lo está fiando todo a la inmigración.
Martimporra y Santuyano están en el camino, han formado su territorio de cooperación, han desarrollado proyectos, han apoyado nuevas iniciativas y han modernizado algunos equipamientos y servicios. Las comunicaciones modernas evidenciarán su posición central, lo vincularán a la ciudad y a la red de autovías y es muy probable que los yerbatos, que tanto han visto pasar, acierten a reconstruir la cualidad ciudadana de una nueva villa, contribuyendo así a singularizar la ciudad de la que hoy es margen y mañana elemento integrado.
Una pequeña villa lineal en un valle próximo y oculto
Martimporra y San Julián constituyen una pequeña villa lineal en el eje de la carretera de Bimenes a Nava. Herederas del poblamiento minero del siglo XX, ambas deben aspirar hoy con más fuerza a constituir una villa central sobre un valle cercano al mundo metropolitano, pero que se encuentra ahora escondido por las deficientes comunicaciones, que se verán muy mejoradas cuando al fin se culmine la nueva «Y» de Bimenes. Las localidades disponen de población y potencial urbano y por ello debe poner en marcha estrategias de desarrollo que aprovechen su nueva accesibilidad, como hacen sus socios de la Comarca de la Sidra.
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