Ciudad minera
La villa allerana, de historia y origen hullero, se enfrenta a la nueva realidad del declive demográfico con la necesidad de perseverar en la apuesta por la función residencial
Moreda es villa que nació arrancando carbón. La explotación hullera del coto de Aller acabó urbanizando el valle comprendido entre Valdefarrucos y Oyanco, dando origen a una suerte de ciudad alargada y constreñida al escaso espacio de vega, promiscuamente aprovechado tanto para la construcción de viviendas como para la excavación de pozos de extracción, una vez cumplida la fase inicial de minería de montaña. Si cada poblado minero se asocia con un pozo, aquí esa relación se corresponde con el pozo San Antonio. De sus testeros, transversales, guías y sobreguías salió carbón y una urbanización, asociada a Caborana, que prosigue aguas abajo en Bustiello y Santa Cruz, hacia la estación de Ujo-Taruelo, salida natural de la producción del coto. Y hacia arriba hasta las urbanizaciones más modernas de Oyanco. Estamos ante la característica ciudad lineal de las comarcas mineras asturianas, hecha a base de carbón y estrechas vegas y en la que el resultado es un peculiar tejido urbano, promiscuo, confuso, de trazo grueso a pesar del reducido tamaño del artefacto.
Moreda es cabeza de una parroquia de poblamiento denso, que ocupa las laderas fonderas y el lecho del valle, asentándose en barriadas características del hábitat minero, como las del Carmen y San Isidro, integradas en la villa, o las de Villanueva, Casanueva, Santa Bárbara, Oyanco y otras, que constituyen barrios más o menos individualizados. Que también ascienden por las laderas solanas, en Moreda de Arriba, San Roque y Cortina. Moreda también tiene su Güeria, la del río Negro, que da continuidad al poblamiento minero hacia el Sur, entremezclado con el rural, en las parroquias de Nembra y Murias.
Mucha historia minera que choca con una realidad actual marcada por un declive demográfico acelerado. La parroquia ha perdido casi 900 residentes en la última década, pasando de 5.730 a 4.840. El núcleo urbano, al que el nomenclátor oficial resta varias de sus barriadas, ha pasado de 3.031 a 2.658. Las cifras de la parroquia se ajustan más a la realidad urbana de Moreda, mientras que el nomenclátor requiere de una urgente actualización. Hoy la geografía urbana impone una única entidad entre Caborana, Moreda y Oyanco, donde viven unos 6.000 alleranos, que desde 2008 pertenecen a una única parroquia eclesiástica. El área de servicios educativos y municipales de Sotiello vertebra Moreda y Caborana, uniéndolas en una sola ciudad que comparte los mismos servicios y problemas, entre ellos la regresión del número de sus habitantes y el alza en el envejecimiento de sus residentes, componente determinante de una población que no ofrece muchas perspectivas a los jóvenes tras el declive del empleo minero.
En un recodo del río Aller, Moreda agrupa su caserío y sus barriadas en torno a la plaza del Campo de la Iglesia, a la que se abren edificios públicos. Es el centro urbano de la ciudad minera de Aller, que linealmente se continúa por territorio del concejo de Mieres (con núcleos tan vinculados al coto de Aller como Bustiello) y se prolonga hasta Oyanco y el rosario de pueblos que se encadenan aguas arriba hacia el alto Aller. Ayer, núcleo vital de la minería asturiana, hoy vive ensombrecida por el declive demográfico, buscando nuevos horizontes de actividad. Horizontes lineales para una villa que corre a los lados de la calle principal, que continúa con su mismo aspecto, aunque ha perdido su función de carretera general. Y también la ocasión de convertirse en un ameno bulevar. Sigue con el aspecto que tenía cuando La Bombilla era una referencia, un polo de atracción de loca juventud. Hoy ninguna de las tres están en Moreda, mientras que la calle-carretera es un poco más vieja. Despejar el binomio. Hacer más calle y menos carreta, no parece que hubiera necesitado de un gran proceso de reflexión, ni pequeño. Puede que un liderazgo local más decidido a invertir la tendencia declinante de un proceso de fin de ciclo.
No hay nada perdido, pero en el continuo urbano que va desde Mieres hasta Aller, la vitalidad parece haberse esfumado, arrastrada por una cabecera comarcal que hace tiempo que no marca el ritmo. Hay que mirar tanto aguas abajo, hacia el área metropolitana y sus ventajas, como hacia la montaña de Aller y sus oportunidades, poco más que esbozadas en el afán de crear infraestructuras con las que luego no se sabe muy bien qué hacer. Convendrá perseverar en los proyectos y aprovechar lo hecho, creer en las propias posibilidades y apostar por una función residencial que reclama una reurbanización del hábitat, cuidando el detalle, recreando los espacios públicos, integrando y dando coherencia al mosaico de piezas y sustituyendo el tejido obsoleto con la finalidad de ofrecer atractivo a la población joven. Una necesidad para remediar el mal comarcal, asociado a la emigración de los jóvenes y a la redistribución de la población hacia otras comarcas metropolitanas. Ahí es donde tienen que actuar Moreda y la mayoría de los núcleos urbanos de las comarcas mineras asturianas.
El desafío de rehacerse como centro urbano
Moreda ha venido ejerciendo de centro urbano de la ciudad minera de Aller, la que se prolonga desde Valdefarrucos hasta Oyanco, que debe su existencia a los ciclos más activos de la minería del carbón, cuando Aller tuvo protagonismo en la economía asturiana y española. No ha sabido aún sobreponerse al agotamiento de la minería y al envejecimiento de la población ante la falta de oportunidades para la población joven. La salida está en rehacerse como centro urbano, de oferta residencial ajustada a las demandas actuales, que permita mantener a una población joven cuyo ámbito de trabajo, vida y ocio se mueve en el conjunto del área metropolitana.
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