Vetusta es joven
La capital, en pleno proceso de renovación urbana, es la ciudad asturiana que más habitantes ha atraído en este siglo y la de más alta natalidad del área metropolitana, pero también una población de servicios monopolizada económicamente por un sector muy amenazado por la crisis
La pareja que ha reconocido con asombro a Woody Allen paseando por Milicias Nacionales está a punto de recibir una crónica exagerada de lo que está pasando aquí. Se hacen una foto, ella pasando el brazo por el hombro del director de cine, y a los pies de la estatua, una placa les dice con las palabras del cineasta neoyorquino, en un panegírico de excitación ascendente, que están en «una ciudad deliciosa, exótica, bella, limpia, agradable, tranquila y peatonalizada; es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera... Oviedo es como un cuento de hadas». Tal vez no sea para tanto, pero también van por ahí algunos de los adjetivos que lleva esta ciudad de demografía expansiva en las definiciones de sus vecinos. Algún carbayón pondrá pronto en su propio retrato «cómoda», «limpia» y «abarcable» cuando quiera explicar por qué Oviedo, el concejo, había perdido casi 4.000 habitantes en los años noventa y sin embargo viene de añadirse 25.000 en lo que va de siglo. O por qué ha sumado más que ningún otro de los grandes municipios del centro creciente de esta Asturias metropolitana y tiene entre ellos la tasa de natalidad más alta. Habrá quien mencione el gusto moderno por la vida urbana y el poder magnético de su abrumadora especialización en el empleo terciario -que ocupa al 84 por ciento de la población- para explicar que Oviedo, la ciudad, tenga su tope demográfico en los 210.531 residentes de la última cifra oficial. Oviedo existe. Sólo es exótica si se viene de Manhattan, pero en el resto de la lista, más o menos, con una retahíla paralela de matices y algún reparo sobre el vacío que queda alrededor cuando se llena la capital, aquí dentro le dan la razón al premio «Príncipe de Asturias» de las Artes de 2002.
La fecha del día puesta con números de césped recortados sobre gravilla, en un rectángulo encajado en el jardín inclinado por donde el Campo San Francisco limita con el paseo de los Álamos, también ha llamado la atención de un grupo que paseaba desorientado por el centro de Oviedo. En el retrato que se han hecho sentados delante del rótulo ajardinado, no sin cierto esfuerzo para conseguir que quepa en el plano la sucesión numérica completa, hasta el doce del año en curso, se ve algo de la ciudad que los rodea, que según alguna versión tiene algún rasgo en común con ese almanaque en proceso de renovación permanente. Que se moderniza, que trata de ponerse al día. El calendario vegetal lleva ahí desde enero, cambiando todos los días, recuperando la tradición de reconstrucción diaria que en otro tiempo tuvo un jardín que Carmen Ruiz-Tilve, cronista oficial de la ciudad, recuerda haber visto hace muy aproximadamente medio siglo hecho con flores en lugar de con hierba y puesto aquí al lado, junto al Escorialín, donde empieza la empinada cuesta de Marqués de Santa Cruz dejando Uría a la espalda. Convertida en postal para turistas, la fecha de hoy escrita con material orgánico, viva, renovada otra vez hoy por la mañana, regala una sutil evidencia física a los que van a analizar la evolución reciente de su ciudad diciendo que la capital del Principado se pone en hora, se actualiza, reverdece. Que en el contexto de la mudanza generalizada de casi toda Asturias hacia los ambientes urbanos del sector central, el área metropolitana de la capital es de las tres grandes ciudades de la región la que ha atraído a más gente en los últimos años. El municipio ha subido este año su tope histórico de población a 225.946 residentes. La ciudad son 210.531 contando las extensiones residenciales de cemento rápido de La Corredoria y Colloto; el concejo se presenta con unos números de progresión demográfica que en este siglo no alcanza ningún otro en el Principado. Oviedo se expande, descose más que nunca las costuras de sus límites tradicionales. Dan fe las grúas que al Oeste hicieron La Florida y Las Campas, al Este declara como testigo la reinvención residencial de La Corredoria y Colloto y en el centro basta el atasco de cualquier mediodía de domingo soleado alrededor de la Catedral siempre que no sea uno de agosto.
La «heroica ciudad» que dormía la siesta en el arranque de «La Regenta» se despereza al comenzar el siglo XXI en mitad de esta Asturias que bate récords nacionales de envejecimiento. Capital del Principado y del tercer concejo de la región en tasa de natalidad -sólo por detrás de Caravia y Noreña-, Oviedo ha labrado en este siglo una pirámide de población cada vez más fuerte en su base, con el sector de edad más numeroso anclado en los treinta y una edad media rebajada al entorno de los 43 años que es la más juvenil de entre las de los grandes concejos de la región. Será que Vetusta se hace joven además de más grande, y que joven se refiere a la edad colectiva casi tanto como al aspecto físico. Aquí asentirán al unísono los ovetenses con memoria que saben que no ha sido siempre así, los forasteros que también se han parado a fotografiar la silueta blanca del Palacio de Congresos de Santiago Calatrava y los que han subido a mirar Oviedo desde la puerta del Centro Asturiano y ven que de la ciudad emergen sobre todo las dos torres y la visera cilíndrica de la vanguardia arquitectónica encajada en la trama urbana, donde «el Calatrava» sobresale del trazado por lo menos tanto como la aguja gótica de la Catedral de siempre. Oviedo es esta ciudad que, no sin polémica, ha sustituido como marca el escudo de la Cruz de los Ángeles por un logotipo azul, un cuadrado con crucero y corona que deconstruye el blasón tradicional e identifica a la capital, asociado con las consonantes del topónimo en mayúsculas, el código «OVD». Es este lugar donde ahora un autobús urbano pasa decorado con un coche rojo de Fórmula 1 reinterpretado por los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios. Mirado por el retrovisor, esto es un sitio distinto.
Pasa una barredora lustrando a cualquier hora el mosaico del paseo de los Álamos. Será que la capital rejuvenece, o más bien que quiere rejuvenecer, y tal vez también, dicen aquí, que lo necesitaba. ¿Cómo? El porcentaje de la población asturiana, sesenta por ciento y subiendo, que se reparte entre Oviedo, Gijón y Avilés, no va a consentir dudas sobre el atractivo moderno de los modos de vida urbanos, pero para hacer frente a la competencia que en ese punto exhibe el resto del centro de la región hay quien sostiene que «Oviedo también ha crecido en comodidad o limpieza, porque ofrece un atractivo y un poder de persuasión distinto al de otras ciudades». Habla José Álvarez Almeida, presidente de la patronal asturiana de la hostelería, empresario criado en la calle El Rosal con restaurantes en el Fontán y Latores, persuadido de que esta urbe abarcable, a su entender «cómoda» y paseable, encaja en el título del libro de Carmen Ruiz-Tilve que puede servir para resumirlo todo. «Una ciudad para vivir». Y «sólo las cosas vivas son hermosas», según dejó escrito el ovetense Ramón Pérez de Ayala cuando habló de Oviedo en «Belarmino y Apolonio». «Esa calle es hermosa porque vive...».
La síntesis en una encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) puso este verano a Oviedo séptima de España en la clasificación de la calidad de vida en opinión de sus ciudadanos. Séptima en la clasificación general, segunda en seguridad, tercera en excelencias de paisaje urbano, quinta en limpieza, séptima en valoración del mercado laboral, pero lejos de las primeras en calidad sanitaria y educativa o en oferta cultural y deportiva. «La imagen de Oviedo modernizándose, de ciudad limpia y de servicios, es un rasgo diferencial», remata Almeida. Lo mismo que la comodidad de una ciudad «que casi se recorre en diez minutos de una punta a otra» o la seguridad que celebra Laura Pérez, comerciante en El Fontán, pero no es sólo eso. La explicación está alrededor, en el entorno de esta capital incrustada en un área metropolitana de fuerte poder de atracción migratoria, en la difusión de los modos de vida urbanos y las mudanzas en busca de servicios de proximidad, en «la ilusión de la calidad de vida», pero además de ese factor migratorio la expansión tiene otros sostenes al decir de Pedro Rodríguez, director general de la Cámara de Comercio de Oviedo. Por ejemplo las funciones colectivas de una ciudad sin vigor industrial -«no queda ya ni la Fábrica de Armas», lamenta Ruiz-Tilve, «que fue uno de los grandes motores de Asturias»-, marcada por «el crecimiento imparable del empleo público hasta el año pasado. Oviedo es una ciudad de servicios y esos datos son muy importantes». Y Ramón Braña, que tiene un balcón para mirar la capital y el mundo desde su puesto en la dirección del hotel de la Reconquista, sabe que el silogismo que da razón al reverdecimiento de Oviedo empieza y termina en la certeza de que «somos una sociedad de servicios. Ahora el sector que domina es el terciario y donde más se ha desarrollado ha sido aquí». Son las administraciones, es la Universidad, el Hospital, el grueso de los domicilios sociales de la principal empresa de la región, el sector público, y también, a su lado, reincide Rodríguez, otra fortaleza que reside en las placas de los portales: «La gran cantidad de profesionales independientes liberales, los despachos que están instalados en Oviedo. Del dentista al consultor, del abogado al ingeniero...».
Hace tiempo que no es ésta la Vetusta de «los señoritos nobles y los abogadetes» que retrataba Clarín y al repasar el inventario de las energías de la ciudad urge una mirada a la Universidad. El director general de la Cámara de Comercio se refiere a la oportunidad que abren «los titulados universitarios. Tenemos una Escuela de Químicas con tecnólogos de primera magnitud, una Escuela de Minas que, aunque parezca una actividad que se acaba se sigue necesitando en el mundo, una Ingeniería Informática y una serie de potencialidades intelectuales en las que podemos confiar... Y las empresas del sector sanitario», con el ejemplo vivo del Instituto Fernández-Vega. En total, el 84 por ciento del empleo es aquí terciario y del análisis pormenorizado del sector dominante también salen conclusiones relevantes: más del 27 por ciento de los empleados ovetenses se adscriben a la Administración pública y a continuación empatan, con un dieciséis -superior al porcentaje sumado de la industria y la construcción-, aquellos que se dedican al comercio y a las actividades profesionales, científicas y administrativas. Oviedo es eso y la renta por habitante más alta de Asturias.
Falta el elemento corrector de la crisis, la certeza de que la locomotora de la ciudad pierde gas y esa sensación que José Ramón Sariego, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de la capital (FAVO) y del colectivo vecinal de Pumarín, palpó en un bar en el que el propietario decía «no sé qué voy a hacer cuando los funcionarios dejen de venir a tomar café». La ciudad, cuyo centro ha perdido ya algún establecimiento histórico barrido de la crisis, se enfrenta a «un problema previsible» que el director general de la Cámara de Comercio sustancia en «una caída de actividad a corto plazo por la bajada de la actividad pública. Los servicios están focalizados en los asuntos públicos y eso va a descender».
Luego está esa otra crisis, la demográfica, de la que la capital se guarece bajo sus atractivos urbanos, pero a la que no puede permanecer ajena. «Habría que ver si es positivo para el resto de la región», conjetura Braña, que «más del 85 por ciento de la población de Asturias viva en los ambientes urbanos del área central». Y es que Oviedo es el contrapunto de los «pueblos abandonados», de los «hórreos caídos a montones» que ve al salir de la ciudad Carmen Ruiz-Tilve, consciente como es de que «hay mucha población rural volviendo a las grandes ciudades, mucho prejubilado y gente que ha cambiado de vida mudándose a Oviedo», pero también de que en la Asturias de la plusmarca española del envejecimiento demográfico Oviedo crece «a costa de despoblar la provincia». No es todo miel en los cuentos de hadas.
El desafío pendiente de redefinir el centro
El edificio azulado, largo, la fachada acristalada, se ve bien porque está cimentado sobre un suave promontorio. En La Cadellada, el inmueble principal del nuevo Hospital Universitario Central de Asturias se alza involuntariamente como emblema del Oviedo que hace saltar por los aires los contornos del Oviedín del alma, desborda aquellas viejas fronteras y al menos físicamente deja de tener el centro en el ombligo. La capital, la de hoy, entendida en sentido amplio, identifica alrededor del complejo sanitario una insignia de los espacios aledaños ganados para el recrecimiento del casco urbano. De retrasos en sobrecostes, el hospital sin abrir ya dibuja la nueva ciudad difusa, la actualización de la vocación por los servicios y también uno de los desafíos del futuro, la construcción de una auténtica urbe dilatada que dé respuesta a la expansión física y haga ciudad en toda su extensión. Mientras pisa el mosaico del paseo de los Álamos, «el ombligo de Oviedo», «una obra de arte machacada» por la concentración de actividades en el centro urbano, Carmen Ruiz-Tilve invita a asumir como objetivo la certeza de que «la ciudad tiene que abrirse, buscar sitios nuevos para cosas nuevas». Saltar por encima de las dificultades que el «plan Urban», proyecto de cohesión urbana financiado con fondos europeos, está teniendo por ejemplo «para la integración de La Corredoria en Oviedo», asegura Pedro Rodríguez. Las barreras físicas y mentales y la geografía humana de la «ciudad dormitorio» retrasan «el desarrollo de un polo económico en esta zona» que la estadística oficial del INE persiste en recontar separada de Oviedo. La cronista oficial de la capital vivió en San Pedro de los Arcos «cuando aquello estaba en las afueras» y no se sorprende de que ahora esté «al lado de Uría», engullido física y psicológicamente por ese concepto cada vez más holgado que es el centro urbano. No sólo pasa ahora. He ahí el mecanismo, viene a decir, para esquivar «la mentalidad en algún sentido pueblerina» que conduce al repliegue de la ciudad sobre sí misma.
Dos solares de futuro
La crisis es la madrastra del cuento de hadas que contaba Woody Allen, pero el futuro también viene con huecos que llenar, y Pedro Rodríguez los está señalando literalmente sobre un plano que anuncia oportunidades en los dos solares, «muy bien situados», que dejarán el viejo hospital, al Oeste, y la Fábrica de Armas, al Sur. Justo en aquellas afueras de antaño que están ahora cada vez más cerca del centro. «Son dos de los grandes retos del futuro de Oviedo», define el director de la Cámara de Comercio, que se atreve a proponer que en ese espacio «tenga un papel importante un desarrollo combinado de la innovación de las empresas de cuello blanco con un desarrollo urbano sostenible y adecuado».
Identificando riesgos, fijando objetivos, Oviedo siempre vuelve a su vocación comercial y de servicios. «Ésta fue desde la Edad Media una ciudad comercial, el sitio donde compraba toda la provincia», afirma Tilve, y ahora que tampoco eso es evidente, la competencia obliga a dar una vuelta sobre el sector motriz de las actividades económicas en la capital del Principado. Es ahí donde Ramón Braña se vuelve a ver respondiendo a la clientela del Reconquista que se queja, dice, «de que la ciudad desaparece en agosto, de que no hay una terraza ni actividades ni ambiente. Y es una reclamación a la que hemos tenido que responder este mismo verano». Emerge de ahí el turismo con su peso actual y su margen de mejora, con la certeza de que «no se puede pretender que pueda tirar en solitario del sector servicios en la ciudad», pero también la impresión de que un día de agosto con dos personas visitando la Cámara Santa es absolutamente mejorable. «El turismo es muy transversal, necesita englobar el ocio y el negocio». Involucrar mentes, captar voluntades, «creernos que podemos ser una ciudad turística. Creérnoslo todos, desarrollar políticas que atraigan visitantes» y pedir que, como «Madrid es nuestro vivero» y Oviedo una reproducción a escala de las grandes necesidades estructurales de Asturias, no sobraría retirarle a la región y a su capital el obstáculo de la inaccesibilidad. «El ocio tiene el hándicap de las comunicaciones», y el AVE, concreta el director del Reconquista, «marca tendencias».
Como no hay, y además va a tardar en haber, la urgencia de la imaginación incrementa su peso en el rastreo de oportunidades. Pedro Rodríguez deja en el aire «un concepto comercial, la venta cruzada», que en la misma línea del «todos a una» se concreta en «que un hotel pueda vender un "pack" de artículos de un comercio o un establecimiento comercial una noche de hotel... Tenemos que crear un equipo de coordinación, porque si no hay venta cruzada no hay estímulo cruzado, y necesitamos incentivar esas relaciones». Y pedir. Seguir reclamando, aparte de la integración de voluntades, la apuesta oficial. El sector es aquí, interviene José Almeida, «algo muy nuevo, y tenemos que restar mercado a regiones que llevan toda la vida haciendo esto». La puerta del palacio de Calatrava anuncia un congreso sobre dificultades del aprendizaje, triste metáfora de la relación de esta ciudad con uno de sus pretendidos hechos diferenciales en la recepción de visitantes. «Debe haber una política decidida», reclama el presidente de Hostelería de Asturias, dirigida por «la creencia de que el turismo es un motor económico, no la maría, la asignatura de la que se puede prescindir. Todos los políticos hablan del turismo, pero los recursos que se le destinan siempre se nos antojan escasos. Tenemos que hacer una reflexión dura, entender que invertir en turismo no es gastar. Y Oviedo ha destinado por primera vez este año una cuantía al turismo de congresos».
El turismo de experiencias y la experiencia en el turismo
En el Fontán, después de comer, los turistas que «han alucinado» cuando en lugar de un plato ha venido «la perola de la fabada» seguramente le darían la razón a José Luis Álvarez Almeida. El presidente de Hostelería de Asturias, propietario de restaurantes acostumbrado a ver reaccionar a los visitantes, ha dicho que falta imaginación, «años de experiencia» y apoyo público para comercializar adecuadamente esta materia prima distinta preparada para un turista diferente. Puestos a buscar áreas de actividad con margen de mejora en la capital del Principado, aquí se generaliza la desembocadura en el turismo y en los que, incluso al final de un agosto soleado que invita a la playa y a la mar, encuentran un hueco para almorzar fabada en El Fontán; Pedro Rodríguez, director general de la Cámara de Comercio de Oviedo, se ha lanzado a considerar que « Asturias podría liderar el turismo de experiencias en España, el gastronómico, el educativo, el cultural, incluso el sanitario», pero el freno de los impulsos todavía colisiona contra la realidad de un sitio donde alguien volverá a repetir que a lo mejor necesita mecanizar las destrezas para competir con los que llevan en esta clasificación algunos cuerpos de ventaja.
«¿Por qué no permitir, por ejemplo», pregunta Almeida mirando por la puerta de su restaurante, «que el comensal compre su pescado en el mercado del Fontán y preparárselo? Todos tenemos que creer que el turismo es un motor económico», remata. Y en todos caben nombres y apellidos de lo más diverso, también administraciones, más atención al visitante internacional y «políticas municipales que se consensúen con el sector y permitan la participación de todos los que estamos involucrados: la cultura, la empresa, la Cámara de Comercio...». Tomando su experiencia trabajando el turismo en otras regiones con especialidad absoluta en vacaciones, Ramón Braña compara y encuentra un primer atisbo de ventaja competitiva. Hay un mercado consumidor de perfil medio-alto para la oferta asturiana y ovetense porque aquí, afirma, todo lo que se puede ofrecer al visitante «tiene vida. Las fiestas populares son populares. Es el producto ideal, no hemos degenerado el turismo».
El Mirador
_ El Hospital
El antiguo y el nuevo. Sostiene Carmen Ruiz-Tilve que el desplazamiento del centro hospitalario de Buenavista a La Cadellada «va a dar mucha vida a una zona dejando muerta otra». Pero hay quien contempla el espacio libre que dejará el HUCA como una oportunidad de futuro para una ciudad que tendrá aquí y en el solar de la Fábrica de Armas extensiones de terreno libre próximas al centro que debe aprender a saber gestionar.
_ La cultura
La oferta cultural, dice alguna opinión encontrada dentro del tejido social ovetense, «debe diversificarse un poco más. Es ópera, zarzuela y tres o cuatro cosas más», valora José Ramón Sariego, presidente de la Federación Ovetense de Asociaciones de Vecinos. La cronista oficial, mientras tanto, lamenta por ejemplo que «ya no tengamos salas de exposiciones públicas, que hayan ido desapareciendo».
_ El tráfico
La descongestión del tráfico se plantea asimismo como una tarea pendiente que mira con prioridad hacia «el anillo de circunvalación del Naranco», apunta Sariego, y tras años de espera a la Ronda Norte, que sigue viva en un proyecto que merma por la crisis las expectativas del plan inicial.
_ «Rediseñar»
La necesidad de exprimir las potencialidades que anuncia el Palacio de Congresos de Calatrava en Buenavista no es única en la ciudad. José Almeida añade la plaza de toros al viejo hospital y a la Fábrica de Armas, a la nómina de «grandes espacios que rediseñar», a la exigencia de «optimizar lo que tenemos». Pero «cuando una persona está en la uvi», afirma, «no se le suele preguntar adónde va a ir de vacaciones». Antes hay que remontar el vuelo que detiene la crisis.
_ La modernidad
El inventario de necesidades incluye un repaso a los servicios que deben configurar «una ciudad del siglo XXI». Ramón Braña, director del hotel de la Reconquista, llama la atención sobre la anomalía que supone «tener carriles con treinta kilómetros por hora de velocidad máxima y prioridad para el paso de los ciclistas cuando no hay, por ejemplo, ni bicicletas de alquiler de las que las tienen en casi todas las ciudades, ni apenas dónde dejarlas».
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