Más vintage y menos vetusta
Tras las dudas de finales del siglo XX, Oviedo vuelve a crecer con el desafío de liderar una oferta de servicios avanzados con capacidad de innovación
Oviedo, considerada de forma aislada, forma parte de ese numeroso conjunto de ciudades medias españolas que ofrecen niveles muy aceptables de calidad residencial y son apreciadas por los visitantes como urbes ordenadas, limpias, acogedoras, atractivas para la vida cotidiana. Pero tiene algo más: la proximidad de otras ciudades igualmente ordenadas, acogedoras y limpias como Gijón, Avilés, y también Grado, Villaviciosa, Pola de Siero, Mieres, Langreo… Es decir, Oviedo tiene el tamaño aproximado de León, pero está rodeada de muchas ciudades como las anteriores. Esto multiplica su potencia, le añade valor y modifica cualitativamente su identidad urbana como centro director de una de las más potentes áreas metropolitanas de la fachada atlántica europea.
Oviedo es heredera de una dilatada historia que la situó como centro administrativo de la región desde los tiempos altomedievales. En el ciclo industrial asturiano administró regionalmente el sistema de ciudades especializadas, desplazando la actividad minera e industrial a los núcleos segregados de su periferia urbana y también a los concejos vecinos, al tiempo que desarrollaba al máximo su sector terciario. La capitalidad administrativa y su función de centro regional de servicios permitieron su crecimiento en el modelo industrial tradicional, si bien a ritmo más lento que el de las ciudades portuarias durante la segunda mitad del siglo XX, época en la que la industria siderometalúrgica se relocaliza en torno a los puertos marítimos.
La ciudad sufrió en el proceso de transición al modelo posindustrial, en el que la crisis de la actividad regional se hizo notar en la capital en forma de desconcierto y en el que no acertó a planificar el crecimiento urbano capaz de dar respuesta a sus necesidades. Resultado de ello fue un crecimiento hacia dentro, que densificó en exceso el casco urbano. Frente a la difusión, implosión. Tras solventar las dudas de los años ochenta, que sumieron a la ciudad en una preocupante parálisis, Oviedo identificó de nuevo su papel y vuelve a crecer de la mano de una notable extensión del ámbito urbano, sobre todo hacia el Este (La Corredoria, Colloto...), pero también hacia La Florida, Monte Cerráu, San Claudio o La Manjoya. También en operaciones de reforma interior que han tenido un negativo impacto sobre el paisaje y la estructura urbana. Cinturón Verde es buen ejemplo de unas prácticas urbanísticas que superar, que hacen que sea una necesidad repensar el modelo urbano para el corazón ovetense, el delimitado por el trazado de la primera ronda de circunvalación.
Un importante aumento del suelo urbano permitió al municipio rebasar en 1996 la barrera de los 200.000 habitantes y crecer rápido en el nuevo siglo hasta los 225.000, asentándose en el grupo de ciudades medias y dinámicas, como centro administrativo de la sexta aglomeración metropolitana española. El propio casco urbano supera los 200.000 residentes, si incluimos La Corredoria y Colloto. En lo que va de siglo, el concejo aumentó de 201.005 a 225.391 habitantes, crecimiento notable en una región de demografía regresiva, que nos pone de relieve la gran capacidad de atracción que ejerce aún sobre la población regional.
Oviedo también tiene tradición industrial y rural. La industria y la minería ocuparon localizaciones centrales (fábrica de fusiles de La Vega) y periféricas que en algunos casos perviven (Tudela Veguín, Trubia, Villapérez) y en otras ya están inactivas (La Manjoya, Olloniego, San Claudio). Éstas comparten hoy una situación de rápido cambio, aunque con diferentes tendencias, en razón de sus mayores o menores dificultades para hacer atractiva la función residencial.
Oviedo no es ciudad fluvial. El Nalón rehúye la ciudad después de alinear ciudades, minas e industrias desde Laviana hasta Tudela Veguín, Agüeria y Olloniego y pasar a Ribera. El otro tramo del Nalón ovetense, aguas abajo, recorre un paisaje amable, que debe ser objeto de un exquisito cuidado paisajístico (Caces, Las Caldas, Trubia). La ciudad no sólo está envuelta por otras ciudades, sino también por un paisaje rural que hoy constituye un valor apreciado como síntoma de calidad territorial y sorprende por la peculiaridad de su sofisticada mezcla a los visitantes y es materia de disfrute para los residentes.
La tradición urbana de Oviedo está estrechamente ligada a las actividades del sector terciario, pues es una ciudad de administración y servicios. La ciudad vive por y para el terciario: 30.000 empleos en el comercio, hostelería y afines; 20.000 en las actividades financieras y servicios a empresas y 30.000 en los servicios a la población. Más de 80.000 empleos en el sector terciario, cubiertos por activos de todo el ámbito metropolitano. Otros 8.000 empleos en la construcción y 6.000 en la industria, además de un paro creciente que supera los 15.000 demandantes de empleo, completan el panorama laboral de una ciudad donde la terciarización alcanza las cotas más altas de la región (84% del empleo total, 82% de la producción). Dinamismo económico y laboral que ha atraído a más de 10.000 extranjeros, el 5 por ciento de la población total. Para sostener el crecimiento se necesitan aún infraestructuras y mejores equipamientos. El AVE hasta la ciudad. La mejora de las comunicaciones con el Occidente (conexión con la autovía de Grado en San Claudio, nuevo enlace con Avilés por el oeste del Naranco, ronda oeste). Equipamientos como el nuevo hospital y la reestructuración urbana conexa para crear un espacio de nueva centralidad metropolitana en la articulación con Siero y Llanera, concejos unidos a Oviedo por fuertes lazos funcionales que contribuyen a sincronizar su vitalidad.
Oviedo da seguridad, esto es una conmovedora confianza frente al futuro inmediato. La confianza es un valor que se opone a la incertidumbre, pero hay que tener en cuenta que Oviedo depende de la región a la que sirve, y la crisis de ésta afecta a su centro. Asturias no ha avanzado suficientemente en su vertebración con el resto de la Península y con Europa. Lo que aviva el riesgo de un localismo unido a un aislamiento físico y mental. Hay un reto pendiente y evidente: aumentar la natalidad. Tener menos nacimientos que defunciones ensombrece el futuro de una ciudad dinámica. Hay que mejorar las posibilidades de inserción de la población joven y optar por una estrategia de actividad y empleo que aproveche la aportación universitaria, un activo fundamental.
La ciudad, como centro metropolitano, tiene que situarse entre las grandes ciudades españolas por su oferta de servicios avanzados y su capacidad de innovación y adaptación a nuevas realidades y demandas. Anticipar el futuro, cooperando en todas las escalas, liderando la capacidad de consolidación metropolitana, como recurso para el crecimiento. Consolidación que ya se está produciendo en las relaciones de Oviedo con Llanera, Siero, Noreña, Ribera de Arriba o Morcín, pero que debe ampliar al conjunto metropolitano y, en particular, a la consolidación de la enorme potencialidad del eje de Oviedo y Gijón. Patrimonio y paisaje distinguen a Oviedo y a toda el área metropolitana sobre el resto de las españolas. Hay que cuidarlo con criterios de excelencia. El Prerrománico y el Naranco, espacios simbólicos, deben ser prioridades absolutas si se entiende la configuración de nuevas ciudades. La recuperación de ríos y riberas para una ciudad que no los tiene en su casco histórico es otra prioridad. El cuidado paisajístico de los bordes de la ciudad, la adaptación de los pequeños viales, que al unirla con los concejos vecinos la capilarizan y ofrecen alternativas para el paseante y el ciclista, son un complemento de la ciudad nueva.
La ciudad no es producto acabado, se reinventa continuamente, y cada vez más en el plano inmaterial. Por ahí va el futuro. La ciudad es continuo cambio, hay que abandonar toda autocomplacencia, y las resistencias irracionales a mirar al exterior, a cooperar con los demás, a buscar acuerdos, apoyos, soluciones compartidas.
Oviedo ha dejado atrás la luz mortecina y la humedad malsana de Vetusta, paradigma tras el que podían cobijarse tantas otras ciudades de aquella época, en una España agotada y orgullosa. Hoy es el puente de mando de un navío que ha visitado las costas más lejanas, y en su periplo mundano recoge un aire cosmopolita muy necesario para un país con tendencia al ensimismamiento. Ese aire vibrante lo recoge también de todo el aglomerado urbano que la rodea y la hace más grande y más interesante. Con estos aires cosmopolitas y larga tradición Oviedo se reclama más vintage que vetusta.
Abrir la ciudad
Oviedo es centro de la región y una notable y atractiva ciudad media. Encabeza una de las más importantes aglomeraciones metropolitanas españolas. Superadas las dudas de la época de reestructuración, crece con relativa rapidez sobre la base de la atracción de población asturiana y extranjera. Debe tomarse mucho más en serio su liderazgo regional, replanteándose muchas de las prácticas y modos de los tiempos recientes. Las crisis ayudan si no matan, y hay que aprovechar la oportunidad para recrear una ciudad más abierta, más dinámica, con más oportunidad de iniciativa para jóvenes y no tan jóvenes, con menos complejos y más capacidad de adaptarse a los cambios rápidos. Capaz de relacionarse y cooperar con los vecinos, los próximos y los lejanos.
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