Para parar un tren

Villa de servicios atada a las vías de comunicación, la Pola pugna por ser parada del AVE en su búsqueda de un escaparate donde exponer su diversidad múltiple de argumentos contra el retroceso demográfico

Marcos Palicio / Pola Lena (Lena)

La vía se desvía al salir de Pola de Lena. Los trenes que abandonan la estación hacia el Sur esquivan un camino de hormigón, todavía sin raíles, que pasa por encima de un puente recién hecho y conduce hacia la boca oscura del primer túnel asturiano de la Variante de Pajares. Pegada desde que tiene conciencia a las principales rutas de comunicación del centro de Asturias, la capital lenense es una porción de espacio urbano delimitado por las líneas paralelas que trazan, una a cada lado, la vía del tren y la autopista A-66. El ferrocarril a León y a Gijón se va de la Pola entre el barrio de La Caleya y el del Molín de la Sala; la autovía a Oviedo y a Madrid se oye y se ve sin cesar desde la barriada obrera de Santa Cristina. La forma deja a la vista el fondo en este sitio donde el diseño es una definición y el caserío en altura se alarga entre montañas ocupando lo que queda entre la línea férrea y la Ruta de la Plata transformada en autopista. Vega de dos ríos, punto de fusión del Naredo con el Lena, la segunda población más habitada de la cuenca minera del Caudal es una villa de servicios con carta fundacional fechada en 1266 y costumbre histórica de lugar de tránsito que ha entrado en el siglo XXI preguntándose cómo conseguir que por aquí además de obligatorio pasar sea interesante parar. Reclamando su derecho a restañar las heridas que ha abierto la Variante, la Pola pide parar el AVE. Según el planteamiento, ya que el AVE asturiano está en obras sólo hasta aquí, ya que el resto del trazado a Gijón es un estudio sin proyecto y que en Lena va a tener que parar casi obligatoriamente, que «abran las puertas». No es mucho pedir en opinión de Ramón Argüelles, alcalde de Lena por Izquierda Unida.

Mirando por el túnel a ver si asoma por fin el tren de Alta Velocidad, la cabecera administrativa de Lena, que contaba en 2011 más de cuatrocientos habitantes menos que al comenzar este siglo, recuerda que no ha sabido subirse a algunos otros. Un vecino retrocede hasta las posibilidades de crecer como ciudad dormitorio que excitó en los noventa la llegada de la autovía, otro menciona el hospital comarcal que se planteó al norte de la Pola, hay uno más que opina que no se aprovecha como debiera la práctica equidistancia de la playa y la estación de esquí... O la potencialidad que se esconde tras la industria alimentaria autóctona, o hasta la vecindad en el valle de Zureda de un núcleo de turismo rural pionero en Asturias, de la iglesia de Santa Cristina como ejemplo señero del Prerrománico asturiano.... José Manuel González, presidente de la asociación de comerciantes Cava Baja 2000, resume que «quizá nos falta vendernos, creer en nosotros mismos». Carlos García, componente de la Xunta Cultural Rebelgu, organización juvenil de la villa, deplora que no se perciba con nitidez que «la Pola es un sitio guapo para vivir, que tenemos de todo y estamos muy bien comunicados»; también que los viveros de empleo no acaben de germinar en el entorno de la villa o que los fondos mineros «mal distribuidos y orientados» hayan devenido, al decir de González, en un «cáncer» de asfalto, calles nuevas y aseo estético evidente y necesario, pero insuficiente «para que se queden los vecinos». La lista enlaza con los fracasos encadenados del parque temático «Legendarium», en la vega donde se retrasó el polígono industrial de Villallana, y del grandonismo virtual del complejo de ocio «Puerta de Asturias», que nunca llegó a llegar a El Sotón, el extremo sur de la Pola. El Alcalde clama por los fondos mineros que hacen falta para recrecer el área empresarial del norte de la villa y mientras, a los ojos de algún lenense inquieto, la pelea del Ayuntamiento por conseguir que el AVE tenga una parada en la Pola se acepta como metáfora de una lucha por no volver a permitir que se escapen más trenes. El de Alta Velocidad es aquí un tren de aterrizaje.

Avelino Llera, periodista, fundador y director del quincenal «La voz de Lena», ha ido a la hemeroteca a buscar la portada del primer número de su periódico, publicado en junio de 1994, y en su parte inferior señala el titular de una entrevista que quiso ser premonitorio de un futuro distinto, pero que con el paso los años ha terminado por transfigurarse en dolorosa evidencia del tiempo perdido. Habla Enrique Fernández Lobo, que era entonces alcalde y se mostraba convencido de que «con la nueva autovía, Lena tiene que ofertar vivienda a Oviedo». Casi 18 años después, en aquella pretensión de vender la Pola como ciudad residencial a remolque de la buena comunicación con todas partes «se nos adelantaron otros concejos satélites de Oviedo. Otros que a lo mejor no ofrecían tanta calidad de vida como nosotros» y que han dado con la Pola en su estado actual. «Llevamos seis años sin ver una grúa pluma y quedan cinco pisos sin vender de la última promoción».

El termómetro de la construcción y de la porción de crisis que corresponde a Pola de Lena sirve para calibrar el inventario de daños. Y lo peor es que puede que las preguntas sin respuesta de hoy se parezcan demasiado a las expectativas de futuro abiertas hace dieciocho años. La «puerta de Asturias» se sigue cuestionando cómo aprovechar la cercanía que «vende» el eslogan turístico de Lena. El enigma inquiere cómo servirse de la accesibilidad de este paisaje de villa tranquila y bien servida, de este centro de un valle limpio al fondo de una cuenca minera sin carbón. O cómo utilizar a su favor toda la materia prima que podría revertir la dirección de salida que mayoritariamente ha tomado la población desde que se ha vuelto mucho más fácil entrar y salir de aquí. Es el signo de interrogación que deja en el aire el encogimiento demográfico reciente de la villa, que resiste con pocos más de 8.500 habitantes donde se acariciaban los 9.000 al comienzo del siglo. La Pola acapara sin embargo todavía, y cada vez más, la mayor parte de la población de un municipio detenido 12.500 residentes, la cota más baja desde principios del siglo XX y casi un diez por ciento por debajo de los cerca de 14.000 que contaba en los albores del tercer milenio. Ahí cuenta la población permanente y censada, porque la temporal, la flotante, era muy superior hace unos años merced a la obra de la variante de Pajares hasta que también ésta se ralentizó y aquélla se rebajó. Por aquí, en fin, pasó la autovía en los noventa con su promesa de exaltación residencial, pero la alta ocupación del carril de huida no compensa el tirón tradicional que la capital lenense ejerce todavía sobre el resto rural de su concejo y los limítrofes, Aller, Quirós, a veces hasta el sector sur de Mieres... Pero Lena no es, demográficamente, mucho más que la Pola, la competencia en la carrera por la calidad residencial es extensa en el área central de Asturias y por si fuera poco, la curiosa fuerza propulsora de las prejubilaciones mineras también ha hecho aquí su parte del trabajo. «El ochenta por ciento de los prejubilados compró un piso en Gijón», o eso calcula a ojo José María Suárez, hostelero con restaurante en el centro de la capital lenense.

Hay que contar con el fenómeno universal del envejecimiento, el factor esencial en la versión del Alcalde. Conviene considerar las esquelas que empapelan entera una farola en la calle Canuto Hevia, al comienzo del barrio de La Caleya, y sumar el cero en el número de nacimientos registrados en el concejo en marzo. Y «el entierro de ayer» y «los tres de anteayer»... Detrás del mostrador de una librería histórica que lleva 84 años enfrente de la iglesia de la Pola, Eligio del Castillo ha echado la cuenta de los funerales de un día de abril. Él fue 46 años notario de la vida de esta villa, de su concejo y su comarca, como fotógrafo de prensa, y sabe, con la perspectiva que da ese equipaje, que puede ser tarde para subirse a algunos de los trenes que faltan por pasar. Pero sale de la tienda y encuentra la plaza amplia de Alfonso X el Sabio, dominada por las dos torres blancas de la iglesia de San Martín el Real, y delante su paseo con pérgola de plátanos desnudos, y a su lado un  café que se ofrece desde el rótulo del toldo como «Tetería romántica». Saludando viandantes a izquierda y derecha, comprobando en el pequeño centro urbano peatonal la proximidad humana que al decir de algunos acompaña aquí a la física, habrá quien vuelva a confiar en los recursos para proyectar esta oferta de villa tranquila, en todos los sentidos cercana y por casi todos los medios bien comunicada.

El escritor Juan Antonio Cabezas puso «atopadiza» en la definición de su paso por la Pola en 1970. Hoy asentiría, si pudiera, el dramaturgo Vital Aza, hijo ilustre de esta villa en cuya casa natal, en la calle que lleva su nombre, ha quedado escrita su filiación en verso: «Al despuntar la mañana, tras una noche serena y en fecha ya muy lejana, nací en la Pola de Lena, hermosa villa asturiana». En la versión actual, Tomás Fernández, «Tomielindio», fisioterapeuta con clínica en la villa, hostelero con cafetería y cantante del grupo de rock lenense «Mokomitas», explica la falta de correspondencia entre esta calidad de vida y las cifras del censo descendiendo a las profundidades de «la mentalidad del asturiano y del lenense. Un sitio que sería atractivo a los ojos de cualquier ciudadano del mundo deja se serlo, por cotidiano, para los que somos de aquí. Oigo decir "compré un piso en La Corredoria" como si fuera El Dorado, cuando te costó dos o tres veces más que aquí, cuando allí a lo mejor tienes que vigilar más al rapacín», por poner un ejemplo. «La calidad de vida que se puede alcanzar viviendo en la Pola está desprestigiada o poco valorada».

La ilusión de la Pola llena o cómo «empezar a valorar lo nuestro»

En el acceso a la villa por el Norte hay un puente atirantado de estructura semicircular, azul y blanco, que no va a ninguna parte. Es un fósil de la prosperidad urbanística del pasado reciente que un día quiso cruzar el río Lena para comunicar la Pola con su proyecto de ensanche en La Llera. Hoy, La Llera sigue siendo una pradera y la pasarela sirve sólo para evaluar el camino que tiene pendiente la venta de esta villa como espacio residencial interesante. Tampoco tiene mejor abono el terreno productivo, donde, al decir de Tomás Fernández, convendría superar el «modelo antiguo» de los grandes polígonos y las grandes empresas alimentadas con cantidades industriales de ayudas y fondos mineros. El sistema, afirma, funcionaría mejor con parques empresariales «parcelados en espacios pequeños y ofrecidos en condiciones ventajosas a empresas de la zona». Ahí fuera, y no tan lejos, «hay compañías que hacen cosas muy importantes en los mercados internacionales y que son locales, que tienen cinco o seis personas y están en sitios como la Pola».

Hay caminos. Eso salta a la vista aquí más que en ningún otro sitio. La ilusión de la Pola llena depende de aquella capacidad de exprimir y comercializar lo propio, de conseguir enseñar algo más que lo que se ve al pasar a toda velocidad por el tramo de autovía que traspasa la villa entre el barrio de Santa Cristina y el de L.lencia, esquiva Robleo y sortea el área industrial de El Masgaín antes de dejarla atrás y seguir camino hacia el Sur. «Cuando digo en Madrid que vivo a treinta minutos de una playa y a veinte de una estación de esquí no me creen. Y eso es Lena», confirma Avelino Llera. Es eso y tranquilidad, y precios «más razonables aquí que a veinte minutos», comercio de proximidad y hasta el recuerdo de un tiempo en el que «llegaban autobuses llenos de alumnos que por algo venían de fuera a estudiar aquí», afirma Jaime Aza, presidente del colectivo juvenil «La Forca Lenense», identificando el «buen nivel educativo» de la villa en el edificio alargado de ladrillo que resalta en el número diez de la calle Comendadores de Lena, el Colegio Nuestra Señora del Pilar. La paradoja del siglo XXI, sin embargo, ha evitado que la Pola quepa en el modelo de villa atractiva de censo expansivo que se da más en el resto del centro de Asturias que en las cuencas mineras. Dicho de otra manera, que «no se sabe vender Lena en el exterior», sentencia Llera. Que a lo mejor falta iniciativa para sacar partido de la fuerza escondida en algún lugar de este espacio urbano acoplado al valle angosto del río Lena.

La población que nació aquí para dar asistencia y servicio a los pueblos de su entorno sigue teniendo bien a la vista, ocho siglos después de la carta puebla que explica una placa amarilla frente a la iglesia, las evidencias de su función original. De negocio y transacción, de compraventa y prestación, con «152 funcionarios locales» llenando hoy la nómina de la principal empresa de la villa a la luz del recuento de Jaime Aza y una inclinación sin vuelta atrás hacia las actividades del sector terciario. «La mayor parte del trabajo está en la hostelería y el comercio, es nuestra mayor industria», confirma José María Suárez. «Pueden ser trescientos o cuatrocientos empleos directos. Seríamos la bomba si fuéramos una sola empresa, sería la bomba, pero no tenemos la atención que merecemos. A lo mejor porque no hacemos fuerza todos juntos». Él habla con la experiencia de haber presidido una asociación de hostelería que acabó disolviéndose después de una escisión, ejemplo de hasta qué punto faltan cohesión y altavoces de presión para las necesidades de los ciudadanos.

Si la vista se desplaza hacia el turismo, la apatía que alguien identifica en el fondo del tejido social encuentra un indicio doloroso mirando hacia arriba, al puerto, al parador parado de Pajares. Situado en un imponente cambio de rasante como «no hay dos en España», apunta Tomás Fernández, espera desde hace demasiado tiempo una mano que lo ponga en marcha. «Y con 510.000 euros se compra y con otros tantos se repara», y con menos se explotan recursos como la naturaleza del parque de las Ubiñas, el prerrománico de Santa Cristina de Lena y una estación de esquí «a la que a veces vivimos de espaldas». Viene a decir que a lo mejor la villa puede sacarse más partido también en este terreno, sobre todo ahora que en la estación se anuncia la llegada del último tren. Las dificultades que se adivinan para parar el AVE no arredran voluntades ni justifican un paso atrás. Y aunque a Avelino Llera le dicen otros ejemplos de otras regiones que «la repercusión sobre la población suele ser mínima», el Alcalde entiende que la parada lenense es «razonable», y José Manuel González, justa: «El AVE ha de parar en Pola de Lena», asegura, en lógica contraprestación para «el concejo que sufrió un mayor escarnio ecológico por la obra».

Alicia Valverde, propietaria de uno de los tres hoteles de la villa, espera que el tren ayude a tirar de esta villa que tiene recursos y materia prima, persevera, y que no necesita más que una aplicada campaña de publicidad. En este sitio nacido para vender e intercambiar, que por algo tiene su «plaza del Mercado» y su mercado de ganado, todo parece paradójica cuestión de saber venderse. Todo es «empezar a valorar lo nuestro».

El AVE abre una vía logística

«Lena cede sus mejores suelos, muy escasos, a toda la región. Las principales vías de comunicación de Asturias atraviesan el concejo, pero el concejo no se aprovecha de ello. Tiene un potencial que para sí quisieran otros y no le está sacando partido con equipamientos o actividades capaces de retener a su población joven». Santos Fernández Noguerol, profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo, gijonés con ascendencia lenense, ha llevado la reflexión sobre el futuro de la Pola a los andenes de la estación ferroviaria de la villa y de aquí a todas sus posibilidades de desarrollo. Con el rabillo del ojo en el túnel de la Variante, la certeza de que será éste el primer municipio asturiano que reciba la Alta Velocidad ferroviaria conduce al geógrafo, autor de una monografía sobre el concejo, a la intuición de que urge arbitrar un modo «innovador» de exprimir el tren veloz. «Polígonos industriales hay muchos y algunos muy próximos», resalta, «pero centros logísticos ninguno hasta la ZALIA en Gijón». Por eso, y porque el AVE está en obras hasta aquí, porque no se sabe cuándo pasará de Lena al resto de Asturias, su propuesta dice que puede caber aquí «un área logística, no del tamaño de la gijonesa», pero sí más pequeña, para organizar el abastecimiento a las cuencas mineras y explotar en beneficio propio el recurso principal de este concejo desde que tiene memoria, sus facilidades para la comunicación.

«El concejo de Lena», la investigación sobre el municipio publicada hace un año con la firma de Fernández Noguerol, abre una reflexión sobre el futuro que hunde la raíz en la tradición accesible del municipio más meridional del área central de Asturias. Trata de responder a la cuestión por la sangría demográfica reciente y la falta de alicientes para parar el reflujo demográfico y concluye que «no se generan actividades que retengan a la  población joven». Por eso la propuesta logística; de ahí la demanda de un mejor aprovechamiento de los recursos turísticos o el dictamen que concluye que urge reparar la avería que se detecta cuando las buenas comunicaciones no hacen que los habitantes   se queden y se desplacen desde aquí, «en movimientos pendulares», a Oviedo o Gijón. Aunque el resto rural del concejo pierde población en favor de la capital, en general «la Pola y Lena no ofrecen suficientes alicientes para retenerlos, no hay atractivos económicos, sobre todo en el mercado de la población juvenil».

El Mirador

Propuestas para mejorar el futuro

_ El ambulatorio

El centro de salud que da servicio a la villa, en la calle Vicente Regueral, no tiene ni siquiera ascensor, «se mantiene gracias a la paciencia de los usuarios y a la profesionalidad de los trabajadores», apunta el alcalde Lena, Ramón Argüelles. El Ayuntamiento tiene consignados 600.000 euros para la expropiación de una parcela en el parque de La Ería, «pero el Principado aún debe comprometerse a ejecutar la obra», afirma.

_ El aparcamiento

«Llevamos muchos años, alcalde tras alcalde, reclamando un aparcamiento subterráneo». José Manuel González, presidente del colectivo lenense de comerciantes Cava Baja 2000, llama la atención sobre uno de los problemas que enredan el progreso de esta villa de servicios encajonada en un pasillo entre montañas con dificultades de estacionamiento.

_ El enlace sur

Para no colapsar el tráfico en el centro de la villa, el Ayuntamiento de Lena ha reclamado el enlace que le falta a la autopista A-66 en sentido León por el sur de la capital, junto al polígono industrial de El Masgaín y el área deportiva de la capital lenense, con campo de fútbol, piscina y polideportivo. La apertura aquí de una gran superficie comercial ha generado un notable incremento de la circulación y para acceder a esta zona llegando desde Oviedo ahora es necesario atravesar el centro de la villa.

_ El polígono

En la generación de puestos de trabajo que el Alcalde plantea prioritaria interviene la parálisis y la incertidumbre sobre los fondos mineros. Aquí afectan particularmente al polígono industrial de Villallana, que tenía consignados 25 millones de euros, «gastamos trece» y «no sabemos dónde están» los doce restantes, correspondientes a las partidas para la reestructuración minera que el Gobierno estatal mantienen en el aire.

_ Los servicios

O los que faltan. Ramón Argüelles apunta, por ejemplo, hacia la hierba sintética del campo de fútbol de El Sotón, porque «debemos de ser la única villa de Asturias que no la tiene». Al decir del Alcalde, el Principado adquirió el compromiso de acometer la obra y el Consistorio lenense tiene reservada una partida de 240.000 euros para poner su parte.

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