De La Huelga al Goia
Abel González, autor de varios libros sobre la historia íntima de Posada, descubre los rincones que dan carácter a la localidad
Abel González Rodríguez es un experto en grandes obras, pero no de piedra o cemento, sino de carne y hueso. Un especialista en esos «monumentos humanos» que han perfilado durante las últimas décadas la Posada de Llanera en la que nació en 1948 y, también, por extensión, todo el concejo. Por las páginas de la serie de libros «Historias vividas, historias contadas», que ya tiene casi a punto un tercer volumen, el que fuera director de la prestigiosa Coral Polifónica de Llanera, bucea, de la mano de la periodista y escritora Nieves García Ordóñez, en la intrahistoria local. En sorprendentes biografías de vecinos muchas veces anónimos, pero que, a la postre, explican y dan carácter a un municipio que está en el centro del centro de Asturias.
Sentado en un banco del pequeño jardín que hay delante del Ayuntamiento, Abel González echa la vista atrás y rememora la Posada de su infancia y de su juventud. El imparable progreso, la privilegiada ubicación geográfica, el éxodo rural y el desarrollo de los polígonos industriales han cambiado profundamente la fisonomía urbana y humana de la localidad. Luces y sombras: «Los avances han traído riqueza, pero, a cambio, Posada ha perdido buena parte de su propia identidad», comenta González. Pasado y presente. ¿Y el futuro? «Halagüeño, a poco que las cosas se hagan bien. Con esta ubicación que tenemos...»
Pasea Abel González por una Posada atravesada diariamente por miles de vehículos, hasta 30.000 según algunos estudios. Atrás han quedado los tiempos en los que la capital de Llanera era una tranquila villa rural asturiana en la que «los chavales jugaban al fútbol en una carretera que también hacía las veces de improvisada pista de baile, porque el tráfico era mínimo».
Recuerda Abel González los tiempos dorados del cine Goia, en plena avenida de Prudencio González, con películas y baile hasta bien entrados los sesenta. Y al aire libre cuando el tiempo lo permitía. También aquel mercado de los sábados, que colapsaba la localidad. Entonces, Casa Rosa era centro neurálgico de buena parte de las compras semanales de las gentes de los pueblos y el abuelo paterno de Julio Iglesias, el padre del doctor Iglesias Puga, regentaba una farmacia a unos pocos metros, también en plena calle principal de la capital llanerense.
José Manuel Tamargo, de la centenaria Casa Rosa, es una de las principales fuentes de suministro de datos para Abel González. «Un libro abierto sobre Posada», en palabras de su íntimo amigo, quien subraya la relevancia histórica de la plaza de abastos, «la plaza a secas» para los vecinos de más edad. «Fue inaugurada en 1926 y sufragada por el Club Llanera de La Habana», rememora González, para añadir que «la estructura actual, aunque reconvertida en escuela de música, sigue siendo la misma».
Este paseo también lleva al histórico campo de fútbol de La Huelga. Abel, autor de un libro sobre la historia del balompié local, reseña que la actual Unión Deportiva Llanera, hoy en el grupo segundo de Primera Regional, fue fundada en el verano de 1961 como heredera de otros clubes más antiguos. Es el caso del Llanera Sporting de los años treinta del pasado siglo, del Llanera Deportivo de los cuarenta, o del Atlético Aviación de los cincuenta. Desde hace unos años, La Huelga lleva el nombre de Pepe Quimarán, tío de Abel y alma máter del Llanera durante muchísimos años. Hoy, el césped es de hierba sintética y aguanta a la perfección el trote al que le someten todos los equipos de cantera del club. Los barrizales han pasado a la historia.
Y del campo de fútbol al polideportivo y, en seguida, al paseo fluvial que lleva el nombre del cardenal Francisco Álvarez, natural de Ferroñes. Se trata de una de las principales zonas de expansión de Posada, que no ha parado de crecer en los últimos años, aunque la crisis haya ralentizado el avance.
De vuelta al centro, en el parque principal de Posada un hórreo recuerda el reciente pasado rural. Explica Abel que este espacio lleva el nombre de Cuno Corquera. Es el seudónimo de Secundino Hevia, poeta de Ables, fallecido en 2002, que cuenta entre sus obras con el «Cánticu a Llanera», himno oficial del concejo musicado por su coral, y al que Abel González califica de «entusiasta» de esta tierra. A un paso, en la zona alta, está ese pequeño barrio que podría definirse como la Posada antigua, junto al camino real. Allí perviven varios hórreos, alguno de ellos de cierto valor, como el de Casa Quimarán. Las típicas construcciones están a resguardo del incesante e inclemente tránsito de la carretera. Abel comparte la necesidad de descongestionar el centro de Posada. La reivindicación, ya histórica, se incrementó a raíz del atropello mortal de una menor el pasado agosto. En pleno siglo XXI, la AS-17 ya nunca va a ser un baile o un campo de fútbol, pero los vecinos reclaman algo de tranquilidad y la máxima seguridad. «Con hacer una variante desde Asipo a El Merón sería suficiente», opina Abel en tertulia con Tamargo. ¿Temas de conversación? Los de Posada, por supuesto.
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