El nacimiento de una villa
Posada ha sabido aprovechar su situación, en el cruce de caminos que une la marina oriental con la montaña de Covadonga, para erigirse en floreciente población comercial y de servicios
Posada debe su condición de villa al cruce de caminos entre la costa llanisca y el eje interior de Onís y Cabrales, en el camino a los Picos de Europa. Y tiene como impronta la proximidad entre mar y montaña, componentes esenciales del original paisaje del poniente asturiano. De ellos obtiene la posibilidad de erigirse en eje de relación entre los dos principales ámbitos territoriales asturianos de especialización turística: la marina oriental y la montaña de Covadonga y los Picos de Europa. Posada crece en un cruce carretero, en el camino costero entre Oviedo y Santander y su desviación al interior, crecimiento refrendado por el ferrocarril económico-estratégico de principios del siglo XX. El siglo anterior, el XIX, había ido convirtiendo a poblaciones rurales en un proyecto urbano, con calles, palacios, casonas, iglesia y, sobre todo, con la nueva plaza del mercado, que da sentido a la que quiere ser otra población. Nace así una nueva villa, dedicada a las actividades comerciales y terciarias. Que no olvida su vinculación tradicional a la ganadería como ramo preferente de transacción de semovientes procedentes de las caserías del entorno
Como muchos proyectos cargados de futuro, Posada ha tenido su impulsor, su valedor, con estatua en la plaza, y sus indianos, con casa, finca y, en ella, la palmera. José Parres Piñera contempla cómo, lentamente, el lugar de mercado, que en el siglo XIX fue incorporando diversos establecimientos, que trajeron y repartieron innovación, se va convirtiendo en una villa con todos sus atributos.
Posada es población que germina sobre un cruce y que siguiendo a las carreteras y caminos preexistentes ha ido componiendo una pequeña estructura urbana, recrecida en las últimas décadas por el impulso turístico y comercial. Los núcleos rurales, las casonas y palacios, los espacios ganaderos se han ido ensamblando con almacenes, pequeños centros comerciales, urbanizaciones para primera y segunda residencia, hoteles y alojamientos de turismo rural, restaurantes y todo tipo de tiendas y servicios.
La cercanía a Llanes, a sólo 10 kilómetros, más parece que beneficia a Posada que la perjudica, pues hace que atraiga actividades especializadas, pequeñas empresas y almacenes, que sirven comercialmente a un concejo de gran diversidad territorial y, especialmente, a los valles de los que es cabecera, los de Rales, Ardisana, Meré y Caldueñu. También le ha permitido vincularse activamente al empuje turístico de Llanes, que alarga su influencia en forma de alojamientos turísticos y oferta residencial por Niembru, Barru y Celoriu.
Recientemente, la implantación del parque empresarial ha contribuido a la ordenación de la actividad industriosa de la nueva pola, constituyendo una iniciativa de influencia positiva sobre el pequeño núcleo urbano. La promoción de suelo residencial y empresarial debe ir unida al desarrollo coherente de la trama urbana, para evitar la saturación y compactación del suelo existente, los agobios en temporada turística y los problemas de circulación. Del mismo modo, el ferrocarril debe tener un mayor uso en el ámbito costero, con un refuerzo notable de las relaciones en la temporada de mayor afluencia, a la vez que de manera general se vincula al servicio de cercanías metropolitanas.
Posada no configura una estructura urbana compacta y, como en la mayoría de las villas, su paisaje remite más a la ciudad preindustrial. Su planta ilustra una de las formas tradicionales de crecimiento, al apoyarse éste sobre los viales preexistentes. Pero los ejes carreteros y ferroviarios que indujeron su crecimiento se han ido constituyendo en corsés que impiden su expansión. Por ello, hoy necesita de la ejecución de variantes y aparcamientos que unan los dos ejes carreteros sin colapsar la pequeña villa y den una solución al tajo urbano del ferrocarril.
Posada se muestra como dinámica pola nueva. Animada por la atracción comercial, por el mercado semanal, las tiendas y los servicios, que explican el contraste con la placidez de otras localidades próximas. Su planta se dibuja en estrella, cuyas puntas enlazan los antiguos núcleos rurales que la rodean a poca distancia: Bricia, Turancias, Lledíes, Quintana y Piedra. En conjunto, más de 1.600 habitantes y la continuidad de un pequeño crecimiento que suma en la villa cerca de mil residentes.
Posada, en estrecha relación con la villa de Llanes, mantiene su potencial de crecimiento en razón de sus caracteres de núcleo urbano complementario de aquél; de su función de centro logístico al servicio del importante sector turístico implantado en la costa central del concejo y de su papel como nodo de comunicación con la comarca de los Picos. Posada es una villa industriosa a la que el futuro reta a mantener su dinámica actividad. Escorada en los últimos años a la construcción y al turismo. Ahora el balance debe llevarla hacia el otro bordo, en el que están las actividades que la vieron nacer como espacio de comercio, de servicios, de mejora de la vida local, de pola cada vez más abierta a las nuevas corrientes de movilidad y ocio.
El fruto de la confianza en el futuro y la capacidad de arriesgar
Posada es villa complementaria de la de Llanes. Nace de un concejo grande, amplio por montañoso, alargado entre la mar y el Cuera, cuya complejidad interna permite más de una centralidad. Posada es un ejemplo de cómo, desde mediados del siglo XIX, sobre un cruce de caminos rurales se crea un artefacto de comercio, equipamientos y servicios que evoluciona hasta construir una pequeña villa que hoy aprovecha el empuje del turismo y la necesidad de suelo equipado por parte de empresas de viejo y nuevo cuño. En cualquier caso, para ser villa no sólo fue necesario el cruce de caminos. Para evolucionar, Posada necesitó, sobre todo, iniciativa humana confiada en el futuro y, por ello, capaz de asumir riesgos.
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