Un lienzo por pintar
En el pueblo que retrató Sorolla bullen las ideas para crear alternativas de futuro sin dejar de lado tradiciones como la pesca, todo un símbolo de la villa marinera
A las tres de la madrugada Eloy Sopeña sale a pescar en la lancha «Maroa» del puerto de San Juan de la Arena, al que volverá casi 12 horas después y con suerte habrá conseguido salvar el «jornalín» tras una larga faena. Si es invierno, a la rula le quedan cinco horas y media por delante para abrir y subastar la angula. A las tres de la madrugada lleva ya varias horas croando, sin que nadie la escuche, la rana de San Antón en el humedal de El Charco, una de las joyas naturales de Asturias, pero enclave prácticamente desconocido para vecinos y turistas. A las tres de la madrugada hace ya muchas horas que han cerrado los bares y pubs del pueblo y los chiringuitos de la playa, antaño uno de los epicentros de la movida veraniega en la región. A esa hora le quedan unas pocas para salir a pasear por la ría o el mar a uno de los 170 socios del Club Náutico Puerto Norte. Y a las tres de la madrugada quedan siete horas para que abra el recién inaugurado centro «Puerta del Mar», un museo dedicado a la ría del Nalón y a todo lo que el estuario dio a La Arena: la angula, el carbón, la industria conservera...
Pesca y turismo centran el debate sobre qué es y hacia dónde va este núcleo sotobarquense. La pesca va a menos y el turismo va a más o, al menos, va. Pero con una lacra: la estacionalización. «Es un mes al año, no sólo vale el sector turístico para tirar del pueblo», advierte Francisco García, miembro de la Asociación de Vecinos «Río Nalón». «Y el modelo de desarrollo urbanístico centrado en la segunda vivienda ha fracasado». Todo esto al margen, añade García, de que la crisis ha hecho regresar este año a La Arena al veraneante de las «3 pes»: paseo, pipas y playa.
Fernando González, del activo colectivo «Garabuxada», comparte a medias con Francisco García la opinión: «Volquémonos con el turismo, pero con ideas nuevas, diferentes. Debemos tener una referencia, algo que nos distinga». Y en esto andan. Una idea, por ejemplo, es tratar de que la citada ranita de San Antón deje de dar «conciertos» en solitario las noches de estío. «¿Por qué no explotar este recurso? Se podría atraer gente al humedal, con infraestructura básica, para que disfrutaran y la oyesen cantar». Hay otras ideas como recuperar para el público el semi-secreto playón de la ría, conocido como La Llama, o explotar ese referente que está claro que ha de ser la angula, pero de forma original. «El museo de la angula es único en España, deberíamos saber venderlo al exterior porque es el reclamo que necesita La Arena», apunta Fernando González. Original es la figura del «Angulero», el personaje que ha decidido aliviar la carga de Papá Noel en Nochebuena y se encarga desde hace un par de años de dejar los juguetes a los niños en La Arena. Porque angula queda poca, va a menos. Pero el pez ha hecho famoso el pueblo en toda Europa. Y eso es un lujo que no se puede dejar pasar, coinciden Fernando González y Francisco García: «Si no hay angula, se puede enseñar cómo se pesca o dar un paseo a los visitantes por la rula, que es de los pocos por no decir el único edificio que queda en Asturias con su configuración original y que fue pagado por los pescadores».
Donde la pesca y el turismo se dan la mano es en el puerto. Allí conviven un puñado de lanchas pesqueras con cerca de dos centenares de deportivas. En el Club Puerto Norte están cansados de dar un «no» por respuesta cuando alguien se interesa por un amarre. «Nos duele en el alma», responden al unísono el presidente, José Carlos Álvarez; el vicepresidente, Martín Iriarte, y el secretario, Alejandro Delgado. Un nombre, el del club, que trae a la memoria el famoso proyecto Puerto Norte, una idea de los 90 que estaba destinada, en palabras del entonces presidente del Principado, Juan Luis Rodríguez-Vigil, a transformar la por entonces denominada cloaca de Asturias, es decir, la desembocadura del Nalón, en la Nueva Pompeya. Pantalanes deportivos, hoteles de lujo, campo de golf, un río navegable hasta Pravia, balnearios fueron las guindas de un proyecto que también incluía el saneamiento, carreteras? Poco a poco se han ido haciendo las cosas, pero por partes y espaciadas en el tiempo. Es por eso que decir Puerto Norte en La Arena es como mentar la bicha al hablar de una ilusión perdida y un engaño colectivo. Así lo sienten sus gentes, quienes parecen haber olvidado el feo de haber sido excluidas, en los años 90, del reparto de los fondos mineros después de soportar durante décadas las consecuencias de la actividad minera de las Cuencas.
Con todo, los pantalanes de los que se hablaba en las hojas del proyecto Puerto Norte existen ya. Pero tienen un origen distinto. Lo que comenzaron cuatro amigos se ha convertido en uno de los recursos que más promete para atraer visitantes y, lo que es más importante, dinero a La Arena. «Estamos hablando de un turista con poder adquisitivo. Sabemos de gente que ha comprado casa aquí a la espera de un atraque. La hostelería, el comercio se benefician... Pero ahora no tenemos plazas», lamenta el presidente.
Y así llevan años y, de momento, parece que su proyecto de duplicar amarres y proteger las instalaciones -llevan 15 barcos hundidos por los temporales- quedará aparcado por falta de fondos. «Esto es una lucha continua para mantener algo que, con poco apoyo, saldría adelante». Mientras José Carlos González pone la vista en los pantalanes, entra en el puerto el «Maroa». La lancha del patrón mayor de la Cofradía de Pescadores «San Juan Bautista» atraca hacia las dos de la tarde. Eloy Sopeña descarga las cajas con los salmonetes pescados en el entorno del Cabo Vidio, que horas más tarde se subastarán en la lonja de Avilés. Él volverá a hacerse a la mar. Es uno de los 7 pescadores que faenan todo el año. Una cifra que se dispara a 25 embarcaciones en la ría del Nalón cuando llega la costera de la angula: de noviembre a marzo o abril. «Mientras se pueda librar la temporada con unos ingresos decentes se puede seguir adelante. Éste último año salió bien, los anteriores, mal. Es necesario que la angula mantenga un precio rentable todo el año para poder dedicarse a su pesca», añade Sopeña. Que la pesca está mal y el pescado cada vez se paga a menos en las rulas no es una novedad. La novedad es que, recién cumplidos 50 años y desde los 25 en la mar, Eloy Sopeña no se queje de su profesión ni se muestre arrepentido de haberla elegido, como es habitual en el sector: «Viendo lo que hay ahora por ahí...». Su hijo Hugo, 20 años, se acerca al puerto a ayudar a su padre a recoger las redes antes de ir a comer. Nada de oír que salga a la mar «Ni va ni quiero», zanja Sopeña. «También hay que servir para ello y hacerlo bien, no es cuestión sólo de querer», añade su hijo.
Los de su edad en La Arena buscan otros trabajos que casi siempre tienen que ser fuera del pueblo. Pero Fernando González advierte: «Si se mejorase la conexión a internet, instalasen la fibra óptica, se avanzaría mucho y habría posibilidad de montar nuevas empresas o trabajar desde casa». Él, publicista y trabajador en una productora, lo hace a veces, asegura. «No tenemos polígono industrial y hay que pensar en otro tipo de empresas, ligadas a las nuevas tecnologías».
Gracias a internet se ha publicitado, en parte, la Escuela de Surf «Rompiente Norte», con sede en la playa de Los Quebrantos. Aportan su granito de arena al sector turístico. Porque si al principio la escuela era el añadido al veraneo en La Arena, ahora es la excusa para pasar las vacaciones en La Arena. «La gente viene aquí por el surf. Tenemos gente de Madrid, de Burgos y de toda Asturias», asegura Fernando García, uno de los monitores de la escuela, con 8 años de trayectoria en los que 2.500 personas han pasado por ella. Andrea Temiño es uno de los alumnos. Es de Madrid y éste es el segundo año que acude a las clases. Hasta La Arena ha arrastrado a su familia para seguir practicando surf. «Me encanta», resume mientras se prepara para adentrarse en las aguas del Cantábrico. Otros que repiten, y ya van cuatro años, son los hijos del periodista de Madrid Ramón Ongil. «Esto me parece bárbaro, incluso un año les dio por recoger basura y limpiar la playa».
En la boca del Nalón
En el corazón de la costa asturiana, a 2 minutos del aeropuerto de Asturias y a tiro de piedra de las principales ciudades del Principado, pero incomunicada. Los habitantes de La Arena quieren que se refuercen las líneas de autobús que enlazan el pueblo con Soto, donde se pueden coger otras rutas o el tren.
Los hosteleros trabajan en la mejora de sus locales y servicio, aunque por separado. Una de las propuestas más repetidas es la creación de una asociación de hostelería que ayudaría a unificar y mejorar la oferta.
Itinerarios para escuchar a la ranita de San Antón en El Charco, visitas guiadas al puerto pesquero y a la rula para explicar la pesquería de la angula, recuperar la playa de agua dulce de La Llama... Los arenescos tienen cientos de propuestas para atraer visitantes.
La crisis ha pillado a la directiva del Club Náutico Puerto Norte a las puertas de conseguir la ampliación de atraques y la mejora de las instalaciones de los muelles para evitar hundimientos de embarcaciones los días de temporal. El proyecto ha quedado aparcado, pero la urgencia de ejecutarlo está justificada con la larga lista de espera de gente interesada en instalarse en La Arena.
En verano, la playa. Pero, ¿en invierno? La juventud de La Arena reclama espacios y actividades con los que poder llenar sus horas de tiempo libre.
Mucho se ha construido en La Arena en los últimos años, pero la idea de los constructores de captar a un cliente interesado en una segunda vivienda ha hecho que se disparen los precios y que los vecinos de La Arena se lo piensen antes de comprar piso en su pueblo. Esto ha provocado que muchos se vaya a Avilés o a Gijón, ante la imposibilidad de hacerse con una casa en La Arena. Los arenescos quieren viviendas asequibles para poder quedarse en su pueblo con su gente.
Una playa que Fernando García define como única en Asturias en cuanto a instalaciones y condiciones para enseñar a surfear. «Lo más fácil hubiese sido establecerse en Salinas o en algún otro lugar conocido», explica. Pero eligieron La Arena, a la que han llevado un modelo que han visto viajando por el mundo, por otros arenales. «En muchos sitios se ofrece algo más que sol y playa, hay otras actividades y pensamos -Ángel Lucas Palomar Fernández también está detrás de la idea- que podíamos aplicarlo aquí. Y en eso estamos».
Todo son ideas. No le faltan tampoco a Rubén Gutiérrez, 25 años con negocios hosteleros tanto en Soto como en La Arena. Coincide en la necesidad de encontrar un referente que explotar turísticamente: «Por no haber no hay ni un souvenir típico de aquí que llevarse de recuerdo». Gutiérrez echa en falta una asociación de hosteleros que tire del carro y unifique criterios. «Estamos empezando y nuestro modelo está cerca, Cudillero, el Oriente asturiano... Ahí nos tenemos que fijar. Hacemos cosas como mejorar el mobiliario, cuidar el aspecto de los locales, pero queda trabajo. Ideas hay muchas, ahora sólo falta que nos apoyen», sentencia mientras arregla una silla en la pequeña terraza que tiene bajo los soportales de la rula, un edificio que figura en los folletos turísticos que hay sobre un pueblo en el que los visitantes se quedan sorprendidos tras conocerlo. Madrid y Castilla y León son el origen principal del turista de La Arena, que mayoritariamente tiene su segunda residencia en la localidad. «La tradición pesquera es lo que más llama la atención», cuenta la joven Raquel Martínez, quien estos días se estrena como guía en el Museo «Puerta del Mar». Un centro que, si bien se mira con recelo en el propio pueblo, deja con la boca abierta a los que lo visitan. «Eso de que la gente iba a la playa a recoger el carbón sorprende mucho», afirma Raquel Martínez.
En esa misma playa -donde es aún visible en el color negro de la arena la huella del carbón arrastrado por el río desde las cuencas mineras- María Jesús Barroso atiende la barra de uno de los tres chiringuitos abiertos. Echa en falta más ambiente nocturno, que en el arenal es nulo desde que se prohibió hace unos pocos años. Y por el día, este año, es más bien flojo. «La Arena no sé qué tiene, pero el que viene, repite. Necesitaríamos más actividad, más ambiente para los jóvenes y mejores comunicaciones», afirma.
Y es que «aquí el que está sin coche o no conduce, no tiene nada que hacer», remata Francisco García. «Lo básico, lo que necesitamos para empezar es mejorar las comunicaciones». En La Arena han visto en los últimos años cómo el popular «sube y baja» -nombre que recibe el autobús que cubre la línea con Soto y que, por otro lado, es un ejemplo de la costumbre que hay de poner mote a todos y a todo en el pueblo- ha reducido sus servicios y, además, no coincide en sus horarios con el resto de líneas que pasan por Soto con destinos Avilés, Gijón, Oviedo, Cudillero... Y menos con el tren. Una asignatura pendiente de las comunicaciones es la pasarela sobre la ría, llamada a unir La Arena con la vecina San Esteban de Pravia (Muros de Nalón), un pueblo que queda en la orilla de enfrente pero que por carretera obliga a dar un amplio rodeo.
Sin comunicaciones y con la vivienda cara, afirma Francisco García, difícil que la juventud se quede en La Arena. El pueblo ha sufrido en los últimos años un desarrollo urbanístico llamativo, con la construcción de numerosas viviendas, principalmente, destinadas a segunda residencia. Un dato: según el INE, La Arena ha perdido poco a poco vecinos en la última década. Una bajada inversamente proporcional a la de pisos, que han subido. Además, las expectativas levantadas con la edificación de 150 viviendas de promoción pública hace unos pocos años se vieron defraudadas al ser adquiridas por gente de fuera de Asturias para destinarlas a veranear. «No se fija población, porque los de aquí que quieren comprar piso se van fuera al estar tan caro», explica García, cuya asociación vecinal nació, precisamente, en respuesta al desarrollo urbanístico de La Arena. «El detonante fue el boom de la construcción y nuestra intención de evitar que se llevara por delante el pueblo. Luego ya hicimos otra serie de actividades», explica Francisco García, uno de los 160 socios del colectivo. Muchos socios los comparten con «Garabuxada». De más reciente creación, la idea de este colectivo es recuperar las tradiciones o, al menos, evitar que se olviden. Ideas originales es su instrumento y, de momento, han tenido gran éxito de convocatorias en eventos como el citado del «Angulero» o la cena en la calle, con la que consiguieron llenar el parque. Aún así, tanto Fernando González como Fran García echan de menos más unión vecinal, más colaboración y más apoyo institucional: «En los pueblos pequeños, donde no hay dinero, hay que tener ideas. Y aunque es necesaria la ayuda institucional, tampoco debemos depender de ella únicamente». Fernando González recurre a un ejemplo que, sin quererlo, trae a la memoria a los artistas de principios de siglo, al poeta Rubén Darío y al pintor Joaquín Sorolla, que pasaron temporadas en el pueblo. Darío cantó las bellezas de un lugar que Sorolla retrató con su pincel. «La Arena es un lienzo en blanco en el que podemos pintar lo que queramos. Sólo falta que tengamos ideas y las llevemos a cabo». Y en eso están.
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