En torno a la plaza

La mayor capital de los Oscos y la única que pierde población se obliga a rebuscar en su pasado, pionero en desarrollo rural, para hacerse ver y diversificarse sin renunciar a la actividad tradicional

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez / San Martín de Oscos (San Martín de Oscos)


Una villa es lugar de encuentro al que convergen caminos y gentes, en busca y oferta de productos, servicios y vida social, de comunicación. El lugar de encuentro es la plaza, lugar de trato y comercio, de encuentro y gobierno. En torno a ella se abren servicios, equipamientos y establecimientos hosteleros y comerciales. Y se agrupa el caserío de los residentes. La plaza es el centro de una serie de círculos espaciales, determinados por la geografía, todos los cuales explican un tanto la forma y el latido de ese corazón que es la plaza que marca el ritmo vital de la unidad territorial, la localidad.

San Martín intenta agrupar su reducido caserío en torno a una amplia plaza, con lo que configura un sencillo espacio central sobre un plano estrellado, apoyado en una red laxa  de caminos irregulares que culebrean sobre el suave relieve alomado, enlazando numerosas aldeas: Cabeza de Vila, Penela, Penedo, Bouza, Barreira,  El Coto, Las Fábricas, Penadozcas, Barrial, Cruz del Vilar, El Corro y otros. Una sonora toponimia que deja una suerte de ilusión óptica panorámica de la villa y sus alrededores.

La iglesia, el Ayuntamiento, la oficina de turismo, el colegio, el consultorio y los establecimientos comerciales y hosteleros dan sentido y función a la villa. El paisaje urbano, como en las otras villas de la comarca, resalta limpio y cuidado, con buenos espacios públicos, atractivo para el visitante, resultado de una pormenorizada labor de rehabilitación y mejora, impulsada desde hace tres décadas por los programas de desarrollo rural. La mejora ha sido notable e intensa, si se conocieron estas tierras antes de 1985. Y ha sido realizada con criterios propios, lo que además tiene un valor ejemplar, pues aquí hay pistas para conocer cómo actualizar la imagen de la villa sin perder la personalidad tradicional, y cómo poner al servicio de las actividades modernas el patrimonio ambiental y cultural. Todo resuelto con acierto.

San Martín es una pola muy pequeña, aunque sea la mayor del trébol de los Oscos. Los altos de monte Marón separan las tres pequeñas capitales concejiles de este bastión astur en el limes occidental. Es la mayor, pero en cambio es la única que no ha sumado residentes empadronados en la última década. Ha pasado de 197 a 183 en la villa, de 401 a 349 en la parroquia y de 519 a 433 en el concejo. Malos datos que nos hablan del despoblamiento de los núcleos rurales de tradición ganadera y de la supervivencia, contra todo, de las pequeñas villas capitales de concejo, arrumbadas en torno a un pequeño pero significativo número de proyectos e iniciativas personales y colectivas.

San Martín extiende su pequeño caserío en las tierras altas de los Oscos, entre las entalladuras del Vilanova y el Ahío. Cada hoja del trébol, cada villa, tiene su río, y aquí el San Martín también mira al sur y se lleva las aguas desde los altos de Marón hasta el Agüeira. Las tres hojas componen el singular país de los Oscos, burbuja territorial asturiana que a punto estuvo de desprenderse del país, y leve de contenido, volar, y súbitamente quebrarse. No ha ocurrido esto. Hace unos años se trenzó una robusta estacha con la que se afirmó al terreno. Que físicamente se configura como una alta meseta, lobulada internamente por la acción de los ríos y toda ella encerrada entre vigorosas montañas y un profundo foso natural que llenan las aguas del fantástico Agüeira. Cimas romas y valles encajados, tonos oscuros en el penedo que sostiene el matorral ácido, los retales de bosques y praderías que dan personalidad a tierras y pueblos viejos, que ya dominaban la minería y la ganadería antes de nuestra era. De ello quedan numerosos testimonios que enriquecen y singularizan su rico patrimonio histórico y cultural, aprovechado hoy para solaz del visitante. Aquí, como en otras partes del occidente astur, los llanos están arriba, y las pendientes, junto a los ríos, como las vieron los habitantes de culturas antiguas, marcadas por la piedra y la ganadería.

Mucho que ofrecer

El presente y el pasado reciente están marcados por los procesos de desarrollo rural, en los que esta tierra fue pionera, antes que otros. Buscar nuevos campos para la supervivencia rural en tierras altas, lejanas y poco pobladas fue un importante desafío en una época en que políticos y expertos estaban más abiertos a experimentar e innovar, probablemente porque había más ilusión.

San Martín tiene mucho que ofrecer: tranquilidad, limpieza, cuidado y relación personal. Todo lo que escasea en las grandes urbes. San Martín puede proponer recuperar la escala humana a las gentes que han tenido que sufrir las aglomeraciones, los viajes inútiles repetidos diariamente y las rutinas desaforadas. Como en otras partes, en San Martín hay que seguir con la apuesta por la diversificación, sin olvidar el papel de las actividades tradicionales, que dan sentido al paisaje que vemos y que hay que reinventar para encontrar su sitio en el mundo actual.

 

 

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