Sigue la corriente
Pequeña villa fluvial de población creciente, El Llano mira al Eo y lamenta el daño de las restricciones a la pesca, trata de impulsar su atractivo turístico y busca nuevas perspectivas agrícolas, ganaderas o forestales
El Eo se intuye a lo lejos y apenas se oye desde El Llano. El Eo casi no se ve pero se siente y a la entrada del camping de la capital de San Tirso de Abres una antigua señal de carretera con el nombre del río compone un decorado improvisado para inmortalizar retratos de pescadores con salmones recién atrapados. Escaleras arriba, a la puerta del restaurante avanza un contador de capturas de la temporada y dentro del bar, bien visible, una pizarra da la enhorabuena entre signos de admiración a Antonio José Mori Cuesta, «de Cangas de Onís», afortunado captor del «campano» de este año en el cauce que dibuja la frontera de Asturias con Galicia. Fue «a las siete y diez de la mañana» del 1 de mayo de 2011 en el pozo La Pena y picó un ejemplar, el cartel informa al detalle, de seis kilos y 350 gramos, 82 centímetros de longitud y 44 de diámetro... A unos pocos metros, el Eo resbala tranquilo, oculto entre los árboles; apenas se ve ni se oye, pero el visitante observador recién llegado ha comprendido de inmediato que aquí saben bien de lo que viven. Ha visto que la inclinación fluvial no es solamente física en El Llano, pequeña capital de concejo trazada en descenso hacia el cauce de su río salmonero y tendida, siempre mirando al Eo, sobre una pendiente suave que a veces riñe con el topónimo.
El municipio más occidental del Principado es geográficamente «una península rodeada de tierra gallega, una avanzadilla de Asturias en tierras de Galicia», según la observación del escritor Juan Antonio Cabezas en su «Biografía de una región». Para venir a San Tirso hay que salir del Principado y, pasado Vegadeo, atravesar los concejos lucenses de Ribadeo y Trabada por la carretera nacional que lleva a Lugo, pero eso sí, todo el tramo del Eo que pasa por debajo de El Llano es asturiano. Aquí la forma deja a la vista el fondo, el pueblo se reclina hacia su río en todos los sentidos y por eso también resquema el presente en la comparación con el pasado. Al decir del vecindario duele mucho que el Eo se haya vuelto menos pródigo en salmones, lastiman las últimas regulaciones restrictivas de esta pesca fluvial que se entiende aquí como sinónimo del turismo y a la vez se construyen, muy poco a poco, motores alternativos. El salmón ha sido siempre alimento universal en este lugar que ha llamado siempre turistas a los pescadores y que ahora necesita diversificar la dieta, condimentos para el pescado de río. Ni el turismo resistirá solo ni la capital santirseña podrá seguir sin una vuelta actualizadora alrededor de sus fuentes de riqueza tradicionales. Hay aquí quien cita entre los yacimientos posibles el rendimiento de sus bosques de eucalipto, la atención al mayor provecho que algún concejo vecino saca de su tradición artesana o la exploración de los caminos que han abierto ya algunas formas nuevas de agriculturas y ganaderías de producción ecológica. Y más servicios para compensar la lejanía, a ser posible cierta orientación agroalimentaria y mucho cuidado con el paisaje que da de comer.
Muchos pocos pueden hacer mucho por esta capital de pequeña población en lento progreso, 146 habitantes en 2010 para la cabecera de un concejo que ha perdido unos cien en diez años hasta quedarse con 546. Así se cuenta, en la versión a escala mínima que aporta San Tirso de Abres, el fenómeno de la aproximación de la población rural anciana a los servicios básicos de una villa que crece y envejece lentamente a costa del éxodo agrario, que ha repartido más de treinta viviendas sociales en los últimos catorce años, las diez últimas este febrero, y a cambio recibe en el colegio a 29 alumnos de Primaria de todo el municipio. Son 29 y bajando, se queja Yolanda Alzu, madre de tres, que alerta de que el curso que viene peligra un aula por la tendencia demográfica del concejo y porque «algunos padres prefieren los centros privados de Ribadeo y Vegadeo».
Por este lado del occidente extremo el Eo pasa casi sin tocar la pequeña villa de O Chao, pero aún remolca a distancia este pueblo al que los pescadores «traían haigas cuando no había coches», que vio pescar a Franco, dicen que al Sha de Persia o al presidente del Inter de Milán de los sesenta y que puede decir, y todo gracias al salmón, que eso que ahora se llama turismo rural ya «existía aquí en 1917». Yolanda Alzu regenta el camping Amaído, 290 plazas que «en verano duplican la población de El Llano», y no tiene edad para acordarse, pero da la fecha del principio de la pesca en el Eo, cuando el marqués de Marzales, noble gaditano de nombre Pablo Larios, recibió en concesión aquí el primer coto nacional de pesca. Hoy, cerca de un siglo después, el ritmo del medidor de salmones de la puerta del camping cronometra también, a su modo, la vitalidad del turismo en El Llano. Cuenta hoy más piezas que a estas alturas del año pasado, sí, pero no resiste ni de lejos la comparación con los dorados cincuenta y sesenta del turismo en San Tirso. El recuento baja y se duele de las últimas restricciones que ha impuesto la normativa asturiana, mucho menos permisiva que la gallega y en ocasiones paradójica, dicen aquí, para un río que hace frontera, que tiene una orilla en territorio asturiano, otra en la provincia de Lugo y dos regulaciones divergentes: los peces «que se devuelven al agua o no se capturan en la margen asturiana se pueden pescar sin restricción, río abajo, en Galicia». Yolanda Alzu lamenta que la riqueza fluya a veces hacia el otro lado de la frontera y Ángel Prieto Souto y la contradicción remata con las certezas de que mata más la contaminación del agua que las cañas de los pescadores y de que aquí la suciedad viene muchas veces de la orilla gallega. De la chacinera de Riotorto, de las industrias de A Pontenova o de las depuradoras de la margen lucense, enumera Ángel Prieto Souto, presidente de la muy vital asociación cultural San Tirso del Eo. «El problema es que el salmón se mueve», bromea José María García Bouza, artesano de la madera en El Llano y pescador en el Eo, aficionado persuadido de que un avance de solución está en «mentalizarse de la conveniencia de pescar sin muerte». Y mientras tanto alertar, avanza la alcaldesa de San Tirso, la popular Goretti Quintana, del perjuicio que suponen para la villa y el concejo la reducción de tramos pescables en el Eo y el retraso en el comienzo de la temporada salmonera con muerte a mayo. «De este modo», lamenta, «estamos mes y medio o dos meses sin recibir el turismo deportivo de pescadores que antes era habitual y significaba trabajar al cien por ciento al menos toda la Semana Santa».
La fórmula para proteger el recurso sin agredir su rentabilidad económica se parece a la gran asignatura pendiente en la voz de algunos perjudicados directos, pero con la situación actual, remata Alzu, «nos lo están matando». «Se nota en las comidas y en los alojamientos», enlaza, «que el ambiente de pesca se está perdiendo» y eso aquí es un problema. «Turísticamente, este concejo siempre estuvo ligado al salmón y debemos intentar que no se pierda esa identidad». Están a tiempo. Al camping, aquí desde 1994, está llegando una caravana en este mediodía de mayo y los julios y los agostos todavía llenan los bungalows. Yolanda está a punto de abrir un alojamiento para siete habitaciones y el sector da para otros once establecimientos en el concejo, otros tres en El Llano y no demasiados empresarios turísticos a tiempo completo. Los que lo sienten dicen que en la clientela de San Tirso, «fiel y familiar», el que prueba repite, pero para eso hay que conseguir que venga. Por eso importa tanto la vitalidad del recurso eterno del río, porque a su alrededor es posible conseguir eso que pide el tipo de turista que supera el «desconocimiento» de esta zona y acaba alojado en San Tirso: «Tienes que ofrecerle algo, dar actividad y complementar el alojamiento, hay muchas clases de empresas de turismo y además la crisis vuelve a la gente más selectiva».
Por eso la lista de cosas que hacer marca en rojo el perfeccionamiento de la oferta turística pegado a la exploración de otras actividades que la complementen. La villa explora rutas nuevas por dentro y por fuera de un sector que se ha expandido significativamente desde hace un cuarto de siglo en esta comarca de los Oscos y el Eo, en este entorno de paisaje feraz donde San Tirso de Abres y la villa fluvial que lo encabeza tratan de aprovechar la corriente. Y siempre hay caminos, dicen aquí señalando hacia la oficina de turismo, que se aloja en un viejo vagón de tren recuperado. Recuerda que por aquí pasó hasta los años sesenta un ferrocarril minero que llevaba hierro de Villaodrid (A Pontenova, Lugo) al puerto de Ribadeo y que ahora es una senda verde para recorrer a pie pendiente de conclusión en sus tramos gallegos. De la industria escasa que tuvo San Tirso no se añora aquí demasiado la piscifactoría, hoy un fósil inservible pegado al río, que al decir de algún vecino lo contaminaba demasiado, y a cambio, el polígono industrial de El Boutarón, junto a la carretera de Lugo antes del acceso a El Llano, se añade a la lista de recursos para la atracción de moradores con sus 23 parcelas, diez vendidas y cinco empresas instaladas. Hay que buscar cabos para tirar y sacar el futuro de una capital con afán de liderazgo y tan difícil de separar de su concejo que apenas utiliza el topónimo propio. «Voy a San Tirso», dicen que se ha dicho siempre aquí.
Eucaliptos enfermos, nuevos campesinos y cuatro generaciones de artesanos de la talla
A la avenida de Galicia, la que atraviesa El Llano de la iglesia de San Salvador a la capilla de San Juan por la plaza del Ayuntamiento, le falta vida un jueves del mes de mayo, inhábil para la pesca fluvial. El Centro de Interpretación de la Pesca en el Eo cierra hasta el fin de semana en temporada baja y seguro que el caminante solitario echa en falta compañía. La certeza de la vitalidad turística de esta capital en las temporadas altas no obstruye otra convicción, al menos igual de intensa, que sabe que los visitantes y las vacaciones tampoco van a ser aquí la panacea. No por sí solo, no aunque los salmones eleven todavía el atractivo de las primaveras. A Ángel Prieto Souto se le aparece como «una alternativa muy vulnerable», demasiado sujeta a la climatología y a los condicionamientos de la economía y por eso mira a los lados buscando otras, identificando ejemplos con caras, nombres y apellidos. En el fondo, lo que había es lo que hay, a veces basta con saber mirarlo de otro modo. En este concejo cada vez menos ganadero -«apenas quedará uno de media en cada pueblo»-, Pedro Amago lleva dos años produciendo leche ecológica. Fernando Asenjo vive hace diez de la agricultura en las vegas del Eo y calcula que ahora produce unas doce toneladas anuales de faba en proceso de tránsito hacia el procedimiento ecológico. A su lado, José Antonio Córdoba ha cambiado Madrid por San Tirso y combina la cosecha de faba con una casa en rehabilitación, la agricultura con la explotación turística de este sitio que un día conoció de vacaciones. Amago dio la vuelta asaltado por la convicción de que «llevamos muchos años especializados en producir leche a alto coste». Hace dos que él obtuvo la certificación para el viraje a lo ecológico y ahora defiende la alternativa que a su juicio es el único refugio con futuro apostando por la calidad sostenible y la contención en la cantidad. Así sí, así «agroalimentación y turismo son pilares complementarios que podrían funcionar», reflexiona Fernando Asenjo.
La alcaldesa de San Tirso se felicita por el comienzo de actividades «antes impensables» como un centro de producción de caracoles de reciente instalación en el núcleo de Salcido y también sabe que todavía, mirando alrededor, se pueden descubrir en torno a El Llano bosques de eucaliptos que tampoco van a poder alimentar el motor de la villa solos, dicen aquí, pero que sirven, esto sí es lo de siempre, «como un complemento para la calidad de vida». Juan José Pérez, presidente de la asociación de mayores de San Tirso, lamenta cierta parálisis por dos plagas en los árboles -phytophthora y gonipterus- y asegura que la ordenación forestal y el mercado funcionan mejor al otro lado del límite con Lugo, pero Ángel Prieto reincide en la sensación de que el complemento forestal tiene sentido aquí, como siempre, en su papel de renta alternativa para economías mixtas y con un promedio muy aproximado, calcula, de seiscientos euros por hectárea y año. Para todos, Goretti Quintana entra aquí en la urgencia de una concentración de montes que permita «una explotación más favorable, racional y rentable» de los bosques de eucaliptos que siempre han animado la economía del concejo.
De madera sabe José María García Bouza, tercera generación de cuatro dedicadas a la talla artesanal dentro de una familia en la que su abuelo hizo madreñas, su padre tallaba y su hijo Joel ya se ha formado en el oficio. En la planta baja de su casa de piedra junto al Eo tiene varios ejemplos de que se puede, de que hay caminos abiertos para quienes asumen la vocación de no querer cambiar «este estilo de vida por ninguno que pueda haber en las ciudades». Su modelo de «desarrollo rural basado en la tradición» es único, no encuentra más artesanos carpinteros de la talla en este pueblo donde no resulta difícil recordar una extensa tradición de tallistas y cesteros, que para sí querría el desarrollo y la atención que estas actividades han adquirido en Taramundi o los Oscos, confirma García Bouza. «Si hubiese más», remata Ángel Prieto, «a lo mejor vivirían también de esto».
La tierra palpita y la tradición se revela
La tierra palpita en San Tirso de Abres. Es la forma que han encontrado aquí de decir que tiene futuro el vistazo al pasado, que hay potencial para un viaje al rescate de las tradiciones compatible con las nuevas creaciones. La iniciativa «Pálpitos da terra» forma parte de la semana cultural del concejo, 24 ediciones con la de este año y muy básicamente «un proyecto de teoría cultural» concebido como un encuentro de creadores de diversos ámbitos de toda la comarca Oscos-Eo. La asociación cultural San Tirso del Eo tiene 170 socios, siete directivos de entre 20 y 39 años y muy aproximadamente cerca de un centenar de colaboradores. «Pálpitos da terra» es sólo una parte de su lista de actividades, que también apadrina un colectivo de teatro con trece componentes y 23 años de trayectoria, un «Grupo de portadores de tradición oral» que son mayores del concejo comprometidos una vez al año en un encuentro de enseñanza de oficios tradicionales o una escuela de música tradicional. Y un día internacional de lengua materna con expresiones tradicionales recopiladas por los alumnos del colegio y una representación de la mallega del trigo en agosto y un «magosto» el Día de Difuntos, la esfoyaza del maíz en el Puente de la Constitución y entre otros el premio «Terra Viva» para reconocer a «una persona o entidad con una labor relevante en el ámbito cultural de la comarca Oscos-Eo».
Ángel Prieto Souto, presidente de la asociación, expone el respaldo popular de todas esas acciones, el influjo de la tierra y sus tradiciones y «el arraigo de la hospitalidad» de los habitantes de San Tirso entre otras razones que llevarán al colectivo a presentar al suyo este año, por cuarta edición consecutiva, al premio «Pueblo ejemplar» de Asturias. La valoración de los tres precedentes alienta las esperanzas.
El Mirador
_ Un cajero
«Parece una tontería, pero se nota» que el único banco de El Llano no tiene cajero automático. Yolanda Alzu, que gestiona el camping de la capital santirseña, se queja desde su esquina de la explotación turística de este pueblo, en el que sin esos pequeños servicios a veces cuesta tener cómodo al visitante, que debe desplazarse a Trabada o Vegadeo.
_ La tecnología
La tarea esencial de acercar los servicios al ciudadano y hacer de San Tirso un lugar atractivo para vivir y trabajar está a punto de encontrar un apoyo tecnológico. La alcaldesa, Goretti Quintana, asegura que este verano «quedará solucionado el problema de la velocidad en la navegación a internet merced al sistema wimax, que se está implantando en toda la Reserva de la Biosfera».
_ La vivienda
San Tirso repartió en febrero sus diez más recientes viviendas de promoción pública y Goretti Quintana se dice persuadida de que retener población equivale también a «apoyar a promotores privados que tengan interés en desarrollar viviendas en suelo urbano» y se felicita de que una de estas promociones está «próxima a desarrollarse en la villa».
_ Alevines
En el río, además de buscar una modificación de la normativa que beneficie a la hostelería local, la Alcaldesa se acuerda del proyecto de un centro de cría de alevines de salmón y trucha que estaba previsto para instalarse junto a un afluente del Eo, en una finca propiedad de la Real Asociación Asturiana de Pesca Fluvial, y que no cuajó «por cuestiones burocráticas». Llevaba aparejada un aula didáctica y además de mejorar el río sería pues, remata Quintana, «un recurso turístico y un yacimiento de empleo».
_ Una residencia
La llevan pidiendo desde 2007, afirma Goretti Quintana, y «necesitamos que el Gobierno autonómico la desarrolle». Es una residencia de ancianos con centro de día urgente «para generar ese servicio que demandan los mayores del concejo y conseguir el retorno de algunos que se tuvieron que ir a las residencias de Vegadeo y Taramundi». Hace falta para matar varios pájaros de un tiro conseguir «otra forma de fijar población» y un yacimiento de empleo que no sobraría en la villa.
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