Un pequeño mundo enjaulado por la ciudad
La villa de Las Regueras, en un ángulo muerto de la red de carreteras, vive condicionada por su cercanía a Oviedo
Santullano de Las Regueras es una mínima villa que encabeza un territorio rural en el que la población se reparte en pequeños núcleos, desde los que se atendían las actividades agroganaderas. Pola escueta, edificada sobre un antiguo cruce de caminos, los que llevan a Oviedo y Grado, por el puente de Peñaflor, y los que se dirigen hacia Avilés y el puente de Valduno, el único del concejo para pasar el Nalón. Además, Santullano ocupa una posición central entre otros dos cruces, los del Escamplero y Soto, poblaciones principales del concejo. Sus emplazamientos nos recuerdan la importancia de los caminos y de sus cruces. Y la necesidad de no quedarse al margen, lo que le ha venido sucediendo a Santullano, a Las Regueras y al extenso territorio rural interior entre Avilés y el oeste de Oviedo. Sin embargo, estas localidades han sido hitos del gran camino al Occidente, el de Santiago, que en otras épocas ocupó una posición más centrada que la actual.
Pero la apartada, pequeña y olvidada Santullano está cerca de la ciudad, oculta en un ángulo muerto de la red asturiana de comunicaciones. Es una de las perplejidades que esta estrella metropolitana, que llamamos Ciudad Astur, comparte con las otras de su magnitud: la tendencia a la fragmentación y a los contrastes formales pero, a la vez , presenta rasgos propios que la identifican entre las demás; uno de ellos es su naturaleza montañosa y agreste, que la determina, en el sentido de extenderse digitalmente y no por aureolas. Esto de la característica digital de Ciudad Astur nada tiene que ver con el mundo del genial y recordado Steve Jobs, sino con la forma en que tiene lugar la expansión, a dedo, en forma de dedo.
Aquí la geografía determina mucho. Tanto como para que los fondos de valle fueran buscados por carreteras, ferrocarriles y lugares de población y ocupación; una vez, eso sí, que se encauzaron los arrebatados ríos, y la calefacción y los cristales permitieron combatir la humedad y el frío invernal en los valles cerrados. Aquí también se da esta ocupación digital, pero con una densidad baja, relajada, a pesar de estar en el mismo corazón de la aglomeración. A este ventrículo no llegan grandes arterias, sino delicados capilares, lo que antaño enjauló este territorio ahora puede suponer una ventaja comparativa, al preservarlo, en un tiempo ya metropolitano en el que «la respiración» de la aglomeración debe ser garantizada y una carretera ancha no es sinónimo de modernidad.
El surgimiento metropolitano ha limitado, hasta ahora, sus efectos visibles al sector mejor comunicado del concejo, el cruce del Escamplero. Pero la ciudad está llegando y la transformación de estas localidades gira sobre la demanda de vivienda unifamiliar aislada, que a su vez está en relación con la coyuntura económica, el aumento de renta de las clases medias y la ambigua búsqueda de la cercanía al mundo y los modos urbanos y a la vez de la lejanía y el aislamiento suficiente para recrear el contacto con lo «natural», identificado más con la tradición y el paisaje rural que con las áreas menos alteradas por la mano del hombre. Aunque, eso sí, siempre huyendo de las molestias causadas por las actividades agrarias, cuya presencia en los núcleos rurales es cada vez menor, tras el exagerado e irreflexivo ajuste de las ganaderías lecheras. Entre tanto, el mundo rural asturiano busca mejores vías de futuro para las producciones primarias, en un sector dejado de la mano de la inteligencia regional y para el que nadie parece interesado en buscar eficazmente nuevas orientaciones, más allá de la conversión en áreas residenciales periurbanas.
La tendencia reciente ha salpicado de viviendas aisladas buena parte de las áreas llanas del entorno metropolitano, y si no ha llegado con fuerza a Santullano y Las Regueras es, en buena medida, por su peculiar red de carreteras. La incomprensión del fenómeno metropolitano en el primer plan regional de carreteras de los años ochenta, compuso una red «democrática» de caminos mejorados en el oeste del eje Oviedo-Avilés, dejando un área enclavada, que vive el fin del ciclo de la especialización ganadera sin otras opciones que el aprovechamiento residencial, escaso, de los núcleos rurales delimitados. Sólo esto explica el fuerte declive demográfico de áreas tan próximas al mundo urbano, propio de cualquier finisterre de los que abundan en Asturias y que olvida que nos encontramos a poco más de una decena de kilómetros Oviedo y Avilés. Cercanía y lejanía, determinados por una conformación del relieve y por unas comunicaciones propias de otro siglo. Y un paisaje rural, ganadero y residencial que parece vivir cerca pero de espaldas a la ciudad, aunque con el presentimiento de que muy pronto la tranquilidad se puede acabar. En fin, parece que describimos el paraíso antes de ser reclasificado.
Mientras tanto, el concejo continúa perdiendo población, de 2.155 a 2.003 residentes oficiales en la década, la mitad de los de 1960. El impacto negativo de la emigración a la ciudad durante el ciclo industrial tiene hoy continuación en el envejecimiento y la escasez de nacimientos. De que algo se mueve y se va a mover más en el futuro da indicio el crecimiento tenue, casi imperceptible, en la década primera del siglo XXI, de Santullano (121 a 126 habitantes) y de sus núcleos adyacentes: Viao y Andallón, sobre la AS-234 que conduce a Oviedo por el Escamplero. La inexplicable dificultad para actualizar, rehabilitar y desarrollar los núcleos rurales lleva a utilizar la carretera como eje urbano.
Santullano encabeza un concejo compuesto por numerosos núcleos rurales de los que sólo unos pocos alcanzan el centenar de habitantes. El Escamplero (203) es su mayor agrupación, en el principal nudo de comunicaciones por carretera. Santullano ha vivido de espaldas a la ciudad, apoyado en unas carreteras curiosamente pintorescas, a la espera del doble eje que comunique la expansión occidental de Oviedo (San Claudio-Trubia) con la aglomeración avilesina sin tener que recurrir a los muy saturados enlaces de Lugones y Paredes y a la veterana y aun así magnífica autopista «Y».
El concejo sólo tiene 2.000 habitantes, por lo que las pequeñas iniciativas tienen un gran impacto y posibilitan un cambio de tendencia contra el declive y la inacción. Hay que señalar, de nuevo, la importancia del Ayuntamiento para la promoción de iniciativas y proyectos en los pequeños concejos. El reto de futuro es el asentamiento de población mediante un crecimiento ajustado de los núcleos rurales, desde la visión de la rehabilitación del patrimonio edificado y de la reorientación de funciones. Con riesgos a evitar: las urbanizaciones segregadas y ajenas al poblamiento tradicional y las estéticas propias del «feísmo» urbano: el que define la segunda mitad del siglo XX , y del actual. Tender a la integración de paisaje minimalista y poblamiento, para un futuro que pasa necesariamente por ampliar la residencia de población joven, la única capaz de invertir el crecimiento negativo por baja natalidad y envejecimiento. Aprovechar la diferencia de calidad residencial de Santullano respecto de las actuaciones urbanísticas metropolitanas a las que estamos acostumbrados. Y atraer población, no demasiada, la que esté convencida de que las pequeñas polas son sitios para la vida buena. El equilibrio no es fácil y requiere, sobre todo, de iniciativa, gusto e inteligencia.
Sin agobios
Santullano es pola mínima, poco más de un centenar de residentes, cabeza de un concejo de dos mil, que forma parte del ámbito metropolitano, pero de forma tímida, escondido en la red de caminos asfaltados que caracterizan el borde metropolitano oeste del eje Avilés-Oviedo. Inserto en un proceso de lento cambio desde un paisaje rural ganadero a la función residencial desahogada y sin prisas, Santullano tiene recorrido para crecer moderadamente y poner en valor su ritmo vital y sus posibilidades para casi cualquier cosa en las cercanías de la ciudad pero sin sus inconvenientes.
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