La mina y la ciudad
La parroquia minera de Gijón se debate entre su historia industrial y una reconversión residencial que reclama su sostenimiento a través de la reutilización del suelo liberado por la explotación
Tiene Gijón una historia contemporánea estrechamente unida al carbón. Del carbón obtuvo su primer gran impulso urbano, como puerto de salida del carbón asturiano. A él debe sus primeras infraestructuras modernas de transporte y su nuevo puerto en El Musel. Y también en su concejo se extrajo carbón hasta hace bien poco tiempo. La parroquia de Vega y su localidad de La Camocha acogieron la extracción del carbón gijonés y vieron crecer el núcleo de población vinculado al empleo en la actividad, con las características habituales del hábitat minero, sus pozos y barriadas. Perfil minero recortado contra la sierra, cerca pero netamente separado de la villa.
Surgió así el poblado minero junto al pozo de extracción, constituyendo un núcleo diferenciado en el concejo, que sin embargo vio cómo el crecimiento reciente de la ciudad iba acercando cada vez más el casco urbano. Y también la difusión de la función residencial al que las vegas de la parroquia de Vega dieron acomodo, como la mayoría de las del sur del concejo, en la década final del siglo XX y lo que va de siglo XXI. Urbanizaciones de chalés, poblados y poblamiento rural en rápida transformación conformaron el peculiar paisaje de Vega-La Camocha, tal como hoy lo conocemos.
Vega se debate hoy entre su historia minera y la reconversión en una zona residencial, más o menos impersonal, de las que van colmatando el extrarradio gijonés, en una de las áreas más valoradas por una función residencial que, sin embargo, parece amenazar ese mismo atractivo que busca en la periferia gijonesa. Por su parte, la reutilización del suelo minero abre posibilidades que deberían estar en relación con la más que necesaria definición de una estrategia industrial para la Asturias de las próximas décadas. Actividad y empleo para sostener la función residencial y un aumento razonable de residentes.
De momento, la incorporación de la parroquia a la difusión urbana de Gijón ha permitido ganar algo de población, tras algunas décadas de pérdidas. La parroquia ha pasado de 3.204 a 3.453 habitantes en la última década, señalando que al menos en el plano demográfico la apuesta residencial parece tener éxito. De las cuatro localidades componentes de la parroquia, según el nomenclátor oficial, sólo una pierde efectivos. El núcleo minero de La Camocha baja de 1.820 a 1.487 mostrando, como en otras partes de Asturias, que las barriadas del hábitat minero han cumplido su vida útil como modelo residencial y hoy agonizan. Sólo una rehabilitación integral podría permitir su continuidad como elemento urbano vivo. Las otras tres localidades de la parroquia, Vega de Baxo, Vega de Riba y Aroles, ganan población, en un tamaño aún modesto: 1.064, 627 y 275 residentes, respectivamente, en 2011.
Crecer con reflexión
Como el resto de la periferia sudeste del concejo asiste Vega a una oleada urbana que amenaza con uniformizar el paisaje, según el modelo Montevil-Roces. Cómo evolucionar, crear suelo empresarial y nuevas áreas urbanas, mantener la personalidad histórica, el patrimonio minero o rural y la propia identidad de un paisaje próximo a la ciudad, pero de un atractivo percibido y ligado a la persistencia de una cierta ruralidad, es un reto quizá demasiado grande para una pequeña parroquia de la periferia gijonesa. Pero la sociedad local debe encauzar y participar activamente en las decisiones que afectan a su futuro. Y no hay apenas certezas. La ordenación del territorio y los planes urbanísticos sirven, o deberían servir, para poder concretar por dónde queremos que vaya el territorio en los próximos años. Y en un entorno de estancamiento demográfico, como el de Asturias, o de crecimiento moderado, como el del concejo de Gijón, quizás habría que replantear un modelo de expansión urbana que parece ir imponiéndose sin demasiada reflexión, que acaba con un paisaje atractivo extendiendo áreas urbanas de nuevo cuño, densas e impersonales. Hay más opciones y se deberían manejar más ideas sobre cómo hacer evolucionar a la ciudad. A una ciudad que consume cada vez más suelo, a pesar de que el aumento de población no haya sido tan notable en los últimos treinta años.
La Camocha ha cumplido su participación destacada en el ciclo histórico del carbón y la industrialización asturianas. Y debe reinventar sus funciones, particularmente las productivas. Decidir qué hacer aquí, aprovechando suelo muy próximo a la ciudad y a las grandes infraestructuras y equipamientos. Y ponerlo en relación con la presencia de la Universidad y de centros de investigación, abriendo nuevos caminos a la actividad y al empleo. Es el tiempo de ver si la región es capaz de, ante el fin de algunas de sus industrias señeras, dar prioridad y aplicarse en la apertura de nuevos ciclos productivos vinculados a sectores innovadores. Y centrar su atención en la economía productiva y el empleo.
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