La vieja Villanueva llama la atención
La capital más pequeña de los Oscos, mínima villa reluciente con la población en leve repunte a costa del vaciado de su entorno rural, clama contra el «abandono histórico» y la falta de iniciativas
«Ruta del silencio». Antes de llegar al puente sobre el río Vilanova, delante de la fachada maltrecha de lo que queda del monasterio de Santa María, el panel anuncia un itinerario para senderistas que no pasa por aquí pero que tiene un nombre que encaja con precisión en el sosiego excesivo de las dos de la tarde en Villanueva de Oscos. Por lo menos hasta que dos golpes secos sobresaltan de pronto a dos únicos viandantes despreocupados. No pasa nada, son las campanadas del reloj del Ayuntamiento. La calma se puede tocar en Villanueva. En la capital menos poblada de los Oscos, que físicamente es un recodo del camino que va de Vegadeo a San Martín y Pesoz en el valle abierto por el río Vilanova, un enorme edificio de piedra sin tejado y evidentemente comido por la maleza se ha adueñado del paisaje. La ruina de su monasterio lastima en esta villa no tan nueva, más bien renovada, reluciente y bien cuidada, donde los muros medievales ofrecen una imagen muy a propósito para ilustrar el «abandono histórico» que pronto definirá con esa crudeza un vilanovés desencantado, hablando de su pueblo y a la vez también, por extensión, de todo el medio rural de este occidente apartado. Villanueva, eso sí, se resiste a caer, al menos a simple vista no le falta detalle. En el breve espacio que sirve a sus 87 habitantes, a lo largo del cauce el viandante irá descubriendo el Ayuntamiento, el consultorio y la farmacia, después el colegio, el polideportivo y la piscina, la residencia de ancianos y un banco que cierra los miércoles, la Biblioteca y el telecentro; allá arriba, un gimnasio, y aquí abajo, un «Centro de servicios empresariales» que hoy está abierto pero vacío. Atiende dos horas los martes y otras dos los jueves, y ahora María del Mar Díaz, la encargada, trabaja sola entre mesas con ordenadores preparados para prestar asesoramiento a empresarios del concejo. «Hay casi más servicios que vecinos», sentencia el Alcalde.
José Antonio González Braña, veinte años alcalde a los 43 y con el mandato recién renovado para otros cuatro, sabe que así no se puede. Percibe que «la gente agradece» la cirugía estética de este pueblo mucho menos lejano y mejor dotado que hace algunas décadas, pero también que aquel silencio es el problema. El rejuvenecimiento es solamente físico en la capital de un concejo que ha perdido 120 habitantes en diez años, tiene menos de la mitad que hace cincuenta y se ha parado, de momento, en 388. El más extenso de los tres de la comarca osqueña es el menos poblado, pero la villa minúscula que lo encabeza ha progresado en el mismo período hasta 87 desde 64 y la culpa la tienen los servicios. Enrique López, gerente de la empresa que gestiona aquí la única gasolinera de los Oscos, señala los dos bloques pulcros de edificios de piedra y tejado de pizarra, en total dieciséis viviendas sociales que comparten la responsabilidad del incremento demográfico al lado de un hogar para ancianos que reparte quince empleos y da casa confortable a doce personas mayores del entorno. «Los servicios hacen mucho», persevera, pero aquí la población crece y envejece y trae al llegar a Villanueva la misma mala noticia de todo el universo agrario deprimido, «la despoblación rural es un hecho». Y el precio, conviene la versión mayoritaria, se hace demasiado alto cuando se viste un santo a costa de desvestir otro y el resultado final se apresura a definir que en la villa «tenemos los servicios, pero nos falta el trabajo». Avelino Martínez dirige la cooperativa forestal Montevíos en Salgueiras, a seis kilómetros de la capital, tiene diez empleados, 24 años de historia y la misma sensación de abandono que invoca Enrique López, el gerente de una empresa que da tres puestos de trabajo en la gasolinera que domina Villanueva desde un promontorio a la salida en dirección a San Martín. «No tienes un apoyo», se duele Martínez, «parece que a nadie le va a importar si cerramos».
La impresión de desamparo se apellida «histórica» en una población arrinconada a la que se le cae su monumento más emblemático. En la Villanueva del siglo XXI, recién extendida la cobertura de banda ancha a todo el concejo, aflora el poso de aquella vieja mentalidad colectiva de lejanía eterna, algo de la frustración de estar a muchísimas horas de todo, atrapados en una esquina del mapa que era muy poco accesible cuando no había estas carreteras. Es aquel abandono que hizo desistir a los vilanoveses que pretendieron montar aquí en los setenta la fábrica del «Queso de Oscos», el mismo que salta a la vista en el anciano cenobio de Santa María, testigo mudo damnificado por el paso del tiempo. La construcción vive pendiente ahora del último trámite para completar la transferencia de la propiedad al Principado y de un plan de reconversión «muy gordo», define Enrique López, que podría ser «un gran motor para toda la comarca», le acompaña el Alcalde, si finalmente hay arrestos y dinero para habilitar en sus muros medievales sucesivamente reedificados el alojamiento para un gran complejo de atracción turística. En cierto modo se trata de volver, marcha atrás, hacia la etapa en la que desde el monasterio se movían las manivelas que daban cuerda a todo el territorio de Villanueva de Oscos, gobernado en su integridad por los monjes del cenobio vilanovés. Pero eso, hoy y aquí, es demasiado grande, la crisis económica muy espesa y el tiempo de Villanueva demasiado escaso. De momento, el único aprovechamiento del convento es esto que se anuncia como «Centro de interpretación arqueológica de los Oscos» y que son seis paneles y un mapa sobre la localización de los viejos castros, minas de oro y conjuntos tumulares de la comarca. A partir de aquí, el largo plazo es una entelequia, ni siquiera hay todavía un proyecto concreto y el vecindario, al que el tiempo ha acostumbrado al escepticismo, se conformaría con mucho menos que un gran complejo en el monasterio restaurado.
Poco a poco, en fala es «a modiño», en castellano «empezar por lo pequeño». Oliva Gómez regenta el restaurante del único hotel de la villa y sintetiza las inquietudes en la búsqueda de «gente con iniciativas». Detrás de la barra del otro establecimiento hostelero de Villanueva, Casa Perales, José Manuel Iglesias y su esposa Josefa Méndez acotan el diagnóstico pensando en la rentabilidad turística de este lugar con la materia prima claramente a la vista. «Tenemos lo principal», afirma Iglesias, que sale a la puerta y enseña el paisaje genuino, diferente, de la Reserva de la Biosfera osqueña, las carreteras que lo han puesto en el mapa, el «microclima» de este lado del puerto de La Garganta y hasta aquel silencio que, bien vendido, puede ser un valor exportable. Está el qué, falta el quién. El turismo puede, pero todavía no se identifica aquí decididamente con un salvavidas ni siquiera al rebufo de aquella campaña gratuita de promoción que hicieron de esta zona las vacaciones rurales del presidente del Gobierno y su familia en Santa Eufemia, a un kilómetro escaso de la capital. Eso fue hace casi cuatro años, hoy en todo el concejo viven tres únicas empresas turísticas, dos en manos de la misma familia, la del Alcalde, y una sola en la villa, y la estadística de 2007 detenía en cinco el número de empleos permanentes en la hostelería en todo el concejo. Un empresario mallorquín con planes para una casa de aldea en Ovellariza es agua de mayo y la capital agota su oferta en esta recta que al descender hacia el centro del pueblo encuentra en un lado de la carretera Casa Perales y el hotel Oscos -dos estrellas, una docena de habitaciones- y en la acera opuesta el monasterio pegado a la iglesia, esta sí, bien restaurada y conservada.
Habrá quien mire al otro lado de la frontera con Taramundi, vea La Rectoral hecha hotel de lujo con el impulso del dinero público y llore por la ruina delante del cenobio de Santa María. Habrá quien vuelva a reclamar aquella prima para el resurgimiento del medio rural y mecanismos para que no penalice vivir aquí. Es algo más y probablemente más barato que las carreteras, «algún apoyo de fuera, porque por parte de los políticos también estamos abandonados», vuelve Enrique López. «Cuando se habla del medio rural», lamenta Avelino Martínez Arcajo, «se equipara Vegadeo con Villanueva, y no son lo mismo. No pueden tener la misma consideración las cuatro empresas aquí que en Vegadeo, los diez empleos de esta cooperativa forestal en Villanueva pueden equivaler a trescientos allí. En los concursos públicos, eso debería puntuar de alguna manera», sentencia. Para que se vea lo que engrasa la maquinaria económica de la villa y del concejo, esta empresa de economía social con diez puestos de trabajo supera los empleos fijos del turismo y la hostelería, enlaza Martínez, y por poco los nueve que calcula en los parques eólicos de la zona, sólo Grallas íntegramente en territorio de Villanueva, erigido contra el viento de una agria polémica y finalmente levantado repartiendo entre los vecinos el dinero que cobró el Ayuntamiento por la licencia de obras.
La resistencia ganadera y la certeza de que «estamos desapareciendo, pero no es culpa nuestra»
A última hora de la mañana la vida audible de Villanueva de Oscos está al fondo del pasillo que forma el río al atravesar la villa, en el colegio rural. Parte de los treinta alumnos menores de doce años se entretienen jugando a la roma, esta diversión ancestral que consiste en clavar palos en el suelo, al cargo de Rubén Cotarelo, profesor de Educación Física. La base de la pirámide de población todavía da aquí para mantener tres aulas fijas, ése aún no es el problema, hasta que los niños crecen, miran hacia los lados y no dan con la fórmula para quedarse en casa. Jorge Díaz pertenece a Los Pibardos, una asociación juvenil que evidencia cierta vitalidad social con sus cerca de cuarenta componentes «de entre quince y veinticinco años, todos del concejo», pero que también sirve de espejo a la realidad de una villa en la que apenas se ve a ninguno. «La mayoría trabaja en Lugo, en Vegadeo...». Se van a pesar de todo, aunque sea «verdad que no hay entorno más saludable que éste», y la experiencia poco científica de los que viven dentro confirme sin dudas que no yerra el estudio del Observatorio de Salud de Asturias cuando sitúa precisamente en Villanueva el concejo con mejores índices de salubridad del Principado. Pero quedarse a vivir aquí sólo es un lujo si se puede, viene a decir José Manuel Iglesias, porque para poder «la gente tiene que tener perspectivas de trabajo estable».
A contracorriente, sin embargo, también hay jóvenes tenaces que se quedan. Mario Martínez aguanta en Ovellariza al cargo de un centenar largo de vacas madres para producir carne en sistema de producción ecológica. El panorama que él ha visto en doce años de ejercicio da testimonio del declive: «Lo más triste es que desde esa fecha puede que haya habido aquí una o dos incorporaciones. No sé qué ha fallado». En este concejo históricamente remolcado por la ganadería, apunta, faltan concentraciones parcelarias que ordenen las propiedades, algo que vuelve a resumirse en atención y antídotos contra el abandono. Sostiene Mario que el campo no tiene peso ni reconocimiento, que Asturias no aprovecha la calidad de su carne -«una de las mejores del mundo»- y que la alternativa ecológica, vendida de forma recurrente como el futuro de la actividad, no encuentra a veces mercados donde comercializarse. La sentencia final: «Estamos desapareciendo, pero no es culpa nuestra».
Con datos de 2007 de todo el municipio vilanovés, los empleos del sector primario han caído casi a la mitad -de 101 a 59-, mientras los del terciario experimentaban un leve repunte, de 32 a 47. Pero aquí dicen que es mentira que vayan separados. Las vacas y los turistas forman parte de la misma cadena de acontecimientos en la que, según la versión de Avelino Martínez, «el turismo está ligado a la naturaleza y el medio ambiente, y éste, a la ganadería. Si hay turistas es porque hay ganaderos que mantienen esto verde. Y si existe eso, sobrevive también el sector forestal... Va todo ligado, y el futuro de este pueblo exige apoyar decididamente lo que hay». «Se habla mucho de turismo», concluye, «pero como se acabe la ganadería...».
El etéreo efecto de «la cama de Zapatero»
El bar del Ecomuseo del Pan tiene bien visibles las fotos de José Luis Rodríguez Zapatero posando con semblante relajado en Santa Eufemia. En Villanueva de Oscos, «todo el mundo quiere dormir en la cama de Zapatero», pero casi cuatro años después del veraneo del presidente del Gobierno en el núcleo rural de Santa Eufemia el «efecto ZP», mirado con la perspectiva del paso del tiempo, amortigua considerablemente la expectativa inicial. Política aparte, «fue muy positivo», afirma el alcalde socialista del concejo osqueño, «porque nos dio a conocer y garantizó una promoción espectacular para el concejo, pero por sí solo no soluciona ningún problema. Hay que seguir trabajando». «La gente viene a ver los sitios donde estuvo», enlaza José Antonio González Braña, y Villanueva es el sitio que un día escogió la familia del Presidente para pasar una semana de agosto, pero el impulso definitivo para el sector turístico local pide actuaciones más sostenidas y, especialmente, ideas y personas con capacidad e ímpetu para llevarlas a término.
En eso están en la pequeña aldea donde veraneó el Presidente aquella semana en la que, «a pesar de ser agosto, estaba todo verde en Santa Eufemia». Antonio Villamea, que dirige el Ecomuseo del Pan en este mismo pueblo a un kilómetro escaso de la capital, hace una pausa dramática y completa la broma con retranca: «Lo digo por los uniformes». El equipamiento cultural, «uno de los de más éxito de los Oscos» al decir de su responsable, recibió 8.448 visitas de la Semana Santa de 2010 a la de este año. Sigue el ciclo de elaboración del pan de la siembra a la mesa, desde la plantación de trigo y centeno que se ve a las puertas del edificio hasta el horno en el que los visitantes introducen la masa al llegar y sacan el pan recién horneado para comérselo cuando acaban el recorrido y se marchan. Enfrente de la exposición de instrumentos tradicionales y de la vieja cocina está el molino de agua en uso, todo como siempre, pero a la vista casi nuevo, hecho de piedra limpia y bien cuidada, como las de antes, pero reluciente, fabricado con ese material que define el estilo de turismo rural real, de inmersión auténtica en las costumbres campesinas, que se ha pretendido paralelo a cierto renacimiento de los Oscos.
El Mirador
_ El monasterio
El principal candidato a motor económico de la villa es un edificio en evidente ruina. La antigua casa de los monjes que gobernaron el territorio de Villanueva, muros sin tejado en algunas zonas, sobrevive hoy a duras penas, pendiente de que el Principado complete la adquisición de la última de las cinco partes en que dividió la propiedad, pero aún sin más proyecto que garantizar su supervivencia. Su uso turístico sería, define el Alcalde, «clave» para remolcar el cambio global de toda la comarca.
_ Una senda
El proyecto para habilitar un recorrido fluvial agradable a lo largo del río Vilanova, en torno al monasterio de Santa María y en dirección a Santa Eufemia, pasó el mes pasado el trámite del Consejo de Gobierno del Principado y el regidor vilanovés confía en poder iniciar las obras «a lo largo de este año».
_ El «ecoparque»
La villa y el concejo miran al alto de La Garganta como espacio esencial para la atracción de empresas. El plan de construcción de un «ecoparque» llega con al menos cuatro años de retraso, aprecia Avelino Martínez, pero llegará, confirma José Antonio González Braña, una vez que el mes pasado recibió la aprobación de la Comisión de Urbanismo y Ordenación del Territorio. Serán seis parcelas con previsión de crear al menos una docena de empleos.
_ Los mayores
Dada la estructura esencial de la población vilanovesa, la atención a los mayores ha pasado hace tiempo al primer plano. Villanueva tiene una residencia de ancianos con doce plazas, pero el Ayuntamiento planea completar la oferta con un Centro Rural de Apoyo Diurno pendiente de apertura.
_ El monte
Pasa en todo el occidente rural. La masa forestal que se aprecia desde Villanueva «es un potencial» lastimosamente desaprovechado en el diagnóstico que hace el responsable de la cooperativa forestal del concejo. «Los montes están como hace ochenta años», se queja Avelino Martínez, «aquí casi todo el mundo tiene una parte en el monte, pero no lo sabe. El 90 por ciento de la superficie forestal es improductiva y faltan subvenciones para que la gente ponga a producir sus montes».
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