Villanueva quiere una vida nueva.
La pequeña capital de Santo Adriano se enfrenta a la crisis demográfica del campo buscando emprendedores e ideas con la certeza de que el turismo que arrastra la Senda del Oso no tiene, por sí solo, todas las respuestas
En la sala de elaboración de la quesería Valles del Oso, decenas de quesos cuelgan de una estructura metálica piramidal. Carlos Villabrille, ovetense, los hace con kéfir, un hongo fermentador de leche originario del Cáucaso e importado desde Armenia. En una de las puertas de al lado acaba de instalarse Clara Pastor, madrileña, que restaura muebles y busca mercados para su «ebanistería de autora». Más allá sigue una empresa que presta servicios de ingeniería forestal, y ya casi está. Esto es Villanueva, la capital de Santo Adriano, y los emprendedores muy imaginativos a veces no son de aquí. Ni demasiados, ni tantos como hubo hace algún tiempo en este edificio multicolor pegado a la montaña, 720 metros cuadrados de vivero de empresas en el barrio de El Sabil, antes «del Mesón», a la vera de la carretera que va de Trubia al puerto Ventana cruzando los «valles del oso». Hubo algunos pequeños empresarios más, pero quedan éstos. Aquí ya no se investiga en nanotecnología ni se hacen dulces de lujo con castañas, pero tampoco se pierde la esperanza de repoblar, además del pueblo, la «villa tecnológica» que se ve a la salida de este lugar encajonado en un pasillo estrecho entre la peña y el río Trubia, con apenas cien habitantes en un municipio de no muchos más de 250, y bajando.
Villanueva, hoy, se hace un retrato apresurado contando a aquellos tres audaces importados hasta el vivero empresarial de El Sabil, que tiene apalabrado un cuarto, y añadiendo una incipiente industria turística alumbrada al calor de la Senda del Oso y de los evidentes encantos paisajísticos de la zona: hay un hotel-restaurante con 55 plazas y una media de seis empleados al año, otros cinco establecimientos de turismo rural, un bar y una tienda, además de un centro logístico para camiones de la Demarcación de Carreteras y un Ayuntamiento con siete concejales y dos trabajadores fijos a tiempo completo.«Muchos pocos pueden hacer bastante», asegura Carlos Villabrille, persuadido de que aquí quedan en realidad unos pocos pocos y casi nadie de menos de treinta. Al llegar a las alternativas de futuro se le hace certeza la sensación de que el campo ya no está, faltan las minas y la industria que tuvo el entorno, y el turismo, él solo, no va a saber encontrar todas las soluciones. La televisión del hotel restaurante El Sabil subraya su pronóstico y vaticina mal tiempo para el fin de semana en Asturias. Tengan razón o no esta vez, y aunque este negocio funciona, moderadamente, la apuesta turística va a seguir en Villanueva muy condicionada por la naturaleza, la estacionalidad y el clima. Francisco Currás, «Queco», es de Villamejín (Proaza), está al cargo del establecimiento y asiente al diagnóstico. «Hay gente a la que le gusta ver llover, pero no son mayoría».
«Alquiler de locales. 3,37 euros por metro cuadrado». El cartel con la oferta adelanta las necesidades desde la cristalera de la puerta que da acceso al centro de empresas. El edificio, abierto en 2005, espera por un maestro pastelero que ha reservado plaza y aún tendrá unos cien metros cuadrados sin adjudicar. La crisis. «No sé si en Tanganica del Sur habrá algo parecido, pero desde luego no lo hay tan barato en toda Asturias, y sin pagar tasas de agua o basura. El precio es regalado». El alcalde de Santo Adriano, Carlos de Llanos, vende lo que tiene, «y estamos hablando del centro de Asturias, a veinte minutos de Oviedo y a diez de una autovía que te enlaza con Gijón y Avilés en media hora». Él se queja de que falta mentalidad empresarial para poner en relación en el medio rural asturiano con un entorno adecuado para asentar una empresa y le dan la razón algunos de los que han venido de fuera a vivir y a buscar precisamente esto. «Es un lujo trabajar en un sitio así», avanza Clara Pastor, casi recién llegada desde Madrid y con sitios adonde ir a comparar: «Yo sé lo que es gastar hora y media para entrar en la capital todos los días».
Por este lugar, un día cualquiera de un otoño perezoso, inusualmente cálido, casi pasan más ciclistas que lugareños identificables. La Senda del Oso atraviesa todo el centro de Villanueva y cruza el río Trubia por el puente medieval que conecta las dos partes del pueblo, a un lado los barrios de El Carmen, El Puente y La Villa Fondera y al otro La Arcellada y San Romano. En torno al mediodía, un pelotón de cuatro cicloturistas perfectamente uniformados pasa por delante de otro que ha parado a refrescarse junto al Trubia, entre el lavadero y el puente, en esta fuente que se construyó en 1928 gracias a José Antonio Fernández. O eso dice un rótulo cincelado sobre el caño sin añadir que el mecenas fue un indiano retornado de Cuba que hizo mucho por su pueblo. Puso las 8.000 pesetas que costó la fuente y además «ayudó a mucha gente de aquí a estudiar».
Los datos los acerca María Teresa Muñiz, «Tita», sin dejar de esbillar fabes a la puerta de su casa. No puede contar, dice, «todos los secretos que oí» cuando era la telefonista del pueblo. «El mes que viene entran los ochenta» y con un ojo en su buena memoria concluye que ahora, «gracias a la Senda, se nos conoce más, aunque se siga relacionando más con Proaza que con Santo Adriano». Ella ve desde su casa el tráfico intenso, a pie y en bicicleta, que trae hasta aquí esta antigua línea de ferrocarril transformada en ruta turística para caminantes y cicloturistas, veinte kilómetros desde Tuñón (Santo Adriano) a Entrago (Teverga) y casi trece más en el ramal que parte de Caranga (Proaza) y va a morir a Santa Marina, en Quirós. En realidad, obviamente, el recorrido ferroviario original no atravesaba Villanueva por el puente medieval que ahora cruzan los ciclistas. De ahí el interés del Ayuntamiento por construir una nueva pasarela que conecte los barrios de El Carmen y San Romano, desvíe por ahí el tránsito de la Senda y permita recuperar la calzada original del puente, hoy por hoy el único paso sobre el río para el tráfico rodado en la capital de Santo Adriano.
El proyecto se retrasa y al preguntar por los motivos vuelve la crisis. No hay dinero, pero sigue habiendo turistas. La temporada alta los empuja hacia «la naturaleza, el paisaje y el deporte activo»; hacia las montañas cercanas de este lugar «único en España», define Carlos Villabrille, «porque no hay otro con estos montes, esta altitud y su proximidad a los grandes núcleos de población». El hotel de Queco sube algún agosto a diez los cinco empleados de la temporada baja y a Ástor García, que alquila bicicletas en el arranque de la Senda, no le desborda en verano la capacidad de su negocio para hacer pedalear a la vez «hasta cien personas». Pero el invierno no es igual. Santo Adriano tiene frontera con Oviedo y eso ayuda, pero la ligazón de su oferta turística con el aire libre no. El poco tiempo que dura el buen tiempo no da para que vivan muchos más de los que ya están, sostienen aquí. Y aunque «este paisaje se venda solo» y la carretera y las áreas recreativas sean «hervideros» cuando se presenta la primavera o un fin de semana de sol, «nuestro turismo necesita buen tiempo» y, sin garantías, acaba siendo poco más que un complemento en los engranajes de la economía local. Para ayudar a rentabilizarlo todo el año, además, tampoco estaría de más que esta zona de los valles del Trubia resaltase en los mapas de Asturias. El recorrido de la Senda del Oso por delante de la casa de «Paca» y «Tola» «es un gran desconocido incluso para muchos asturianos», protesta Francisco Currás. Las osas, que se alojan en un monte compartido entre los dos concejos y comen en Santo Adriano, «parece que siempre se asocian a Proaza». Por encima de rivalidades localistas inútiles «hay que vender el paisaje y la centralidad», propone Villabrille, «este concejo debe subirse al carro de la inercia de Proaza y de la marca de los valles del oso y sacar réditos de su ubicación y su entorno natural». Ahí gana de largo el Oriente, «nos saca veinte años», pero esta accesibilidad «es un factor que debemos explotar », remata Currás, que desde su hotel le vende esto al que no sabe como «un punto intermedio entre el Oriente y el Occidente».
EL vivero de empresas «motor» que pide más gasolina.
El turismo está muy bien, va a decir el Alcalde, «pero si no hay empresas que den trabajo, la gente acaba marchándose a una conejera en Oviedo o en Gijón». Carlos de Frutos, habitante de un pueblo de Santo Adriano en el que apenas quedan tres personas -Cotomonteros- sabe de lo que habla. Aquí faltan brazos porque no hay actividad y este cuento también se cuenta al revés, el movimiento económico escasea porque cada vez queda menos gente. La pescadilla se muerde la cola. La angostura del pasillo que aloja Villanueva no regala grandes vegas para nada diferente al minifundio agrario y ganadero y bajo los hórreos y las paneras, muchos, se puede hacer un inventario completo de aperos de labranza tradicionales sin uso: carros, arados, grades... Por si fuera poco, el entorno inmediato ha ido dejando por el camino la vieja pujanza de la industria que daba de comer en el pueblo: las minas de hierro y carbón de Teverga y Quirós, la Fábrica de Armas de Trubia o la central hidráulica de Proaza. Unas se han ido, otras no son lo que eran. La transformación en senda turística del antiguo trazado ferroviario que bajaba el mineral de aquellas explotaciones ilustra el cambio de sentido de este pueblo que tarda en encontrar su lugar en el nuevo escenario.
«El último niño que nació aquí», vuelve la memoria de Tita Muñiz, «debe de tener 16 años», y no quedan más de diez personas menores de treinta, confirma el inventario de Ástor García. De «toda mi generación», cierra Francisco Currás, «aquí sólo quedo yo». Aquí «ser emprendedor no es fácil», sentencia el Alcalde, porque además «es difícil encontrar inversores y créditos en tiempos de crisis», confirma Villabrille. Los 1.800 habitantes del Santo Adriano de los años treinta se han quedado en los pocos más de 250 que hacen de éste el tercer municipio menos poblado de Asturias, solamente por detrás de Yernes y Tameza y Pesoz. Currás quiso quedarse y vio en el turismo el camino más fácil, pero admite que no había muchos más. Están, sí, los de la imaginación para inventar un queso nuevo capaz de lanzarse a la competencia con otras cuarenta variedades autóctonas, o los muebles «de autora» que ahora ofrece Clara Pastor, o en su día el riesgo que asumió Ástor García para querer vivir de alquilar bicicletas a los turistas no sólo para el verano. Todas esas sendas ya están abiertas, ahora cabría la búsqueda de otras. No piden mucho y tienen algunas cosas que ofrecer. «El centro de empresas es un motor muy bueno para Santo Adriano», asegura el Alcalde, pero tuvo más gasolina de la que lo impulsa hoy. «Diez o doce empresas, veinte o treinta puestos de trabajo, serían un comienzo fabuloso», pide Carlos de Llanos. El principio, a lo mejor sí, de una villa nueva.
La urgente «discriminación» del campo.
La pelea de Villanueva se libra también en otras partes del campo asturiano deprimido, en peligro de extinción y pidiendo con voz tronante ayuda, una «discriminación total, agresiva» en favor del medio agrario «respecto a las ciudades». Resuena en la reclamación del alcalde de Santo Adriano, Carlos de Llanos, la «tristeza» de quien sabe que «cuando se va la gente, a la vez se pierde también la cultura de esa zona». «Se ha hecho mucho», sí, pero la gravedad del enfermo aconseja más medidas urgentes. Ayuda para no penalizar a los que se quedan, para compensar las dificultades del esfuerzo que supone a veces el reto de sostener el campo.
El magnetismo turístico y el ejemplo emprendedor.
Todos los brazos serán pocos para evitar la transformación definitiva de Villanueva y Santo Adriano «en un geriátrico», alertan aquí. El magnetismo de la naturaleza y su accesibilidad da de comer a tiempo parcial, pero el objetivo primordial pide motores permanentes que den que hacer a jornada completa. Empresas, ideas. El atractivo turístico es un valor innegable, y ahí están para pruebas las dos rutas tendidas, de recorrido sencillo y no demasiados desniveles, que atraviesan el concejo.
Pero como aquí se oyen coros de voces que proclaman la insuficiencia del turismo como locomotora económica del concejo y su capital.
El Mirador
_ La senda (I)
El proyecto está hecho desde 2006. Un puente de ocho metros de ancho, 800.000 euros, uniría el barrio de El Carmen con el de San Romano para que el recorrido de la Senda del Oso evitase el puente medieval de Villanueva, cuya calzada original de piedra pide una recuperación y un uso restringido diferente al actual de única comunicación para el tráfico rodado entre las dos márgenes del río Trubia en la capital de Santo Adriano. El alcalde de Santo Adriano, Carlos de Llanos, todavía espera poder materializar el proyecto en esta legislatura.
_ La Senda (II)
Los casi siete kilómetros de Senda del Oso que atraviesan Santo Adriano se ven «muy abandonados» desde el Ayuntamiento, «porque la Administración no nos ayuda», se queja el Alcalde.
_ El polígono
Como el turismo es inviable como plato único, el municipio busca otras fuerzas motrices y supera planteamientos localistas para proponerse compartir con Proaza «un pequeño polígono industrial». Iría en las vegas que separan las dos capitales, animado por la conveniencia de «optimizar recursos, ya que hemos perdido tanta población que es imposible tener de todo en el concejo».
_ La visibilidad
«Este entorno rural próximo a la capital nos gusta para vivir y trabajar», confirmará Carlos Villabrille. Por eso duele la excepcionalidad de las ideas arriesgadas para sostener este lugar en peligro de perderse en los mapas. Por eso la promoción es una clave del futuro en la explotación turística de esta Senda del Oso o de aquel desfiladero de Las Xanas. La Mancomunidad de los Valles del Oso tiene mucho que hacer.
_ El río
Manos a la obra en la identificación de atractivos turísticos, hay aquí quien se fija en el río Trubia, en la urgencia de recuperar el cauce y la posibilidad de llegar a promocionarlo como río salmonero.
_ Ayuda
Todos los mandamientos se resumen en la tentativa de atraer hasta aquí iniciativas imaginativas capaces de levantar el pueblo dando puestos de trabajo, pero el medio rural pide más ayudas para conseguir eso y rentabilizar sus recursos, que los tiene.
Artículos relacionados
Por aquí pasó el tren
Jesús Muñiz, ex alcalde y ex director general de Minería, regresa al pueblo lleno de vida que ...
Buscar la senda
La capital de Santo Adriano, con más historia y tradición rural que presente, se enfrenta a la ...