Un rescate peligroso
Si se aplicaran equitativamente las actuaciones en las fases de cualquier tipo de rescate, el éxito por parte de rescatadores y rescatados sería integral. La operación terminaría exitosamente, con los deberes cumplidos y los protocolos aprendidos para próximas aplicaciones. Pero esto no es así. Cuando la economía de un estado hace aguas, lo primero que se intenta taponar, son los conductos por donde fluye el dinero con facilidad. No quiere decir esto que sean los flujos acertados, pues en la ciencia de la economía, pueden variar. Acertar con las fórmulas económicas del momento coyuntural es lo difícil, pero por economistas no ha de ser.
El rescate de hasta 100.000.000 millones de euros, que irán a parar otra vez a las entidades financieras, deja mucho que desear para el ciudadano normal; que se sabe como último recurso (cual granito de arena), para hacer frente a este descomunal préstamo. Sabiendo que, si no se pudiera devolver en la cantidad y plazo acordado por quien lo recibe, el Estado español, se convierte de manera contractual en el último garante del mismo.
La falta de liquidez de los bancos y cajas, viene dada por la financiación de miles de viviendas, embargadas en su momento a constructores y promotores que no pudieron culminar su venta. Las operaciones más urgentes de estas entidades financieras son la venta de su inmovilizado, y de esta manera, afrontar los pagos de las cantidades que soliciten prestadas a las instancias europeas.
Habrá que cuidar como revierten estos créditos, no vayan a provocar una nueva burbuja inmobiliaria, y volvamos a las andadas, al conceder aportaciones de capital a empresas con una usura desmedida ya contrastada anteriormente.
Sin andar con muchos rodeos, con esta actuación, los españoles somos más pobres, y además hipotecados hasta no se sabe qué generación.
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