Al «New York Times»
Adoro su país. He estado en él cuatro veces. He cantado, con mis queridísimos compañeros del Coro Universitario de Oviedo dirigidos por el maestro Luis Gutiérrez Arias, en la Universidad de Harvard, en el Auditorio de la ONU, en la catedral de San Patricio (dos veces) y, sobre todo, en el Lincoln Center de New York, cosa que muy pocos españoles pueden decir, con su más espléndida crítica del 18- II-1983.
Pues bien, me avergüenzo del planteamiento que ustedes enunciaron en su periódico el mismo día que nuestro Rey les honraba, sí, les honraba, con su presencia.
Ustedes no son dignos de mostrar esa imagen indigente y miserable de nuestra adorada España.
¿Cómo pueden criticar nuestras difilcultades cuando tienen la ruina tendida en las calles? He sido testigo presencial de su bienestar maravilloso pero también de su pobreza absoluta, de su indigencia, de su pobreza infinita.
¿Quiénes eran ustedes cuando Colón y les encontró?
¿Saben ustedes que cuando estaban en taparrabos aquí ya se había escrito «El Quijote» y tanto Lope (Lope de Vega, ¿saben?) como Quevedo habían llegado a la cumbre de la literatura universal?
Y ¿para qué hablar de su política en Vietnam, Cuba (acorazado Maine, Cochinos, Guantánamo), Guatemala, Granada, Nicaragua, Irak, Afganistán, etcétera, etcétera? ¿Cuántos procesados tienen por la barbaridad de la Torres Gemelas, el Pentágono o Pittsburg?
Ustedes son perfectamente capaces de dejar morir a las puertas de un hospital a cualquiera que no traiga en la boca una tarjeta de crédito solvente.
Señores del «New York Times»: en nuestra «pobre» y «arruinada» España atendemos a cualquier ciudadano que nos pida ayuda. Desde un catarro a un trasplante de corazón o de médula; sea quien sea. Desde su grandeza indiscutible, ¿lo hacen ustedes?
Nuestra España tiene defectos, cierto, pero además de ser un país que formuló y conformó la Historia de Europa en la Edad Contemporánea donde ustedes ni siquiera existían, tiene grandezas en la que ustedes no nos superan ni de lejos. A saber: somos el país que más voluntarios aporta a causas sociales de todo el mundo e, igualmente, somos el país con mayor número de donantes de órganos del mundo. ¿Pueden decir lo mismo de los descendientes del Tío Sam?
Por tanto, si están sentados, por favor: cuado pronuncien la palabra «España» pónganse en pie y guarden silencio.
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