Patria neurótica
Los catalanes defienden lo suyo: eso lo entiendo. Los madrileños no comprenden a los catalanes y defienden la única patria y la única lengua que conocen, es decir, España y el castellano. Eso también me parece lógico. Lo que no comprendo es lo de Asturias, tan periférica como Cataluña pero empeñada en ser más centralista que los madrileños.
En Asturias la gente llora y se tira de los pelos por la situación del castellano en Cataluña. No lo entiendo. ¿Acaso no fue aquí el castellano durante siglos una herramienta de discriminación entre clases? ¿Ya hemos olvidado el desprecio y las humillaciones de los asturhablantes, durante tantísimos años? ¿Acaso no se ridiculizó un millón de veces, acaso no se ridiculiza, incluso hoy día, a cualquiera que hable la lengua del país como si fuese un ser inferior, grosero e ignorante? Siendo así, ¿cómo no comprendemos mejor el afán de vascos y catalanes por corregir una injusticia secular, por dar voz a los que nunca la tuvieron?
Ahora surge incluso un partido político, Unión, Progreso y Democracia, que promete a los votantes asturianos que luchará a brazo partido por los derechos de los niños catalanes, a quienes obligan por lo visto a estudiar en catalán. No lo entiendo, de veras. No sólo porque los problemas de la educación en Cataluña me importan tres pepinos (como si tuviésemos arreglada nuestra casa, para meternos a enredar en casa ajena), sino porque se me vienen a la mente las historias que te cuenta la gente mayor de cincuenta años sobre niños que se ganaron sonora bofetada del maestro por el delito de soltar un «ye que». Aquí se nos impuso el castellano, señores. A ver si nos dejamos de paños calientes y síndromes de Estocolmo y reconocemos la verdad de una vez.
No pretendo culpar a ningún invasor extranjero porque fue algo que nos buscamos los asturianos solitos: asturiano era el diputado que, debatiendo el Estatuto, dijo «lo que necesita el aldeano (no es aprender bable en la escuela, sino) perfeccionar el castellano para no estar en inferioridad respecto a los demás hispanohablantes», como si el idioma del país fuese una peste a erradicar. No quiero ser victimista ni atacar a nadie, sólo digo que antes de quijotear en Barcelona reparen ustedes las injusticias de casa.
Es un país neurótico éste. Nos negamos a reconocer nuestra propia cultura y nos indignamos con los que defienden la suya. Denunciamos la «falsificación de la historia» de los nacionalistas y mutilamos la nuestra para que nadie sospeche. Dios nos libre, que antes de que Roma llegase a «civilizarnos» ya había en este país una cultura milenaria, compleja y abierta al mundo, o para ocultar la incómoda teoría de que el Reino de Asturias, después de todo, podría ser empresa de asturianos, enfrentados al Islam de Córdoba igual que antes a los visigodos de Toledo. No deja de maravillarme, por ejemplo, la insistencia en que las obras maestras del arte asturiano debieron ser, por narices, obra de «refugiados mozárabes». Los antiguos asturianos eran genéticamente incapaces de crear belleza, al parecer.
La televisión autonómica, encargada a empresas de fuera, hace mofa de la lengua asturiana. Los ayuntamientos despilfarran el dinero en ridículas «ferias de abril» para promocionar los productos y la cultura andaluzas, mientras los hórreos y las paneras, un patrimonio arquitectónico único en Europa, se pudren y se derrumban uno a uno. El Principado ha prohibido las matanzas caseras y la «suelta del gochu» porque son una crueldad, mientras que las corridas de toros se siguen celebrando con el apoyo de las autoridades y el aplauso de los medios de comunicación. Es curiosísimo este asunto: les recomiendo que lean la «ley de protección de los animales», publicada en el BOPA del 31 de diciembre de 2002. El artículo 1 proclama pomposamente el respeto por todos los seres vivos... Y el artículo 2 excluye de la ley a las corridas de toros. Evidentemente, las tradiciones rurales asturianas se pueden aplastar sin miramientos, pero la esencia de la españolidad rancia merece eterna subvención. Para morirse de risa o de rabia, según.
Me dirán que se trata de globalización, mestizaje cultural o algún topicazo parecido: señores, se supone que el mestizaje va en dos direcciones, y no veo yo que los sevillanos organicen festivales de tonada ni degustaciones de sidra. Esto no es intercambio cultural, es más bien una cultura que se deja aplastar por otra. ¡Y la culpa es sólo nuestra!
No tiene otro nombre: es pura neurosis.
En fin, qué le vamos a hacer.
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