Los despidos de Santa Bárbara
Soy la hija de un trabajador de la fábrica de armas que vio a su padre nervioso por el traslado a Trubia. Soy la hija de un trabajador que contó que ya no había obra. Soy la hija de un trabajador que vino ayer hablando de un ERE. Soy la hija de un trabajador que se enteró, a través de este periódico, del despido de casi el 50% de la plantilla y del expediente de regulación temporal de otro 40% del total de trabajadores. Soy la hija de un trabajador indefenso.
Y digo indefenso porque gracias a la última reforma laboral ya no cuentan los años que mi padre lleva trabajando en la misma empresa; ahora llegan los despidos sin que los de arriba se despeinen. Poco importan las tres décadas dedicados a la fábrica de la Vega, las promesas de puestos de trabajo intocables cuando los mandaron a Trubia, la lucha obrera que llevaron a cabo en las innumerables ocasiones de amenaza de cierre, las edades de cada uno de los afectados o su situación personal, ni tampoco el golpe que supone –una vez más– a la industria asturiana. Y esta mañana, el representante de Comisiones Obreras contaba en una entrevista en la SER que todo surgió a razón de una mala gestión de la empresa, amén de una ligera mención al Ministerio de Defensa. A mí me da igual de quién sea la culpa, porque yo ya he visto a mi padre perder la esperanza.
Yo quiero contaros que ellos lucharán por sus derechos como sólo ellos saben, que los defenderán los sindicatos y que IU pedirá responsabilidades, que no pierden la esperanza y que jugarán el todo por el todo. Quiero dar a conocer la situación, e intentar que esto –sólo un caso entre tantos– nos abra los ojos. Que luchemos por nuestros derechos, que todos nos unamos a la causa y protestemos por esta injusticia. Os pido que me ayudéis a difundir todo esto. Que mi padre y sus 700 compañeros se sientan, en estas horas bajas de tantísima incertidumbre, arropados.
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