Mala práxis hospitalaria
La mala praxis que nos ofrece el Hospital Comarcal de Jarrio, en el occidente de Asturias, es por muchos bien conocida. El pasado 22 de diciembre mi padre es ingresado por los servicios de urgencias en dicho hospital. Automáticamente le diagnostican infarto de corazón. Lo monitorizan y comienzan los tratamientos para dicha dolencia.
Tras ser trasladado a la U.V.I y verlo en las visitas establecidas, nos damos cuenta de que sigue empeorando. Él mismo nos hace saber que ha perdido la visión y que está mareado.
Comenzamos a presionar a los médicos responsables para que le hagan un scanner. Los resultados de dicha prueba nos dejan estupefactos: No existe tal infarto de corazón; el nuevo diagnóstico habla de una trombosis cerebral. ¿A quién pedimos responsabilidades de un diagnóstico y tratamiento equivocado?, ¿de unas pruebas que se debieron llevar a cabo en el minuto cero de su ingreso?
El día 24 de diciembre acudimos de nuevo a la visita establecida. Nuestro asombro es encontrar a mi padre con un traumatismo craneoencefálico de carácter grave. La justificación de los médicos responsables fue que se había caído de la camilla y aunque mi padre sostiene otra versión ¿se puede caer un enfermo en La Unidad de Vigilancia Intensiva donde existían tres personas convalecientes y cuatro personas vigilantes?
El día 25 de diciembre tras comunicarnos los propios médicos su muerte inminente, decidimos trasladarlo al Hospital Universitario Central de Asturias, donde el derecho a la vida, a una sanidad pública y universal de calidad, está presente en cada pequeña y gran acción; donde la vocación y profesionalidad se deja sentir, y donde los principios y la ética están a la orden del día. El día 15 de enero le dieron el alta en el HUCA y goza de buena salud física y mental.
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