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Lo que significa para mí la Fábrica de Armas de Trubia

16 de Marzo del 2013 - Iván Álvarez Álvarez (Trubia Oviedo)

Desde que era un crío tuve la percepción de la magnitud de lo que significaba la Fábrica de Trubia. Siendo un mocoso, comencé mis estudios infantiles en el Colegio Santa Bárbara, bien tutelado por Marisol, Pili y Margarita Aza. Todos los días, en la entrada, veíamos el busto del General Elorza, aquel semblante serio que durante las Navidades los aprendices de la fábrica se encargaban de vestir con una chaqueta militar para proporcionarle calor. Como críos, el primer día del año íbamos a la capilla de la fábrica a oír misa y, posteriormente, daban comienzo las clases, siempre colmadas de nuevos conocimientos y disciplina.

De vez en cuando, los niños jugábamos cerca del taller de la escuela de aprendices y contemplábamos a aquellos chavalotes de funda azul que se afanaban en aprender a manejar unas máquinas enormes y rarísimas de las que salían piezas para un cañón pequeñito que mostraban en el centro del taller. Eran otros tiempos...

Un día cuando llegué a casa le pregunté a mi padre por aquel local que tan raro nos parecía ver al lado de nuestras clases de párvulos. Cuál fue mi sorpresa cuando supe que él había estado allí, mi padre era un aprendiz de la Fábrica de Trubia. Como buen padre prosiguió en su explicación facilitándome detalles sobre lo que ello significaba. En mi cabeza se implantó el convencimiento de que él formaba parte de una élite de trabajadores de una cualificación excepcional, de renombre nacional. Qué grande era aquello...

A partir de ese momento, cuando coincidía en la portería de la fábrica durante un cambio de turno, contemplaba los centenares de trabajadores que entraban y salían y me sentía orgulloso de poder vivir gracias al sustento que ella nos proporcionaba. Qué años de prosperidad se vivían por aquel entonces en Trubia.

Hoy, aquel joven aprendiz de la Fábrica de Trubia tiene 58 años. Después de 40 años trabajando en la fábrica y otros 4 de aprendiz asiste perplejo a las circunstancias tan cambiantes que se viven hoy en día. A las puertas de aquella alegre portería hoy solamente puede ver la solitaria calle. Tras él, toda una intención de cerrar las puertas para siempre de lo que fue, es y seguirá siendo toda una institución a nivel nacional, la Fábrica de Trubia. Yo, su hijo, con 35 años le debo absolutamente todo al trabajo de mi padre y a su fábrica, mi educación, mis estudios y el que hoy sea una persona de provecho, y no puedo consentir que a esta gente se la deje en la calle sin nada, después de trabajar tan duro durante media vida.

No sé si conseguiré trasladar el grado de tristeza que hoy tengo al ver cómo la dirección de la actual fábrica ha abandonado las negociaciones para evitar que gente como mi padre y muchísimos de sus compañeros no se queden en la calle sin nada, pero con unas pocas palabras a buen seguro que no podré representar a las miles y miles de personas que han formado parte de esta gran familia histórica que ha sido siempre la Fábrica de Ármas de Trubia y a la que deben todo.

Ánimo, papá, estoy muy orgulloso de ti.

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