Pesadillas por Semana Santa
Aquella mañana estaba tan desconcertado, que necesité compartir con mis allegados, las incomprensibles y ficticias andanzas vividas en mis sueños en el trascurso de la noche anterior.
Todo empezó a partir de unas vagas imágenes, que llegaron a mi subconsciente, procedentes de mis innumerables y desordenados recuerdos. En ellos, y sin saber cómo: la mañana era la noche; el amor era el odio; la luz era la oscuridad; la verdad era la mentira; la empatía era la antipatía; la sinceridad era la hipocresía. También vislumbraba los ordenados capirotes de la gran procesión que, repletas con filas de botellines de cerveza que emulaban a los tradicionales nazarenos, me increpaban con palabras soeces y levantando amenazantes cuchillos, se alzaban en contra de la paz y la tranquilidad de mi sueño. La pesadilla terminó poco después. El desconcierto radica en que, una vez que volví a la consciencia, la algarabía de la calle, centuplicaba con creces a la de mis sueños, y que, las peleas, los insultos y la tensión, eran la triste realidad. Por las pías y húmedas calles de la ciudad, que compartía las fiestas del calendario con sus transeúntes, aparecían quebradas con golpes violentos, algunas señales de tráfico, en donde rezaba: Debido a la procesión, se prohibe aparcar de 20:00 a 22:00 horas
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