Unidos por el destino
Deambulamos por la vida como cualquier pez que nada tranquilamente bajo la densidad del agua. Todo está en orden y en calma, hasta que, el depredador natural; la contaminación extrema del medio; los sofisticados sistemas ideados para las capturas (legales o ilegales) de pesca, intervienen para poner fin a su paso por la tierra (en este caso, más bien por sus aguas). En los peces, estos desenlaces no tienen vuelta atrás. La muerte física constata el hecho antinatural de las consecuencias de su desaparición. En la especie del que les escribe, es distinto. Podemos seguir con vida, aunque nuestro depredador natural: un banco, un gobierno opresor, un jefe sin piedad, o un dudoso sistema judicial, nos acribille a palos en contra de nuestra integridad moral y del sustento económico. En cuanto a la contaminación, que les voy a decir. Conocemos de primera mano el estado de salud de nuestro planeta. Pues la capa de ozono nos advierte de la poca delicadeza con la que la hemos tratado. En cuanto a las capturas masivas, quién no se ha visto capturado contra su voluntad, cientos de veces. En los casos más extremos, podemos recordar el de los inhumanos destinos, abocados por los grandes Éxodos y Holocaustos, donde los seres humanos se ven atrapados como peces en la red, en contra de la querencia altruista e innata por sus raíces históricas.
Destinos sin rumbo, unidos por el deambular de la vida que nos ha tocado compartir.
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