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Contra los maledicentes

12 de Octubre del 2013 - José Luis Peira García (Piloña)

Nunca discutas con un idiota porque aquel que os viera podría no notar la diferencia. Soy muy fiel a este consejo de Kant y me he ido acostumbrando a callar cuando lo que detecto del otro lado es una gran ignorancia, una irracional visceralidad o una inamovible testarudez. No es raro tampoco que todos esos aspectos caminen juntos. Sin embargo, lo que me anima a expresarme en este caso es quizás la irritación que me provoca que lo dicho haya sido hecho en medios de gran difusión y el efecto negativo que ello causa.

Un antiguo alto cargo político, con responsabilidades de gobierno nacional en su día, anda por ahí diciendo mentecateces sobre el trabajo y la honestidad de los funcionarios. El personaje se atreve a soltar lo que suelta sin acreditar ni una sola de sus sentencias, y es que aquí opina cualquiera. Intuyo que no le debían tener en mucho sus pares, pues ni la talla dio para que le colocaran en una hidroeléctrica, una telefonía o una caja de ahorros como es costumbre en el gremio, de manera que anda de plató en plató para que le paguen las copas y es ahí en donde despliega su supuesta ironía y su presunto conocimiento de todo aunque lo que yo veo es una risita cínica y una actitud de matoncillo de taberna o club de carretera -a elegir- bajo los que se envalentona para decir lo que dice.

Si le alcanzara el don de la lucidez siquiera unas horas -apartarse de la bebida es un buen inicio- comprendería que de ser cierto lo que dice habría de culparse de ello sobre todo a sí mismo; si durante sus tiempos de relevancia en el gobierno de la nación fue incapaz de corregir ese vicio de los funcionarios de llegar dos horas tarde al trabajo para salir inmediatamente a tomarse un café y leer la prensa deportiva, es que él y su equipo de gobierno fueron unos inútiles incapaces y carecieron de redaños para arreglar semejante desorden. Si es verdad lo que él y otros aseguran de que no se puede soportar esa lacra del gasto público que se sustancia en el exceso de medio millón de empleados que además son unos vagos y unos gorrones yo afirmo que tiempo y herramientas tuvieron de enderezar el entuerto, y no lo hicieron. Los muy cobardes.

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