Carta inútil
Pues sí. Es una carta inútil, porque sólo sirve para mi desahogo que, si ustedes lo piensan, ya es bastante, ya que a estas alturas de la película no vale para nada más. Inútil porque está escrita, según el Sr. Wert, por una inútil. ¡Claro hombre! ¿A que ya saben ustedes a qué me dedico?
Por supuesto, no se me ocurre decir que va dirigida a un inútil, ¡por Dios! Presumo de tener buena formación académica, soy una persona bien educada, soy una ciudadana que paga religiosamente sus impuestos y además soy músico. Vaya..., ya lo he dicho.
Ahora viene lo complicado. Las dudas. La inquietud. La desesperanza.
¿Merece la pena explicarle a la obcecación, a la soberbia, a la sordera, cualquier razón avalada por el estudio, la experiencia o los resultados?
Parece que no. ¿De qué sirve explicarle al señor ministro los estudios realizados por los profesionales sobre los beneficios a nivel cognitivo, emocional, social, físico, psicológico o médico de la música? ¿Para qué valen los resultados de los hospitales donde se aplica la musicoterapia? ¿Los beneficios terapéuticos reconocidos en la rehabilitación de múltiples patologías físicas y psíquicas en centros de Educación Especial, centros de la tercera edad o en las Unidades de Cuidados Intensivos de los hospitales? ¿Qué utilidad tiene la existencia de Conservatorios y Escuelas Municipales de Música? ¿Y qué me dice de todos los profesionales que integran las orquestas y coros de este país? Oiga, señor ministro, todos estos también cotizan. ¿De dónde va a salir el público que paga para llenar estos teatros y auditorios si usted relega la música al basurero? Le invito a usted a que recree en su mente (¿?) el mundo que nos impone. Los niños de las nuevas generaciones, quizá sus nietos, estarán orgullosos de que usted haya eliminado de sus vidas la asignatura de Música y, por supuesto, ninguno acudirá a perfeccionar a un Conservatorio o Escuela, algo que no conoce ni sabe para qué sirve.
Ya nadie llena los teatros.
Releguen los auditorios a centros de congresos para matemáticos. Eliminen las cadenas de radio musicales. Fuera Canal Clásico de Radio 2.
Menos mal que se ha muerto, qué pena, don Fernando Argenta porque si no... ¡Vaya vida tirada por la borda! Menos mal que ahora debe gozar de la música celestial (sólo hasta que se muera el Sr. Wert).
¡Ah, se me olvidaba!, ya no hay villancicos, ni concierto de Año Nuevo, ni Festivales de Navidad en los centros escolares. Que eso... son pamplinas. No es útil.
Además, como ya no hay profesionales..., ¿de dónde van a salir los intérpretes y los maestros que enseñen?
¿Le interesa al Sr. ministro la opinión de los ilustres músicos que forman parte de la historia cultural de este país? Aquellos a los que los distintos gobiernos condecoran como glorias nacionales.
Uy..., se acabó la recaudación de los derechos de autor en la música. ¡Vaya hombre!..., menos ingresos para Hacienda.
Oiga, por cierto..., una última cuestión: ¿sabe usted las pruebas más duras y exigentes que tiene que pasar un maestro para ejercer en Finlandia?
Sí, sí, ese país donde los niños son excelentes en el Informe Pisa.
Infórmese, ¡coño! (hala..., ya me ha salido la mala fusa) (¿?)
Vamos, que... un país de pandereta, porque al menos puede que en su casa quede alguna.
Ciertamente, una carta inútil.
Elena Pérez-Herrero. Maestra por la Universidad Pontificia de Salamanca. Pianista. Titulada Superior de Canto. Primer Premio de Canto Jacinto e Inocencio Guerrero. Directora y Maestra de la Escuela de Canto y Repertorio Vocal Haragei, Oviedo
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