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Actuación de libro

12 de Abril del 2014 - José Enrique Centén Martín (Sieteiglesias (Madrid))

Para los gobernantes, todo es lícito para la causa concreta. El discurso electoral de los actuales gobernantes, cegó a la población, y esta se echó en brazos de estos facinerosos dada la inoperatividad del anterior gobierno. Como tampoco hizo caso de aquellos pocos que vaticinaban el futuro; el origen de los actuales gobernantes y la historia demuestra lo que está ocurriendo. Se equivocaron en elegir, costará recuperar lo perdido si en las próximas elecciones siguen los mismos cantos de sirena, como empiezan a predicar.

Se aprovecharon de que todos ven lo que se aparenta, poco lo que es, y dichos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de los muchos, que cuentan con la autoridad del Estado. El vulgo se atiene a las apariencias y a los acontecimientos y en el mundo prima el vulgo; los pocos está descartados.

El gobernante, para sobrevivir como tal tiene dos recursos, la Ley y la fuerza, el primero es propio de hombres, el segundo de animales. En España modifican leyes para legitimar recurrir al segundo.

Todo gobernante debe ser astuto y saber encubrir el proceder artificioso, ser hábil en disimular y fingir. Los hombres son tan simples y se sujetan a la necesidad en tanto grado, que el que engaña con arte, halla siempre gente que se deje engañar. Nos ha ocurrido en las últimas elecciones y continúa aún, este gobierno aún no ha tomado una decisión que beneficie a la ciudadanía, solo a intereses de la banca y de grandes empresas.

El gobernante ante todo no ha de tener otro objeto, ni abrigar otro propósito, ni cultivar otro arte que el que enseña, el orden y la disciplina, porque es lo único que se espera ver ejercido por el que manda. Debe de formarse en recursos bélicos que puedan serle de provecho en la adversidad, para poder resistir. De sobra este gobierno lo está ejerciendo, desea ahogar por todos los medios las protestas generalizadas de la ciudadanía.

La razón y la experiencia nos enseña que el hombre que se halla armado, no obedece con gusto al que está desarmado, tampoco el amo desarmado se encuentra a gusto entre sirvientes armados. El desdén que late en el corazón del uno y la sospecha que el ánimo del otro abriga, no es posible que lleven a cabo juntos buenas acciones. La fuerza debe estar controlada por verdaderos servidores de la paz social, no por aquellos que sospechan continuamente de los ciudadanos, buscando el enfrentamiento continuo para demostrar su poder.

Lo entrecomillado, es parte de la obra El príncipe, de Nicolás Maquiavelo, escrita en 1513, manual que ciertos políticos siguen sin desviarse un ápice.

El gobernante para asegurarse su perpetuidad, no ya como individuo sino corporativa, han creado privilegios para asegurar la continuidad de esa élite, son parte, no limitan la temporalidad en el cargo; se blindan ante la Ley con el aforamiento, solo pueden ser juzgados por órganos de justicia superiores y elegidos por ellos; la prestaciones sociales, jubilación, revisión salarial y dietas, al margen de la Reformas Laborales que predican y aplauden todos, si, todos, sin defender una igualdad para la ciudadanía. Es tal el montante de los privilegios que a los diputados residentes de fuera de Madrid les asignan 1823 mensuales para afrontar gastos de alimentación y alojamiento en la capital, al margen del sueldo, sin embargo al ciudadano corriente fijan el salario mínimo a percibir en 645,30 mensuales en total.

Todo tiene un límite, menos la desvergüenza de nuestros dirigentes, una vez más nos demuestra la felonía propia de una casta privilegiada al contravenir el principio por el que deben regirse nuestros representantes, la iustitia fundamentum regnorum, la justicia es el fundamento de los Estados.

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